Os dejo en formato de texto la conferencia de Philip K Dick «Cómo construir un universo que no se derrumbe dos días después», y al finalizar dicho texto un ensayo en formato PDF titulado: «Un Universo de información: Philip K dick desde la mística»

Philip K Dick habla en una conferencia en 1978 sobre «qué es la realidad» y la construcción de mundos tanto en la ficción como en los medios de comunicación. Enlaza aquí sus percepciones sobre la imposibilidad de determinar el carácter de lo real con una serie de experiencias personales que acumuladas acabarían a mediados de los 70 por desestabilizar a Philip y desembocar en una crisis en la que perdió el control de sus interpretaciones de la realidad…

CÓMO CONSTRUIR UN UNIVERSO QUE NO SE DERRUMBE DOS DÍAS DESPUÉS

El filósofo griego pre-socrático Parménides enseñó que las únicas cosas que son reales son aquellas que nunca cambian,… y el filósofo griego pre-socrático Heráclito enseñó que todo cambia. Si solapas los dos puntos de vista, obtienes este resultado: Nada es real. Hay un paso siguiente fascinante a esta línea de pensamiento: Parménides nunca podría haber existido, porque se hizo viejo y murió y desapareció, con lo que, de acuerdo con su propia filosofía, nunca existió. Y Heráclito podría haber tenido razón -no olvidemos esto; así que si Heráclito tenía razón, entonces Parménides existió, y por tanto, según la filosofía de Heráclito, quizá Parménides tenía razón, ya que Parménides cumplía las condiciones, los criterios, por los que Heráclito juzgaba reales las cosas.

Ofrezco esto meramente para mostrar que en cuanto empiezas a preguntar qué es definitivamente real, te pones a decir cosas sin sentido. Zenón provó que el movimiento era imposible (bueno, sólo imaginó que lo había hecho; lo que le faltaba era lo que se llama técnicamente la «teoría de límites»). David Hume, el mayor escéptico de todos, una vez destacó que tras una reunión de escépticos reunidos para proclamar la veracidad del escepticismo como filosofía, se dio el hecho extraño de que todos los miembros de la reunión se fueron por la puerta en lugar de por la ventana. Veo el sentido de lo que cuenta Hume; era todo cháchara. Los solemnes filósofos no estaban tomándose en serio lo que decían.

Pero considero que la cuestión de definir lo que es real, esto es un tema serio, incluso vital. Y ahí en algún lugar hay otro tema, la definición de la auténtica humanidad. Debido al bombardeo de pseudo-realidades, se producen rápidamente humanos no-auténticos, espúreos; tan falsos como los datos presionándoles desde todos los frentes. Mis dos temas son realmente uno sólo; se unen en este punto. Falsos humanos crearán falsas realidades y se las venderán a otros humanos, volviéndolos a su vez falsificaciones de sí mismos . Es sencillamente una versión muy larga de Disneylandia. Puedes tener el Paseo Pirata o el Simulacro Lincoln o el Paseo Salvaje de Mr.Toad, puedes tenerlos todos, pero ninguno es cierto.

Al escribir me interesé tanto por las falsificaciones que finalmente llegué al concepto de los falsos falsos. Por ejemplo, en Disneylandia hay pájaros falsos accionados por motores eléctricos que emiten graznidos y chillidos cuando pasas. Supongamos que alguna noche nos coláramos en el parque y con pájaros reales y sustituyésemos los artificiales. Imaginad el horror que sentirían los dueños cuando descubrieran la cruel broma. ¡Pájaros de verdad! Y quizá algún día incluso hipopótamos y leones reales. Consternación. El parque siendo transmutado astutamente por fuerzas siniestras de lo irreal a lo real. Por ejemplo supongamos, ¿y si el Matterhorn se convirtiera en una montaña genuina cubierta de nieve? ¿Y si el lugar entero, por un milagro del poder y sabiduría de Dios, fuera cambiado en un momento, con el guiño de un ojo, en algo incorruptible? Tendrían que cerrar.

En el Timeo de Platón, Dios no crea el universo, como lo hace el Dios Cristiano; simplemente se lo encuentra un día. Está en un estado de caos total. Dios se pone a trabajar para transformar el caos en órden. Esa idea me atrae, y la he adaptado a mis necesidades intelectuales: ¿y si nuestro universo empezó siendo poco real, una especie de ilusión como enseña la religión hindú, y Dios, por amor y amabilidad hacia nosotros, lo estuviera transmutando lenta y secretamente en algo real?

No seríamos conscientes de esta transformación, ya que no eramos conscientes en primer lugar de que nuestro mundo fuera una ilusión. Esto es técnicamente una idea gnóstica. El gnosticismo es una religión que abrazaron judíos, cristianos y paganos, durante varios siglos. He sido acusado de mantener ideas gnósticas. Supongo que lo hago. En determinado momento me habrían quemado. Pero algunas de sus ideas me intrigan. Una vez, cuando estaba investigando el gnosticismo en la Enciclopedia Británica, me encontré con una mención de un codex gnóstico llamado El Dios Irreal y los Aspectos de su Universo No Existente, una idea que me redujo a una risa desesperada. ¿Qué tipo de persona escribiría sobre algo que sabe que no existe, y cómo puede algo que no existe tener aspectos? Pero entonces me di cuenta de que había estado escribiendo sobre estas cuestiones durante veinticinco años. Supongo que se puede decir mucho cuando escribes sobre un tema que no existe. Un amigo mío publicó una vez un libro llamado Serpientes de Hawai. Varias librerías le escribieron pidiendo copias. Bueno, no hay serpientes en Hawai. Todas las páginas de su libro estaban en blanco.

Por supuesto, en la ciencia ficción no hay pretensiones de que los mundos descritos sean reales. Por eso lo llamamos ficción. Se le advierte al lector por adelantado que no crea en lo que va a leer. Del mismo modo, los visitantes de Disneylandia entienden que Mr.Toad no existe realmente y que los piratas se mueven gracias a motores y mecanismos servo-asistidos, relés, y circuitos electrónicos. Con lo que no hay ningún engaño.

Y aun así lo extraño es, que de alguna forma, de alguna forma real, mucho de lo que aparece bajo el título «ciencia ficción» es real. Puede no ser literalmente cierto, supongo. Nunca hemos sido realmente invadidos por criaturas de otro sistema solar, como se describía en Encuentros en la Tercera Fase. Los productores de esa película nunca pretendieron que lo creyéramos. ¿O sí?

Y más importante, si hubieran intentado afirmar esto, ¿sería realmente verdad?. Esa es la cuestión, no si el autor o el productor lo creen, sino, ¿es verdad?. Porque, por un accidente, mientras persigue una buena historia, un escritor de ciencia ficción o un productor o un escritor de guiones podría dar con la verdad,… y darse cuenta más tarde.

La herramienta más básica para la manipulación de la realidad es la manipulación de las palabras. Si puedes controlar el significado de las palabras, puedes controlar a la gente que debe usar las palabras. George Orwell lo dejó claro en su novela 1984. Pero otra forma de controlar las mentes de la gente es controlar sus percepciones. Si puedes hacer que vean el mundo como lo haces, pensarán como piensas. La comprensión sigue a la percepción. ¿Cómo haces que vean la realidad que ves? Después de todo, es sólo una realidad entre muchas. Las imagenes son un constituyente básico; por esto es por lo que el poder de la TV para influir las mentes jóvenes es tan brutalmente vasto. Palabras e imágenes son sincronizados. La posibilidad del control total del espectador existe, especialmente en el jóven. Ver la TV es una especie de aprendizaje en el sueño.

Un electroencefalograma de una persona viendo shows televisivos muestra que tras una media hora el cerebro decide que no está pasando nada, y pasa a un estado de hipnosis emitiendo ondas alfa. Esto se debe a que hay muy poco movimiento ocular. Además, mucha de la información es gráfica, y por lo tanto pasa al hemisferio derecho del cerebro en lugar de ser procesado por el izquierdo, donde se encuentra la personalidad consciente. Experimentos recientes indican que mucho de lo que vemos en la pantalla de la TV es recibido de forma subliminal. Sólo imaginamos que vemos conscientemente lo que hay ahí. El grueso de los mensajes evitan nuestra atención; literalmente tras unas horas de ver la TV, no sabemos qué hemos visto. Nuestros recuerdos son espúreos, como los de los sueños; los huecos se llenan retrospectivamente. Y se falsifican. Hemos participado sin saberlo en la creación de una realidad espúrea, y nos hemos obligado a alimentarnos con ella. Hemos conspirado contra nosotros hacia nuestra propia condenación.

Y -digo esto como escritor profesional de ficción-, los productores, los que escriben guiones, y los directores que crean estos mundos de audio/video, no saben cuánto de su contenido es verdad. En otras palabras, son víctimas de su propio producto, junto con nosotros. Hablando por mí, no sé cuanto de lo que escribo es verdad, o qué partes (si alguna) es cierta.

Esta es una situación potencialmente letal. Tenemos ficción imitando a la verdad, y verdad imitando ficción. Tenemos un solapamiento peligroso, una peligrosa zona borrosa. Y probablemente no es deliberado. De hecho, eso es parte del problema. No puedes legislar para que un autor etiquete correctamente su producto, como una lata de pudding cuyos ingredientes vienen listados en la etiqueta… no puedes hacerle declarar qué parte es verdad y qué parte no cuando él mismo lo ignora.Es una experiencia espeluznante escribir algo en una novela, creyendo que es pura ficción, y aprender más tarde -quizá años después- que es cierto. Me gustaría daros un ejemplo. Es algo que no entiendo. Quizá podais darme una teoría. Yo no puedo.

En 1970 escribí una novela llamada «Fluyan mis lágrimas, dijo el policía». Uno de los personajes es una chica de diecinueve años llamada Kathy. El nombre de su marido es Jack. Kathy parece trabajar para el underground criminal, pero más tarde, según nos adentramos en la novela, descubrimos que está trabajando para la policía. Está teniendo una relación con un inspector de policía. El personaje es pura ficción. O al menos pienso que lo era.

En cualquier caso, el día de Navidad de 1970, conocía a una chica llamada Kathy -esto fue tras haber acabado la novela, se entiende-. Tenía diecinueve años. Su novio se llamaba Jack. Pronto aprendí que Kathy traficaba con drogas. Me pasé meses intentando hacer que dejara lo de traficar; la advertí una y otra vez que podrían cogerla. Entonces, un atardecer mientras entrábamos juntos a un restaurante, Kathy se detuvo en seco y dijo, «no puedo entrar». Sentado en el restaurante estaba un inspector de policía que conocía. «Tengo que decirte la verdad», dijo Kathy, «tengo una relación con él».

Ciertamente, se trata de raras coincidencias. Quizá tuviera precognición. Pero el mistero se vuelve aún más raro; la siguiente etapa me desconcierta totalmente. Lo ha hecho durante cuatro años.

En 1974 la novela fue publicada por Doubleday. Una tarde estaba hablando con mi sacerdote -soy episcopaliano-, y resultó que le mencioné una escena importante cerca del final de la novela en la que el personaje Felix Buckman conoce a un tipo negro en una gasolinera abierta 24 horas, y empiezan a hablar. A medida que describía en la escena en más y más detalle, mi sacerdote se puso progresivamente cada vez más agitado. Al fin dijo, «¡eso es una escena del Libro de Actos, de la Biblia! La persona que encuentra al hombre negro en el camino se llama Philip, como tú». El padre Rasch estaba tan afectado por la semblanza que no podía siquiera localizar la escena en la Biblia. «Lee los Actos», me instruyó, «y estarás de acuerdo. Es lo mismo hasta en detalles específicos».

Fui a casa y leí la escena en Actos. Sí, el Padre Rasch tenía razón; la escena en mi novela estaba narrando otra vez obviamente la escena en Actos… y nunca había leído los Actos, he de admitir. Pero de nuevo el puzzle se hizo más profundo. En Actos, el alto oficial romano que arresta e interroga a San Pablo se llama Felix, el mismo nombre que mi personaje. Y mi personaje Felix Buckman es un policía de alto rango; de hecho, en mi novela tiene el mismo papel que Felix en el Libro de Actos; la autoridad final. Hay una conversación en mi novela que se parece mucho a una conversación entre Félix y Pablo.

Bueno, decidí probar y ver otras semblanzas. El personaje principal de mi novela se llama Jason. Cogí un índice para la Biblia y miré a ver si alguien llamado Jason aparecía en algún lugar en la Biblia. No podía recordar ninguno. Bueno, un hombre llamado Jason aparece una vez (y sólo una) en la Biblia. Es en el Libro de Actos. Y, como si fuera una plaga con más coincidencias, en mi novela Jason está escapando de las autoridades y toma refugio en la casa de una persona, y en Actos el hombre llamado Jason da refugio a un fugitivo en su casa; una inversión exacta de la situación de mi novela, como si el Espíritu misterioso responsable de todo esto estuviera riéndose de algún modo de todo el asunto.

Felix, Jason, y el encuentro en el camino con el hombre negro que es un completo extraño. En Actos, el discípulo Philip bautiza al hombre negro, que después se marcha regocijado. En mi novela, Felix Buckman busca al hombre negro desconocido para obtener apoyo emocional, porque la hermana de Felix Buckman acaba de morir y él está derrumbándose psicológicamente. El hombre negro ayuda al estado de ánimo de Buckman, y aunque Buckman no se va regocijado, al menos sus lágrimas han dejado de caer. Ha estado volando a casa, llorando la muerte de su hermana, y tenía que estar con alguien, cualquiera, incluso un completo desconocido. Es un encuentro entre dos extraños en el camino que cambia la vida de uno de ellos; tanto en mi novela como en Actos. Y un último capricho del misterioso espíritu; el nombre Felix es la palabra latina para «Feliz». Lo cual no sabía hasta que escribí la novela.

Un estudio cuidadoso de mi novela muestra que por razones que no puedo siquiera empezar a explicar había reescrito varios de los incidentes básicos de un libro en particular de la Biblia, incluso con los nombres adecuados. ¿Cómo podría explicar esto? Fue hace cuatro años que descubrí esto. Durante cuatro años he intentado idear una teoría y no lo he conseguido. Dudo que alguna vez lo haga.

Pero el misterio no ha terminado aquí, como imaginé. Hace dos meses estaba andando al buzón para enviar una carta tarde, por la noche, también para disfrutar la vista de la Iglesia de Saint Joseph, que está en el lado opuesto a mi edificio de apartamentos. Vi un hombre merodeando sospechosamente cerca de un coche aparcado. Parecía que fuera a robar el coche, o algo de él; según volví del buzón, el hombre se escondió tras un árbol. En un impulso caminé hacia él y le pregunté, «¿sucede algo?»

«No tengo gasolina», dijo el hombre, «y no tengo dinero».

Increiblemente, porque nunca había hecho esto antes, saqué mi cartera, cogí todo el dinero de ella, y le di el dinero. Entonces me chocó la mano y me preguntó dónde vivía, para que pudiera devolvermelo más tarde. Regresé a mi apartamento, y entonces me di cuenta de que el dinero no le haría ningún bien, puesto que no habían gasolineras cerca. Así que volví, en mi coche. El hombre tenía una lata de gasolina en el maletero del coche, y juntos, condujimos mi coche hasta una gasolinera. Pronto estábamos ahí, dos extraños, mientras que el tipo de la gasolinera llenaba la lata. De pronto me di cuenta de que esta era la escena de mi novela, la novela que había escrito ocho años antes. La gasolinera era exáctamente como la que había vimaginado cuando escribí la escena; el tipo rellenando, la deslumbrante luz blanca,… y ahora vi algo que no había visto antes. El extraño al que ayudaba era negro.

Condujimos de vuelta a su coche con la gasolina, nos dimos la mano, y entonces volví a mi edificio de apartamentos. Nunca le vi otra vez. No podría haberme devuelto el dinero, porque no le había dicho cual de los muchos apartamentos era el mío o cuál era mi nombre. Estaba terriblemente agitado por esta experiencia. Había vivido literalmente una escena totalmente como había aparecido en mi novela. Lo que es decir, que había vivido una especie de réplica de la escena de Actos en la que Philip se encuentra al hombre negro en el camino.

¿Qué podría explicar todo esto?

La respuesta que se me ha ocurrido puede no ser correcta, pero es la única que tengo. Tiene que ver con el tiempo. Mi teoría es esta: en cierto sentido importante, el tiempo no es real. O quizá es real, pero no tal como lo experimentamos o imaginamos que es. Tenía la certitud aguda, irrefrenable (y aún la tengo) de que a pesar del cambio que vemos, un paisaje específico permanente subyace al mundo del cambio: y que este paisaje invisible que subyace es el de la Biblia; específicamente, es el periodo que sigue inmediatamente a la muerte y resurrección de Cristo; es, en otras palabras, el periodo de tiempo del Libro de Actos.

Parménides estaría orgulloso de mí. He mirado a un mundo en constante cambio y he declarado que bajo él se encuentra lo eterno, lo que no cambia, lo absolutamente real. ¿Pero cómo ha sucedido esto? Si el tiempo real es el 50 D.C., ¿por qué vemos el 1978 D.C.? Y si estamos viviendo realmente en el Imperio Romano, en algún lugar de Siria, ¿por qué vemos los Estados Unidos?

Durante la Edad Media surgió una teoría curiosa, que os presento ahora por lo que merece la pena. Es la teoría de que el Malvado -Satán- es el «Mono de Dios». Que crea imitaciones espúreas de la creación, de la auténtica creación de Dios, y entonces las interpola con la creación auténtica. ¿Ayuda esta teoría rara a explicar mi experiencia? ¿Hemos de creer que estamos confusos, engañados, que esto no es el año 1978 sino el 50… y Satán ha generado una realidad falsificada para atrofiar nuestra fé en el regreso de Cristo?

Puedo imaginarme siendo examinado por un psiquiatra. El psiquiatra dice, «¿qué año es?», y yo digo, «el 50 D.C.». El psiquiatra parpadea y entonces pregunta, «¿y dónde estás?», y repondo, «en Judea». «¿Dónde demonios está eso?», pregunta el psiquiatra. «Es parte del Imperio Romano», tendría que responder. «¿Sabes quién es el Presidente?», preguntaría el psiquiatra, y yo respondería, «El Procurador Felix». «¿Estás realmente seguro de esto?» preguntaría el psiquiatra, mientras que da una señal a escondidas a un par de funcionarios muy grandes. «Sí», respondería. «A no ser que Felix haya sido degradado y sustituído por el Procurador Festus. Es decir, San Pablo fue retenido por Felix para-«. «¿Quién te contó todo esto?» rompería la conversación el psiquiatra irritado, y yo respondería, «El Espíritu Santo». Y después de eso estaría en una sala acolchada, mirando hacia fuera, y sabiendo sin ninguna duda cómo llegué aquí.Todo en esa conversación sería cierto, en cierto sentido, aunque palpablemente no cierto en otro. Sé perfectamente que la fecha es 1978 y que el Presidente es Jimmy Carter y que vivo en Santa Ana, California, en los Estados Unidos. Incluso sé como ir desde mi apartamento a Disneylandia, un hecho que no parece que sea capaz de olvidar. Y seguro que no habían Disneylandias en los tiempos de San Pablo.

Así que, si me fuerzo a ser muy racional y razonable y todas esas cosas buenas, he de admitir que la existencia de Disneylandia (que sé que es real) prueba que no estamos viviendo en Judea en el 50 D.C. La idea de San Pablo dando vueltas en tazas de té gigantes mientras que componía Corintios, mientras que Paris TV le filma, eso sí que no puede ser. San Pablo nunca iría a Disneylandia. Sólo niños, turistas, y altos oficiales soviéticos, van alguna vez a Disneylandia. Los santos no.

Pero de alguna forma aquel material bíblico atrapó mi inconsciente y trepó hasta mi novela, e igualmente cierto, por alguna razón en 1978 reviví una escena que había descrito en 1970. Lo que quiero decir es esto: hay pruebas internas en al menos una de mis novelas de que otra realidad, que no cambia, exactamente como sospechaban Parménides y Platón, subyace el mundo visible fenoménico del cambio, y de alguna forma, quizá para sorpresa nuestra, podemos atravesar y llegar a ella. O algún espíritu misterioso puede ponernos en contacto con ella, si quiere que veamos este otro paisaje permanente. El tiempo pasa, miles de años pasan, pero en el mismo instante en que vemos este mundo contemporáneo, el mundo antigo, el mundo de la Biblia, se oculta tras él, aún ahí y aún real. Eternamente.

¿Debería arriesgarme y contar el resto de esta peculiar historia? Lo haré, habiendo llegado tan lejos ya. Mi novela «Fluyan mis lágrimas, dijo el policía» fue publicada por Doubleday en Febrero de 1974. La semana después de que fuera publicada, me quitaron dos muelas del juicio, y me dieron pentatol sódico. Más tarde ese día me encontré con un dolor intenso. Mi mujer telefoneó al dentista y llamó a una farmacia. Media hora después hubo una llamada en mi puerta; la persona que traía el paquete con la medicación. Aunque estaba sangrando y enfermo y débil, sentí la necesidad de responder a la llamada en la puerta yo mismo. Cuando abrí la puerta, me encontré frente a una mujer jóven -que llevaba un collar de oro brillante en el centro del cual había un reluciente pez dorado. Por alguna razón fui hipnotizado por el pez dorado, olvidé mi dolor y la medicación, olvidé que la chica estaba ahí. Me quedé mirando al símbolo del pez.

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https://chitauri.blogspot.com