El profesor Anthony Sutton, autor de ‘Wall Street y la revolución bolchevique’ (1), entre muchos otros trabajos sobre la Unión Soviética y el comunismo, asà como uno sobre el ascenso del NSDAP, es un nombre muy conocido en los cÃrculos anticomunistas y patrióticos. . Como todavÃa lo citan y discuten con frecuencia quienes representan el desafÃo intelectual de la derecha a las estructuras de poder existentes: judÃos y gentiles. La idea general de la obra de Sutton es un tema que se ha convertido en una especie de subgénero del anticomunismo intelectual y popular, a saber, la vinculación del capitalismo como entidad generalmente monopolÃstica con la asistencia en la creación de estados comunistas.
Lo que es de particular interés para nosotros es el segundo apéndice de Sutton titulado“La teorÃa de la conspiración judÃa de la revolución bolchevique”Â, que es su breve refutación de cinco páginas a quienes argumentaban sobre las lÃneas tradicionales de que el bolchevismo era un movimiento de inspiración judÃa. Como Sutton todavÃa es ampliamente leÃdo y citado, creo que vale la pena responder a las afirmaciones de Sutton de un anticomunista a otro.
Sutton comienza su argumento señalando con toda razón que hubo y hay una extensa literatura en inglés, francés y alemán que defiende la tesis de que la revolución bolchevique fue esencialmente un complot judÃo y, más especÃficamente, afirma un complot de“banqueros mundiales judÃos”Â. (2) Sin embargo, incluso aquà comenzamos a ver los fundamentos inestables del contraargumento de Sutton en el sentido de que no define los puntos que están utilizando aquellos a quienes busca oponerse y tampoco diferencia entre aquellos que argumentaron – o continúan argumentando – que el bolchevismo Fue una conspiración judÃa independiente de dichos“banqueros mundiales judÃos”Ây de aquellos que interpretaron la revolución bolchevique como parte de un“complot mundial de los banqueros judÃos”Â. (3)
Sutton tampoco distingue entre quienes utilizan los Protocolos de los Sabios de Sión como marco intelectual para comprender esto y quienes no lo hacen (que, como Arthur Keith Chesterton, tienden a rechazar los Protocolos en su totalidad): simplemente los agrupa como creyentes en‘una antigua lucha religiosa entre el cristianismo y las “fuerzas de las tinieblas”‘Â(4)
Se puede ver en esta fraseologÃa citada una muy antigua patraña filosemita en la afirmación implÃcita de que aquellos que creen en -lo que Nesta Webster llamó- la“amenaza mundial judÃa”Âson meros fanáticos religiosos. Estos supuestos particulares se remontan al menos al siglo XVII, si no antes, y fueron uno de los favoritos de los autores filosemitas de finales del siglo XIX y de izquierda de finales del siglo XX.
La suposición detrás de la lógica es muy simple en el sentido de que afirma que debido a que los judÃos son supuestamente un grupo puramente religioso (al estilo del judaÃsmo), cualquier cosa negativa que se diga o se escriba posteriormente sobre los judÃos, ya sea en un contexto cultural o racial, es de facto intolerancia religiosa de reemplazo. Esto, por supuesto, es ridÃculo, ya que supone que el judaÃsmo es una religión basada en una confesión -que no lo es, sino que más bien se basa en un sistema biológico de castas- y que los judÃos dejan de ser judÃos cuando se convierten, digamos, en cristianos, y que todos aquellos que atacan por lo tanto, simplemente atacan la preferencia religiosa bajo varios nombres abstractos diferentes. No tiene en cuenta el hecho de que no hay un“católico ateo”Â,Âun “hindú islámico”Âo un“mormón pagano”Â, pero sà hay“católicos judÃos”Â,“hindúes judÃos”Ây“mormones judÃos”Â(y en números significativos, debo agregar).
Por lo tanto, hay algo muy distinto y diferente entre los judÃos y el judaÃsmo que no puede transliterarse simplemente como“confesión religiosa”,Âcomo lo dirÃan Sutton y sus muchos colegas. Ese algo muy distintivo y diferente es el hecho de que el judaÃsmo es una religión de base biológica/de castas. (5)
AsÃ, la refutación de Sutton ya muestra claros signos de razonamiento a priori problemático: sin embargo, para no parecer desagradable con Sutton, ignoremos su inquietante sobregeneralización de sus oponentes.
Sutton señala correctamente que se encuentra -en particular en la década de 1920- un número sorprendentemente diverso de personas que pretendÃan un vÃnculo directo entre los judÃos y el bolchevismo, incluidos muchos que ocupaban posiciones de autoridad e influencia a nivel internacional. Hay que reconocerle a Sutton que escoge un buen ejemplo (aunque usado en exceso) de esto en el famoso artÃculo de Winston Churchill de 1920“Sionismo versus bolchevismo”Âen el Illustrated Sunday Herald.
Sutton resume correctamente el argumento de Churchill en el sentido de que Churchill (basándose en“Sociedades secretas y movimientos subversivos” de Nesta WebsterÂy su obra anterior“La Revolución Francesa”Â) trazó una clara distinción entre“judÃos nacionales”Â(a quienes llamó patriotas) y“judÃos internacionales”. judÃos”Â(a quienes llamó revolucionarios ateos). No estoy de acuerdo con el resumen de Churchill en el sentido de que no creo que se pueda asignar arbitrariamente a los judÃos a categorÃas especÃficas en términos de lealtad y convicciones religiosas, como sabemos de numerosos casos en los que un judÃo era religioso y no un presunto patriota, un ateo y un supuesto patriota y también donde los judÃos lucharon contra la bolchevización de Rusia (aunque en gran medida contra otros judÃos).
Sutton critica a Churchill por sugerir que, con excepción de Lenin -que ahora se acepta generalmente que era en parte judÃo- la“mayorÃa de las figuras principales de la revolución eran judÃas”Ây afirma sin reservas que esto es“contrario a los hechos”Â. (6) Sin embargo, si bien esto es una ligera exageración: no es“contrario a los hechos”,Âcomo afirma Sutton, ya que la sobrerrepresentación judÃa en el Tsentral’nyj Komitet (Comité Central) era masiva; por ejemplo, en 1918 habÃa cuatro judÃos entre quince. miembros (cinco si se incluye a Lenin) (7) (es decir, aproximadamente treinta y tres por ciento) y para comparar en el mismo comité antes de la Revolución de Octubre (es decir, durante la época del Gobierno Provisional/Kerensky) tenemos seis judÃos de veinticinco un miembro (siete si se incluye a Lenin) (nuevamente aproximadamente el treinta y tres por ciento). (8)
Ahora bien, mientras hablamos del número de judÃos en el Comité Central, es importante subrayar que, si bien los números a menudo actúan como una guÃa general de la escala de influencia dentro de una organización, nunca cuentan toda la historia. En este caso, el hecho de que no hubiera una mayorÃa judÃa en el Comité Central ni antes ni después de la revolución bolchevique es muy engañoso ya que no tiene en cuenta la estructura de poder no oficial dentro del Partido Socialdemócrata Ruso antes, durante o después de esta. momento determinado en el tiempo.
Se debe plantear un punto muy obvio: la mayorÃa de los nombres que aparecen en el Comité Central en ese momento fueron en gran medida transitorios y no figuran significativamente en la historia bolchevique posterior -ni en el extranjero ni en el paÃs- y esto tampoco reconoce que haya varios bolcheviques importantes. figuras que no aparecen en el Comité Central en este momento. Tres ejemplos muy obvios de bolcheviques no incluidos son Maxim Litvinoff, Adolf Joffe y Karl Radek: todos ellos figuras importantes de la diplomacia bolchevique y de los intentos de difundir la“revolución”Âhasta su muerte. (9)
Sutton no menciona ninguna de estas figuras a pesar de su obvia relevancia para su acusación de que los judÃos no son la principal fuerza guÃa detrás de la revolución bolchevique, lo cual es una debilidad obvia en su argumento de que al no mencionarlo: de hecho, respalda su destructivo capacidad para su contraargumento. En el sentido de que si tenemos figuras bolcheviques importantes que eran judÃas y que estuvieron involucradas en la Revolución de Octubre en no poca capacidad y que Sutton no menciona -aunque obviamente conoce (dado que Sutton era un académico especialista en la Rusia soviética, esto serÃa desmesurado)- y trata de ignorarlo entonces sugiere que su mención es fatal para su argumento. Esto lo sugiere indirectamente el chiste posterior del propio Radek de que Stalin era comparable a Moisés en el sentido de que él (Stalin) saca a los judÃos del Partido Comunista en lugar de sacarlos de Egipto. (10)
Además, el número de judÃos en el Comité Central que no fueron figuras pasajeras en la historia del bolchevismo hablan por sà solos.
En el Comité Central de 1917 tenemos:
Lenin (¼ judÃo)
Bujarin (no judÃo)
Dzerzhinsky (no judÃo) (11)
Zionviev (judÃo)
Kámenev (judÃo)
Sverdlov (judÃo)
Stalin (no judÃo)
Trotski (judÃo)
(O cincuenta por ciento judÃos si excluimos a Lenin)
En el Comité Central de 1918 tenemos:
Lenin (¼ judÃo)
Bujarin (no judÃo)
Dzerzhinsky (no judÃo)
Zionviev (judÃo)
Sverdlov (judÃo)
Stalin (no judÃo)
Trotski (judÃo)
(O cuarenta y tres por ciento judÃos si excluimos a Lenin)
Por este desglose de aquellos que no son figuras más transitorias en la historia del bolchevismo, podemos ver que los judÃos eran en realidad un elemento mucho más poderoso de lo que en un principio podrÃa haber parecido. Podemos señalar en particular que Trotsky fue, además de su reputación posterior, uno de los creadores y agitadores bolcheviques más importantes en este momento de la historia, siendo a la vez uno de los mejores teóricos marxistas socialdemócratas (su principal rival en este campo era Bujarin), ideólogos y también un lÃder esperando entre bastidores que ya jugó un papel central en una revuelta casi exitosa y fuertemente judÃa contra el zar en 1905. (12)
Si señalamos además que en ese momento Stalin era una entidad relativamente nula en términos de influencia; a pesar de su posterior influencia masiva y su máquina de influencia polÃtica, (13) y la del resto (con la excepción de Lenin como su lÃder): Dzerzhinsky, Zionviev y Sverdlov fueron los más fuertes en términos de influencia (14), entonces queda claro que lo que estamos tratando es en realidad -si no en términos de números absolutos- un Partido Socialdemócrata Ruso dirigido por judÃos antes, durante y después de la Revolución de Octubre de 1917.
Por lo tanto, no es“contrario a los hechos”,Âcomo afirma Sutton, argumentar que la“mayorÃa de las figuras destacadas eran judÃas”,Âya que está claro que, de hecho, ese era el caso, como confirma Figes. (15) También queda claro a partir de la propia tesis de Sutton que él comprende la escala de la influencia judÃa, pero busca, en la tradición destacada por Erich Haberer (16), minimizarla conscientemente y al mismo tiempo mencionar su base fáctica.
Por ejemplo, Sutton en su propia tesis describe asà el liderazgo y la estructura de poder del aparato de propaganda de la naciente URSS en 1918: (17)
John Reed, Louise Bryant, Albert Rhys Williams, Robert Minor, Philip Price, Jacques Sadoul
(Operadores de campo)
Reportado en
Boris Reinstein
(Oficina de Propaganda Revolucionaria Internacional)
Reportado en
Karl Rádek
(Oficina de Prensa)
Reportado en
León Trotski
(Comisariado del Pueblo para Asuntos Exteriores)
Ahora bien, en la estructura de poder mencionada resulta inmediatamente obvio que hay algo extraño en juego si reconocemos que los“operativos de campo”Âde la Oficina de Propaganda Revolucionaria Internacional eran socialistas no judÃos, marxistas y compañeros de viaje variados: sin embargo, su superior inmediato Boris Reinstein era un judÃo estadounidense de origen ruso que habÃa abrazado públicamente creencias socialistas desde los primeros años del siglo XX y que también sirvió como fabricante de bombas para varias causas anarquistas y socialistas. (18) El superior inmediato de Reinstein era el famoso bolchevique judÃo -y más tarde asesor del Komintern del KPD- Karl Radek, mientras que el superior inmediato de Radek no era otro que el infame archi-judÃo bolchevique León Trotsky.
Por lo tanto, queda claro que, si bien Sutton está interesado en intentar desacreditar la tesis del judeobolchevismo, su propia discusión de los hechos pertinentes indica esa misma conclusión general sobre el vÃnculo directo entre el comunismo y los judÃos en este momento del mundo -y más especÃficamente los rusos-. – historia. Después de todo, ¿qué puede decir Sutton sobre el hecho de que él mismo describa una estructura de poder abiertamente judÃa sin reconocer su pedigrà de liderazgo obviamente judÃo y luego afirme que el vÃnculo argumentado entre los judÃos y el bolchevismo es“contrario a los hechos”Â?
Podemos señalar además que en el momento en que Churchill escribió su artÃculo de 1920 habÃa una variedad muy amplia de testimonios creÃbles de testigos presenciales (que de hecho todavÃa utilizan hoy en dÃa los especialistas en el tema), (19) documentación oficial y noticias informes que confirman precisamente este escenario. (20) Por lo tanto, es bastante estúpido que Sutton afirme que el punto de vista de Churchill sobre los judÃos y la revolución bolchevique era“contrario a los hechos”,Âya que según los hechos, tal como Churchill los habrÃa entendido, lo que dijo era la verdad honesta del señor y de todas las cosas que Churchill era y no era: no era ni un viajero en el tiempo ni un telepático. ¡No se puede esperar que sepa todo lo que Sutton sabe gracias a los sesenta años de investigación transcurridos!
El hecho de que Churchill tuviera razón en términos generales en términos fácticos no está ni aquà ni allá en el equilibrio de las cosas precisamente porque lo que importa son los hechos disponibles para una persona en un momento dado: no tanto lo que descubrimos años después.
Sutton también critica el argumento de Churchill sobre la afirmación de este último de que los negocios e intereses judÃos no fueron confiscados y los lugares de culto judÃos no fueron atacados por los bolcheviques. Aquà Sutton se encuentra en un terreno mucho más firme en el sentido de que los negocios e intereses judÃos fueron rutinariamente confiscados por sus compañeros bolcheviques de la tribu y también allà – como he insinuado varias veces en el pasado – hubo una guerra visceral entre judÃos religiosos y ateos (21). hasta el punto de que los judÃos que tendÃan a huir a Occidente en esta coyuntura temprana eran los religiosos, no los ateos.
Los judÃos ateos; como los teóricos anarquistas judÃos Emma Goldman y Alexander Berkman sólo comenzaron a huir a Occidente cuando prácticamente habÃan perdido la“batalla de ideas”Â(es decir, la competencia egoÃsta judÃa en el escenario nacional y luego en el internacional) con sus parientes bolcheviques. y la secta victoriosa -los bolcheviques- finalmente adquirió el método y los medios para perseguir a los herejes de izquierda que se desviaban hacia el victorioso“Octubre Rojo”Â.
Sin embargo, una vez más Sutton critica a Churchill por no tener acceso a información muy posterior y quisiera reiterar que en el momento en que Churchill escribió: lo que afirmó como obviedades eran sólo eso. Sin embargo, investigaciones posteriores han demostrado que muchos de los detalles que se creÃan en ese momento eran en realidad incorrectos: aunque nuevamente conocemos memorias y casos que sugieren que la posición de Churchill tenÃa una base significativa en los hechos. (22) Sutton no menciona ninguna excepción de este tipo, aunque es probable que supiera -o hubiera adivinado- que existÃan en el momento en que escribió este ataque a la tesis del judeobolchevismo.
Dicho esto, la afirmación de Sutton de que el bolchevismo no convenÃa a los intereses judÃos (23) es bastante absurda incluso en el momento en que la escribió, precisamente porque desde hace mucho tiempo es un hecho establecido e indiscutible que los judÃos en ese momento estaban en medio de una división altamente politizada. entre quienes defendÃan la asimilación absoluta (socialismo y comunismo) y quienes defendÃan el nacionalismo racial judÃo (sionismo), con todo tipo de matices de grises en el medio. (24)
Que Sutton no reconozca esto es una especie de enigma intelectual a menos que reconozcamos que gran parte del“problema” de SuttonÂcon la sugerencia de la centralidad de los judÃos en el bolchevismo y muchos movimientos comunistas posteriores tiene sus raÃces en su falta de comprensión de lo que es un judÃo. Sutton claramente le asigna a esto una connotación religiosa puramente confesional (25); sin embargo, esto en sà mismo nos informa que Sutton sabe poco sobre lo que está escribiendo y, aunque tiene un conocimiento experto de la Rusia soviética: es una especie de mattoide (26) cuando se trata de hablar de los judÃos como su error no sólo es elemental, sino que su falta de solidez destruye la credibilidad de sus argumentos contra la tesis del judeobolchevismo, ya que su premisa para argumentar en su contra es simplemente incorrecta.
Claramente, el bolchevismo -y el marxismo en general- convenÃa a los intereses judÃos en ese momento, como si no fuera asÃ, entonces el número de judÃos involucrados como proporción de los principales teóricos marxistas y bolcheviques y similares no deberÃa haber sido tan alto como lo fue. . Después de todo, es casi imposible discutir la revolución bolchevique y los partidos comunistas que se afiliaron a ella a través de la Tercera Internacional sin discutir los papeles muy visibles que un número considerable de judÃos diferentes desempeñaron en ella a lo largo de los años.
Parafraseando a Figes: lo que nos preocupa y constituye el núcleo de la hipótesis del judeobolchevismo no es que la mayorÃa de los judÃos fueran bolcheviques, sino que tantos bolcheviques influyentes y de alto rango fueran judÃos.
Como he señalado anteriormente, aunque Sutton parezca desear ignorar el papel que desempeñaron los judÃos y simplemente tratarlos como actores individuales en un contexto sociopolÃtico generalizado -como parece que lo hace-, entonces es intencionada y“anticientÃfica”Â(para usar su lenguaje) ignorando la importancia de comprender el contexto sociopolÃtico especÃfico de cada actor individual y el análisis necesario de cualquier patrón que surja de ahÃ. La objeción de Sutton a este respecto probablemente -para ser justos con él- tenga menos que ver con la intención de restar importancia a la participación judÃa que con la aplicación de un enfoque de arriba hacia abajo a la historia (es decir, hacer que los hechos se ajusten a la teorÃa) en lugar de mi enfoque ascendente preferido (micro -histórico) al tema que enfatiza la necesidad de comprender los hechos antes de teorizar y luego alterar su teorÃa para tener en cuenta todos los hechos (no solo unos pocos seleccionados).
Sutton continúa señalando que Churchill sostiene (y nuevamente deberÃa haber mencionado la cita de Churchill del trabajo de Nesta Webster, ya que es en eso en lo que Churchill se basa) que los“judÃos internacionales”Âson (parte de)“una siniestra conspiración”Âcontra gentiles por todas las (supuestas) cosas que los gentiles les han hecho mal.
Por supuesto, todo esto es más bien de tercera mano y la inserción del punto“los gentiles son desagradables con los judÃos”Âes puramente de Churchill y no está extraÃda del trabajo original de Webster. Sin embargo, Churchill -nuevamente para poner su argumento en su contexto intelectual y fáctico- probablemente extrajo esta afirmación de relatos populares de la revolución bolchevique, que no pocas veces incluÃan relatos de cómo los judÃos estaban cosechando su venganza contra la aristocracia y el pueblo rusos durante“siglos de siglos”. opresión’Â. (27)
Esta idea del“judÃo oprimido”Â-que ganó tanta vigencia intelectual en gran medida gracias a las dos obras maestras en varios volúmenes del historiador judÃo Simon Dubnow sobre la historia judÃa- estaba en ese momento en ascenso intelectual junto con la narrativa competidora, aunque parcialmente compatible. del judÃo como el‘demonio detrás de la cortina’Âen la historia mundial y como tal Churchill combina las dos posiciones en conflicto entre sà para sintetizar la imagen del judÃo eternamente perseguido que a su vez – y luego especialmente – se ha vuelto contra sus perseguidores y es apestando a una terrible y sangrienta venganza contra los no judÃos en el antiguo Imperio Ruso.
La idea de que los judÃos son una“conspiración siniestra” internacionalÂcontra Occidente tiene un pedigrà antiguo que data de los mundos antiguo y clásico, donde los judÃos realmente llevaron a cabo conspiraciones gigantescas más de una vez para intentar conquistar el mundo en nombre de Yahvé (en cada ocasión que sabemos de la aparición de un supuesto MesÃas). En sà mismo, en casos especÃficos, tiene mucho que recomendar como método para explicar el comportamiento judÃo y ha debido su larga carrera a su simplicidad, su capacidad para explicar los principales acontecimientos de la historia sin necesidad de una comprensión detallada de ellos y también al utilitarismo. capacidad de utilizarlo como una‘tarjeta para salir libre de la cárcel’ intelectualÂ, de modo que no sea culpa nuestra haber sido expulsado del cargo o no haber sido elegido: era una conspiración judÃa.
Dicho esto, por supuesto, hay acontecimientos conspirativos muy reales emprendidos por judÃos para servir a sus intereses – los lobbys de Israel pueden explicarse en parte como varias conspiraciones paralelas o una conspiración parcial unida – el ataque a Paul Findley – por ejemplo – ciertamente puede explicarse como una conspiración como ¿Puede encubrirse el ataque israelà al USS Liberty en 1967?
Sin embargo, el problema surge – como antes se insinuó – en la idea de la conspiración unida a través de los tiempos, que es casi imposible de rastrear de manera convincente y a menudo ha sido objeto de conjeturas descabelladas e irrazonables, como señaló Revilo Oliver en su famoso discurso“Conspiración o degeneración”. ?’
Esta problemática teorÃa, en combinación con la popular teorÃa de Nesta Webster sobre la supervivencia y el florecimiento de los Illuminati bávaros después de su exposición y ruptura, sirve como telón de fondo intelectual de lo que Churchill está hablando. En un sentido estrictamente intelectual, Sutton tiene razón al criticarla: sin embargo, al hacerlo olvida que Churchill no fue un verdadero exponente de esta teorÃa y que habrÃa sido mucho mejor dedicar su atención al estudio de la obra de Webster o de su menos famoso doppelgänger intelectual alemán, Friedrich Wichtl. que escribÃa al mismo tiempo y era tan detallado en su trabajo, si no más, como Webster en el de ella. (28)
Al no ofrecer este contexto vital y criticar a Churchill en lugar de a Webster o Wichtl: Sutton está esencialmente eligiendo el camino de menor resistencia intelectual y desafiando al creyente tácito en una teorÃa determinada en lugar de a los teóricos mismos. Podemos ver esto en el hecho de que aborda a Churchill y más tarde a Henry Wickham Steed (un ex propagandista británico de la Primera Guerra Mundial, escritor nacionalista y artista moderno) como arquetipos de su posición en lugar de debatir a los principales teóricos de esa posición: en muchos aspectos es más bien como hacer todo lo posible para desacreditar a su ministro cristiano local en lugar de abordar los argumentos de aquellos de quienes deriva sus argumentos. Es una evasión intelectual por parte de Sutton y estoy seguro de que, como hombre de gran conocimiento en su campo, entendió y reconoció esto cuando escribió su breve crÃtica de la tesis del judeobolchevismo.
Esta falta de situar los comentarios de Churchill en su contexto histórico e intelectual llega a su punto máximo cuando Sutton acusa a Churchill de argumentar -muy correctamente, añadirÃa- que“el sionismo y el bolchevismo están compitiendo por el corazón del pueblo judÃo”Âmientras están“preocupados”Âpor el papel del judÃo en la revolución bolchevique y la existencia de una“conspiración judÃa mundial”.Â(29)
Lo que Sutton está tratando de decir aquà de manera un tanto confusa es que Churchill no está tan preocupado por el sionismo, sino que ve el bolchevismo como un peligro internacional que debe ser detenido a toda costa. Sutton da a entender que se trata de una visión inconsistente al alegar implÃcitamente que Churchill deberÃa haberse centrado tanto en el sionismo como en el bolchevismo para ser coherente con su tesis sobre una“conspiración judÃa mundial”Â.
Sin embargo, la falta de contexto aquà es condenatoria precisamente porque -como Sutton deberÃa haber notado cuando habla de la distinción entre judÃos“nacionales”Âe“internacionales”Âque hace Churchill- nos dice que Churchill se basa sólo en parte en“Secret Societies and Movimientos Subversivos”Âen el sentido de que él, a diferencia de Webster, cree que los judÃos sionistas son“judÃos nacionales”Â(o la mejor clase de judÃos en la opinión de Churchill) y los judÃos bolcheviques son“judÃos internacionales”Â(o la peor clase de judÃos en la opinión de Churchill). .
La‘conspiración judÃa internacional’Âde la que habla Churchill no es un escenario tipo Protocolos de Sión en el que todos los judÃos controlan el mundo o intentan hacerlo en una conspiración masiva, sino más bien una parte más pequeña y mucho más compacta de los judÃos que busca provocar una orden mundial comunista ateo a través del bolchevismo en Rusia y los intentos de revoluciones marxistas (30) en otros paÃses (entonces nuevos y frecuentemente dirigidos por judÃos). (31)
Lo que Churchill ve en el artÃculo es más o menos lo que el académico judÃo anticomunista Frank Meyer vio cuando escribió sobre la centralidad de cuadros dedicados a la causa internacional comunista y cómo estos individuos, a menudo judÃos, fueron entrenados para actuar y operar. (32) Este argumento de Churchill se deriva en gran medida de la literatura de la época (33) y es una caracterización precisa de cómo operaron los grupos marxistas antes, durante y después de la revolución bolchevique de octubre de 1917. (34) A saber: que los partidos marxistas alineados con la Tercera Internacional fueron parte de un intento disciplinado y conspirativo de difundir la revolución bolchevique por todo el mundo.
La oposición de Churchill al bolchevismo surge de tres factores básicos que Sutton no menciona:
A) Religión en la medida en que Churchill era un cristiano devoto (aunque más bien vulgar) y, como muchos en ese momento, no podÃa simpatizar con una revolución que no sólo era devotamente atea, sino que también estaba involucrada en posiblemente la mayor destrucción de infraestructura religiosa. desde el Edicto de Teodosio.
B) Clase en la que Churchill era un descendiente aristocrático del Duque de Marlborough (también llamado Winston Churchill) y como tal bajo un gobierno de estilo bolchevique no sólo perderÃa todo lo que poseÃa como parte de la odiada burguesÃa, sino también muy probablemente su vida como muchos aristócratas franceses y rusos habÃan aprendido a su costa en la memoria viva.
C) Patriotismo en el sentido de que Churchill, para bien o para mal, era un partidario devoto patriotero del Imperio Británico y, como tal, tenÃa opiniones bastante extremas sobre cómo era una fuerza para el bien en el mundo y que su gran carga era traer la civilización. a todos los rincones del globo. El bolchevismo socavó directamente esto al exigir la llamada“emancipación”Âde todosÂlos “trabajadores oprimidos”Ây afirmar que esta llegada de la civilización no era en realidad más que una racionalización conspirativa para la explotación capitalista de civilizaciones y pueblos menos avanzados.
AsÃ, el bolchevismo iba en contra de todo lo que Churchill creÃa y apreciaba.
En contraste directo, el sionismo no lo hizo (35) en la medida en que los judÃos habÃan sido fuertes partidarios de Gran Bretaña durante la Gran Guerra e incluso tenemos algunas pruebas para sugerir que la pérfida Declaración Balfour de 1917 (que siempre debe verse en el contexto hipócrita del Acuerdo Sykes-Picot de 1916 [para dividir el Imperio Otomano entre Gran Bretaña y Francia] y las promesas británicas a la rebelión árabe bajo el PrÃncipe Faisal y TE Lawrence [más conocido como‘Lawrence de Arabia’Â]) fue de hecho un soborno directo a los judÃos de América del Norte para incitar al Presidente Wilson – (36) junto con la ayuda del telegrama de‘bandera falsa’Âde Zimmerman – a hacer lo que Donald Day llamó, cantar‘Onward Christian Soldiers’Âmientras enviaba a los jóvenes estadounidenses a la muerte. en una guerra que no era suya y mucho menos nada que ver con ellos per se (después de todo, los aliados simplemente estaban desesperados por haber masacrado a una gran proporción de sus propios hombres). (37)
El sionismo era para Churchill un“movimiento nacional”Âde los judÃos que, si se fomentaba -pensaba-, se convertirÃa en un útil reino cliente británico en Oriente Medio, permitiendo al Imperio Británico tener una base segura desde la cual dominar la región y potencialmente también perturbar y Posteriormente atacarÃa la hegemonÃa francesa en LÃbano y Siria. El pensamiento de Churchill a este respecto no era algo que pudiera considerarse inusual entre los polÃticos conservadores de finales del siglo XIX y principios del XX, cuando Joseph Chamberlain ofreció al movimiento sionista la oportunidad de colonizar Kenia como un“nuevo Israel”Âen lugar de la entonces provincia otomana de Palestina.
Esto también es famoso porque casi dividió al movimiento sionista por la mitad, ya que aquà habÃa una oferta de territorio, pero ese territorio no era la supuesta patria judÃa de la historia. El quÃmico judÃo homicida Chaim Weizmann encabezó la oposición a la propuesta, mientras que el autor y novelista judÃo, más imaginativo y menos obstinado, Israel Zangwill encabezó la oposición a la propuesta de Chamberlain. (38)
Esta es una lección histórica que los activistas antijudÃos de hoy deberÃan recordar: el judaÃsmo no es un monolito y si los judÃos son propensos a una cosa por encima de todo: es a ser discutidores. Hacer que los judÃos peleen entre ellos es algo relativamente fácil de hacer y el enemigo moderno de todo lo judÃo debe utilizar esta herramienta histórica de la mejor manera posible si desea tener éxito contra la encarnación moderna del problema judÃo.
Si situamos asà en simbiosis el apoyo de Churchill al sionismo y la oposición al bolchevismo, queda claro que una vez más los tres factores de la vida de Churchill entran en juego como reflejo uno del otro. Mientras que las opiniones religiosas de Churchill apoyaban la justificación personal mesiánica de Churchill de las ideas y polÃticas sionistas (al tiempo que alimentaban la oposición religiosa de Churchill al bolchevismo), la clase de Churchill se beneficiarÃa del éxito del sionismo, ya que alejarÃa a los judÃos del“bolchevismo ateo”Ây, por lo tanto, disminuirÃa la amenaza del bolchevismo -en opinión de Churchill- a sus posesiones personales, su estatus y su vida. Mientras tanto, el patriotismo le dio a Churchill su realpolitik y su justificación racionalizadora para su apoyo al sionismo (al crear un reino británico cliente de judÃos en una parte inestable del mundo), al mismo tiempo que alimentaba su anticomunismo con la bien conocida oposición del bolchevismo a la“misión colonial”.Âde Occidente en la civilización del mundo (por asà decirlo).
Sutton crea asà un falso dilema al afirmar que los dos puntos de vista de Churchill sobre el sionismo y el bolchevismo son contradictorios, ya que en el sentido entendido por el proceso de pensamiento de Churchill (que se hace manifiestamente obvio al leer el artÃculo de Churchill) son literalmente un caso de“buenos judÃos”.Âluchando contraÂlos “malos judÃos”Âpor el alma del pueblo judÃo y o los“judÃos nacionales”ÂganarÃan y todo estarÃa bien en el mundo o los“judÃos internacionales”ÂganarÃan, por lo que el mundo estarÃa condenado.
Esto, por supuesto, sintetiza una vez más las dos visiones rivales de la historia judÃa en este momento con el elemento del judÃo negativo y codicioso que se venga (el‘judÃo internacional’Â) tomado de la tradición histórica antijudÃa y el humillado y explotado. JudÃo que sólo quiere que lo dejen en paz y contribuir al mundo (el‘judÃo nacional’Â).
Por lo tanto, simplemente no hay contradicción en el pensamiento de Churchill como lo afirma Sutton por implicación, sino que es más bien un aparente producto de la imaginación de Sutton.
Sutton luego nos cuenta una anécdota histórica del ya mencionado Henry Wickham Steed – publicista y autor británico – quien fue un largo y algo mordaz crÃtico de los judÃos hasta que él – como tantos crÃticos de los judÃos en el mismo perÃodo – se acobardó proverbialmente durante las respuestas antijudÃas de la década de 1930 y repudió públicamente sus opiniones. (39)
Sutton cita correctamente el segundo conjunto de memorias de Steed en el sentido de que en marzo de 1919 Steed conoció al famoso coronel Edward House quien, según Steed, (40) estaba perturbado por las crÃticas vocales y de artÃculos de Steed a la revolución bolchevique y, más particularmente, a la papel judÃo en él. House estaba en ese momento defendiendo la apertura de las relaciones económicas con la Unión Soviética (que es el tema parcial del libro de Sutton y un vacÃo generalmente grande en la literatura académica sobre la Unión Soviética) como un poder económico racional (nos recuerda a el famoso aforismo de Lenin [parafraseo un poco] de que los comunistas colgarán a los capitalistas con la cuerda que estos últimos les venden) mientras Steed argumentaba – como se hacÃa comúnmente en ese momento – (41) que la revolución bolchevique habÃa sido provocada por judÃos y Los intereses alemanes que ahora se estaban utilizando con el fin de lograr un mundo controlado por los judÃos.
Una vez más, la deuda intelectual de Steed con las‘Sociedades secretas y movimientos subversivos’ de WebsterÂes clara en que este es precisamente el argumento que presenta Webster cuando afirma que un orden mundial judÃo ateo -facilitado por lo que ella llamó‘judeo-masonerÃa’-ÂsurgirÃa de las cenizas de Rusia si no se toman medidas para controlarlo. El argumento de Steed se centró en el papel de Jacob Schiff y Max Warburg: ambos famosos financieros judÃos disfrutando felizmente de la leyenda autofomentada -al igual que lo hizo la aún más famosa familia Rothschild- de su propio poder en los asuntos mundiales.
Es aquà donde Sutton decide una vez más crear un argumento de testaferro al citar sólo dos pruebas de la opinión propuesta por Steed: es decir, que los financieros judÃos habÃan tenido un papel importante en ayudar a los bolcheviques en la toma del poder del antiguo Imperio Ruso. y Churchill, ninguno de los cuales es citado por Churchill, Steed, Webster o Wichtl. La cita de Sutton del expediente del Departamento de Estado (42) es correcta por lo que puedo comprobar: sin embargo, en su análisis del documento vemos lo que sólo puede describirse como la irracionalidad de Sutton cuando se trata de la cuestión de los judÃos y el bolchevismo.
Sutton afirma, después de un párrafo bastante breve y desdeñoso sobre el papel del financiero judÃo en la canalización de dinero hacia los bolcheviques, que“el informe termina con una crÃtica a los “judÃos internacionales” y sitúa el argumento en el contexto de un conflicto cristiano-judÃo respaldado por citas de los Protocolos de Sión.’Â(43)
Hay tres cosas muy fundamentales que son incorrectas en esta caricatura de un argumento de Sutton:
A) No tiene ningún peso probatorio o relevancia excepto en el lado del argumento del individuo sobre si el autor del informe titulado‘Bolchevismo y judaÃsmo’Âdisparó una‘púa’Âcontra los‘judÃos internacionales’Âo no. Del mismo modo, no resta valor probatorio a los telegramas de un agente bolchevique que denuncia la“burguesÃa”Âque contienen. Tenemos que considerar la evidencia en sà antes de proceder a especular sobre el hombre o la mujer que la escribió: Sutton no lo hace y, por lo tanto, argumenta ad hominem no en torno a la evidencia.
B) La idea de que el informe sitúa el argumento en el“contexto de un conflicto cristiano-judÃo”Âes una tergiversación precisamente porque cada informe que salió de Rusia en este momento tendÃa a hacer esto: precisamente porque quienes estaban haciendo el informe vivÃan en un marco de referencia cristiano como tal, la guerra atea contra la religión que se estaba librando en la Rusia soviética en ese momento – y la preponderancia de los judÃos dentro de las filas bolcheviques y revolucionarias en general – nunca no habrÃan sido interpretadas como una guerra judÃa. ataque dirigido contra el cristianismo, ya que eso era más o menos precisamente lo que era. Afirmar lo contrario es intentar abstraer el significado simple de la evidencia para evitar tener que expresarlo tan claramente como acabo de hacerlo.
C) El informe no contiene ninguna referencia, directa o no, a los‘Protocolos de Sión’Ây mucho menos‘citas’ directasÂcomo alega Sutton. Esto es una falsedad de su parte y particularmente odioso precisamente porque Sutton alega que fueron“incluidos”Âen un informe de 1918 cuando la traducción al inglés de los Protocolos de Sión recién se produjo en 1919 e incluso Sutton habrÃa tenido que conocer los textos Ãntimamente para poder Incluso detectamos dos traducciones muy diferentes: una supuestamente escrita por un periodista inglés recién llegado de Rusia y otra por un ruso en Estados Unidos un año antes (teniendo en cuenta que los Protocolos mismos circulaban en varias formas diferentes en ese momento). (44)
¡Claramente Sutton no era un experto en los Protocolos y tampoco estaba siendo particularmente honesto!
Sutton descarta el poder explicativo de este documento citando otro archivo del Departamento de Estado que presenta una serie de telegramas de finales de 1919 entre la Embajada estadounidense en Londres y el Departamento de Estado en Washington DC (45). Sutton afirma que estos“refutan”Âel documento: sin embargo una vez más tergiversa su contenido ya que los documentos establecen claramente que el funcionario en Londres“no tenÃa pruebas”Âde las acusaciones de transacciones judÃas con Lenin, Trotsky y los bolcheviques, pero que estaba“re-investigando”Â. Sin embargo, en su siguiente cable, el autor no afirma ni siquiera insinúa que estos informes sean incorrectos, ya que simplemente afirma que es“imprudente”Âdar publicidad a estas afirmaciones, lo que sugiere (mirando todo el intercambio diplomático en lugar de dos pequeños pedazos de él) que lo que dice el funcionario en Londres no es que el informe“Bolchevismo y judaÃsmo”Âesté equivocado – como Sutton insinúa – sino más bien que – según él lo ve – no hay evidencia firme que lo respalde que pueda encontrar y por lo tanto serÃa imprudente hacer publicidad (ya que es claramente polÃticamente incendiario).
En la siguiente y última pieza de evidencia citada por Sutton, cita otro documento del Departamento de Estado que, según él, es una“revisión de una traducción de los Protocolos de Sión”Â(46): sin embargo, inmediatamente notamos dos cosas muy fundamentales que están mal en la supuesta imagen de Sutton.
R) El documento del Departamento de Estado es de 1913 en lugar de 1919 (cuando los Protocolos se estaban traduciendo amplia y adecuadamente, habiendo adquirido vigencia como evidencia durante la Primera Guerra Mundial, la Revolución Bolchevique y las secuelas de ambos eventos) y, por lo tanto, según Sutton, está revisando un en el mejor de los casos, un trabajo marginal y, en el peor, completamente oscuro que, por razones desconocidas, ha sido“traducido”Âa un idioma extranjero (presumiblemente inglés) y luego, por razones no declaradas, ha sido juzgado como de tanto interés para la Inteligencia estadounidense que una revisión del mismo Era necesario para los archivos de inteligencia de los Estados Unidos. Sospecho que Sutton cometió un error tipográfico y quiso decir 1919, pero no puedo probarlo, por lo que me veo obligado a asumir que realmente quiso decir 1913.
B) El informe no menciona los Protocolos de Sión y en cambio habla de“pruebas definitivas de que el bolchevismo es un movimiento internacional controlado por judÃos”Â, lo que en realidad se refiere a la correctamente percibida dominación de los judÃos en la polÃtica de poder de la temprana Unión Soviética. . La noción de comunicaciones provenientes de lÃderes judÃos en Europa y América del Norte es una mala interpretación del contexto, una vez más, ya que los“lÃderes judÃos”Âmencionados no son los“Sabios de Sión”Âsino más bien los lÃderes radicales de Europa y América del Norte que fueron eran desproporcionadamente judÃos y, aunque fueran gentiles, con frecuencia eran percibidos como tales tanto por la población en general como por los servicios de inteligencia. (47)
Sutton luego opina que las referencias en la cadena de comunicación a“cartas interceptadas de varios grupos de judÃos internacionales que establecen un plan para la dominación mundial”ÂpodrÃan proporcionar apoyo a la“hipótesis sin fundamento”Âdel judeobolchevismo si las cartas pudieran ser localizadas y autenticadas. . (48)
Una vez más, sin embargo, la lectura que hace Sutton de la evidencia está fuertemente sesgada por su argumentación a priori en la medida en que Sutton no se da cuenta de que las referencias a estas cartas son simplemente una referencia a la mucha tinta derramada entre organizaciones revolucionarias y subversivas generales en toda Europa y América del Norte. sobre la revolución bolchevique y como tal no es tanto evidencia de un escenario tipo‘Protocolos de Sión’Â, pero sà señala indirectamente la veracidad inherente de la tesis del judeobolchevismo al informarnos indirectamente de lo que podemos verificar de forma independiente: el movimiento revolucionario En toda Europa y América del Norte estaba en ese momento fuertemente dominada e influenciada por los judÃos.
Esta es la hipótesis más simple y menos basada en suposiciones que Sutton ni siquiera parece considerar, ya que para él todo está relacionado con la actividad conspirativa de banqueros y capitalistas monopolistas, como lo demuestra el propio comentario pseudomarxista del propio Sutton al final de su ataque a la La tesis del judeo-bolchevismo de que ”Âlos verdaderos operadores”Âestaban desviando deliberadamente la atención hacia los judÃos como una forma regenerada de“prejuicio medieval”Â. (49)
Como he dicho antes, esta es una actitud sin sentido, ya que los judÃos estuvieron muy claramente involucrados en la creación, la concesión de derechos y el sustento de la revolución bolchevique y afirmar que, en lugar de ser asÃ, estaba“controlada” por“operadores reales”Âsin rostro .ÂEs una apelación al misterio y como tal tiene valor intelectual ya que no puede explicar todo lo que sucedió después de uno o dos años de existencia de la URSS.
Por lo tanto, se puede decir que el apéndice de Sutton que ataca la tesis del judeobolchevismo no sólo es incorrecto, sino que en realidad tergiversa la evidencia, carece de información contextual vital, cita selectivamente evidencia y también razona a partir de una conclusión alcanzada a priori.
Asà que, habiendo analizado asà el ataque de Sutton al anticomunismo antisemita, podemos dejarlo de lado como un intento desacreditado de desacreditar la tesis del judeobolchevismo.
Referencias
(1) Anthony Sutton, 1981,‘Wall Street y la revolución bolchevique’Â, 1.ª edición, Veritas: Morley
(2) IbÃd., pág. 185
(3) Como señaló de manera sucinta, aunque algo indirecta, Albert Lindemann, 1988,‘Antisemitismo: ¿Banalidad o el lado oscuro del genio?’Â, Religión, vol. 18, págs.183-195
(4) Sutton, op. Cit., pág. 185
(5) Emmanuel Feldman, 1998,‘Sobre el judaÃsmo: conversaciones sobre ser judÃo en el mundo actual’Â, segunda edición, Shaar Press: Nueva York, págs. 269-270
(6) Sutton, op. Cit., pág. 185
(7) En concreto, Zionviev, Sverdlov, Sokolnikov y Trotsky. Sobre el judaÃsmo de Lenin, véase Albert Lindemann, 1997,‘Esau’s Tears: Anti-Semitism and the Rise of the Jewish’Â, 1.ª edición, Cambridge University Press: Nueva York, pág. 432
(8) En concreto, Zionviev, Kamenev, Sverdlov, Sokolnikov, Trotsky y Uritsky.
(9) Robert Service hace un excelente trabajo rastreando sus actividades subversivas, en Robert Service, 2011,‘Spies and Commissars: Bolshevik Russia and the West’Â, 1.ª edición, MacMillan: Londres.
(10) Lindemann,‘Las lágrimas de Esaú’Â, op. Cit., pág. 452
(11) Hay uno o dos comentaristas de Internet a quienes les gusta afirmar que Felix Dzerzhinsky era judÃo, pero ese no es el caso, ya que ninguno de sus biógrafos lo menciona (era un noble polaco) y ninguna autoridad acreditada sobre el perÃodo lo menciona. cualquiera. Parece ser en gran medida producto de su imaginación, aunque no dudo que volveré a abusar de mà por pinchar un alfiler en sus queridos sistemas de creencias personales. Para un análisis resumido de esta acusación, véase IbÃd., págs. 433-434.
(12) Ronald Segal, 1979,‘La tragedia de León Trotsky: ¿traidor, héroe o profeta?’Â, 2.ª edición, Hutchinson: Londres, págs. 65-73
(13) Simon Sebag Montefiore, 2008,‘Young Stalin’Â, 1.ª edición, Phoenix: Londres, págs. 349-350
(14) IbÃd., pág. 358; Sverdlov era particularmente poderoso antes de su temprana muerte según Helen Rappaport, 2009,‘Ekaterinburg: The Last Days of the Romanovs’Â, primera edición, Random House: Londres, págs. 104-105
(15) Orlando Figes, 1997,‘A People’s Tragedy: The Russian Revolution 1891-1924’Â, 1.ª edición, Random House: Nueva York, p. 696
(16) Erich Haberer, 2004,‘Los judÃos y la revolución en la Rusia del siglo XIX’Â, segunda edición, Cambridge University Press: Nueva York, p. xi
(17) Sutton, op. Cit., pág. 107
(18) www.buffalonews.com/spotlight/article628584.ece
(19) Un gran número de historias orales en inglés transcritas de este perÃodo de la historia rusa se conservan en el Centro de Historia Oral de la biblioteca Bancroft de la Universidad de California y están accesibles al público en general mediante solicitud y cita previa.
(20) Algunos ejemplos son Carl Ackerman, 1919,‘Trailing the Bolsheviki: Twelve Thousand Miles with the Allies in Siberia’Â, 1.ª edición, Charles Scribner’s Sons: New York; Vizcondesa Snowden, 1920,‘A través de la Rusia bolchevique’Â, primera edición, Cassell: Londres; William Daniel, sin fecha (prob. 1919/1920),‘Rusia: 1918: Bolchevismo en la práctica’Â, primera edición, autoeditado: Stockport y James Houghteling Jr., 1918,‘Un diario de la revolución rusa’Â, primera edición, Dodd, Mead and Company: Nueva York.
(21) Segal, op. Cit., págs. 45-46
(22) Por ejemplo, Moses Gurwitsch, Dora Wirth (Trad.), sf,‘The Autobiography of a Russian Jew’Â, 1.ª edición, autoeditado: Liverpool, págs. 86-87.
(23) Sutton, op. Cit., pág. 186
(24) Para resúmenes informativos, véase Haberer (Op. Cit.) o LindemannÂ(‘Esau’s Tears’Â, Op. Cit.).
(25) Sutton, op. Cit., pág. 189
(26) Es decir, un genio en una cosa, pero un idiota en otra, pero debido a la genialidad de su principal área de especialización se le considera un genio en otras áreas que desea comentar.
(27) Por ejemplo, Vizcondesa Snowden, op. Cit., págs. 27-28
(28) Friedrich Wichtl, 1921,‘Weltfreimaurerei, Weltrevolution, Weltrepublik’Â, octava edición, JF Lehmanns Verlag: Munich (La obra pasó por ocho ediciones en tres años y se publicó originalmente en 1919.)
(29) Sutton, op. Cit., pág. 186
(30) Sobre esto, véase Ruth Gay, 1992,‘The Jewish of Germany: A Historical Portrait’Â, 1.ª edición, Yale University Press: New Haven, págs. 240-242.
(31) Este tipo de miedo está bien caracterizado en Howard Sachar, 2002,‘Dreamland: Europeans and Jewish in the Aftermath of the Great War’Â, 1.ª edición, Vintage: New York, págs. 291-296.
(32) Frank Meyer, 1961,‘The Moulding of Communities: The Training of Christianity Cadre’Â, primera edición, Harcourt, Brace and World: Nueva York, págs. 3-6
(33) Véase, por ejemplo, RM Whitney, 1924,‘Reds in America’Â, 1.ª edición, Beckwith Press: Nueva York.
(34) David Kirby, 1998,‘The Origins of the Third International’Â, págs. 15-26 en Tim Rees, Andrew Thorpe, 1998,‘El comunismo internacional y la Internacional Comunista 1919-1943’Â, primera edición, Manchester University Press: Manchester
(35) Véase Martin Gilbert, 2007,‘Churchill and the Jewish: A Lifelong Friendship’Â, 1.ª edición, Henry Holt: Nueva York.
(36) Sachar, op. Cit., págs. 32-33
(37) John Mosier, 2001,‘El mito de la Gran Guerra: una nueva historia militar de la Primera Guerra Mundial’Â, primera edición, perfil: Londres, págs. 303-306
(38) Meri-Jane Rochelson, 1992,‘Revisión de Joseph H. Udelson: Soñador del gueto: La vida y obra de Israel Zangwill’Â, AJS Review, vol. 17, núm. 1, págs. 120-121
(39) Margaret MacMillan, 2002,‘ParÃs 1919: Seis meses que cambiaron el mundo’Â, 1.ª edición, Random House: Nueva York, p. 80
(40) No puedo encontrar ninguna referencia a esta reunión en los artÃculos publicados por el Coronel House: sin embargo, lo más probable es que haya ocurrido ya que“se lee bien”,Âcomo dicen.
(41) Por ejemplo, Donald Thompson, 1918,‘Donald Thompson in Russia’Â, 1.ª edición, The Century Co.: Nueva York, págs. 166-167.
(42) Caja/archivo de archivo del Departamento de Estado de EE. UU. 861.00/5339
(43) Sutton, op. Cit., pág. 187
(44) Sobre esto, véase Cesare de Michelis, 2004,‘The Non-Existent Manuscript: A Study of the Protocols of the Sages of Zion’Â, 1.ª edición, University of Nebraska Press: Lincoln.
(45) Sutton, op. Cit., págs. 187-188
(46) IbÃdem, p. 188
(47) Un buen ejemplo es Karl Liebknecht, quien probablemente no era judÃo, pero sin embargo tiene un posible antepasado judÃo conocido.
(48) Sutton, op. Cit., págs. 188-189
(49) IbÃdem, p. 149