Hace un par de semanas, Eric Utter, colaborador de American Thinker , señaló queexiste un estudio en el Reino Unido que afirma que la respiración humana está contribuyendo al calentamiento global.
Esta historia ha estado circulando entre los sitios web conservadores, por lo que llamo su atención sobre una versión profética de hace cincuenta años.
A finales de los años 70 (cuando todavía tenía 20 años), impartí un curso sobre política energética y ambiental en la Universidad Metro State en St. Paul, Minnesota. Si bien yo era “James Watt” allí, incluso antes de que existiera un James Watt, y se lo dejé claro a mis alumnos, también dejé claro que no estaba siguiendo la línea de nadie.
El tema del curso fue “En la política medioambiental, como en cualquier otro lugar, nunca hay nada gratis”. El objetivo era lograr que mis alumnos comprendieran las compensaciones implicadas en tales decisiones políticas. Por ejemplo, si uno estaba en contra de la energía nuclear, tenía que reconocer el costo de las alternativas o de prescindir de ella.
No lo asigné como lectura obligatoria, pero sí recomendé la novela de D. Keith Mano de 1973,The Bridge , la historia de un mundo en el que el entorno obtiene una hegemonía total. La comida tal como la conocemos está prohibida y, en cambio, los humanos viven de una “dieta electrónica” inorgánica. Finalmente, los que están en el poder concluyen que respirar provoca la muerte de microorganismos transportados por el aire cuyo derecho a la supervivencia es seguramente al menos tan legítimo como el nuestro, por lo que todo el mundo tiene que suicidarse. Un hombre, Dominick Priest, se resiste. Él y su engendro finalmente repoblan la tierra, y el epílogo tiene lugar seiscientos años después, cuando la religión predominante se basa en él como el salvador de la humanidad.
Lamento que D. Keith Mano no viviera para ver su sátira terriblemente real. El WEF ha pedido explícitamente que la población humana se reduzca a no más de 500 millones, y hasta ahora están haciendo un buen trabajo en eso, con ataques a la producción de alimentos, pestilencias exóticas, fentanilo, abortos, feminismo y transexualismo. y guerra sin fin.
Para mí, ésta es la cuestión política más urgente de nuestro tiempo. Ojalá estuviera en la pantalla del radar del Partido Republicano, pero el Partido Estúpido sigue desperdiciando sus posibilidades.