Queridos amigos, el año pasado el equipo internacional del Foro de Chisinau, que reúne a muchos intelectuales, autores, académicos, expertos y periodistas de diferentes países que están fuertemente comprometidos en la lucha contra la tiranía mundial de una élite globalista maligna, realizó un excelente trabajo. Nuestro evento principal, que se celebró del 9 al 10 de septiembre, fue el Foro de Chisinau 2023, con el título “La Agenda 21 de la ONU y el Gran Reinicio: La caída del liberalismo a la tecnocracia y el transhumanismo”. Tuvimos 33 oradores que contribuyeron brillantemente con sus discursos a analizar y desmantelar las estrategias globalistas para destruir y subyugar a la humanidad. (Ver:https://rumble.com/user/chisinauforum ;https://odysee.com/@chisinauforum:5 )
Hemos difundido este evento a lo largo de cuatro meses, publicando regularmente, dos veces por semana, los discursos de cada participante, tanto en versión de vídeo como de texto. Además, los discursos de nuestros participantes han sido traducidos a varios idiomas ―alemán, francés, italiano, portugués, español, ruso, griego, rumano, etc.― y publicados en múltiples plataformas de medios alternativos. A medida que avanzaba esa campaña de difusión, logramos colocar los discursos en varios recursos mediáticos y distribuir masivamente los artículos y vídeos de nuestros compañeros, y concedimos múltiples entrevistas, actividades todas ellas que otorgaron especial relevancia y notable visibilidad a nuestro proyecto metapolítico promovido a través del think tank internacional Chișinău Forum.
Ahora es el momento de prepararnos para nuestro próximo encuentro internacional. El tema anunciado en el título de este memorando también podría formularse así: la guerra sin restricciones como estrategia multidimensional de una élite luciferina para dominar el mundo en todo su espectro.
El estado de guerra como realidad permanente
El asalto total del poder en la sombra, que ya venía ocurriendo desde hacía muchos años, adquirió una gran aceleración en 2020. Ese fue el año de lanzamiento de una operación especial llamada “la pandemia de Covid-19”, que tenía como objetivo el exterminio masivo de la población mundial y la modificación genética, así como el empobrecimiento y el sometimiento de los sobrevivientes.
Este estado de alerta, provocado por un acontecimiento de una gravedad sin precedentes en la historia, exige un análisis complejo, exhaustivo y profundo, porque está en juego la supervivencia misma de la especie humana. La urgencia de un examen adecuado de la situación del mundo actual nos llama también a formular soluciones que nos ofrezcan la posibilidad de evitar una catástrofe terminal rápida e irremediable.
Así pues, nos encontramos en un estado de guerra. El agresor no representa a un Estado o a un grupo de Estados, sino que constituye una vasta red de entidades privadas, supranacionales, guiadas no sólo por una sed de poder absoluto y de instauración de una tiranía mundial, sino sobre todo por motivos profundamente espirituales y de naturaleza maligna. Los objetivos de estas fuerzas son todas las naciones del mundo, todos los seres humanos, y las rivalidades entre ellos son simplemente parte de la estrategia de dominación.
Una de las características clave que distinguen el estado de guerra actual de los clásicos es que no es declarado, no tiene actores legítimos como dos partes beligerantes representadas por estados. El enemigo es encubierto, de naturaleza subversiva, y ataca a sus víctimas con una gama de armas no convencionales que las naciones objetivo no perciben como actos de hostilidad militar. En tal caso, la regla de oro de El arte de la guerra de Sun Tzu se lleva a la perfección: “A través de ti aprendemos a ser invisibles, a través de ti inaudibles; y así podemos tener el destino del enemigo en nuestras manos”. Las tácticas de disimulación y la aplicación de un barniz de respetabilidad científica y de supuesta responsabilidad moral por el destino del mundo, hacen que los maestros de este juego mortal sean virtualmente invulnerables.
En el centro de la enorme fuerza de influencia mundial se encuentra el poder económico, tecnológico, mediático y cultural-cognitivo, que aniquila toda capacidad de comprensión compleja y de resistencia eficaz por parte de los Estados y las naciones. El enemigo de la humanidad es extremadamente sofisticado, perfectamente equipado con una enorme cantidad de instrumentos y capaz de jugar un juego fatídico para todo el mundo, manteniendo al mismo tiempo su apariencia de inocencia y buenas intenciones.
La máscara de respetabilidad en el rostro de las “instituciones internacionales”
Los enemigos de la humanidad actúan a través de organizaciones internacionales percibidas como neutrales y beneficiosas para los Estados y los pueblos, como la ONU, la OMS, el FMI, el Banco Mundial, el Banco de Pagos Internacionales (BPI), la OMC, la OMS, GAVI, la UNESCO, la UNICEF, la UE, la OTAN, etc. Y como cómplices de esta enorme “conspiración abierta” aparecen los gobiernos de los Estados del mundo que se han convertido en marionetas de estas fuerzas ocultas: regímenes políticos que contribuyen al genocidio de los pueblos que gobiernan.
La influencia abrumadora, a escala mundial y nacional, de ese archipiélago de poder real se difunde y ejerce a través de una miríada de sociedades secretas o semisecretas como la masonería, el Real Instituto de Asuntos Internacionales (Chatham House), el Instituto Tavistock, el Consejo de Relaciones Exteriores, el Club de Roma, el Grupo Bilderberg, la Comisión Trilateral, el Foro Económico Mundial, etc.
Las guerras no militares como estrategia de dominación
Entre la enorme variedad de guerras no militares libradas por estas élites demoníacas se encuentran las siguientes:
- Guerra religiosa
- Guerra de civilizaciones
- Guerra económica
- Guerra cognitiva
- Guerra cultural
- Guerra ideológica
- Guerra psicológica
- Guerra mediática
- Guerra biológica
- Guerra genética
- Guerra racial
- Guerra migratoria
- Guerra geofísica
- Guerra climática
- Guerra cibernetica
- Guerra electromagnética
- Guerra demográfica
- Guerra feminista
- Guerra de género
- Guerra transgénero
- Guerra intergeneracional, etc.
Paralelamente, se están desencadenando guerras calientes, como las de Ucrania y la Franja de Gaza, destinadas a contribuir a la “demolición controlada” de la economía mundial, a la desagregación de la capacidad funcional de los Estados y al restablecimiento del mundo sobre la base de un Nuevo Orden Mundial.
Como golpe final para aniquilar los estados y la libertad humana, las élites satánicas nos han estado preparando durante décadas para una “guerra interplanetaria” surgida de una “invasión extraterrestre” y el Mito de los OVNIS, para cumplir con el Proyecto Rayo Azul, que aparecerá como la fase terminal del triunfo del Nuevo Orden Mundial.
Así, las circunstancias nos obligan a vivir en un apocalipsis continuo que a menudo percibimos como la “nueva normalidad”.
Una estrategia única enmascarada por rivalidades regionales
La Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, con sus 17 objetivos, se impone a todas las naciones y expresa la realidad de la gobernanza mundial: una agenda que impulsa el plan de exterminio masivo y subyugación final, sin que ningún país oponga resistencia. Además, mientras ningún país del mundo anuncie su deseo de abandonar esta organización paraguas del poder en la sombra (la ONU), el Gobierno Mundial funcionará con la misma inmutabilidad sin siquiera formalizar su existencia.
Para el año 2024 se ha anunciado la firma del llamado Tratado Pandémico de la OMS, que instauraría definitivamente una tiranía mundial con el pretexto de la salud y erradicaría definitivamente cualquier rastro de soberanía nacional y personal.
Al mismo tiempo, una nueva realidad distópica se está extendiendo por todo el mundo, manifestándose como el culmen de la ciencia y la tecnología que promete marcar el comienzo del paraíso eterno. La era de la digitalización, la vigilancia universal, la destrucción de las libertades fundamentales -con el pretexto de emergencias médicas, climáticas o cibernéticas- se manifiesta con una fuerza irresistible. Las monedas digitales de los bancos centrales, la Internet de las cosas, la Internet de los cuerpos, las ciudades inteligentes o ciudades de quince minutos, el “hombre aumentado” disfrazado de transhumanismo, la tecnocracia como una forma de tiranía universal, que se proclama una profecía autocumplida: todas estas nuevas realidades están reconfigurando el mundo entero.
Un escape de la prisión conceptual
Ninguno de los conflictos de alto nivel que actualmente se libran a escala global, Oeste-Este o Norte-Sur, parece afectar la imposición de una estrategia letal común emanada de la ONU, la OMS y otros.
El carácter extremadamente sofisticado y complejo del sistema de dominación mundial a través de organizaciones internacionales ―innumerables entidades privadas anidadas con una máscara científica, cultural, médica o mediática― está generando un estado de dominación de espectro completo mucho más peligroso que el que se podría lograr mediante la conquista militar o la subyugación económica.
La multitud de formas de guerra total no militar que se libran contra la humanidad ni siquiera es percibida por la gran mayoría de la gente como un ataque general a la humanidad. Esta incapacidad para captar las nuevas realidades geopolíticas con su profundo significado espiritual podría pronto resultar fatal para el mundo entero. Un cierto error de perspectiva, una inercia del pensamiento mantiene a la mente colectiva cautiva de tiempos pasados.
En las nuevas condiciones históricas de la globalización, debido al salto masivo de la ciencia y la tecnología y a la gigantesca concentración del poder mundial en manos de entidades privadas, los viejos esquemas de división entre países, regiones y civilizaciones ya no son válidos; sólo sirven como una máscara que disfraza el verdadero rostro de las partes en conflicto.
Para superar el estado general de confusión y tener la oportunidad de montar una resistencia eficaz para asegurar la perpetuación de la civilización humana, es necesario hacer una distinción categórica entre la perspectiva horizontal y la perspectiva vertical.
En el plano horizontal, se enfrentan el Occidente colectivo y los países BRICS, el Norte rico y el Sur emergente. Sin embargo, la lucha clave se desarrolla en el plano vertical: la agresión multidimensional e implacable de las elites mundiales demonizadas por un lado y todos los pueblos del mundo por el otro. Y si el primer plano de confrontación queda registrado en la percepción pública, el segundo, infinitamente más importante, escapa a la atención del mundo.
Las rivalidades entre los grupos de países antes mencionados no cesaron ni siquiera en 2020, sino que para colmo, todos los países respondieron con la misma docilidad a los edictos de la OMS durante la falsa pandemia de Covid–19, que no percibieron como un acto de guerra.
Occidente contra los BRICS, Estados Unidos contra China: ¿quién manda?
Uno de los errores básicos relacionados con la globalización es la tendencia a asignar al Occidente colectivo el papel exclusivo de conducir este proceso. Según esa lógica, el colapso de Occidente conduciría automáticamente al fracaso de la globalización. De ahí los mitos relacionados con los BRICS como alternativa civilizatoria a Occidente. La reciente expansión sustancial de esta organización informe y omnívora ha provocado nuevas oleadas de entusiasmo entre los ingenuos defensores de la desglobalización. El declive de Occidente y el ascenso de los BRICS son aplaudidos por igual por todos los que desafían la hegemonía estadounidense. Mientras tanto, muy pocos se dan cuenta de que el Gran Reinicio se impone en todas partes. Más allá de los conflictos geopolíticos que se libran horizontalmente, está dictado por la vertical del poder, la única fuerza que realmente importa. Una vez más, el mundo está gobernado por entidades privadas, supranacionales que operan a través de la ONU, la OMS, etc. El gran dinero, las grandes petroleras, las grandes farmacéuticas, las grandes tecnológicas, los grandes medios de comunicación, etc., son solo los tentáculos del mismo pulpo satánico.
Y si se sabe que la Agenda 2030 de la ONU es aceptada e implementada por todos los países del mundo, si la política genocida de falsas pandemias y asesinatos por inyección de la OMS es una política oficial de todos los estados, si la digitalización es omnipresente, ¿cómo podemos admitir tal absurdo admirando una alternativa tan falsa?
Algunos se alegran de la perspectiva de una desdolarización inminente como si fuera a suceder a la instauración de una soberanía monetaria a nivel de cada nación y a la desaparición del BIS y de la City de Londres. Hay que tener en cuenta que el dólar será reemplazado por las CBDC a nivel “nacional”, tras lo cual se impondrá una unidad monetaria digital universal.
Es un lugar común que las mismas premisas conducirán una y otra vez a las mismas consecuencias. La sociedad tecnológica conduce al vaciamiento del campo, a la urbanización, a la tecnocracia y, a través de la robótica y la inteligencia artificial, al desempleo masivo. Reemplazar el hegemonismo estadounidense por el hegemonismo chino no significará el fracaso del Gran Reinicio. Por el contrario, la sociedad china es un modelo ideal para las élites globalistas, que ansían expandir sus características a nivel mundial.
Una verdadera rebelión de las naciones presupone, en primer lugar, la voluntad de abandonar las estructuras globalistas que subyugan a la humanidad, en primer lugar la ONU y la OMS. Pero hasta ahora, ningún país del mundo ha anunciado tales intenciones, siguiendo más bien con docilidad la política del Gobierno Mundial que opera a través de estas organizaciones.
El fin de la geopolítica clásica
El mito del cambio climático es aceptado ciega y dócilmente por todos los Estados bajo la batuta de la ONU. La actividad del BIS[1] , la eliminación del dinero en efectivo y la imposición de las CBDC no se consideran herramientas para empobrecer y esclavizar a la población mundial, sino que se las concibe erróneamente como procesos naturales de inevitable regulación financiera. Lo mismo se aplica a la percepción pública de otras “organizaciones internacionales”.
La capacidad de crear un clima de conciencia colectiva, de disipar los supuestos mitos sobre el marco internacional y de reducir metódicamente la capacidad cognitiva del hombre contemporáneo es la principal garantía de éxito para los globalistas. En la actualidad, no hay diferencia entre el nivel de ignorancia de la persona promedio y el de un funcionario estatal. En estas condiciones, la estrategia del disfraz y la manipulación funciona sin el menor obstáculo.
He llamado a estas nuevas realidades a escala global “el fin de la geopolítica clásica”. Hoy, el conflicto básico es vertical: se libra de arriba hacia abajo y el enemigo es una entidad no estatal, supranacional y extraterritorial. Por lo tanto, al igual que en los ejercicios de descifrado que se practican en la ingeniería social, los dos vértices inferiores del triángulo deben, para escapar de su eterna condición de víctimas, renunciar a las hostilidades mutuas “horizontales” y mirar hacia arriba para descubrir al verdadero enemigo que los ataca “verticalmente”.
Error de perspectiva en la identificación del enemigo
Y aquí vuelvo al título de mi discurso de clausura pronunciado en el Foro de Chisinau 2023 el 9 de septiembre del año pasado: “Conoce a tu enemigo”: la regla de oro del arte de la guerra en la era tecnocrática[2] . Es decir, una comprensión profunda de la naturaleza de los enemigos de la humanidad nos ofrece la posibilidad de venganza, una contraofensiva y la supervivencia.
Y aquí entramos en el terreno más delicado e incierto. Esto se debe a que el hombre de hoy ya no tiene una perspectiva religiosa, espiritual, de la vida. La modernidad nos ha marcado irremediablemente: somos materialistas, ateos y racionalistas. Y esto mientras los enemigos de la humanidad, que nos han secularizado y esterilizado espiritualmente durante siglos, ellos mismos permanecieron profundamente anclados en las realidades espirituales. Nos alejaron de nuestro Salvador, pero mantuvieron su alianza con su amo. Es decir, nos cegaron para poder dominarnos y vencernos sin ninguna resistencia.
Frente al mal espiritual total, frente a fuerzas demoníacas sobrehumanas, no tenemos ninguna posibilidad de éxito si utilizamos únicamente el potencial humano. La falta de igualdad de armas significa nuestra derrota eterna. Nuestra necesidad vital es redescubrir y buscar una alianza estratégica con nuestro Creador Jesucristo. Tener un enemigo tan poderoso como Satanás y permanecer engañados por nociones de autonomía y autosuficiencia humana es una ilusión inducida por el hijo de la perdición.
De nosotros depende si optamos por desempeñar el papel de perdedores o preferimos la misión de conquistadores, dando un gran salto paradigmático y revistiéndonos de nuevos cruzados. En conclusión, nuestra elección es muy sencilla: a quién obedecer, a Dios o a Satanás. No hay una tercera opción. La autonomía humana es una trampa perfecta que nos ciega y empuja a nuestra Resistencia a un aprieto suicida.
La ilusión liberal como factor paralizante
Una de las razones del éxito abrumador de nuestros enemigos es que seguimos operando en condiciones de tiranía mundial y terrorismo de Estado con nuestro anticuado marco de referencia democrático liberal. Ante una guerra total de las élites satanistas contra la humanidad, en medio de un genocidio universal, operamos con nociones legalistas; apelamos a la Constitución, los derechos humanos y las normas democráticas. Depositamos nuestras esperanzas en los ciclos electorales y en “salvadores” como Trump o Putin, deificando a la oposición controlada. Y nos negamos a comprender la naturaleza tragicómica de esta situación.
Cuando un asesino mata a tus hijos, a tu esposa, a tus parientes, un ciudadano honorable se sienta a presentar cargos en el tribunal o a buscar un abogado. Pero la guerra tiene su propia lógica inexorable. Si no detienes a tu asesino, te matará. Incluso el hecho de que esta vez no se utilicen fusiles ni bombas como armas letales, sino inyecciones, ondas electromagnéticas y alimentos envenenados, no cambia la proporción de fuerzas entre los dos bandos, el asesino y la víctima. La víctima está en defensa propia y debe contraatacar. Nuestra respuesta al plan genocida de una élite globalista, el Gran Reinicio, se suele llamar el Gran Despertar, y con razón. Pero este esfuerzo de despertar debe encontrar su continuación inmediata en el Gran Levantamiento. Cualquier otra cosa sería un ejercicio intelectual estéril y nos condenaría a la desaparición de la civilización humana.
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