(Nota del editor: El presente artículo da cuenta de algunas vetas doctrinarias ignoradas por los estudiosos del nacionalismo económico y en particular la importancia que se le suele dar a teóricos de esta escuela de pensamiento como Friedrich List por sobre otros como el estadounidense Henry Carey y el chino Sun Yat-sen. En el desarrollo de su argumento sobre la diversidad del nacionalismo económico, el autor de este trabajo define a ciertas corrientes y líderes políticos como parte de un supuesto “nacionalismo neoliberal”. Para nosotros, dicha etiqueta constituye una contradicción de términos. Nos parece que más que un supuesto nacionalismo, el fenómeno describe más bien el uso que hace el neoliberalismo de políticas económicas nacionalistas para corregir las disrupciones sociales que produce su modelo de comercio desregulado y fronteras abiertas. En ese sentido, no consideramos a políticos como el ex Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, como propiamente nacionalistas (más bien se trata de una versión particularmente estridente del clásico representante del partido Republicano estadounidense, conservador en ciertas materias morales y liberal en lo político) y vemos la apropiación de políticas económicas nacionalistas como parte del mismo oportunismo con que ciertos representantes tanto de derecha como izquierda usufructúan del lenguaje y símbolos del nacionalismo para movilizar a su electorado. Hecha esta precisión, el siguiente trabajo es sin duda valioso en su exposición de ideas y pensadores olvidados, así como por relacionar sus ideas con la contingencia, lo que pone de relevancia la vigencia y transversalidad política del nacionalismo económico).
Muchos analistas han puesto de relieve la creciente significancia política del nacionalismo económico en todo el mundo en la era posterior a 2008. Este fenómeno ha desafiado los análisis académicos de economía política (EP) que han descrito al Estado nación y las identidades nacionales como cada vez más anacrónicos en una era de globalización (Best et al. 2021). También ha sido difícil de explicar para aquellos estudiosos de la EP que emplean enfoques economicistas que dedican poca atención a la cultura y la identidad. Pero incluso los académicos interesados en el fenómeno del nacionalismo económico – como ha sido mi caso – necesitan reconocer algunas limitaciones de sus análisis de esta ideología.
Los análisis de EP sobre el nacionalismo económico crecieron rápidamente en la década anterior a la crisis financiera de 2008. Junto a otros, critiqué la literatura más antigua por aplicar esta etiqueta solo a los partidarios del proteccionismo comercial y otras políticas económicas no liberales. Este enfoque convencional, argumentamos, pasaba por alto cómo los objetivos nacionalistas también eran compatibles con muchos tipos de políticas económicas, incluidos las neoliberales que se hicieron populares en los años ochenta y noventa. De hecho, esta línea de investigación académica proporcionó muchos ejemplos de nacionalistas que actúan como partidarios clave del libre comercio y las reformas económicas neoliberales en esta época. De esta manera, destacamos la significancia perdurable del nacionalismo económico el contexto de las tendencias de la globalización (1).
El énfasis en la literatura anterior a 2008 sobre la necesidad de reconocer las formas ‘neoliberales’ de nacionalismo económico ha seguido siendo válido en el período posterior a la crisis. Tomemos, por ejemplo, algunos de los nacionalistas partidarios del Brexit que también son entusiastas partidarios de las políticas económicas neoliberales. Estos ‘nacionalistas neoliberales’ buscan defender la soberanía fiscal y regulatoria frente a una Unión Europea que perciben está comprometida con políticas económicas excesivamente intervencionistas. En su opinión, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea es una forma de introducir más libre comercio y políticas económicas neoliberales más amplias (Harmes 2019, capítulo 4).
Pero hay otras corrientes influyentes del nacionalismo económico en la era post-2008, cuyo contenido se parece más al uso antiguo “convencional” del término. Por ejemplo, el ex Presidente de EE. UU., Donald Trump, y otros conservadores populistas estadounidenses contemporáneos han invocado fuerte llamamientos nacionalistas en apoyo de políticas proteccionistas. Bajo el liderazgo Xi Jinping, el gobierno chino también ha intensificado la retórica nacionalista para defender la estrategia de desarrollo liderada por el Estado que ha ejecutado desde fines de la década de 1970 (2). Estas formas más ‘neomercantilistas’ –en contraposición a las ‘neoliberales’ – de nacionalismo económico han generado crecientes enfrentamientos entre los dos Estados dominantes en la economía mundial contemporánea, con importantes repercusiones para el resto del mundo (3). ¿Qué tan bien nos ayudan a comprender estas ideologías los estudios académicos de EP sobre el nacionalismo económico?
En este breve artículo, sugiero que esta línea de investigación académica tiene algunos puntos ciegos que inhiben la comprensión. Estos puntos ciegos se pueden dividir en dos.
A nivel empírico, se relacionan con la tendencia de muchos estudios de EP (incluyendo el mío en el pasado) de asociar el nacionalismo económico neomercantilista con las ideas del pensador alemán Friedrich List. En el presento trabajo, muestro cómo las ideas de List son mucho menos útiles para interpretar el contenido neomercantilista del conservadurismo populista estadounidense contemporáneo y el desarrollismo chino que las ideas distintivas de otros dos pensadores históricos que reciben muy poca atención en la literatura contemporánea sobre el nacionalismo económico: Henry Carey y Sun Yat-sen. Este descuido de estos dos pensadores se deriva, sugiero, de dos puntos ciegos conceptuales más profundos en esta línea de investigación académica. En primer lugar, aunque los investigadores efectivamente han puesto de relieve diversas formas de nacionalismo económico más allá del tipo ‘convencional’ neomercantilista, han dedicado insuficiente atención a la diversidad dentro de la propia vertiente neomercantilista. En segundo lugar, en el caso de Sun, la escasa atención a su pensamiento también refleja la el énfasis en Occidente de la historia intelectual de la EP.
¿Son “Listianos” el conservadurismo populista estadounidense contemporáneo y el desarrollismo chino?
Cuando la literatura de EP sobre el nacionalismo económico discute formas neomercantilistas de esta ideología, el nombre de List se invoca comúnmente. Lo mismo puede decirse de los libros de EP, donde List es a menudo identificado como una figura intelectual fundamental para el nacionalismo económico de este tipo (4). List ciertamente merece un lugar destacado en la historia intelectual del nacionalismo económico, porque fue uno de los primeros pensadores en expresar muy elocuentemente la creencia central de los nacionalistas económicos: que la economía debe servir a objetivos nacionalistas. En su obra más conocida, titulada El Sistema Nacional de Economía Política, List ([1841] 1909a, págs. 141, 140) criticó a los liberales económicos de su época por su ‘cosmopolitismo ilimitado’ así como su ‘materialismo muerto’ que los llevó a ver ‘a los individuos como meros productores y consumidores, no ciudadanos de Estados o miembros de naciones’. En cambio, abogó por un enfoque de economía política centrado en la nación y sus intereses: “Toda mi estructura está basada en la naturaleza de la nacionalidad, como el interés intermedio entre aquellos del individualismo y los de toda la humanidad” (List [1841] 1909a, xliii).
Como otros nacionalistas económicos neomercantilistas, List priorizó el objetivo de maximizar la riqueza y poder del Estado nación. Para lograr este objetivo, enfatizó la importancia de la política comercial. En su libro de 1841, instó a países como Estados Unidos, los estados alemanes y Francia a utilizar barreras comerciales temporales para promover industrias nacientes frente a la competencia británica. Esta política, según él, impulsaría sus ‘fuerzas productivas’ más amplias de manera que permitieran a estos países resistir la dominación británica y alcanzar la riqueza y el poder superior de esta última (cita de List [1841] 1909a, pág. 137).
¿Cómo se compara el ‘estilo de nacionalismo económico neomercantilista’ de List con el del conservadurismo populista estadounidense y el desarrollismo chino contemporáneos? Veamos primero el caso de Trump y sus seguidores. Poco después de la elección de Trump en 2016, sus principales asesores como Steve Bannon dijeron que el “nacionalismo económico” era una de las prioridades clave de la nueva administración. Como lo planteara Bannon, ‘el núcleo central de lo que creemos’ es que ‘somos una nación con una economía, no una mera economía en algún mercado global con fronteras abiertas, pero somos una nación con una cultura y una razón de ser’ (citado en Helleiner 2019, p. 21). Aunque la popularidad del nacionalismo económico trumpiano tomó por sorpresa a muchos analistas, sus ideas surgieron de un movimiento más amplio del conservadurismo populista estadounidense cuya fuerza política había ido en aumento desde que Pat Buchanan (1998, p. 288) hiciera campaña para Presidente en la década de 1990 con una plataforma autodenominada de ‘nacionalismo económico’.
Los conservadores populistas estadounidenses comparten con List el objetivo neomercantilista de maximizar la riqueza y poder de su Estado nación, así como el interés de List en lograr este objetivo a través del uso del proteccionismo comercial estratégico para apoyar la manufactura nacional. Pero hay muchas otras formas en las que sus ideas difieren marcadamente de las de List. Por supuesto, uno esperaría algunas diferencias dado el contraste entre sus respectivos contextos económicos y políticos. Pero las diferencias son suficientemente significativas que las ideas de List y del conservadurismo populista estadounidense contemporáneo necesitan ser reconocidas como dos variantes bastante distintas de nacionalismo económico neomercantilista.
Por ejemplo, List defendió el cultivo de industrias incipientes como estrategia para ponerse al día y desafiar a una potencia dominante a nivel mundial. Por el contrario, los conservadores populistas estadounidenses contemporáneos ven el proteccionismo industrial como una forma de preservar el dominio económico global de su país frente a las potencias emergentes. Es importante reconocer que List rechazó explícitamente esta última idea. En su libro de 1841, List insistía en que la mejor manera de que una potencia dominante mantuviera su posición global era a través de políticas de libre comercio que evitaran que sus empresas sufrieran “retroceso e indolencia”. List también sugirió que una potencia dominante debería abstenerse de “sermonear” a países extranjeros para desmantelar sus “sistemas de protección” (List [1841] 1909a, p. 153).
Otra diferencia significativa se relaciona con el hecho de que el libro de List de 1841 se centró en reforzar la riqueza y el poder de la nación en su conjunto con muy poca referencia a las metas sociales y distributivas domésticas (Henderson 1989, cap. 8). Por el contrario, los conservadores populistas estadounidenses modernos combinan su interés en fortalecer la riqueza y el poder estadounidenses con un fuerte atractivo populista para los trabajadores y la política distributiva nacional. Como Buchanan antes que él, el populismo de Trump (2016, p. 2) enfatiza que el libre comercio beneficia a una “élite financiera” mientras deja a “millones de nuestros trabajadores sin nada más que pobreza y dolor”. Este tipo de argumento no tenía lugar en el análisis de List de 1841.
List también fue mucho más cauteloso que Trump y otros conservadores populistas estadounidenses en su respaldo al proteccionismo. Insistió en que las restricciones comerciales solo deberían ser limitadas y temporales a fin de garantizar que las empresas no estén demasiado aisladas de la competencia extranjera. Como él mismo dijo, “los derechos de importación excesivamente altos, que cortan por completo la competencia extranjera, perjudican al país que los impone, ya que sus fabricantes no se ven obligados a competir con los extranjeros y se fomenta la indolencia” (List [1841] 1909b, pág. 313). Además, List enfatizó que las barreras comerciales deben ser muy específicas solo para proteger sectores específicos en la industria y el transporte marítimo, mientras proclamaba los beneficios del libre comercio en otros sectores como la agricultura. List tampoco compartió el interés de la administración Trump en el control de la inmigración y la selección de la inversión extranjera. De hecho, List argumentó explícitamente que los gobiernos deberían intentar activamente atraer a los migrantes y la inversión extranjera (por ejemplo, List [1841] 1909a, pág. 135).
Una última diferencia importante entre List y los conservadores populistas estadounidenses modernos se refiere al escepticismo de estos últimos hacia las instituciones internacionales y la cooperación global. De alguna manera, los ataques de Trump (2016, p. 6) al “globalismo” parecen similares a las críticas de List al “cosmopolitismo”. Pero List ([1841] 1909a, p. 100) también apoyó el objetivo a largo plazo de construir una “unión o confederación universal de todas las naciones”. Al criticar el “cosmopolitismo” de los liberales económicos, List solo estuvo en desacuerdo con su idea de que el libre comercio era el mejor medio para alcanzar ese objetivo en lugar del objetivo en sí. Debido a que el libre comercio fortalecería la hegemonía británica sobre otros estados, List argumentó que socavaría los esfuerzos para crear una unión de naciones porque esta última “solo podría realizarse si un gran número de nacionalidades alcanzan casi el mismo grado posible de industria y civilización, cultivo político y poder”. Dado que el proteccionismo industrial igualaría la riqueza y el poder entre países, argumentó que proporcionaría “los medios más eficientes para promover la unión final de naciones” (List [1841] 1909a, p. 103). Trump y otros conservadores populistas estadounidenses tienen poco interés en este último objetivo.
El estilo de List de nacionalismo económico neomercantilista era diferente no solo del de Trump y sus partidarios, sino también de los políticos chinos contemporáneos. Los académicos a veces describieron la estrategia de desarrollo liderada por el estado de China posterior a 1978 como una estrategia “listiana” o “neolistiana” (por ejemplo, Hu 2015, Breslin 2011, p. 1336). Ciertamente es verdad que esta estrategia ha tenido el objetivo de desarrollo listiano de ponerse al día con la riqueza y el poder de las principales potencias económicas. Pero también es importante señalar que el propio List no pensó que China debería seguir este tipo de política. En su libro de 1841, List pidió que todos los países asiáticos adoptaran políticas de libre comercio que les permitieran exportar recursos y proporcionar “mercados ilimitados a los fabricantes europeos” (List [1841] 1909a, p. 336). Yendo un paso más allá, List incluso sugirió que China y el resto de Asia debían someterse a la colonización europea si querían avanzar económicamente. En un pasaje impregnado de un eurocentismo llamativo, expuso el caso de la siguiente manera:
Europa, tarde o temprano, se verá obligada a tener a toda Asia bajo su cuidado y tutela, como ya la India se ha hecho cargo de Inglaterra. En este caos absoluto de países y pueblos no existe una única nacionalidad que sea digna o capaz de ser mantenida y regenerada. Por tanto, la disolución total de las nacionalidades asiáticas parece ser inevitable, y una regeneración de Asia sólo es posible mediante una infusión de poder vital europeo, mediante la introducción general de la religión cristiana y de las leyes y el orden morales europeos, mediante la inmigración europea, y la introducción de sistemas de gobierno europeos. (List [1841] 1909a, pág. 336)
Incluso si ignoramos la opinión de List sobre Asia, todavía existen otros fuertes contrastes entre el modelo de desarrollo de China posterior a 1978 y la estrategia de “puesta al día” recomendada por List. Por ejemplo, los políticos chinos han combinado el objetivo de impulsar la riqueza y el poder de su país con un fuerte compromiso retórico con los valores socialistas nacionales que no tenían lugar en el análisis de List. Desde fines de la década de 1970, los políticos chinos también han ido mucho más allá de los consejos de List en el uso de la protección comercial y los controles sobre el capital extranjero para cumplir objetivos neomercantilistas. Además, las autoridades chinas han respaldado políticas económicas internas mucho más activistas para promover un rápido desarrollo económico de lo que jamás hiciera List, tales como planes económicos nacionales integrales de varios años y el uso extensivo de empresas estatales. En su libro de 1841, el apoyo de List a un papel económico activista del gobierno en la economía nacional fue mucho más limitado.
Ampliando la historia intelectual
Los nacionalismos económicos neomercantilistas del conservadurismo populista estadounidense contemporáneo y el desarrollismo chino, por lo tanto, se apartan de las ideas de la List de manera significativa. Si los estudios anteriores a 2008 demostraron que el nacionalismo económico podría asociarse con mucho más que políticas neomercantilistas, ahora se debe prestar más atención a esta diversidad que existe dentro de la forma neomercantilista de nacionalismo económico. ¿Cuáles son las raíces intelectuales de esta diversidad?
Carey y la tradición proteccionista republicana
En el caso de Estados Unidos, los nacionalistas económicos de Trump han sido muy explícitos al señalar que se ven a sí mismos resucitando una historia anterior del pensamiento neomercantilista estadounidense. El propio Trump (2016) lo dejó claro en un importante discurso sobre política económica exterior durante su campaña presidencial de 2016 cuando invocó las ideas de Alexander Hamilton, George Washington y Abraham
Lincoln en apoyo de sus puntos de vista. En el caso de Hamilton y Washington, Trump trazó un paralelo con su defensa de la manufactura y se refirió a la elocuente defensa de Hamilton ([1791] 1964) de las ideas neomercantilistas en su Report on manufacturers (Informe sobre manufactureros). Pero es importante recordar que el famoso informe de Hamilton apoyó el proteccionismo comercial de una manera muy cautelosa. De hecho, Hamilton argumentó explícitamente que la manufactura nacional se promovería mejor con subvenciones gubernamentales que con restricciones comerciales. También dio la bienvenida a la inmigración y la inversión extranjera y expresó poco interés en los tipos de problemas sociales y distributivos domésticos que animan la retórica de nacionalismo económico de Trump.
Mucho más cercanas a las opiniones de Trump estaban las ideas proteccionistas de la administración republicana de Lincoln que llegó al poder en 1861. Estas ideas fueron moldeadas sobre todo por el pensador estadounidense Henry Carey (1793-1879), que había convertido al nuevo Partido Republicano a la causa proteccionista después de su creación a mediados de la década de 1850. El pensamiento de Carey siguió siendo la principal fuente de inspiración intelectual para el proteccionismo duradero del Partido Republicano a finales del siglo XIX y principios del XX (Goldstein 1993, págs. 38-41, Helleiner 2019, Lee 1957). Aunque no he encontrado ninguna referencia directa en los discursos de Trump al propio Carey, la apelación de Trump al proteccionismo lincolniano fue una invocación de la cosmovisión de Carey. Otros conservadores populistas estadounidenses contemporáneos como Buchanan (1998, págs. 18, 164, 19, 170, 193, 208) han destacado de forma más explícita a Carey, así como la tradición proteccionista Republicana más amplia de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX que era apoyada por sus argumentos.
A pesar de su importancia para la historia del pensamiento proteccionista republicano, el nombre de Carey rara vez aparece en los estudios de economía política sobre nacionalismo económico. Este punto ciego empírico es difícil de explicar, sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que también tuvo influencia en muchos otros países del mundo a fines del siglo XIX y principios del XX. Las ideas neomercantilistas de Carey fueron, de hecho, más influyentes que las de List, no solo en los Estados Unidos, sino en lugares tan diversos como el Japón Meiji temprano, la Alemania de Bismarck, Canadá en la década de 1870 y Etiopía a principios del siglo XX (Helleiner, de próxima publicación). El descuido del pensamiento de Carey por parte de los estudiosos puede deberse a la creencia de que él era simplemente un seguidor de List. De hecho, a veces se le llama un “pensador listiano” (Cumings 1999, p. 61). Pero las ideas de Carey eran muy diferentes y se desarrollaron sin mucha referencia al trabajo de List (Helleiner, de próxima publicación). Destacan la diversidad del nacionalismo económico neomercantilista en el siglo XIX y la importancia de alejarse de las interpretaciones demasiado centradas en List acerca del surgimiento de esta ideología.
La obra más importante de Carey fueron sus tres volúmenes Principles of Social Sciences (Principios de las ciencias sociales), publicados en 1858-1859. Aunque este trabajo no discutió la importancia económica del nacionalismo de la manera explícita en que lo hizo List, Carey se inspiró en lo que Arthur Lee (1957, p. 300) llama un “nacionalismo intenso y apasionado”. Carey también compartió la opinión de List de que el libre comercio estaba consolidando el poder económico británico a expensas de otros países. Pero las ideas de Carey también diferían de las de List en aspectos importantes que anticipaban aspectos clave del contenido del conservadurismo populista republicano moderno.
Para empezar, a diferencia de List, Carey puso los problemas sociales y de distribución domésticos en el centro de su crítica del libre comercio. En todos los países donde se introdujo el libre comercio, argumentó que empoderaba a una clase social de “comerciantes” que encontraban oportunidades para enriquecerse a expensas de otros grupos nacionales, incluso poniendo a las comunidades de todo el mundo en competencia entre sí (Carey, 1858). –1859 v1, págs. 210-13). De manera similar a Trump, Carey expresó una preocupación particular por la difícil situación de los trabajadores en un mundo de libre comercio, argumentando que los salarios de los trabajadores serían presionados a la baja por las presiones competitivas globales, lo que resultaría en un sistema de ‘esclavitud’ en el que se convertirían en un ‘mero instrumento para ser utilizado por el comercio’ (Carey 1858–1859 v3, p. 382).
Al igual que los nacionalistas económicos de Trump, la preocupación de Carey por los costos sociales internos del libre comercio provino de una cosmovisión conservadora. Carey se movía en los altos círculos sociales de los industriales de Filadelfia y, como ellos, era hostil a las ideas económicas de izquierda (Carey 1858–1859 v2, págs. 163–4). Pero estaba escribiendo en una época de creciente descontento laboral, a medida que las críticas al capitalismo industrial se volvían más prominentes. Fue en este contexto que Carey, como Trump, ofreció el proteccionismo como una solución menos radical a los problemas laborales, una que no amenazaría su preferencia más amplia por el individualismo, los derechos de propiedad y el gobierno limitado a nivel nacional (Huston 1983). De hecho, al igual que los conservadores populistas estadounidenses de hoy, Carey combinó su llamado al proteccionismo en la frontera con un fuerte respaldo al libre mercado y la competencia dentro del país.
La idea de Carey de que las restricciones comerciales podrían ayudar a defender los intereses de los trabajadores surgió como una razón fundamental para el proteccionismo del naciente partido Republicano moderno y siguió siendo influyente en los círculos republicanos y en la política estadounidense en general hasta bien entrado el siglo XX (Goldstein 1993, caps. 2-3). De hecho, el historiador James Huston señala que la política comercial estadounidense no comenzó a moverse en una dirección más liberal hasta después de que Franklin Roosevelt prometiera tratar de proteger a los trabajadores de nuevas formas a través de la legislación laboral nacional. Como dice Huston (1983, págs. 56-7), “los sindicatos finalmente reemplazaron los aranceles como medio de asegurar al trabajador un nivel de vida decente”. En el contexto de la erosión de los legados de estas reformas del New Deal en años más recientes, los nacionalistas económicos trumpianos han regresado a la fórmula de Carey de ofrecer aranceles a los trabajadores estadounidenses como una forma de “protección” que menos amenaza las preferencias económicas domésticas de los republicanos.
Hay algunos otros paralelismos entre las ideas de Carey y el nacionalismo económico trumpiano que merecen ser mencionados. Uno es que Carey no compartía el objetivo a largo plazo de List de una “confederación de naciones”, prefiriendo priorizar la soberanía estadounidense como un objetivo tanto a corto como a largo plazo. Al igual que Trump, Carey también apoyó el proteccionismo de manera mucho más rotunda que List y sin las cuidadosas advertencias que el pensador alemán había enfatizado (Helleiner 2019). Además, Carey se diferenció de List al argumentar que el proteccionismo era una política apropiada para la potencia económica dominante de su época, Gran Bretaña. Aunque señaló que Gran Bretaña obtuvo algunos beneficios económicos del libre comercio, Carey argumentó que estos beneficios fluían solo hacia su élite, mientras que los trabajadores británicos y otros grupos domésticos sufrían el libre comercio de la misma manera que sus contrapartes en otros países (Carey 1858-1859 v1, págs. 56, 59, 261, 372-3, 423-4; v2, págs. 343, 378-82, 462). Su desoladora descripción de cómo la sociedad británica de mediados del siglo XIX estaba siendo destrozada por el libre comercio presagió la crítica de Trump al impacto del libre comercio en el EE. UU. contemporáneo.
Aunque los puntos de vista de Carey estaban mucho más cerca que los de List del conservadurismo populista estadounidense moderno, los paralelos no deben exagerarse. Al igual que List, Carey era mucho más abierto a la inmigración y la inversión extranjera que Trump y sus partidarios. Carey (1858-1859, cap. 50) también destacó un beneficio de las restricciones comerciales que encuentra poco lugar en los argumentos proteccionistas de los nacionalistas económicos trumpianos: mayor igualdad de género. En términos más generales, Trump adoptó un estilo de nacionalismo económico neomercantilista mucho más agresivo que el que respaldaba Carey. Si bien Trump ha utilizado el poder estadounidense para abrir los mercados extranjeros a las exportaciones e inversores estadounidenses, Carey se opuso a ese tipo de políticas y apoyó el derecho de todos los países a seguir la línea de políticas proteccionistas que instaba a su propio país a adoptar (Helleiner 2019). En resumen, mientras los conservadores populistas estadounidenses modernos se inspiran en el estilo de neomercantilismo de Carey, han adaptado esta tradición a sus propias circunstancias e intereses contemporáneos.
Notas
(1) Ver, por ejemplo, Helleiner y Pickel 2005, que contiene referencias a otros trabajos clave en esta área.
(2) Para conocer el creciente nacionalismo económico chino y más referencias, consultar Helleiner y Wang 2019.
(3) Utilizo el término ‘neomercantilista’ para referirme a quienes priorizan la promoción de la riqueza y el poder de su Estado a través de políticas de proteccionismo comercial estratégico y otras formas de activismo económico gubernamental. Para una discusión más amplia, ver Helleiner, de próxima publicación.
(4) Véanse los textos clásicos más antiguos, como Gilpin 2001, págs. 200-1, y los más recientes, como O’Brien y Williams, 2020, pág. 7. La literatura más amplia sobre List es vasta. Para una útil contribución reciente que también examina trabajos anteriores, ver Ince 2016.