Tras doce años de pontificado donde el idioma español ha copado importantes puestos dentro de la curia romana, se antoja difícil (pero no imposible) que los cardenales opten de nuevo por un cardenal que tiene como segunda lengua el castellano.
En estos últimos días, empieza a sonar con fuerza en Roma el nombre del que ha sido durante dos años prefecto del Dicasterio para los Obispos: Robert Prevost. Este cardenal agustino de nacionalidad estadounidense goza de la simpatía de la curia pro-Francisco y podría ser la alternativa si las candidaturas de Parolin y Tagle no salen adelante. A Parolin le persigue la sombra de los acuerdos secretos con el régimen comunista chino y su nefasto papel en la polémica del Valle de los Caídos al haber cedido al chantaje del Gobierno de España. A Tagle, la quiebra de Cáritas Internationalis y sus vídeos de estrella de ‘La Voz’ podrían bastar para que los cardenales pasen del filipino.
Por ello, en Hispanoamérica y en círculos europeos trabajan ya para promocionar la candidatura de Robert Prevost quien durante casi diez años se desempeñó como obispo de Chiclayo, en Perú, antes de recalar en Roma para fabricar obispos a la mediad de Francisco. Fue en enero del 2023 cuando el Papa se trajo a Prevost a Roma para sustituir al cardenal Ouellet como prefecto del Dicasterio para los Obispos. Ese mismo año, en septiembre, el Papa le creó cardenal.
La polémica gestión de Prevost como obispo de Chiclayo
Cuando Prevost llegó al Vaticano, poco se sabía de él más allá de algunos datos de su gestión en la pandemia impuso como imponer la comunión en la mano o establecer que las confesiones se hicieran por teléfono para evitar el contacto físico.
Pero desde marzo del 2024 la sombra de haber gestionado mal algunos casos de abusos que ocurrieron en su diócesis le persigue. Un grupo de víctimas enviaron al Papa una carta explicando que en el año 2019, cuando Prevost era obispo de la diócesis de Chiclayo, hubo un sacerdote de sus diócesis, Eleuterio Vásquez Gonzales, que presuntamente agredió sexualmente a tres menores y que Prevost «no tomó ninguna acción». Menos conocido es el caso del sacerdote José Burga también por abuso de menores; pero hasta ahora archivado en la curia diocesana.
En aquel momento, el cardenal Prevost evitó responder directamente a las preguntas planteadas por este medio y nos remitió a la oficina de prensa de la diócesis de Chiclayo que en un comunicado justificó la buena actuación de Prevost en este caso. En septiembre del 2024, la acusación contra Prevost cobró aún más fuerza cuando dos de las chicas presuntamente abusadas ofrecieron sus testimonio en un programa de televisión.
A los pocos días salía a la luz algo insólito: la Conferencia Episcopal de Perú en vez de enfrentar esta acusación decidió ir al ataque y perseguir al sacerdote Ricardo Coronado Arrascue, quien ejercía como abogado defensor de las víctimas. En un comunicado inédito, la Conferencia Episcopal de Perú prohibió a este sacerdote canonista ejercer la defensa de estas víctimas. Desde entonces, se desató una campaña eclesiástica bajo el pontificado de la ‘tolerancia cero’ contra este sacerdote defensor de víctimas de abusos. Además de prohibirle ser abogado para representar a víctimas de abusos ante la inacción y ocultamiento de algunos obispos, el obispo de la diócesis de Cajamarca, Isaac Circuncisión Martínez Chuquizana, trató desde entonces la expulsión del sacerdocio de Ricardo Coronado ya que se le invitó a que pidiera voluntariamente la dispensa. En este propósito contó con el obispo de Chota, Víctor Villegas Suclupe. Ambos incondicionales del Cardenal Prevost.
Las presiones del obispo lograron el efecto deseado. InfoVaticana ha podido confirmar que en diciembre del 2024 el Dicasterio para el Clero, del cual el cardenal Prevost es miembro, censuró Ricardo Coronado Arrascue con supuestamente la aprobación específica del Papa Francisco. Su abogada previamente había acudido al citado dicasterio para revisar el proceso y le había informado que no encontraba nada extraordinario, ni motivo de censura ninguna. Extraña fue la rapidez con la que se inició y cerró este proceso contra este sacerdote peruano de la diócesis de Cajamarca y que estaba resultando ser una piedra en el zapato para el cardenal Prevost. No se le permitió acceso a las actas del ‘proceso’, no hubo lectura de cargos, tampoco supo los resultados de una investigación previa, si de verdad se hizo de acuerdo con el derecho, o más bien tratando de buscar delito como fuera. Al final el Dicasterio le prohibió patrocinar causas en todo el mundo.
Además, días antes de la muerte del Papa este medio recibió la información de que la diócesis de Chiclayo habría pagado presuntamente 150 mil dólares a las víctimas de abusos que denunciaron al cardenal Prevost de encubrimiento. La respuesta a día de hoy del obispado es el silencio.
El Cardenal Prevost tiene además otros casos en los cuales ha exhibido su carácter vengativo: dos sacerdotes de la diócesis de Chiclayo: un ex párroco de la catedral y ex rector del seminario, quienes debieron buscar refugio en otras diócesis.
Lo cierto es que en estos doce años de Pontificado el Papa Francisco ha tratado de luchar contra los abusos sexuales en el seno de la Iglesia, aunque sus decisiones en muchos casos han ido en dirección opuesta a lo que predicaba. Casos escandalosos como los del obispo argentino Gustavo Zanchetta o el jesuita Marko Rupnik han mermado estos años la credibilidad de Francisco y su discurso de luchar contra esta lacra. Ha sido palpable la existencia de una doble vara de medir según quien fuera el victimario y en el caso de Prevost, hay obispo que por menos han sido apartados de su cargo.