Presentación del tema

En este trabajo se intenta establecer una relación entre la antropología filosófica de Arnold Gehlen y la filosofía de Nietzsche. A la luz de la misma es posible interpretar el pensamiento nietzscheano desde un punto de vista antropo-ontológico. La metodología a seguir en este artículo consistirá en poner de manifiesto las similitudes entre Nietzsche y Gehlen al mismo tiempo que la importancia que tienen las consideraciones antropológicas dentro del conjunto de la obra nietzscheana.

En primer lugar hay que decir que fue el propio Gehlen el primero en señalar a Nietzsche como uno de los antecedentes de su concepción antropológica, como así también la posibilidad de interpretar las categorías fundamentales del pensamiento nietzscheano desde la concepción deficitaria del hombre (en adelante CDH), como lo prueba el siguiente párrafo:
… en el mero ¨existir¨ podría estar realizándose una tarea de una importancia infinita y cuyo mandamiento (esencialmente incognoscible porque nosotros somos ese mandamiento) sólo podría aludirse simbólicamente). La idea nietzscheana del eterno retorno (que no ha sido nunca rectamente entendida), del eterno retorno, de la voluntad de poder, encuentran aquí su ubicación.
Tomadas al pie de la letra tienen escaso sentido y son sólo apéndices de la filosofía de Schopenhauer y del darwinismo. Para él eran símbolos que caracterizaban de algún modo un ¨plus de vida¨ y querían determinar más concretamente esa obligación indeterminada. No cabe duda de que Gehlen propone una peculiar manera de leer a Nietzsche. En este trabajo se intentará demostrar la existencia de un núcleo básico de coincidencias entre ambos autores, aunque se evitará hacer un análisis minucioso del pensamiento de Gehlen por entender que el mismo excede las posibilidades de un trabajo de esta extensión. La tarea consistirá en mostrar la conexión existente entre algunos puntos fundamentales de los pensamientos de uno y otro.

1 – La primacía de la praxis

En El hombre encontramos una antropología filosófica pura, una concepción de la esencia del hombre cuyos conceptos son muy específicos y solamente aplicables a su objeto de estudio. El punto de partida de esta concepción es la tesis nietzscheana de que el hombre es ¨el animal no fijado¨. Gehlen dice que la misma significa dos cosas: por un lado que no hay ninguna explicación de que sea el hombre y por otro lado que el ser humano está inacabado, que no está establecido con firmeza.

Gehlen nos presenta al ser humano como un ser práxico, es decir como un ser que actúa, trata, comercia, y que, por sobre todas las cosas, debe dar una interpretación de sí mismo. Gehlen presenta al hombre como un proyecto único de la naturaleza que contradice la tendencia general de la evolución, la cual va en el sentido de una creciente especialización, es decir de adaptar a los organismos a un medio ambiente concreto. Los animales son especializados en el sentido de que se adaptaron y desarrollaron en el medio que les es propio, ya que poseen los órganos apropiados para sobrevivir en él. El hombre, en tanto, está formado de una serie de no – especializaciones que desde el punto de vista biológico constituyen ¨primitivismos¨.
Gehlen entiende que si bien la CDH fue intuida, e incluso desarrollada por muchos autores, ninguno fue capaz de captar el verdadero alcance de la misma. Esto se debe a que no fue visto el principio de la descarga (Entlastung), el cual consiste en la capacidad típica del hombre de transformar sus carencias características en oportunidades de prolongación de la vida. El pensamiento básico de El hombre es el siguiente: “…las carencias de la constitución humana (carencias que representan un enorme gravamen de su capacidad de vivir bajo condiciones por así decirlo animales) son transformadas por el hombre, por sí mismo y con la acción en medios de su existencia, conjugándose así en último término el destino del hombre a la acción y su incomparable ubicación especial.”

Todas las funciones de la vida humana, como por ejemplo el lenguaje, la fantasía, las pulsiones, etcétera, son para Gehlen manifestaciones de esta condición fundamental del ser humano: la de ser una tarea para sí mismo. Esto deja sentada definitivamente la primacía de la praxis vital sobre toda forma de conocimiento al tiempo que evita el recurso a categorías metafísicas para explicar la existencia humana, como por ejemplo las que ven la diferencia entre el hombre y el animal en el espíritu. Ya en lo que respecta a este punto es posible advertir una significativa coincidencia entre Nietzsche y Gehlen, debido a que también en Nietzsche encontramos un permanente esfuerzo por presentar todas las categorías del conocimiento (incluso aquellas que aparecen como más abstractas) como un resultado de la particular organización vital del ser humano. Al respecto resulta significativa su afirmación de que: …no existe en absoluto un mundo verdadero, por consiguiente hay una apariencia perspectivística cuyo origen se halla en nosotros (en la medida en que tenemos necesidad de un mundo más estrecho, simplificado, continuo). Nietzsche considera que el conocimiento sólo es posible como voluntad de ilusión, como voluntad de poder, ya que el conocimiento es imposible en el devenir debido a la naturaleza caótica, informulable, contradictoria de éste.

El conocimiento es visto por Nietzsche como un producto de la humana necesidad, si nos atenemos a su afirmación de que:

.. . esa necesidad de formar conceptos, especies, formas, fines, leyes – ¨ un mundo de casos idénticos – no se debe comprender en el sentido de que nosotros seríamos capaces de fijar un mundo verdadero; sino en tanto necesidad de preparar un mundo donde nuestra existencia sea posible, nosotros creamos de este modo un mundo calculable , simplificado, comprensible.

Para Nietzsche las categorías de sujeto, objeto, sustancia, espíritu, etcétera, son ficciones lógicas resultantes de las condiciones de existencia del ser humano. En este punto ya resulta posible ver una marcada afinidad ente su pensamiento y el de Gehlen, ya que en ambos encontramos un perspectivismo antropocéntrico que pone de manifiesto constantemente la relación existente entre la praxis que caracteriza la existencia humana y las categorías mediante las cuales el hombre interpreta su existencia. También encontramos en ambos una preocupación por poner de manifiesto la relación existente entre los fenómenos corporales y las manifestaciones espirituales de la existencia humana; pero ya en este punto se puede advertir una diferencia entre ambos, ya que mientras en Nietzsche el cuerpo es visto como lo fundamental, en Gehlen encontramos una ley estructural que está a la base de todos los actos que el ser humano realiza, ya sean estos físicos o psíquicos.

2 – Una revisión del concepto nietzscheano del cuerpo desde la perspectiva de la CDH

Nietzsche considera esencial tomar al cuerpo como punto de partida de todos los análisis y considerarlo como hilo conductor. El es el fenómeno más rico, y el que permite el más claro examen. Esto no significa que haya en Nietzsche un inmediatismo, una adhesión inmediata a los sentidos y al cuerpo, como muchos han pensado, sino que el cuerpo, en tanto constituye el asiento de la voluntad de poder, resulta ser el hilo conductor que le permite a Nietzsche llevar a cabo su ¨filosofía del martillo¨, su tarea deconstructiva de los cimientos sobre los cuales se apoyaban la ética y la filosofía de Occidente, como por ejemplo la tesis sobre la autonomía del espíritu. Esta tesis no sólo le parece equívoca, sino también perniciosa para la vida. En un aforismo de Aurora que lleva por título justamente ” el prejuicio del espíritu puro ” nos advierte que dondequiera que ha reinado la doctrina de la ¨espiritualidad pura¨, ha destruido, por sus excesos, la fuerza nerviosa, producía almas sombrías, rígidas y oprimidas, que además creían conocer la causa de este sentimiento de miseria y esperaban poder suprimir esta causa: ¨Es preciso que se encuentre en el cuerpo¨ ! está todavía muy floreciente , así pensaban ! , mientras que en realidad el cuerpo, por sus dolores, no cesaba de elevarse contra el continuo desprecio que se le demostraba …su sistema alcanzaba su apogeo cuando consideraban al éxtasis como punto culminante de la vida y como piedra de toque para condenar todo lo terreno.

El mismo pensamiento aparece expresado en el conocido aforismo de Así hablo Zaratustra que lleva por título ¨de los despreciadores del cuerpo¨. En el mismo Nietzsche manifiesta que el cuerpo es la gran razón, al servicio de la cual trabaja la pequeña razón, a la cual los despreciadores del cuerpo llaman ¨espíritu ¨.

Nietzsche considera que el cuerpo tiene sus propias valoraciones, las cuales no sólo anteceden a las valoraciones concientes sino que también las determinan. Las valoraciones surgen de nuestras condiciones de existencia o de la creencia que tenemos en ellas, en caso de que cualquiera de estas dos cosas se modifique, nuestras valoraciones también habrán de hacerlo, por lo tanto, las valoraciones no son exclusivas del ser humano, sino que la capacidad de escoger lo más importante, lo más útil o lo más urgente está presente en todos los seres vivos es más el hecho mismo de estar vivo ya implica la necesidad de valorar.
La prioridad del cuerpo sobre el espíritu resulta en Nietzsche tan marcada que en Más allá del bien y del mal emplea imágenes corporales para referirse al cuerpo, cuando dice que “a lo que más se parece el espíritu es a un estómago”. Resulta indudable que Nietzsche, al tiempo que le niega a la conciencia, la razón y el espíritu toda existencia autónoma, proporciona una nueva imagen del cuerpo, el cual aparece como lo determinante, como el lugar originario de la experiencia humana. Esta nueva imagen del cuerpo con la cual el filósofo se maneja , le permite desarrollar una tarea crítica que constituye una verdadera fisiología del conocimiento, en tanto se trata de poner de manifiesto los instintos e impulsos fundamentales que subyacen a todas las actividades concientes y a todas las construcciones teóricas. Esta fisiología del conocimiento aparece ya en El origen de la tragedia y se mantiene como una constante presencia durante todas las etapas de su pensamiento, hasta alcanzar su máxima expresión en los fragmentos póstumos.

Es necesario aclarar que esta fisiología del conocimiento no representa en modo alguno una adhesión de Nietzsche al paradigma mecanicista. Nietzsche no pretende explicar la actividad de la conciencia valiéndose del principio de causalidad, sino enfocándola desde una perspectiva vitalista que ve al mundo como un conjunto de centros de fuerza y resistencia en permanente lucha entre sí. Acaso el ejemplo más concluyente de lo que esta fisiología del conocimiento representa lo constituya el siguiente aforismo:

… la distinción y transferencia lógicas como criterio de la verdad (¨verdadero es aquello que es percibido clara y distintamente¨ – Descartes): con ello se hace deseable y verosímil la hipótesis mecanicista del mundo […¿de dónde se sabe que la verdadera conformación de las cosas está en conformidad con nuestro intelecto?. ¿No será distinto? que la hipótesis que le da mayormente la sensación de poder y seguridad es preferida, apreciada y consecuentemente designada como verdadera por él? – El intelecto coloca su poder y capacidad más libre y más fuerte como criterio de lo más valioso, por tanto de lo verdadero […los grados máximos en el desempeño despiertan, con referencia al objeto, la creencia en su realidad, la sensación de fuerza, de lucha, de resistencia, persuade de que hay algo a lo que se le ofrece resistencia.

Es preciso señalar una coincidencia fundamental entre Nietzsche y Gehlen: ambos piensan que el instinto más básico; el que está a la base de todo hacer y querer es, justamente por serlo, el menos reconocido, pues en la práctica acogemos siempre su mandato. Esta coincidencia fundamental no debe hacernos perder de vista, no obstante, una diferencia no menos importante: Nietzsche lleva a cabo una inversión del punto de vista dominante en la filosofía occidental, el cual veía en las ideas, el pensamiento, o el espíritu, a lo más propio del ser humano; Gehlen, en tanto, abre una nueva perspectiva que muestra la conexión existente entre la interioridad y la exterioridad del ser humano, sin concederle la prioridad a ninguno de los términos de la relación. Podemos ver en el pensamiento de Nietzsche un anticipo de la antropología de Gehlen, pero no podemos perder de vista que Gehlen, a diferencia de Nietzsche, no reacciona contra una tradición filosófica, sino que inaugura una nueva forma de pensar, capaz de arrojar luz sobre todos los aspectos de la existencia del hombre sin darle prioridad a ninguno de ellos.

3 – La experiencia de lo dionisíaco como manifestación de la condición humana

Hasta ahora se han señalado una serie de puntos de contacto bastante notorios entre los pensamientos de Nietzsche y Gehlen; pero es posible señalar coincidencias mucho más significativas entre ambos autores. Un buen punto de partida para esta tarea puede hallarse en el intento de interpretar desde la CDH la problemática de lo dionisíaco en Nietzsche. La tesis que habrá de defenderse es la siguiente: la ambigua situación existencial caracterizada al mismo tiempo por el desgarramiento y la exuberancia que la figura de Dioniso representa guarda muchos puntos de contacto con la condición humana, tal como ésta fuera interpretada por Arnold Gehlen. Ya en El origen de la tragedia, lo dionisíaco puede ser entendido como un concepto con el cual se alude a una actitud fundamentalmente afirmativa ante la existencia. Esta actitud se contrapone a la actitud reactiva que caracteriza que eriza al ideal ascético Lo dionisíaco viene así a oponerse no sólo a las religiones reactivas que niegan la afirmación de la vida sino también a la ciencia moderna que, en la opinión de Nietzsche, tiene en el pensamiento de Sócrates su primera manifestación.

El pesimismo de los fuertes que encontramos en El origen de la tragedia representa un decir sí a la vida teniendo plena conciencia de los aspectos más terribles y dolorosos de ésta. Esta actitud que encontramos en Nietzsche es, en sus rasgos esenciales, bastante semejante a la que Gehlen expresa por medio de la categoría de “obligación indeterminada”, la misma expresa la necesidad de afirmar la vida en toda circunstancia, recurriendo para ello a los medios que se consideren necesarios, los cuales no están determinados de antemano, sino que dependen de la interpretación que dé el hombre de su propia vida. La misma conjunción de carencias y superávit pulsional que observa Gehlen en el ser humano es expresada por Nietzsche con su tematización de lo dionisíaco; la desnudez propia de Dioniso se corresponde plenamente con la indeterminación esencial de la vida humana; y en las diversas epifanías del Dios puede encontrarse un símbolo de la plasticidad característica de la vida humana.

También resulta importante tener en cuenta la observación nietzscheana de que Dioniso siente una gran afinidad por los seres humanos; ya que así como éste Dios representa en el orden de lo divino una forma de vida sumamente particular; el hombre representa una forma de vida atípica, un proyecto único de la naturaleza, esa es la razón fundamental de la afinidad existente entre los hombres y este Dios. Pero a esta razón hay que sumarle otra, no menos importante que la anterior: “Dioniso es el Dios del inacabado nacimiento”, según la expresión de María Zambrano, y en esto también es posible señalar una coincidencia con la CDH de Gehlen, ya que este autor toma como punto de partida de su antropología, la idea de que el hombre es un ser inacabado que constituye una tarea para sí mismo.

Profundizando un poco más en el análisis es posible encontrar coincidencias aún más sutiles entre Nietzsche y Gehlen; así, por ejemplo, el hecho de que el autor de El origen de la tragedia se planteara en dicho libro una cuestión que también va a ser tematizada por Gehlen en El hombre: la relativa a la determinación del significado que adquiere la moral desde el punto de vista de la vida. Nietzsche advirtió la existencia de un concepto propiamente griego de la moral, el cual se opone a la moral predominante en Occidente, la cual ve al acto malo como una consecuencia de la mala voluntad pero no logró, ni en El origen de la tragedia, ni en ninguna de sus obras posteriores, dar una explicación satisfactoria del modo en el cual se relaciona la moral con el conjunto de las relaciones humanas, en virtud de que le faltaba, precisamente, una categoría como la ley de la descarga de Gehlen, una categoría capaz de atravesar todas las operaciones humanas. En la obra de Gehlen, en cambio, si podemos ver una respuesta convincente a ésta cuestión, la cual puede hallarse, por citar sólo dos ejemplos, en las páginas 75 – 76 de El hombre, y en el capítulo 9 de Moral und Hypermoral.

El propio Nietzsche deja abierta la posibilidad de interpretar la religión dionisíaca desde el punto de vista antropológico, cuando en Más allá del bien y del mal menciona la simpatía que Dioniso tiene por los seres humanos, al mismo tiempo que la posibilidad de que los dioses tomen a los hombres como medida, en virtud de que ¨ nosotros los hombres somos más humanos ¨.

Si aceptamos la posibilidad de interpretar lo dionisíaco desde el punto de vista antropológico, podemos pensar también que la antropología de Gehlen es la más adecuada a este propósito, en virtud de las ya señaladas coincidencias entre Nietzsche y Gehlen, y de otro hecho cuya importancia no puede subestimarse: el hecho de que ambos tuvieran en el pensamiento de Herder un poderoso motivo de inspiración.

4 – La filosofía de Nietzsche como una metafísica antropo-ontológica.

Las críticas que Nietzsche les formula las nociones que han dominado la historia de la ética y la metafísica occidentales se comprenden mejor si se tiene en cuenta que en Nietzsche encontramos una crítica demoledora a la noción apofántica de verdad. No hay, dice el filósofo ¨…espíritu, ni razón, ni pensamiento, ni conciencia, ni alma, ni voluntad, ni verdad, todo son ficciones inservibles. No se trata de ¨sujeto ¨y ¨objeto¨, sino de una determinada especie animal que solamente prospera bajo una cierta exactitud relativa y , sobre todo, regularidad de sus percepciones (de modo tal que pueda capitalizar la experiencia)

El intelecto no tiene, en la opinión de Nietzsche, otro valor que no sea el meramente antropológico, por eso nos recuerda: “cuan lamentable sombrío y efímero, sin fines y abstractamente, se encuentra el intelecto dentro de la naturaleza. Hubo eternidades durante las cuales no existió, cuando desaparezca, nada se habrá perdido, pues nuestro intelecto no tiene misión ulterior fuera de la vida humana, es puramente humano, y sólo su poseedor y generador le toma patéticamente como si fuera el eje del mundo.”

Nietzsche manifiesta que a la base de todos los conceptos, leyes, especies, formas y fines con los cuales nos manejamos está nuestra necesidad de preparar un mundo en el cual nuestra existencia resulte posible. No existe una distinción entre un mundo verdadero y uno aparente sino una distinción entre el mundo fenomenal y el mundo informe e informulable del caos de las sensaciones. El mundo de los fenómenos es el resultado de la interpretación que el hombre hace del devenir valiéndose de las categorías de la lógica y la metafísica, las cuales son el producto de sus necesidades vitales. Esta circunstancia hace posible pensar que en Nietzsche encontramos una continuación de la metafísica de la finitud que tuviera su punto de partida en Kant. En efecto, también para Nietzsche va a ser imposible un conocimiento que no esté mediatizado por nuestras categorías. Lo novedoso del aporte nietzscheano es la idea de que también el sujeto es una ficción resultante de las condiciones de existencia del ser humano y no una estructura a priori que constituya una condición de posibilidad de la experiencia, como ocurría en el caso de Kant.

El mundo es interpretado por Nietzsche como un conjunto de centros de fuerza y resistencia, como un conjunto de quanta de poder, y el conocimiento es un producto más de la interacción (acción y reacción) entre esos centros de poder. Las condiciones vitales en las que cada ser vivo se desenvuelve, determinan el tipo de conocimiento que éste va a experimentar. El hombre también forma parte de esos quanta de poder, y por lo tanto, es un ser perspectivístico; pero, lamentablemente, pretende conferir a su propio punto de vista el carácter de la objetividad. La confusión se ha producido porque:

En vez de ver en la lógica y en las categorías de la razón, medios para el arreglo del mundo con fines de utilidad (¨por principio¨ pues para un falseamiento útil) se creyó tener en ellas el criterio de la verdad, o bien de la realidad. El “criterio de la verdad” ha sido, de hecho, simplemente la utilidad de un tal sistema de falseamiento por principio; y dado que un género animal no conoce nada más importante que conservarse, se podría hablar aquí efectivamente de ¨verdad ¨, la ingenuidad ha consistido en tomar la idiosincrasia antropocéntrica como medida de las cosas.

De acuerdo con lo que Nietzsche expresa, la lucidez consistiría en tomar conciencia de la imposibilidad de rebasar nuestra propia perspectiva. En tal sentido, el perspectivismo del autor debería conducir necesariamente hacia el antropocentrismo. No obstante, en este punto se advierte una tensión en el pensamiento de Nietzsche, si nos atenemos a su afirmación de que:
… la voluntad de poder es lo que dirige también al mundo inorgánico, no se puede eliminar el “efecto a distancia “, algo atrae a otra cosa, algo se siente atraído, ese es el hecho fundamental La voluntad de poder, en tanto es presentada aquí como la fuerza que está a la base de todo
acontecer, resulta un concepto muy fuerte, aun cuando no tiene un significado ontológico. La ambigüedad está dada por el hecho de que Nietzsche le confiere a la voluntad de poder mucha importancia, al tiempo que niega la relación de correspondencia entre los conceptos y la realidad. La pregunta que se impone es: ¿Cual es el criterio para medir el valor de los conceptos y categorías de los cuales Nietzsche se vale?. Una posible repuesta a esta cuestión puede hallarse en las siguientes cuatro tesis:

1 – todo ser vivo es perspectivístico, esto equivale a decir que organiza su vida de acuerdo con sus propias valoraciones, las cuales están determinadas por sus necesidades biológicas y por el horizonte vital en el cual se mueve.

2 – El hombre, debido a su particular organización vital, olvida que es también un ser perspectivístico, y absolutiza su propia experiencia vital.

3 – Nietzsche, mediante un procedimiento que se abstuvo de confesar, pero que no es otro que la reflexión, logró poner al descubierto la falacia que representa tal manera de razonar.

4 – Esa aclaración de las condiciones de existencia de nuestra propia especie que lleva a cabo la conciencia crítica por medio de la reflexión, funda la posibilidad de un pensamiento de índole antropo-ontológico, original e insólito.

A lo largo de toda su obra, Nietzsche realiza una labor genealógica con la cual pone al descubierto los impulsos que constituyen la base de la religión, la ética y la metafísica. La tesis que aquí se defiende es que el producto final de esa tarea es una metafísica que tiene, como ya se anticipara, una estructura antropo-ontológica.

A fin de no caer en un reduccionismo, hay que decir que el perspectivismo, la imposibilidad de salir del plano de la interpretación y trascender el juego de las máscaras hace que en Nietzsche no haya ningún concepto transparente. Esa es la razón por la cual el hombre mismo tiene que ser visto como una interpretación. En los fragmentos póstumos el filósofo nos dice que lo que designamos con la palabra hombre es “:…. una pluralidad de fuerzas que se hallan en una jerarquía […….] el concepto ¨individuo¨ es errado. Estos seres no existen aisladamente, lo que más pesa, aquello en lo que recae el énfasis es algo cambiante, la constante producción de células, etc., deriva en un cambio constante del número de esos seres …”

El ¨hombre¨ es para Nietzsche una ficción en tanto es un concepto que se utiliza para referirse a una realidad múltiple. Para el filósofo el ser humano es un ser de contenido múltiple a través del cual se ponen en movimiento enormes fuerzas. El hecho de que la perspectiva antropológica resulte privilegiada se debe solamente al hecho de que no podemos rebasarla, en virtud de que es nuestra perspectiva; la idea que Nietzsche nos propone es que: “hay que asumir todos los movimientos, todos los ¨fenómenos¨ todas las ¨leyes¨ como síntomas de un acontecer interior y servirse hasta el final de esa analogía.”

El hombre también forma parte del juego de máscaras al cual se reduce el conocimiento en el contexto de la filosofía del como sí; ¨hombre¨ es en definitiva un concepto para referirse a una multiplicidad que, como tal resulta inexpresable por medio del lenguaje, esto equivale a decir que también la palabra hombre es una máscara. Aquí parece plantearse una aporía , en virtud de que el lugar desde el cual se juzga acerca del valor de las ficciones (el hombre) es también una ficción; pero dicha aporía desaparece si se tiene en cuenta lo siguiente: aun en el contexto de la filosofía del como sí, aun respetando la pasión nietzscheana por la simulación, es necesario tener un criterio para evaluar; y parece posible afirmar que el mismo se halla en la toma de conciencia acerca de la perspectiva desde la cual el ser humano interpreta el devenir.

Aun cuando se evite llegar a una conclusión definitiva respecto del pensamiento de Nietzsche, aun cuando se adopte el pensamiento del camino y la demora provisoria, es preciso que los conceptos se pongan en movimiento; y para ello es necesario que haya un principio que los activa. Si la obra de Nietzsche no es una sucesión de críticas y argumentos carentes de unidad, es preciso que la tarea que Nietzsche lleva a cabo con el fin de desacralizar las certidumbres más arraigadas de la metafísica y la ética se haga desde un lugar determinado. En este trabajo se afirma que dicho lugar existe, y que se halla en la perspectiva de nuestra propia especie, aun cuando la misma deba ser también sujeta a crítica, tarea que sólo puede ser llevada a cabo por medio de la reflexión.

 

Alejandro Félix Raimundo

 

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