El problema de la derecha chilenaO el problema de la derecha chilena
El liberalismo y el libertarismo constituyen dos corrientes esencialmente opuestas en el plano dialéctico y práctico de las derechas. Sin embargo hoy se suelen confundir los términos dada la confluencia entre líderes i-liberales con influencers neo-liberales dentro de las mismas facciones políticas y grupos de acción de propaganda, esto ocurre con mayor frecuencia en Chile, producto de la confusión discursiva en el ambiente político y social junto a la proliferación atrasada del ideal libertario que murió en los noventas con él agotamiento de la política neoconservadora de Washington, cambio que fue comprendido en gran parte del mundo, excepto en Chile.
La conjunción liberal-conservadora es contradictoria en su teoría y práctica, por el hecho de que lo liberal y lo conservador siguen un desarrollo y desenlace propio, cuyos principios delimitados entre sí, terminan más temprano que tarde en confrontación. Dicha contradicción fue resuelta progresivamente por medio de un proceso dialéctico en la reacomodación de la guerra de capitales, entre industriales y especuladores, que exteriorizan culturalmente su pugna en la forma mediática de «conservadores contra progresistas», lo que otros llaman «globalismo contra patriotismo». Esto dio paso al nacimiento político del iliberalismo tanto en Asía, Europa y Norte América, como intento de los capitales por mantener su posición tradicional fuera de los dictados del Foro Económico Mundial a la vez que se constituyen como una reacción a la imposición globalitaria del progresismo que subyace presente tanto en el Mercado como en el Estado. Mientras Eurasia vive su propia transformación estructural de la política y las relaciones internacionales, Occidente se desarrolla bajo una guerra entre grandes capitales y escuelas de pensamiento: Thinktanks y ONGs manejadas por Atlas Network y Blackrock se encuentran tanto en las nuevas derechas como en las nuevas izquierdas, proyectando intereses tanto en el Foro Madrid como en el Foro Sao Paulo, mientras se desata una lucha a nivel de partidos y movimientos sociales. Sin embargo esto no ha evitado que se instale el i-liberalismo como idea política y opción seria a la hora de gobernar.
¿Qué es el i-liberalismo a grandes rasgos?
«El i-liberalismo» corrige los embates del «liberalismo en crisis», ya sea en lo político (carencia de autoridad), en lo económico (capitalismo tardío) y en lo social (subversión de los valores). Este i-liberalismo no necesariamente es antiliberal ya que mantiene su orden pero lo optimiza, pero tampoco es un nuevo liberalismo, ya que es escéptico de sus principios y desconfía de sus resultados. El iliberalismo no es una ideología, sino una impronta, un nuevo estilo político, una reacción a la reacción de las últimas décadas: adhiere a la democracia de elecciones abiertas pero a su manera, a un mercado libre pero regulado y con fortalecimiento de la industria nacional, levantando banderas respecto a la mejora de pensiones, salud y educación, más allá de la fórmula (estado o mercado) busca la solución. Se mantiene así en un movimiento central del péndulo dentro de un populismo no demagógico, pragmático y antiburocrático, que exalta la idea de lo nacional dentro de una globalización integrada.
La expresión i-liberal de la nueva política, nace de la convulsión global que adjunta varios factores; desgaste de la democracia tradicional, desestabilidad de la geopolítica unipolar, nacimiento de los BRICS, rebelión de valores, reacciones a la contracultura, guerra tecnológica, aumento de nuevos intereses y economías digitales, etc. Esto hace que la manifestación i-liberal tome distintos estilos según cada realidad: En Occidente comienzan a dominar las derechas i-liberales y corporativas, mientras que en Oriente los socialismos nacionales de mercado han tomado su lugar. Son también los nacionalismos árabes graduaciones de niveles i-liberales en formación. Aún así cabe preguntarse: ¿Es el iliberalismo un liberalismo autoritario? No necesariamente, porque esto supondría que Javier Milei (gobernante ultraliberal con cualidades de déspota) cayera en la categoría de i-liberal, lo cual es un absurdo con solo pensarlo, más aún teniendo en cuenta el impulso apátrida de este mandatario rastrero de las potencias internacionales y del capital extranjero.
También se suele caer en la percepción de que es iliberal un gobierno tradicional de izquierda solo por el hecho de que la izquierda comunista es contraria a la democracia liberal y al liberalismo económico. Pero esto constituye otro error de interpretación basado en un análisis político superficial, centrado en la forma de régimen y no en el fondo de sus resultados prácticos, apuntando absurdamente a cualquier gobierno o régimen de carácter antiliberal como i-liberal. Ponemos el ejemplo de los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela, los que representan precisamente la reversión de los principios que busca el i-liberalismo. Dichas dictaduras se sostienen por el parasitismo burocrático y fiscal, manteniendo a sus pueblos en la tiranía que los empujan al éxodo, alterando la convivencia sana de todo el continente. «No porque un gobierno sea antiliberal es i-liberal». Esta aclaración es importante dado que no faltan los que en Chile se tildan de «soberanistas» antineoliberales», que por llevarle la contraria a USA se entregan fácilmente a la Geopolítica Rusa-China en el Caribe y el Cono Sur, es decir; son soberanismos de utilería, usados como muralla fronteriza por los enemigos extracontinentales del imperialismo yanqui.
La derecha chilena encerrada por no adoptar el i-liberalismo en ascenso
El gran error de la supuesta nueva derecha en Chile es no reconocer los agotamientos y contradicciones reales en el ciclo histórico de las democracias liberales y del modelo económico liberal. Las nuevas derechas europeas y la elección de Donald Trump encarnan la renovación doctrinal de la política conservadora y capitalista; Pues escépticos del ingrediente liberal -ya sea en lo político o económico que conciben como un puente para el continuismo socialdemócrata y progresista, se han lanzado en una lucha contracultural y estructural al liberalismo reinante hasta hoy. ¿Será este el fin de la Era Liberal estadounidense renovada por la Era Posliberal del imperio del Norte? ¿O solo se trata de un reacomodo estratégico entre las viejas élites y las nuevas estructuras tecnofeudales del neocapitalismo? Solo el tiempo nos dará una respuesta, tiempo que Chile no debe perder para conformar su polo de fuerza común en el resto del continente. Recientemente el Vicepresidente de los Estados Unidos JD Vance ha hecho una declaración explícita de su posición política en una nueva Era I-liberal, dejando atrás al liberalismo conservador, adoptando así un i-liberalismo que en nada lo separa en la comprensión ideológica de un Alexander Dugin.
Hoy no son pocos los politólogos y analistas internacionales -especialmente de la Altright- que hablan de una Nueva Era PostLiberal en construcción presente, extrañamente en Chile, los que por lógica natural deberían replicar cambio dicho en el marco discursivo e ideológico continúan embarcados en sostenerse a un barco que ya se hundió, del que solo quedan ruinas y cadáveres. Es la vieja derecha setentera quien en Chile se renombra a si misma como “Nueva Derecha”, instrumento desesperado de la oligarquía financiera, que solo se sostiene por el capitalismo rentista, extractivista y de compra y reventa, negándose al reemplazo de época iniciada por las nuevas derechas de Estados Unidos y Europa y sus élites económicas dirigentes. Podemos observar este cambio de timón o transición liberal-postliberal en las figuras de Giorgia Meloni partidaria de un sistema de pensiones de reparto, Marine Le Pen y sus propuestas de regulación de mercado, así como Donald Trump con sus variados mecanismos para reconstruir la identidad norteamericana estableciendo al inglés como idioma oficial, más la nacionalidad por sangre y suelo y la economía autárquica, dan cuenta de que el mundo político real en oposición al globalismo no solo reconoce la subversión cultural de la “academia” sino que reconocen también al «globalismo económico» como el otro brazo de la subversión, no menos importante, retomando el papel activo del Estado en diferentes materias. De esta forma la verdadera nueva derecha se sacude de la Era neoliberal conservadora de Reagan, Thatcher y Bush, agotada por sus propias contradicciones y excursiones de “libertad” en el medio oriente.
Despolitizar a la sociedad y desestatizar la economía, así como cambiar la calidad por la eficiencia de los procesos es algo que finalizó dentro de las nuevas élites contrarrevolucionarias a la revolución globalista y que están moldeando a la derecha occidental, que ve su origen no en la síntesis liberal-conservadora, inspirada en el anglosajonismo y el empirismo inglés, ni de la escuela austriaca o de Chicago, sino que retorna a paso firme hacia el Mito y la Tradición de Occidente. Verdadero.
En Chile, la derecha opositora al oficialismo (en apariencia) parece no ver nada de esto pues se mueve únicamente en el interruptor: libertarismo/comunismo, tal como si estuviéramos en plena guerra fría. El ideólogo liberal, dogmático e histérico carece de toda percepción real del mundo y de los acontecimientos, dominado por la abstracción surrealista de los principios de mercado y del orden espontáneo, pero como dice el dicho se hace difícil “pedirle peras al olmo”. Los pseudo-intelectuales de la falsa nueva derecha chilena (falsa porque no cambia ni corrige nada de la anterior síntesis de Guzmán) se hayan solos y sin referentes en la política mundial, esto hace que dichos aspirantes a políticos e intelectuales de poca monta se pleguen a grupos o movimientos de carácter patriotas y nacionalistas con intenciones de desviar o hacer retroceder sus impulsos renovadores hacia un ciclo que ya finalizó. La única explicación lógica que cabe es que son retardados mentales, dada su proliferación en el sectarismo ideológico de antaño. Que sin capacitad para trascender al plano intelectual, se ubica en los laberintos de la razón y sus abstracciones cuantitativas, las que hicieron de la técnica un artefacto sin espíritu, del capital un recurso de lucro, de Chile un paraíso de buitres saqueadores. Hay que también mencionar que el liberalconservador no es un conservador de la tradición (como la revolución conservadora alemana), sino, que conserva el «status quo» de la Fronda oligárquica; no conserva al ecosistema natural ni el patrimonio histórico, el que entrega fácilmente a las dinámicas de un mercado sin conciencia, mucho menos considera al chileno como parte del organismo nacional, es pro-inmigrantes incluso si estos vienen en millones “mientras vengan a trabajar y paguen sus impuestos” afirman. Porque su único Dios es la libertad de circulación de personas y capitales. Pero muy bien que sabe disfrazarse de patriota para mantenerse vigente dentro de la reacción popular. El neo-derechista se hace llamar “soberanista” (¡Sí! Igual que los Nazbols!) para atraer al Pueblo Nacionalista, que profesa ese sentimiento que ellos tanto odian y que combaten en secreto.
Tanto los liberales de derecha como los libertarios no cuentan con referentes activos en la política mundial (aparte de Milei) es por esto que se adjudican militancia en movimientos de ímpetu nacionalistas que van en auge, alineándose con proteccionistas como Trump, Orban y Meloni, que más responden a la nueva política i-liberal que se manifiesta en el mundo a través de distintas expresiones gubernamentales a que a las llamadas “ideas de la libertad”.
La infiltración y demagogia de los liberales dentro de iniciativas patriotas no es la única razón de la preferencia reflejada en encuestas por José Antonio Kast y Johannes Kaiser, sino también esta tendencia se consolida porque Suramérica vive en un tiempo propio, separado de los acontecimientos de Norteamérica y Europa. La experiencia socialista del triángulo CubaVenezuela-Nicaragua hace que el péndulo de la preferencia se incline hoy en la derecha liberal (de centro o conservadora) y se vea a esta como la “salvadora” del estatismo latinoamericano. Se trata pues de un error de comprensión dado por dos realidades superpuestas que los chilenos no delimitan a nivel consciente: la derecha liberal antiglobalista y la derecha libertaria latina que abraza el globalismo económico, dos contradicciones en si mismas.
La moda liberal y libertaria de influencers y centros de estudios le están haciendo un daño al diagnóstico y solución del país, porque solo debaten sobre una arista del problema: impuestos/menos impuestos o estado versus mercado, debate discursivo por lo demás muy pobre que deja oculta o desestima las verdaderas causas de la eterna crisis chilena.
Hoy el equilibrio del mundo va hacia los capitalismos corporativos o nacionalistas de colaboración estatal privada pero el contexto interamericano de las izquierdas empobrecedoras que abusan desde el Estado ha generado en Chile una percepción de escepticismo hacia la conducción del Estado, sin considerar que esto se debe únicamente a la gestión de la izquierda en el poder, más no del Estado dirigido por una clase dirigente virtuosa, como ocurrió en el siglo XIX chileno y bajo la última Junta Militar de Gobierno. Realidad comprobable en los países industriales desarrollados tanto de Asia como de Europa, retorno del Estado-Nación al que se suma ahora USA. La solución integral es que Chile comprende el panorama global y continental en que yace inmerso junto al rol histórico que le compite; Estos tres ingredientes son faro para nuestros próximos pasos.
El ejemplo que hemos dado de dicha revolución (o reacomodación) conservadora y de capitales, nos sirve para ilustrar los cambios políticos que están ocurriendo hoy en el mundo, un mundo que reacciona al progresismo unipolar o liberalismo contemporáneo. Sin embargo, independiente del curso ideológico y geopolítico que se manifiesta en el planeta, Chile debe seguir por un camino propio, libre de las inconsistencias de aquellos que en suelo nacional se adjudican la oposición al sistema, siendo que pertenecen a la misma casta ideológica-partidistaeconómica que es parte del sistema. Y que aún muestran retazos de ser guardianes de un modelo que ha caducado en el mundo entero. Absurdo sería también rendirse ante el nuevo orden de los vencedores de la 2GM (EEUU/BRICS) pero debemos observar con sabiduría los cambios y las intenciones, haciéndonos parte de las transformaciones verdaderamente revolucionarias y midiendo las relaciones convenientes, sin dejar de lado nuestro ímpetu para generar poder político acompañado de un renacer nacional-comunitario para así volver a colocarnos como la estrella guía del continente, centro espiritual del mundo que se avecina.