Los modelos estadounidenses de globalización

La guerra comercial sino-americana y los acontecimientos de la crisis coronavírica están poniendo en juego la hegemonía mundial, y en la disputa por la misma hay diferentes modelos de globalización en pugna; pues si el globo terráqueo es uno, los modelos de la globalización son varios e inevitablemente entran en conflicto entre sí, como concepciones del mundo enfrentadas, y -como ya se sabía desde antiguo- debajo del mismo sol no caben Alejandro y Dario.

Con Donald Trump en la Casa Blanca Estados Unidos hizo un repliegue e iría abandonando las tesis globalistas de las que sus predecesores eran fieles partidarios. Este modelo de globalización -que Gustavo Bueno en una taxonomía puesta en su libro La vuelta a la caverna. Terrorismo, guerra y globalización (Ediciones B, 2004) clasifica como modelo 1- es el de un sistema político con pretensiones expansivas universales, «imperialistas» y excluyentes, en nombre de la democracia, de la libertad y de la paz (la paz angloamericana, of course, para mayor gloria de los magnates financieros; pero no para Trump que es de otra estirpe aunque ni que decir tiene made in USA). Hablamos, pues, de un modelo que Bueno denomina globalización unilineal centrífuga.

Pero también Bueno encuadra al modelo estadounidense de globalización en el modelo 2: la universalización del American Way of Life, en tanto comporta la expansión de un sistema político, de una lengua, de una forma de familia, de unas costumbres, de una determinada arquitectura doméstica, de una moral y de una religión. El modelo de vida americano es considerado como un estilo de vida ejemplar para el resto de la humanidad y está ligado a la democracia del mercado pletórico de bienes y serviciosy de «consumidores satisfechos» de la felicidad canalla. A través de determinados tipos de alimentación (McDonald, Coca-Cola), indumentaria (Nike,…), de electrodomésticos, estilos musicales (rock, rap), investigación científica y fundamentalmente estilos políticos y sociales (democracia parlamentaria, familia monógama, monoteísmo) la american way of lifeva propagándose por toda la superficie del globo. Se trata, por tanto, de un modelo deglobalización generalizada unilineal centrífuga.

Y asimismo Estados Unidos se clasifica en el modelo 8 que ofrece Bueno en su taxonomía: «La globalización desencadenada por EE.UU. no estaría organizada por un principio de simetría, sino de asimetría: en EE.UU. no se establece equilibrio alguno entre importaciones y exportaciones. La Nación autónoma y superproductora de la inmediata posguerra se habría convertido en el centro de un sistema, por su vocación, dentro del mismo, a consumir más que a producir. El déficit comercial se habría disparado desde los 100.000 millones de dólares en 1990, hasta los 450.000 millones de dólares en 2001. La evolución “imperial” de la economía americana recordaría a la evolución de Roma tras la conquista de la cuenca mediterránea: “la mutación imperial de esta economía tiende a transformar los estratos superiores de la sociedad estadounidense en estratos superiores de una sociedad imperial (global, en lengua actual), más allá del marco nacional. Esta sociedad, en vías de globalización, integró en un primer momento al conjunto del “mundo libre” y después, tras el derrumbamiento del comunismo, a la práctica totalidad del planeta. Pero el supuesto declive de EE.UU., en todo caso, correspondería al momento mismo de la globalización atractiva que esta economía habría promovido (“todos los caminos conducen a Nueva York”)» (Gustavo Bueno, La vuelta a la caverna,págs. 237-238). Con lo que, en este caso, tenemos un modelo de globalización generalizada omnilinealy sin embargo centrípeta, ya que todos los caminos conducen a Nueva York.

Como ha escrito uno de los más importantes ideólogos de la Globalización oficial, «Los doce presidentes de posguerra han reivindicado apasionadamente el papel excepcional de Estados Unidos en el mundo. Todos han postulado, con carácter de axioma, que el país está embarcado en una desinteresada lucha por la resolución de los conflictos y la igualdad de todas las naciones, cuya medida de éxito definitivo será la paz mundial y la armonía universal… Lo que para otros países hubiera sido un mero floreo retórico ha sido presentado, en el debate estadounidense, como un modelo específico para la acción global»[1]. Pero esto es simple y pura ideología, o un florero retórico; por no decir puro cinismo viniendo del Premio Nobel de la Paz que diseñó la Operación Cóndor en Hispanoamérica (se le premió entonces por conservar la pax americana, o paz de la american way of life).

    El modelo chino de globalización

China, en cambio, vendría a ser clasificada en el modelo 6, en cuanto «Imperio del Centro», dotado de unicidad. «La globalización china podría estar orientada (una vez que Deng Xiao Ping, tras la muerte de Mao -que había conseguido consolidar a China como una unidad política- dio el nuevo “golpe de timón” e imprimió el rumbo hacia el XVI Congreso del año 2001) a hacer de la República Popular China el “centro del Mundo”, más allá del comunismo y del capitalismo tradicionales (¿no se advierte ya esta orientación en el lema “Un país, dos sistemas”?). Es decir, se trataría de hacer del Estado chino, ya fuera capitalista, ya fuera comunista, en economía (“gato blanco, gato negro, el caso es que cace”), un  atractor universal. Los planes y programas de China… tras la transformación del confuncionismo en política de intensa impregnación nacionalista, encerrarían un proyecto globalizador de la Tierra, pero no según el modelo expansionista característico de los imperios occidentales (cristianos o musulmanes), sino según un modelo centrípeto, que estaría orientado a la creación de una “China esférica”, inexpugnable, pero no tanto “aislada del Mundo mediante una muralla”, cuanto conectada con el resto del globo a título de campo gravitatorio que afectase a todas las demás sociedades.  China, centro de gravitación del mundo, agujero negro o sumidero: los dos tercios de la población mundial girando en torno al tercio chino, un compacto de dos mil millones de individuos… Este modelo, por otro lado, reproduciría de algún modo, en escala ampliada, el modelo del Imperio romano desde Augusto hasta Constantino. China, erigida en núcleo del “campo gravitatorio” del Género humano, se proyectaría como un atractor global aproximadamente a su definición originaria como “centro del Mundo”» (Gustavo Bueno, La vuelta a la caverna,pág. 236).

China vendría a interpretarse como un centro atractor que va incorporando a todos los términos del campo y al campo mismo que hay a su alrededor. Por tanto no se trata de un proyecto globalizador expansionista como han sido los Imperio occidentales, sino un modelo contemplado desde la construcción de una «China esférica» como campo gravitatorio que quiere hacer honor a su nombre como «Imperio del Centro», es decir, como el centro del mundo. Todas las miradas se centran en China, y todos los caminos serían como una ruta de la seda. Por eso se trata de un modelo deglobalización generalizada unilineal centrípeta.

En 2001 China entró en la Organización Mundial del Comercio (OMC), y algunos creyeron que eso supondría su desestabilización económica y el fin de su soberanía. Pero contra todos los pronósticos en 2009 ya era la primera potencia exportadora del mundo y la segunda potencia económica. Esto indica que China ha sabido beneficiarse de las ventajas y no perjudicarse en exceso de los inconvenientes de la globalización positiva, de la que ya hablamos en nuestro anterior artículo en Posmodernia. En enero de 2017, en el Foro de Davos, una de las grandes reuniones anuales de los capitalistas globalistas centrífugos, Xi Jimping, que se convertiría en el primer mandatario chino en asistir a la famosa cumbre internacional celebrada en Suiza, se mostró ni más ni menos que como el abanderado de la globalización. Es más, la prensa lo señalaba como el último defensor de la misma. Pero, ya prevenidos con la taxonomía que ofrece Bueno en su libro, y lejos de la confusión que hay en torno al término globalización, no se trataba del modelo angloamericano de la globalización (los modelos 1, 2 u 8), sino del modelo chino (el modelo 6, centrípeto). Y hay que hacer constar que Xi hacía referencia a China como Imperio hegemónico, y no ya como Estado Mundial ni ideas aureolaressemejantes.

¿Globalistas centrífugos se refugian en China, centro atractor de la globalización?

A juicio del confeso y decidido antiglobalista Donald Trump, según dijo antes de sentarse en el Despacho Oval, los globalistas y su sistema de comercio e inversión esclaviza a los estadounidenses. Algo intolerable para el rubiales; el cual, desde el primer momento, predicaba «America First!», como queriendo decir: The time of the globalists is over. En 2018, en la sede de la ONU, ante una camarilla de globócratas frustrados o más bien utópicos o si se prefiere aureolares, llegaría a decir: «Rechazamos el globalismo y abrazamos la doctrina del patriotismo».

Así pues, cabe especular -pese a que con estas cosas nunca se sabe y estar al tanto de cuáles son las alianzas es muy difícil- que los globalistas financieros, a raíz de la entrada de Trump en la Casa Blanca, hayan ido poniendo sus ojos más en Pekín que en Washington y Londres (o incluso forjando un eje Pekín-Londres). Si la globalización angloamericana es más bien de tipo financiero, la china tiende más a ser de tipo económico; pero sería posible que las ratas de las finanzas de las grandes familias abandonen el barco, si es que este se hunde, lo que está por ver, y sigan navegando viento en popa bajo hegemonía china, aunque con las restricciones que el Imperio del Centro imponga.

No obstante, ya se venía haciendo antes de Trump y el coronavirus. En 2013 la Banca Rothschild, el aliado financiero del Reino Unido y de Su Majestad, empezaría a distribuir parte de sus reservas de oro hacia China. En 2015, «el lobo solitario» Lord Jacob de Rothschild, en un viaje de China, afirmaría que el potencial de los mercados orientales «ofrece grandes oportunidades para inversores tanto chinos como nacionales» y «RIT Capital Partners planea aprovecharlas» (para todo esto véase el siguiente artículo de Diego Arenas: http://www.iade.org.ar/noticias/la-alianza-politica-y-economica-de-china-y-reino-unido-el-dragon-y-la-casa-windsor). Ya en 1830 la familia empezaba a dirigir una pequeña empresa que comerciaba con oro y plata en Shanghai. Asimismo, los vinos Chateau Lafite son los vinos Rothschild de gran demanda en el Imperio del Centro.

En 2015 se abrió una nueva etapa sino-Rothschild, cuando Lord Jacob lanzó un fondo de capital privado de 750 millones de dólares para introducir a los financieros chinos a entrar en acuerdos internacionales. Asimismo ahora se convertiría en un accionista de gran valor del HSBC, el principal banco de Gran Bretaña. La Banca Rothschild con sus reservas de oro ha estado muy interesada e invertir junto al gobierno chino en biotecnología, energías alternativas, materiales innovadores e inteligencia artificial. Como ha dicho el analista de la globalización Bill Holter, «cuando la bolsa física de China haga cotizar el oro más que las bolsas de papel de Occidente, las cajas fuertes de las economías occidentales quedarán vacías. Entonces seremos testigos no solo del mayor desplazamiento de riqueza en la historia, sino también del desplazamiento del poder financiero. China tomará el liderazgo y se hará difícil para cualquiera alcanzarle».

El 20 de octubre de 2015 Xi Jinping firmó unos acuerdos con Londres, y con ello parece que con esta alianza el Reino Unido está cambiando el sistema del petrodólar al patrón oro. También se habla de que el Fondo Monetario Internacional tenga su sede en Pekín en una década, cosa que incluso consideró Christine Largarde (aunque está por ver como el coronavirus modifica estos pronósticos, esto es, si acaso los acelera o los destruye).

En 2016 Gran Bretaña invirtió  55 mil millones de dólares en China, convirtiéndose en el octavo cliente del dragón asiático, y al año siguiente se hablaba de una nueva «Era Dorada» entre China y Gran Bretaña por lo que el Brexit podría marcar una nueva «Era de Oro» para las relaciones internacionales.

Fíjense lo que decía el 21 de agosto de 2018 El Economista, uno de los órganos de la poderosa Casa Rothschild: «si Estados Unidos le da la espalda al orden mundial [es decir, a la globalización centrífuga aunque aureolar, por tanto incoada y en realidad imposible], China estará bien posicionada para tomar la delantera en la reforma de las reglas del comercio y la inversión internacional». Y añade el columnista: «la globalización con características chinas diferirá de la globalización tal como la conocemos», pues «los líderes chinos tienen en mente un sistema de centro y radio, con China como centro y los países de su periferia como radios» (https://www.eleconomista.es/opinion-blogs/noticias/9342474/08/18/Como-sera-la-globalizacion-si-China-se-convierte-en-su-lider.html). Es decir, se está haciendo referencia, en el ejercicio, a la idea de globalización centrípeta, el modelo 6, frente a los modelos de globalización centrífuga que se orquestan en think tanks financiados por la City y Wall Street, y que ya parece que han agotado su capacidad geopolítica (cuyo apogeo estuvo en los primeros años tras la caída del Imperio Soviético, que también podría clasificarse como un modelo de globalización centrífuga al querer llevar el comunismo a todos los países del planeta y consumar por tanto la revolución mundial y el comunismo final).

En 2019 el viceprimer ministro chino, Hu Chunhua, afirmaba que «China y el Reino Unido deberían fomentar nuevos aspectos destacados en la cooperación financiera y mejorar la gobernanza económica mundial para inyectar nueva vitalidad a nuestras relaciones bilaterales». Es decir, el Reino Unido y la Casa Rothschild parece que están saliendo sin hacer mucho ruido del sistema de Breton Woods y abandonar sus tradicionales alianzas con Estados Unidos y la Unión Europea acercándose a China. Ahora veremos qué puede ser de esa alianza tras la crisis del coronavirus.

Si Estados Unidos con un nacionalista como Trump en la presidencia está abandonando el frente global y la Unión Europea (una institución producto del globalismo) está empezando a desintegrarse con el Brexit y no digamos con la crisis que está desencadenado el coronavirus, eso hace que China se postule como refugio de globalistas financieros, aunque tengan que cambiar su mapa mundiaureolar por un modelo de globalización centrípeta, pese a que tampoco hay que referirse a ello en términos absolutos). Los globalistas que se queden fuera de este nuevo juego quedarán como individuos flotantes al ver que sus planes y programas han quedado en pura ceniza y carnaza de libros de historia.

Michael Collin, un analista del Council on Foreign Relations, el think tank globalista más importante de Estados Unidos, ha llegado a escribir: «Las crecientes contribuciones de China se producen justo cuando su influencia en el entorno de Naciones Unidas está en auge y el liderazgo de EEUU, en declive. Mirando al futuro, China podría aparecer un socio más fiable para las organizaciones que dependen más del apoyo financiero voluntario de los países miembro como la OMS» (https://www.elconfidencial.com/mundo/2020-04-09/china-influencia-oms-coronavirus-tedros-adhanom_2541332/).

En la última reunión de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) Xi Jimping afirmó que los asuntos internacionales deben ser tratados mediante consultas extensas en vez de depender de la decisión de un País o de unos pocos, defendiendo así la esencia del multilateralismo que está pensado contra Estados Unidos. Veremos finalmente cómo se resuelve esta crisis pandémica, pues no hay que dar nada por resuelto, aunque los globalistas centrífugos angloamericanos tendrán que dar un giro o redefinir profundamente su mapa mundi y su constelación ideológica; tendrán que darle la vuelta del revés a sus nematología envuelta en locura objetiva, si quieren sobrevivir al nuevo orden mundial real, que ya no es el «Nuevo Orden Mundial» aureolar y metafísico de imposible gobernanza mundial.


[1]Henry Kissinger, Orden mundial, Traducción de Teresa Arijón, Debate, Barcelona 2016, Pág. 279.

By Saruman