Imagine un mundo donde la propiedad es un recuerdo lejano, reemplazado por una extraña apariencia de alegría ante la desposesión.

En 2016, Klaus Schwab, el enigmático arquitecto del Foro Económico Mundial, predijo un futuro en el que, en 2024, la humanidad sería despojada de sus posesiones, encadenada a cadenas digitales, pero engañada hasta un estado de satisfacción. Inicialmente descartados como una locura, nos encontramos al borde de esta desgarradora realidad; La visión de Schwab se cierne siniestra sobre nosotros, más profética de lo que nos atrevíamos a creer.

Durante décadas, una camarilla clandestina de tecnócratas ha orquestado meticulosamente nuestro descenso a la servidumbre digital. Caminamos sonámbulos hacia su trampa y entregamos nuestros derechos y posesiones a aquellos que ejercen el poder de pulsar una tecla. En este nuevo mundo feliz, la propiedad es una ilusión, y con un simple comando digital, todo lo que apreciamos puede ser confiscado.

Este artículo revela la siniestra agenda detrás de la fachada del progreso. Explora la erosión de la propiedad a través de acuerdos clickwrap, la desmaterialización de nuestros activos en bases de datos durante las últimas décadas, el auge de las monedas digitales del banco central (CBDC), que amenaza nuestro control sobre el dinero, y The Great Taking, que amenaza nuestro control. sobre el resto de nuestros activos no monetarios.

No todo está perdido, aunque en un artículo aparte abordaré que nuestra salvación no llega en las urnas sino a través de nuestro incumplimiento radical. La tecnología puede usarse para promover la libertad o la tiranía. Analizaré cómo podemos adoptar tecnologías para contrarrestar el sistema de esclavitud digital que los tecnócratas están desarrollando activamente, garantizando así nuestra privacidad, nuestra capacidad de participar en el comercio voluntario y la conservación de nuestro libre albedrío.

La erosión de la propiedad: un descenso a la servidumbre digital

En los sombríos albores de la era digital, nos encontramos atrapados en un laberinto de acuerdos que se cierran mediante un clic; nuestras libertades se rindieron silenciosamente a los caprichos de corporaciones anónimas. La alguna vez poderosa noción de propiedad personal se ha reducido a una mera abstracción, una pintoresca reliquia de una época pasada.

Cuando hacemos clic en “Estoy de acuerdo” con imprudente abandono, sellamos nuestro destino, entregando nuestra autonomía a los tecnócratas que nos manipulan y controlan a través de los dispositivos que pensamos que nos liberarían. Una vez aclamado como un bastión de libertad y progreso, el ámbito digital se ha convertido en una pesadilla distópica donde cada uno de nuestros movimientos es rastreado, monitoreado y explotado.

La naturaleza insidiosa del control digital

Nos dejamos llevar por la complacencia ante la conveniencia y facilidad de las transacciones digitales, sin darnos cuenta de la manipulación sutil pero generalizada que subyace a cada clic, cada deslizamiento y cada toque. La letra pequeña, un gigante de la jerga legal, oculta la verdadera naturaleza de nuestros acuerdos, ocultando a plena vista los términos draconianos que rigen nuestra existencia digital.

Consideremos las asombrosas cifras: se estima que nos encontramos con entre 150 y 400 acuerdos de cierre por clic por año, cada uno de los cuales es una bomba de tiempo de obligaciones y responsabilidades que aceptamos alegremente sin pensarlo dos veces. Estos acuerdos son omnipresentes y están integrados en todos los aspectos de nuestra vida digital:

Licencias de software, como el Acuerdo de licencia de usuario final (EULA) de 70 páginas de Microsoft
Acuerdos de compras en línea, como las Condiciones de uso de 12.000 palabras de Amazon
Términos de servicio de las redes sociales, como la Declaración de derechos y responsabilidades de 25 páginas de Facebook
Acuerdos de aplicaciones móviles, como el Acuerdo de licencia de software iOS de 50 páginas de Apple
Acuerdos de banca en línea, como el Acuerdo de acceso en línea de 30 páginas de Wells Fargo
Una sentencia vitalicia de lectura
Para estar al día con la letra pequeña, tendríamos que dedicar hasta una hora cada día, los 365 días del año, sólo a leer los acuerdos. Este es el coste real de nuestra existencia digital: una cadena perpetua de lectura, una tarea interminable que consumiría una parte importante de nuestra vida diaria.

Un estudio sobre el engaño

Un experimento reciente reveló una verdad impactante: el 74% de los participantes aceptaron ciegamente términos que habrían entregado a sus primogénitos a los propietarios del servicio y habrían proporcionado su información personal a la NSA. Como señaló un investigador:

Los resultados son un crudo recordatorio del poder del ‘clickwrap’: la capacidad de lograr que la gente acepte cualquier cosa, sin importar cuán extravagante sea, siempre y cuando esté oculta en un contrato largo y complejo.

– Dr. Jonathan Obar, Universidad de York

El escenario está listo para la transferencia de activos
Nuestra mayor participación con estos acuerdos clickwrap ha sentado las bases para que nuestros activos se transfieran con solo hacer clic en un botón. Con el auge de las monedas digitales, los mercados en línea y las plataformas de redes sociales, nuestros activos financieros, personales y creativos son más vulnerables que nunca. Las implicaciones son nefastas: un futuro en el que nuestros activos sean incautados, congelados o transferidos sin nuestro consentimiento, todo ello bajo la apariencia de “acuerdos” que nunca entendimos realmente.

Sin darnos cuenta, hemos entregado nuestra autonomía, creatividad y humanidad a los caprichos de los señores corporativos. Como verá en las siguientes secciones, la cesión de nuestros derechos a través de acuerdos digitales, CBDC y tokenización de activos pronto nos dejará sin nada en propiedad.

Debido a que este artículo es largo, mantendré una lista acumulativa de puntos clave como viñetas al final de cada sección.

Conclusiones clave:

Sin saberlo, hemos cedido la mayoría de nuestros derechos a través de innumerables acuerdos digitales que firmamos sin leer, erosionando la propiedad y la autonomía personales y haciendo que nuestros activos sean vulnerables al control corporativo.
El dominio digitalizado: un castillo de naipes construido sobre bases de datos frágiles e intermediarios corruptos
La digitalización de nuestras vidas nos ha otorgado un arma de doble filo: conveniencia y vulnerabilidad. Hemos cambiado lo tangible por lo intangible, entregando nuestros activos a los caprichos de las bases de datos y sus intermediarios. Pero seamos claros: las bases de datos no son sólo componentes periféricos de nuestra vida digital, sino la base del comercio moderno.

Considérelo: las corporaciones y los gobiernos almacenan cada transacción, activo y registro de propiedad en una base de datos. El título de su automóvil, la escritura de su casa e incluso las acciones que posee en una empresa se reducen a meros puntos de datos dentro de estos repositorios centralizados. Y, sin embargo, se nos pide que confiemos en que estos sistemas protegerán nuestras inversiones e identidades de miradas indiscretas y actores maliciosos.

By Saruman