En todo el país, los estadounidenses abren sus buzones y se encuentran con facturas de electricidad casi récord, lo que obliga a las familias trabajadoras a tomar decisiones imposibles: refrigerar sus hogares o comprar alimentos. Sin embargo, mientras los hogares sufren la presión, la nefasta alianza entre BlackRock y el Foro Económico Mundial refuerza su control sobre la vida moderna.
En los últimos meses, BlackRock, a través de su división de infraestructura, ha actuado silenciosamente para comprar empresas de servicios públicos y proveedores de energía, posicionándose como uno de los guardianes más poderosos de la electricidad de Estados Unidos.
La controvertidaadquisición de Minnesota Power, una empresa de servicios públicos con sede en Duluth que atiende a más de 150.000 clientes, es solo el ejemplo más reciente. Esto se produce tras otrasadquisiciones y alianzas que han situado a BlackRock en el centro del sistema energético estadounidense.
No es casualidad que, a medida que los precios se disparan, Wall Street consolide su control. Los consumidores pagan más mientras las firmas de inversión globales refuerzan su control sobre recursos que antes pertenecían al público.
En el centro de este impulso se encuentra Larry Fink, el director ejecutivo de BlackRock, quien recientemente ascendió a director del Foro Económico Mundial , el organismo globalista conocido por promover el “Gran Reinicio” y pedir abiertamente restricciones drásticas al uso de energía en nombre del cambio climático.
Bajo el pretexto de la sostenibilidad y la descarbonización, la agenda es clara: concentrar el poder sobre los recursos esenciales en manos de élites financieras no elegidas.
El propio Fink ha defendido durante mucho tiempoel “capitalismo de las partes interesadas”, un eufemismo que suena amigable pero oculta una realidad más profunda: las corporaciones, no los ciudadanos, dictarán quién tiene acceso a la energía, cuánta y a qué precio.
Al apoderarse de los servicios públicos, BlackRock y el WEF pueden implementar esta agenda directamente, controlando no sólo el mercado sino también el flujo mismo de electricidad a los hogares estadounidenses.
En conjunto, el patrón es inconfundible. Facturas desorbitadas para la gente común, ganancias récord para Wall Street y una agenda centralizada para racionar la energía con el pretexto de salvar el planeta. Mientras las familias luchan por mantener la luz, BlackRock y sus aliados en el Foro Económico Mundial están diseñando un futuro donde el acceso a la energía se convierte en un privilegio, gestionado, supervisado y restringido por los financieros globales.
La pregunta que todo estadounidense debería hacerse es esta: cuando su factura energética se duplique nuevamente el año que viene, ¿será realmente debido a la “inflación”… o porque Larry Fink y BlackRock decidieron que así fuera?