PorMatt Agorist
En los anales de la guerra moderna, pocas decisiones han sido tan controvertidas como el uso de uranio empobrecido (DU). Estos residuos radiactivos, procedentes de la producción de uranio enriquecido para reactores y armas nucleares, han sido durante mucho tiempo objeto de intenso escrutinio y crítica. Hoy, mientras los tambores de guerra suenan con más fuerza en Europa del Este, resurge un espectro escalofriante del pasado: la intención de Estados Unidos de de enviar municiones perforantes cargadas de uranio empobrecido a Ucrania.
Una revelación de Reuters esta semana puso de relieve la inquietante decisión de la administración Biden de enviar estas potentes y controvertidas municiones a Ucrania. Esta medida, si bien apunta estratégicamente a fortalecer a Ucrania contra los ataques de tanques rusos, proyecta una larga e inquietante sombra sobre la política exterior de Estados Unidos y las consecuencias humanitarias más amplias de la guerra.
Para comprender la magnitud de esta decisión, hay que comprender el horrendo legado del uranio empobrecido en los conflictos armados. Su extrema densidad lo convierte en un componente muy solicitado para proyectiles militares, conocido por su capacidad para penetrar armaduras gruesas. Sin embargo, cuando estas municiones impactan, producen un fino polvo de partículas radiactivas que puede permanecer en el medio ambiente durante millones de años debido a la extensa vida media del uranio empobrecido.
Esta no es la primera vez que Estados Unidos hace la vista gorda ante las horribles repercusiones del uranio empobrecido. En los primeros días del conflicto de Irak en 2003, el ejército estadounidense descargó más de 2.000 toneladas de estos desechos radiactivos, sometiendo a la población iraquí a sus efectos a largo plazo. Las consecuencias son palpables incluso hoy: las tasas de cáncer en el país se han disparado y los defectos de nacimiento son trágicamente comunes. Los hospitales iraquíes, como los de Basora, informan de un aumento del 60% en los defectos de nacimiento después de 2003. Estas cifras, sumadas a las comparaciones con las consecuencias de los bombardeos atómicos en Japón, pintan un escenario desgarrador.
Si bien las tragedias de Irak siguen recientes, las cicatrices de Siria todavía sangran. Hace apenas seis años, como informó TFTP en 2017, Estados Unidos admitió su uso de uranio empobrecido en combate contra militantes del Estado Islámico. Esta confesión, en sí misma, fue una marcada contradicción con las garantías anteriores de la coalición, que afirmaban explícitamente que el uranio empobrecido no se emplearía en el teatro sirio.
Volviendo al contexto ucraniano, el despliegue de uranio empobrecido representa una peligrosa intersección entre la estrategia geopolítica y la supervisión humanitaria. A medida que Rusia muestra su fuerza militar, la defensa de Ucrania sin duda se vuelve primordial. Pero al reforzar las capacidades militares de Ucrania, ¿estamos preparando el terreno para una crisis humanitaria de más largo plazo? Pregúntenle a los iraquíes…
Los desafíos que enfrenta Ucrania son multifacéticos. La tierra ya está marcada por los restos del conflicto en curso: municiones sin detonar, minas y la amenaza continua de bombas de racimo. La introducción del UE en esta mezcla volátil amenaza con agravar las luchas de posguerra del país. Las operaciones de limpieza serán monumentales y las implicaciones para la salud de los civiles se extenderán por generaciones.
Los críticos del uranio empobrecido, como la Coalición Internacional para la Prohibición de las Armas de Uranio, enfatizan los graves riesgos para la salud asociados con la inhalación o ingestión de polvo de uranio, que incluyen varios cánceres y defectos congénitos. Mientras Estados Unidos avanza con su paquete de ayuda militar a Ucrania, incluidas estas municiones, no se puede ignorar el hecho de que Gran Bretaña ya había recorrido este camino polémico a principios de este año. El debate internacional en torno al uranio empobrecido no hará más que intensificarse.
El panorama más amplio aquí reside en la aparente hipocresía de las decisiones de Estados Unidos. La nación, que se posiciona como faro de los derechos humanos y crítica de los crímenes de guerra, se encuentra como uno de los villanos más viles. Mientras los recuerdos de Irak y Siria cobran gran importancia, la comunidad internacional debe enfrentar la desconcertante realidad de que la historia podría estar a punto de repetirse, esta vez en suelo ucraniano.
El pueblo ucraniano merece algo mejor que convertirse en otro capítulo trágico del legado de guerra química de Estados Unidos.
a travésdel Proyecto Libre Pensamiento