Respecto a lo que los norteamericanos llaman “marxismo cultural”, el
polemista y publicista flamenco Edwin Truyens piensa que hoy esta expresión
es inadecuada, incluso si el gramscismo de izquierda ha estado marcado
indudablemente con sus puntos de vista en el transcurso de las pasadas
décadas. Para Truyens, el desarrollo, en las sociedades occidentales, del
“popperismo” es, claramente, más patente y más peligroso.

Por “popperismo”, hay que entender una estrategia cultural derivada de los escritos de Karl
Popper, especialmente de su libro más importante, La sociedad abierta (The Open Society).
El libro-manifiesto de George Soros lleva, además, el mismo título: Open Society. El
impacto de este libro culto del liberalismo anglosajón, en el sentido más amplio del
término, englobando el izquierdismo y el capitalismo neoliberales, es impresionante:
demócrata-cristianos como Herman van Rompuy o liberal-thatcherianos como Guy Verhofstadt, han sido contaminados, advierte Truyens, por esta ideología que rechaza
todas las formas de pertenencia, de vínculos sociales, étnicos o de otro tipo. Y, en
consecuencia, tiene como objetivo destruirlas mediante la manipulación de diversas
estrategias. Soros fue lector de Popper y uno de sus discípulos más virulentos. Su
fundación lleva el título de la obra principal de Popper: The Open Society Foundation. La
obra de disolución de los vínculos orgánicos en las sociedades y en los pueblos pasa por la
financiación de un considerable número de proyectos como el de las Femens, los grupos
defensores de los “derechos” LGTB, el Istanbul Pride, los programas de aprendizaje del
Globish (inglés global) por todo el mundo, etc. Truyens señala que una simple visita al sitio
web de la Open Society Foundation nos permite descubrir, por ejemplo, un artículo sobre
la necesidad de acoger al máximo de refugiados posible y otro artículo sobre el grave
peligro en que consiste la islamofobia. Todo esto no es un “marxismo cultural”, más o
menos extraído de los confusos escritos de la Escuela de Frankfurt o, más particularmente,
de las tesis de Herbert Marcuse, que teleguían todas las iniciativas que hoy arruinan a los
pueblos y las sociedades europeas occidentales, sino un liberalismo que aboga por la
apertura de todas las sociedades, apertura que, bien entendido, tiene por resultado
hacerlas implosionar, llevarlas a un estado de delicuescencia total.

Truyens considera que la elección de Emmanuel Macron es, sin duda, un efecto de la
estrategia popperiana de George Soros. Macron no tenía un partido detrás, sino un
movimiento de muy reciente constitución, puesto en marcha rápidamente según las
tácticas aprobadas por la fundación que Soros había aplicado en otras partes del mundo.

Bien que este último haya financiado o no el movimiento En marcha de Macron, la política
de éste, como la de Merkel y otros supuestos “líderes” europeos, siguen una lógica poppersorosiana de disolución de los pueblos, sociedades y Estados en mayor medida que la lógica sesentayochista derivada de la Escuela de Frankfurt, instrumento considerado ahora considerado como inadecuado porque podría tener los efectos contrarios a los esperados.

Truyens constata que esta lógica popper-sorosiana ha contaminado a ciertas asociaciones
etnistas y populistas, que juzgan ahora que una acción coordinada, con el objetivo de dar
cohesión a la ideología y a la política, no son ya necesarias, que derivan de un “pasadismo”
que conviene rechazar, según los códigos preconizados por los popper-sorosianos. El poder
corrosivo del popperismo es más eficaz que el del “marxismo cultural” de los
sesentayochistas de antaño, con la excepción, sin duda, de Cohn-Bendit, nuevo amigo de
Verhofstadt alineado con el popperismo que combatían los antiguos izquierdistas y los
teóricos de la Escuela de Frankfurt.

El problema debe ser examinado en profundidad mediante un retorno a la teoría:
recordemos que un debate tuvo lugar en los años 70 del siglo pasado entre los partidarios
de la Escuela de Frankfurt y los discípulos de las tesis de Karl Popper. Izquierdismo y
liberalismo popperianos se combatían entonces para acabar fusionándose dos décadas más
2/3 tarde, y actualmente con una progresiva preeminencia del popperismo fundado en los
éxitos de Soros, bendecidos, por supuesto, por los Estados Unidos.

Las izquierdas y las derechas populistas deben forjar imperativamente, de forma común,
un arsenal ideológico para combatir esta ideología dominante y opresiva. Las iniciativas de
Chantal Mouffe, que se posiciona a la izquierda pero que cita a Carl Schmitt, podrían servir
de base a esta reconquista, lanzada a ambos lados del espectro político, que ya no se
opondrían en la lucha en las instituciones ni en el combate en las calles, sino
conjuntamente al marasmo liberal, según una estrategia de convergencia elaborada en su
tiempo por Roger Garaudy.

 

Robert Steuckers

Por Saruman