Por Claire Gruié.- La CIA utilizó a ETA a través de los servicios secretos del PNV para asesinar el 20 de diciembre de 1973 a Luis Carrero Blanco, el primer presidente del gobierno (junio-diciembre 1973) nombrado por Franco. Con este asesinado (Operación Ogro), la administración Nixon:
1- eliminaba la oposición del almirante a la renegociación sobre las bases militares (estratégicas por su acceso al Mediterráneo + el uso de Torrejón para el conflicto en Oriente Medio). Además España era imprescindible como retaguardia frente a una invasión soviética de Europa.
2- aceleraba la entrada de España en la OTAN,
3- desbarataba la intención del país de desarrollar su propia bomba atómica.
El 1 de julio de 1968, casi cincuenta países habían firmado el Tratado de No Proliferación nuclear, pero España no lo hizo, siguiendo con su proyecto Islero. Esta aspiración de independencia nuclear apoyada principalmente por Carrero Blanco en colaboración con el General de Gaulle en Francia, acabó después del Golpe de Estado de Antonio Tejero en 1981. La CIA llegó a alertar de que España era el único país europeo que merecía atención como posible proliferador.
Sin Carrero, España sería una democracia contenida y diseñada desde Washington que veía con buenos ojos la elección de Juan Carlos de Borbón como nuevo rey. De hecho, es patente el vínculo entre la Masonería Borbónica Española y la americana, a través de los Caballeros de Malta (la ONG más antigua del mundo) con el fin de apadrinar al rey y conducir en control remoto la Transición. La Operación Tránsito establecía cómo tenía que actuar el nuevo Rey tras la muerte de Franco.
Por otra parte, la CIA-Mossad-PNV montaron a finales de los años 50 un eficaz tinglado del terror, esquivando durante más de cinco décadas a los aparatos del Estado de Francia y España. Es desde la Escuela de idiomas Hyperion de París (primero llamada Agora), fundada en los setenta, donde se manejaron los hilos de la estrategia de tensión en Europa, mediante organizaciones europeas terroristas (RAF, IRA, Brigate Rosse, ETA). La falsa tolerancia de Francia sobre ETA ya se había puesto en práctica respecto a la organización italiana Brigadas Rojas cuyos integrantes huían a París después de cometer atentados en Italia. Este “santuario del terrorismo” parisino, asi como el barco de radioescuchas “Justine” al lado de la Escuela, en el río Sena y una villa situada en Rouen servían de cuartel general desde donde se diseñaba la planificación de los atentados que se iban a cometer en España. El general Vernon Walters, subdirector de la CIA y hombre de confianza de Richard Nixon fue a hablar con Carrero Blanco para establecer los mecanismos de coordinación entre los servicios secretos de los dos países (SECED-CIA) mientras que el 14 de septiembre de 1972, en un hotel de Madrid, un desconocido entregaba al etarra Joseba Mikel Beñaran Ordeñana un mensaje mecanografiado sin remitente: “El almirante luis Carrero Blanco acude todos los días laborables a la misa de las 9 am en la Iglesia de los Jesuitas (calle Serrano) frente a la embajada de los Estados Unidos. Lleva muy poca protección de escolta y recorre siempre el mismo camino”. En este periodo, Joseba Iñaki Mujika Arregi (alias Ezkerra por zurdo) ascendió a la jefatura en todas las instancias de decisión militar de la ETA. La CIA reorientó a ETA para que su plan de secuestro de Carrero fuese plan de eliminación, facilitó el hallazgo casual de un lugar para el atentado y puso el explosivo necesario. Un informe de los servicios secretos españoles asegura que el potentísimo explosivo plástico utilizado fue el C4 que solo se fabricaba en Estados Unidos para el uso exclusivo de sus Fuerzas Armadas. Empero, a esta decisión de asesinato se opuso el militar Eustakio Mendizabal Benito. Un soplo a la policía permitió su cerco en la estación de Algorta donde fue acribillado. En 1973, los etarras encontraron por casualidad el sótano del 104 de la Calle Claudio Coello que alquilaron. Aquello gracias a una misteriosa llamada con una buena oferta al dueño del sótano que le convenció de poner el cartel de alquiler. Los etarras abrieron un túnel desde el sótano para colocar los explosivos debajo del asfalto. Parece que la CIA puso el explosivo definitivo C4 cuando los etarras dejaron el sótano al aplazar el atentado para cuando el secretario de Estado americano Henry Kissinger iba a visitar España.
El 19 de diciembre de 1973, Carrero Blanco se entrevistó con el despiadado judío-sionista y le explicó que España poseía yacimientos de uranio así como la tecnología francesa de la central de Vandellós para conseguir plutonio. Camuflado en la delegación de Kissinger vino también el jefe de Operaciones de la CIA: William E. Nelson. Tras la entrevista con Carrero, Kissinger se reunió con él en su embajada y suspendió su visita a Madrid de forma abrupta e inesperada. Un telegrama de Langley (sede de la CIA) le urgió a salir del país. Nelson (que sólo plantaba sus suelas en tal o cual país si había por medio una operación de cirugía delicada que él quisiera dirigir sobre el terreno) se quedó en Madrid. El 20 de diciembre de 1973, el coche de Carrero Blanco voló como consecuencia del efecto chimenea: una tremenda explosión vertical sin dispersiones.
El sucesor de Carrero fue precisamente el ministro del Interior Carlos Arias Navarro, y como tal, jefe de las fuerzas policiales: es decir el mismo que estaba encargado de velar por la seguridad de su jefe, cometido en el que fracasó estrepitosamente. El CECED estuvo durante más de 15 meses colaborando estrechamente en complicidad con la CIA para llevar a cabo este triste magnicidio, protegiendo a los terroristas.