Rodolfo Carlos Barra
Noventa años atrás, Aldous Huxley publicaba su gran profecía, “Brave New World”, editada en castellano generalmente bajo el título de “Un mundo feliz”. Ciertamente Huxley continuó con la línea de las, para la época de ser escritas, novelas de “anticipación” o de “ciencia-ficción”.
Julio Verne fue el gran maestro del género, que tiene mucho de profecía. George Orwell, unos años después de Huxley, mezclaba la observación y diagnóstico con la anticipación, lo que le permitió profetizar la vida en un totalitarismo del futuro (”1984″) o bien divertirse con la extraordinaria parábola/caricatura “Rebelión en la Granja”. Al momento parecería que el totalitarismo de los cerdos hubiese terminado con la caída del comunismo soviético, pero todo indica que vamos camino al sistema anunciado en “1984″. ¿Será en el 2084? ¿O bastante antes?
Notemos que el punto 2 -gracias a la investigación por, en algunos casos, loables finalidades médicas- ya ha sido alcanzado. Los embriones pueden producirse tanto a partir de “células madre”, como también por la fusión en laboratorio de esperma y óvulo previamente obtenidos de mujer y hombre. La totalidad de la gestación también en laboratorio ya se ha conseguido, restando solo su desarrollo, la posibilidad de su realización en masa y, con ello, su abaratamiento.
El punto 1 va por buen camino. Ya está, podemos decir, oficializada y asentada la total separación entre relación sexual y concepción (se había llegado hasta “sexo sin concepción”, pero ahora es también posible la “concepción sin sexo”, como en el “Mundo Feliz”. Además, ¿para que tener relación “presencial” si con el “metaverso” podremos tener sexo virtual como si fuese físico, con el, la, o l# “partner” más atrayente del mundo, sin movernos de nuestra casa? (la actual realidad ha superado la imaginación de Huxley).
El punto 3 está a disposición de un futuro sistema totalitario, sin perjuicio de que, pareciera, todavía “las brevas no están maduras”, aunque madurarán, quizás más temprano que tarde.
El punto 4 está en pleno proceso de concreción: es mucho lo que se ha logrado en tal sentido con la demolición de la familia desde, digamos, el último cuarto del siglo pasado a la fecha.
Con respecto al punto 5… Bueno, ya casi tenemos la marihuana libre. ¿Acaso un gobierno con verdadera conciencia social no podrá calificar a su consumo como un derecho humano fundamental, cuya prestación básica sea una obligación pública? ¿No se podrá producir la droga de la felicidad (y del acatamiento), esto es la “soma”, según el nombre de la droga imaginada por Huxley?
Si contemplamos juntas a las profecías de Huxley y Orwell advertiremos la influencia del lenguaje (la “neolengua” orwelliana) en la facilitación de su transformación en realidad. Las nuevas palabras sirven para allanar el camino al nuevo mundo, como una especie de Juan el Bautista idiomático, que, en este caso, va “preparando” y “adaptando” a nuestro cerebro para recibir con mayor simplicidad y aceptación al “Mundo Feliz”. Ya en un futuro no muy lejano se fabricarán embriones cuya composición genética los haga necesaria e inevitablemente felices –siempre con e auxilio de un suficiente suministro y consumo de “soma”- en la sociedad guiada por el Gran Hermano.
Nuestro gobierno progre-populista –una curiosa composición de ideologías progresistas y políticas populistas, con maquillaje peronista- es pionero en la materia. Muchos se burlan del “la, li, lo”; del “todos, todas y tod#s”, “presidentes, presidentas, y president#s”; otros despotrican en defensa de la hermosa lengua castellana (y del sentido común), pero son pocos los que advierten la genialidad ideológica de nuestra neolengua progre-populista. No es “made en berretalandia” (como diría el economista Melconian para “aporteñar” aquello de “país bananero”). Por el contrario, es fruto de una clase política comprometida con el logro del Mundo Feliz y la neolengua universal.
Veamos el caso de la ley del IVE (Interrupción Voluntaria del Emabarazo). Ya su nombre es un ejemplo. No es ley de “aborto”, una palabra fea, que muchos la asimilan a homicidio (o “femicidio”, según el caso). Aborto es una expresión que puede influir negativamente sobre la gestante-interruptora (volveremos sobre este importantísimo hallazgo terminológico progre-populista), a quien tal palabra podría impulsarla reflexiones cuestionables desde la perspectiva progre. Hace años atrás las comadronas hablaban de “deshacer”, pero esta es también una expresión políticamente incorrecta: tiene algún sonido semejante a “desmembrar” o “descuartizar” y, aunque la ley del IVE admite este último procedimiento (desmembrar al feto, ya sobre el quinto mes) mejor es no nombrarlo.
En cambio, el verbo “interrumpir” es más suave. Es cierto que si mato a alguien interrumpo su vida, pero en el lenguaje cotidiano la expresión se utiliza a menudo: interrumpí mis vacaciones, se interrumpió la transmisión de TV o el servicio telefónico, no funciona el interruptor de la luz. También se interrumpe el embarazo, claro que por “interrumpir” al feto.
La ley 27.610 regula la “interrupción voluntaria del embarazo” que, aunque es lo mismo que el aborto, suena más suave. E incluso la sutileza llega a más, ya que ni siquiera se habla de interrupción del embarazo, sino directamente de IVE, como si fuese un verbo. Así, “práctica del IVE”, “solicitante de un IVE”, etc. Pronto no se matará o abortará a nadie, ni siquiera se lo interrumpirá, simplemente se lo “iverá”.
Pero quizás el mejor ejemplo del neolenguaje creado por nuestros progre-populistas, es cuando la ley se refiere, como titulares del derecho “a iverar”, a “las mujeres y personas con otras identidades de género con capacidad de gestar” (a las últimas, para simplificar, podríamos llamarlas PIGECAGE. Claro que las PIGECAGE solo pueden ser mujeres, al menos desde el punto de vista médico (el aborto o IVE es una práctica médica, no una regulación antidiscriminatoria por sexo o género o autopercepción, etc., con el respeto que cada una de sus posibles variante merece), con lo cual la ley incurre en una tautología innecesaria: mujer es igual a persona con capacidad de gestar, cualquiera sea su identidad de género. Es decir, un hombre que se autoperciba con cualquier identidad de género no masculina, incluso especialmente femenina, no será un PIGECAGE, aunque sus registros y documentos de identidad lo identifiquen como de sexo o género “fluido” (lo que es admitido en nuestro sistema progre-populista).
Dije antes que la ley del IVE (parece el nombre de una ley con materia impositiva, seguramente por aquello del IVA) incurría en una tautología “innecesaria”, pero quizás tal tautología sea, para sus autores, necesaria. Hay términos que son espontáneamente asociables, como el de mujer y madre (¿será por culpa del “patriarcado”?). Es cierto que para el progre-populismo los términos “mujer” y “hombre” son incómodos, son muy “binarios” naturales o biológicos, pero todavía tienen vigencia, aunque no sea por mucho tiempo. El PIGECAGE ayuda a sustituir aquel anacrónico “binarismo” (si hay mujer es porque hay hombre, y viceversa) pero sobre todo ayuda a sustituir y abandonar el otro tan repudiable (para los adeptos al “Mundo Feliz”) de “madre”.
En la profecía de Huxley la palabra “madre” es simplemente obscena. Pronunciarla no sólo es una grosería, sino un delito. En el Mundo Feliz no hay madres ni padres, lo contrario sería ir contra el mismo fundamento del sistema, de sus bases culturales, de organización social, económicas (una suerte de comunismo, aunque más de “gran hermano” que de “granja soviética porcinocrática”).
Por ello, aunque siempre hemos considerado a la mujer embarazada como “madre”, este término ha sido totalmente excluido del lenguaje de la ley IVE. Es que la mujer tiene una tendencia natural a la maternidad, tanto psicológica como biológica (quizás la ingeniería genética pueda, en el futuro, eliminar esta tendencia de los embriones producidos). Para el progre-populismo, no hay madres, tampoco mujeres, sino, a los efectos de la reproducción, PIGECAGEs. A la vez la intervención sexual presencial de los PIGECAGEs (en cuanto tales) se admitirá sólo hasta que esa desgraciada costumbre de concebir y gestar en el seno de un humano (no digamos “materno”, por favor; lo del “seno materno” es un anacronismo propio del machista Vélez Sarsfield, quien escribió en el art. 63 del ahora ex Código Civil la siguiente blasfemia: “Son personas por nacer las que no habiendo nacido están concebidas en el seno materno”. Sea remplazada por la más acorde con los nuevos criterios científicos de sanidad, higiene y clasificación socio-económica: la fábrica de embriones. En realidad, en ese momento ya no habrá más PIGECAGEs, porque no serán necesarias. Al contrario, concebir como fruto de una relación sexual será un delito.
Este marco nos permite apreciar la verdadera trascendencia de la ley del IVE. Notemos que la principal razón para no admitir (salvo excepciones) la práctica de aborto (en una sociedad pluralista y relativista como la contemporánea; “todo es igual, nada es mejor”, cantaba Discépolo –otro profeta- de cara a “la vidriera irrespetuosa de los cambalaches (donde) se ha mezcla’o la vida…”) es la humanidad del embrión. Todavía la muerte de un ser humano inocente no es culturalmente aceptada, sin perjuicio de los avances del progre-populismo en ese sentido (pensemos en la admisión de la eutanasia como estratégica “cabeza de puente” para la futura “interrupción del proceso de envejecimiento” de los mayores de una edad a fijar). Así, prohibir el aborto es congruente con la prohibición de quitar la vida a un ser humano; la contraria, el derecho al aborto, significa e derecho a matar a un ser humano.
Aquella prohibición podría actuar como un importante precedente en contra de la admisión de la manipulación embrionaria y de una eventual y futura producción de embriones en pos de un “Mundo Feliz” (estoy sugiriendo un lema publicitario para los laboratorios que trabajan en el tema). Es decir, el principal problema de los progre no es la muerte del embrión, sino considerarlo ser humano.
Claro que el progre-populismo (tanto el de nuestra de “berretacracia” como el que predomina en otros lugares del planeta) no se considera limitado por ninguna barrera lógica, ya que todas son superables mediante el neolenguaje y la manipulación mental (“Idiocrazy” -traducida como “idiocracia”, aunque su sentido mejor sería “idiotacracia”- es el título del film de Mike Judge, 2007, que muestra al mundo poblado, y también gobernado, por idiotas). Para muestra basta un botón: la ley de estado de Texas prohíbe el aborto (salvo situaciones excepcionales) a partir de ser audibles los latidos del corazón del feto. Tenemos entonces un ser que es distinto de su PIGECAGE (sigo respetando la interdicción de la mala palabra que empieza con “ma” y termina con “dre”) que tiene ADN humano, y por tanto propio e individual, que ya ha “anidado” (para los que exigen este requisito), que tiene corazón, el que, además, late, y cuyos latidos son audibles (nadie puede hacerse el sordo). En estas condiciones cuesta negar que el feto sea un ser humano. Pero el progre-populismo siempre tiene alternativas, Así por ejemplo el New York Times (gran difusor de las ideas progresistas) y a partir de allí muchos medios en el mundo, cuestionan la dificultad que tal ley texana importa para las PIGECAGEs que solicitan un IVE, sin detenerse, por un instante al menos, para siquiera sugerir la cuestión de la humanidad del ser que se busca “interrumpir” (la palabra “ser” puede ser también cuestionable para los progre-populistas; así en nuestra “berretacracia” hemos tenido un ministro de salud, médico, que, para negar la humanidad del embrión, no se le ocurrió mejor cosa que calificarlo de “fenómeno”, al que, seguramente, no podía clasificar científicamente: una especie de OVNI biológico. ¡Pavada de neolenguaje y pavada de ministro de salud de la berretacracia!
Debo cerrar estas reflexiones con una disculpa para aquellos a los que pueda parecer irrespetuoso el tratamiento un tema tan trágico –como el de la permisión legal de la muerte provocada de seres humanos, además inocentes e indefensos- en un tono casi bromista, y también, en el mismo tono, la situación de tantas mujeres, verdaderas madres, que recurren al aborto por desesperación y que merecen compasión y no castigo o tratamiento peyorativo. Es que quizás sea, la mía, una autodefensa inconsciente frente a un horror tan grande. En todo caso dejo constancia que la sátira está dirigida a la ley y a sus autores, y no a las víctimas (madre e hijo) de la misma.
El autor es abogado Argentino. Ministro de la Corte Suprema de Justicia (1989-1993). Ministro de Justicia (1993-1996).