El desarrollo de nuevas tecnologías que algunos han llamado la “cuarta revolución industrial” ha llevado a repensar los escenarios de la guerra. Del temor de un invierno nuclear característico de la Guerra Fría, se ha pasado al desarrollo de sofisticadas armas biológicas incubadas en poblaciones específicas con el fin de controlar territorios concretos.
Recientemente ha surgido un nuevo escenario de confrontación: la guerra genética que quiere llevar a cabo Estados Unidos como una suerte de exterminio biológico- étnico, es decir, de armas “teledirigidas” a pueblos específicos. De acuerdo con ciertas características especiales en el desarrollo genético, estas armas pueden ser letales sólo para algunos grupos poblacionales, ya no solamente por un área geográfica determinada, sino por patrones biológicos comunes, los cuales se encuentran en coincidencias biométricas o de ADN. En otros términos, sí es posible, científicamente hablando, realizar armas biológicas diseñadas para atacar sólo a algunos grupos étnicos en función de sus diferencias genéticas como lo planteó un informe reciente de la Asociación Médica Británica.
El documento de “Biotecnología, armas y humanidad II” advierte que tales “bombas genéticas” podrían contener ántrax o peste bubónica adaptadas para desarrollarse sólo cuando los genes indicaran que la persona infectada pertenecía a un grupo en particular. Esta situación muestra el riesgo potencial al que se enfrentan diversas poblaciones del mundo que son percibidas por el Pentágono como “peligrosas” o “indeseables”, por lo que el surgimiento del control demográfico al estilo del nazismo está ad portas de revivirse. En efecto, la rama de biología molecular de la 59° ala médica de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos ha estado recolectando muestras de tejido sinovial (conectivo) de ARN específicamente de ciudadanos rusos, lo que desde luego despertó inquietudes por parte del gobierno de ese país en torno a un posible programa de armas biológicas étnicas desarrolladas por la Casa Blanca. No debe descartarse, en ese sentido, que los laboratorios secretos que Estados Unidos tiene ubicados de manera estratégica en diversas partes del mundo, se encuentren implementando tecnologías para crear bombas genéticas que tendrían, entre otros destinos, el pueblo ruso.
Esta situación que es a todas luces una canallada, plantea además un dilema ético de fondo, ¿debería utilizarse la tecnología para diezmar y controlar a la población mundial? Alguien tiene que decir algo al respecto. ¿Cuál es el objetivo entonces del anuncio hecho por la Fuerza Aérea del país del norte? Resulta inquietante que el texto de la convocatoria mencione que “todas las muestras deben ser recogidas en Rusia y deben ser caucásicas. El gobierno no considerará muestras de tejidos de Ucrania”. Según el antiguo miembro de la Comisión de la ONU sobre armas biológicas, Igor Nikulin, Estados Unidos está tratando de desarrollar varios tipos de armas biológicas para portadores específicos de este grupo genético y los caucásicos son necesarios ya que constituyen la mayoría de la población rusa. Pues bien, aunque suene disparatado, Estados Unidos busca implementar un arma capaz de afectar a sólo un segmento de la población mundial, ni más ni menos, que al del Estado que se ha atrevido a desafiar su poder. En relación con lo anterior, la Fuerza Aérea de Estados Unidos ha intentado calmar las preocupaciones del Kremlin argumentando que las muestras sólo se utilizarán con fines de “investigación”. Al respecto el portavoz del Comando de Educación Aérea y Capacitación de ese país, Capitán Beau Downey dijo que su centro seleccionó “al azar” al pueblo ruso como fuente de material genético de su investigación sobre el sistema musculo esquelético. Habría que ser un completo estólido para creer semejante mentira. Si la muestra fue elegida “al azar”, ¿por qué no probar con tejidos y muestras genéticas de su propio país? Es claro, en consecuencia, que el Pentágono quiere promover una forma de hacer la guerra y usará la genética como parte de su estrategia, de ahí que el peligro y preocupación del pueblo ruso sea notable. Aunque no hay una aceptación general de estas “armas genéticas” por parte de la comunidad científica al considerarlo como algo poco probable, hay analistas que aseguran que resulta inquietante, por decir lo menos, que Estados Unidos tenga tantos laboratorios biológicos desperdigados por el mundo, por lo que hay una alta probabilidad de que se estén incubando nuevas armas biológicas.
En efecto, como hemos mencionado en otras investigaciones Estados Unidos tiene laboratorios secretos en la Amazonía , (en la triple frontera de Perú, Brasil y Colombia), además de los laboratorios de Indonesia, Tailandia, Kenia y Egipto, a ello debe sumarse los peligrosamente cercanos a Rusia localizados en las repúblicas ex soviéticas de Ucrania y Kazajistán. Por ese motivo, aunque parezca disparatado, las investigaciones de ADN son un tema mayor y es probable que la Casa Blanca sí esté desarrollando armas biológicas con ese propósito. Piensa mal y acertarás. En tal sentido, para el profesor de la Universidad de Bradford Malcolm Dando, “el problema es que la misma tecnología que se está desarrollando para crear nuevas vacunas y encontrar curas contra el Alzheimer, es la misma usada para crear enfermedades que se podrían usar con fines malignos” y aunque la Asociación Médica Británica había descartado la idea de armas genéticas, hoy lo pone en duda a causa de estudios que han demostrado mutaciones en el genoma que varían de un grupo étnico a otro .
Debe recordarse que existen casos de pandemias y enfermedades que han tenido su origen en zonas geográficas específicas como África y Asia, que han sido utilizados como conejillos de indias a lo largo de la historia ¿por qué no desconfiar de un gobierno que fue capaz de utilizar el agente naranja como arma de guerra? La probidad e inocencia no están en el radar de las actuaciones políticas de Estados Unidos y con base a ese criterio se puede tener una gran desconfianza frente a las armas biológicas. El propio presidente ruso, Vladimir Putin, llamó la atención sobre el hecho: : ¿Sabían que se está recolectando material biológico en todo el país, de diferentes grupos étnicos y de personas que viven en distintas regiones geográficas de la Federación de Rusia? La pregunta es: ¿por qué se está haciendo? Esto se está llevando a cabo a propósito y profesionalmente. Dicha circunstancia muestra que el tema ya ha tomado un cariz de interés nacional. No obstante, científicos como Matthew Meselson han llamado la atención sobre esta cuestión e incluso han denunciado los peligros que acarrea el uso de armas biológicas. Con esto en mente, podría decirse que el futuro de la humanidad está en peligro, toda vez que Estados Unidos sólo requiere el material genético de determinados grupos étnicos para comenzar con su exterminio feroz. De este escenario surgen varias preguntas: ¿las epidemias se pueden crear desde sofisticados laboratorios? ¿Existe una correlación entre la creación de enfermedades y la venta de vacunas como negocio rentable? La respuesta a ambos cuestionamientos es afirmativa, pues está más que demostrado que enfermedades como el VIH fueron creadas en laboratorios y que existe un gran negocio por parte de las farmacéuticas para la venta de vacunas. Este caso se ejemplifica con la ley de oferta y demanda, si las enfermedades existen, los antídotos serán puestos en el mercado a precios elevados, esa fue y es justamente la lógica de las guerras .
Sin embargo, la novedad con las armas genéticas es el hecho de que pueda atacarse a un segmento muy concreto de la población mundial, buscando una deficiencia en una parte de la cadena genética de ese grupo. Existen también algunos antecedentes como el régimen del Apartheid en Sudáfrica que intentó utilizar su programa nacional de vacunación como cobertura para esterilizar de manera encubierta a su población negra o el caso de los estudios en Israel para atacar a grupos árabes a través de armas genéticas. De este modo, el programa de guerra biológica étnica no suena del todo descabellado. Debe considerarse también como preocupante la investigación “Armas Étnicas” que en noviembre de 1970 publicó la revista Military Review del Comando del Estado mayor de Estados Unidos. En el artículo firmado por Carl A. Larson, se describe “la conveniencia y las posibilidades de los patógenos biológicos modificados que afectarían solo a aquellas razas que históricamente no tienen una defensa natural contra ciertos inhibidores de enzimas”. Larson fue el jefe del Departamento de genética humana en el instituto de genética en Lund, Suecia, de ahí que sus investigaciones hayan contribuido al estado actual de la materia y sean un peligro latente para la creación de enfermedades destinadas a grupos poblaciones como el caucásico. Uno de los ejemplos recogidos por la investigación anteriormente citada es la observación de que grandes segmentos de poblaciones del sudeste asiático muestran históricamente una intolerancia a la lactosa, debido a la casi ausencia de la enzima lactasa en el sistema digestivo. Por tanto, un arma química o biológica que aproveche esa diferencia genética podría matar o incapacitar a poblaciones enteras, dejando a los ejércitos invasores prácticamente ilesos, como es la costumbre histórica de Estados Unidos: buscar que las grandes guerras se libren lo más lejos posible de su territorio.
De esta manera, Estados Unidos busca atacar aquellas enzimas, proteínas o material genético específico de origen ruso que puedan alterarse y de ahí generar una poderosa arma de control poblacional al estilo de los ejércitos fascistas del siglo XX. Por otra parte, debe considerarse como en 2010, la Fuerza Aérea de Estados Unidos publicó un documento titulado “Biotecnología: patógenos genéticamente modificados” en el que se enumeran varias formas en las que se podrían desplegar este tipo de armas, dentro de las que se encuentran: armas bilógicas binarias, genes de diseño, terapia genética como arma, virus sigilosos, enfermedades de intercambio de huéspedes y enfermedades de diseño. En el documento se menciona una “enfermedad que podría aniquilar a toda la población o a cierto grupo étnico” y aunque tiene un tono “defensivo”, la realidad es otra: Estados Unidos está desarrollando armas genéticas para el control de la población mundial. En resumen, a pesar de que pueda parecer un guion de ciencia ficción, lo cierto es que resulta probable que Estados Unidos esté diseñando armas biológico-genéticas para atacar a poblaciones específicas. Las investigaciones de antaño, las muestras de tejido de ciudadanos de diferentes zonas de la Federación rusa y los laboratorios biológicos ubicados geoestratégicamente en el mundo, dan cuenta de que los proyectos de control de la población son una prioridad para el gobierno de Estados Unidos. Por esa razón, no sólo el gobierno ruso, sino todos los estados del sistema internacional deben estar atentos frente a lo que podría ser “una nueva bomba atómica”, pero esta vez más letal y definitiva.
AUTOR: Rodrigo Bernardo Ortega