Kaliningrado es una de las 47 oblast de la Federación de Rusia, y la única aislada del resto del territorio ruso, entre el Mar Báltico, Lituania y Polonia. Pero esta región no siempre ha estado dentro del dominio de Rusia. Antes de ser anexionada por el Kremlin, el territorio pertenecía a Prusia, que había desaparecido. Los Caballeros de la Orden Teutónica se establecieron aquí y, en el siglo XIII, fundaron la ciudad conocida como Königsberg, ahora Kaliningrado. Königsberg permaneció bajo el dominio de la Orden hasta que, en el siglo XVI, cayó gradualmente bajo la órbita prusiana. Más tarde, la ciudad se convirtió en la capital de Prusia Oriental, la próspera región del Imperio Alemán.
La nueva Kaliningrado no formará parte de la URSS hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. El territorio de Prusia Oriental se dividió en tres partes tras la ofensiva soviética contra la Alemania nazi y la firma del Acuerdo de Postdam: una para Polonia, otra para Lituania -la República Socialista Soviética de Lituania, parte de la URSS- y otra para Rusia. Bajo la jurisdicción de Moscú, la ciudad de Königsberg y sus alrededores se convirtieron en la región de Kaliningrado. El nombre se eligió en honor de Mikhail Kalinin, uno de los fundadores de la URSS y, de 1938 a 1946, presidente del Presidium Supremo Soviético de la URSS.
Bajo el dominio soviético se produjo un proceso de rusificación del territorio, que provocó la migración de la mayoría de los alemanes que habían habitado anteriormente la región. Allí, el gobierno soviético aplicó las mismas políticas que en el resto de la URSS, y Kaliningrado se convirtió en una representación del régimen soviético – económica, étnica y políticamente.
Kaliningrado y la Región del Báltico
En la región del Báltico, Kaliningrado es una parte integral de la política de defensa de Rusia.
Desde la época de la Guerra Fría, Kaliningrado también ha sido un enclave estratégico importante. Kaliningrado tiene aguas mucho más cálidas que otros puertos rusos del Báltico, como Viborg o San Petersburgo, que experimentan inviernos mucho más extremos, lo que explica por qué Kaliningrado es la sede de la flota rusa del Báltico. Este territorio ha dado a Moscú un punto de acceso al Mar Báltico desde el cual ejercer presión sobre el Bloque Atlántico. La oblast se convirtió posteriormente en una cuña territorial rusa en el centro del territorio de la UE con la ampliación de la Unión Europea hacia el este -en la que Polonia y las repúblicas bálticas se unieron al club-, lo que permitió a Moscú seguir desempeñando un papel central en la geopolítica del Báltico.
El talón de Aquiles de este enclave, sin embargo, es también el aislamiento territorial del resto de Rusia. Los vínculos terrestres con la Federación de Rusia -carreteras y ferrocarriles- atraviesan los territorios de Lituania, Polonia y Belarús, lo que supone un peligro para el suministro de Kaliningrado, y las crecientes tensiones con los vecinos europeos hacen que la posibilidad de aislamiento de la tierra sea cada vez más latente. Además, el acceso marítimo a la región pasa inevitablemente por la carretera del Golfo de Finlandia, flanqueada por las naciones en órbita de la OTAN.
El Kremlin ha sido consciente de cómo sacar el máximo provecho de este enclave desde su anexión en 1945. Desde entonces, Kaliningrado ha sido un componente clave de la política defensiva de Rusia en el norte de Europa, y su aislamiento geográfico es un beneficio estratégico para Rusia, más que un impedimento