“Barcelona, Bilbao, Sevilla, Burgos… Los altercados se han sucedido en las últimas jornadas en varias localidades en protesta por la imposición de nuevas restricciones y el toque de queda; grupos antisistema de diversa índole que aprovechan las movilizaciones pacíficas para trasladar el caos a los espacios públicos. El Gobierno teme que los disturbios se extiendan a toda España, mientras que las fuerzas de seguridad claman por un plan “más estructurado” para desplegar sus operativos”, así comenzaba Vozpopuli su crónica sobre los disturbios callejeros de los últimos días. ¿Qué está pasando?
De momento solo es un síntoma. Una masa heterogénea de grupos radicales y antisistema, desde individuos afines a la extrema derecha e izquierda hasta negacionistas del coronavirus, pasando por jóvenes de origen latino, MENAS magrebíes violentos y gente desesperada por las consecuencias de la pandemia, se echan a la calle para protestar violentamente y enfrentarse a las fuerzas del orden público.
En Barcelona, una veintena de personas resultaron heridas; la mayoría de ellas, miembros de los Mossos d’Esquadra. Las escenas de Barcelona guardan muchas similitudes con las que se vivieron en Gamonal (Burgos), donde las fuerzas de seguridad tuvieron que retroceder en más de una ocasión. También se vivieron escenas similares en Bilbao, Sevilla y Oviedo, Zaragoza, Málaga, Santander, Vitoria, entre otros. Y ya se han detectado llamamientos similares en las redes sociales para fechas próximas.
Las fuerzas de seguridad han manifestado su malestar por la imprevisión del Ministerio del Interior, por su desastrosa gestión. Prueba de ello es el comunicado conjunto que han firmado desde el Sindicato Unificado de Policía (SUP), la Confederación Española de Policía (CEP), la Unión Federal de Policía (UFP) y el Sindicato Profesional de Policía (SPP): “Toda esta improvisación deriva en imágenes como las que hemos visto en algunas ciudades de España, poniendo de manifiesto la falta de previsión de las autoridades y exponiendo a nuestros compañeros a riesgos totalmente evitables”.
Ante esto, los voceros del Gobierno solo tienen una cosa que decir: Es la ultraderecha. No es que sean tontos, es que saben que la situación social se está deteriorando por momentos y quieren reducir el riesgo de explosión acusando a una fantasmagórica ultraderecha para intentar deslegitimar las protestas. Pero nada más lejos de la verdad.
El estallido social se frena por el apoyo familiar pero el malestar se dispara
Sociólogos, epidemiólogos e investigadores sociales avisan de que de momento el civismo es mayoritario en el país pero que, conforme avance la brecha social y el deterioro económico, cada vez aparecerán más grupos aislados, desbordados y al límite. Un clima que se repite en los países vecinos de Europa y que pueden aprovechar los populismos y los partidos de extrema derecha, que se mezclan con grupos radicales del fútbol y negacionistas, antisistemas y sectores hundidos y desesperados por la pandemia, como el ocio nocturno. Una amalgama peligrosa en una sociedad cansada, hipersensible y cada vez más desconcertada.
El martes en Sevilla, en un importante barrio obrero de la ciudad, Pino Montano, con un fuerte tejido asociativo, las protestas convocadas de forma pacífica para defender al pequeño comercio acabaron con enfrentamientos. Al día siguiente, la Policía detectó convocatorias similares en otros barrios obreros de Sevilla que fueron inmediatamente desactivadas.
Interior vigila de cerca todas estas protestas que se han repetido, cada vez con más violencia por toda España con rasgos similares. El jueves fue en Bilbao. El viernes los disturbios de Barcelona, con una veintena de heridos, fueron mucho más graves que los de Sevilla. Esa misma noche las imágenes de Burgos, en el barrio del Gamonal, también fueron escalofriantes. En Zaragoza, Santander o Valencia hubo manifestaciones contra el estado de alarma en la noche del viernes y la escena se repetía este sábado en ciudades como Vitoria, Bilbao, Madrid, Barcelona o Logroño: contenedores quemados, ataques contra la Policía y proclamas contra las restricciones impuestas para frenar el virus.
En el caso de Barcelona, directamente el líder de Vox en Cataluña, Ignacio Garriga, aseguró que no eran “negacionistas” sino “trabajadores en el paro, padres sin nómina para alimentar a sus hijos, autónomos que no tienen trabajo”. Grupos, señaló, “condenados a la miseria”. Tras la avalancha de declaraciones del resto de partidos políticos criticando que se jalearan las actitudes violentas, el líder de Vox, Santiago Abascal, vinculó las protestas con “menores extranjeros y radicales”. La Policía no tiene ningún indicio ni prueba en ese sentido.
Son episodios esporádicos, muy concretos, pero que en pocos días se han extendido de forma importante. Un síntoma de lo que puede venir.
Frustrar expectativas lleva a una crisis de legitimación
Cuando se frustran las expectativas entramos en una nueva dimensión. Según los expertos, hasta ahora esa frustración está contenida. Hay elementos que hacen de dique de contención, el propio carácter cívico de la sociedad española pero también las asociaciones de barrio, de voluntarios, las ONG, las familias. Pero cad vez hay más personas que se quedan fuera de esto, y advierten: Hay que preocuparse ya por lo que está ocurriendo y por lo que puede ocurrir en el futuro por el deterioro de tipo socioeconómico que se está produciendo. Hay un grupo de población que se está aislando de todo lo que ejerce de freno. Conforme esto se amplíe el peligro de que la respuesta sea violenta o no cívica puede ser creciente también.
Imágenes de la posguerra
En el confinamiento de la primavera ya vimos las colas del hambre y la organización solidaria vecinal. La gente ya sabe de esto. Si estamos otra vez en las mismas y nadie ha hecho nada para mitigar esto es normal que haya gente que esté ya al límite. Ahora las revueltas no van a ser como la de ‘los Cayetanos’, serán revueltas o protestas de la gente más desfavorecida en la que se metan antisistema, grupos radicales, independentistas, empresarios que quieran que el toque de queda no les afecte a sus negocios y eso creará una amalgama de personas que manifiesten su malestar de diferentes maneras, advierte Xavier Coller, catedrático de Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
Las encuestas reflejan que la sociedad está bastante cansada y desorientada. Cansada porque llevamos mucho tiempo de restricciones y porque la pandemia está durando más de lo deseable; y está desorientada porque al dejar en manos de las comunidades autónomas las decisiones, donde cada una hace lo que quiere y falta un liderazgo nacional que de confianza a la gente. El Estado de las Autonomías se h demostrado que es un mostrenco aparato para vividores, ineficaz y caro.
Está comprobado que cuando una sociedad que ha creado una clase media, un estado del bienestar con todas sus comodidades, ve peligrar todo esto surge el fascismo. En España parecía algo impensable, inimaginable. Pero los resultados de Vox muestran que ya hay esa brecha de desafección, de alejamiento. El germen de todo esto es la clase media en proceso de proletarización y hace tambalear todo el sistema.
Ya no hay héroes a las 8 de la tarde
Parece necesario un estudio que analice los efectos de la pandemia sobre la ruptura de la paz social, de la destrucción de las expectativas de esa clase media. Aún es pronto para tener conclusiones, pero el malestar no para de crecer.
Es evidente que respecto la España que salía cada día a los balcones, en esta segunda ola hay otro clima. Para colmo, la ejemplaridad de las élites políticas, económicas y culturales dejan mucho que desear como lo ocurrido con la ya famosa fiesta de la entrega de premios de ‘El Español’, que mostró a los políticos de fiesta la semana que entraba el estado de alarma. Si la ciudadanía ve que sus políticos no actúan correctamente nadie se extrañe que el hartazgo llegue a todas las capas sociales y se produzca la fractura que lleve a la explosión social.
En el mismo sentido interpreta la población el desprecio de Sánchez largándose del Congreso cuando se iba a votar (con la única negativa de Vox y Navarra Suma) un Estado de Alarma ¡para seis meses! Así lo señalaba un editorial de El Mundo: “Lo que ocurrió este jueves en el Congreso oscila entre el maltrato consentido y la normalización de la anomalía. Cuando Illa acabó su sermón doliente ” y Casado se dirigió a la tribuna, Sánchez se levantó y se fue. La imagen de su sillón vacío en el día en que se debatía su propia medida, de profundos efectos sobre la vida de la gente, expresa todo el desprecio que le merecen la oposición, los ciudadanos cuyas libertades quedan ahora restringidas, la institución misma del parlamentarismo y los procedimientos de la democracia liberal”.Por su parte, el ABC decía: “Se limitó a escuchar el discurso de su emisario, el ministro Illa, y en cuanto comenzó el turno de la oposición se dio un ostentoso piro, un que os den. Muy triste la abulia con que los españoles toleramos que nos falten al respeto y se pitorreen de nuestras libertades”. A Sánchez ya se la suda todo.Pero, sin embargo, las castas políticas le dieron su apoyo. Sánchez consiguió de sobra los votos necesarios para blindarlo, aunque la realidad a estas alturas es que los españoles tienen un cabreo inmenso con sus dirigentes y les importa un guano lo que pase en el Congreso.
Raúl del Pozo lo tiene claro: “El estallido social es inevitable en una España con la mayor recesión, el mayor números de parados, de contagiados y de muertos de la zona euro. Las colas del hambre, como en el 29, cruzan también las avenidas de Nueva York, pero las de la Castellana de Madrid son de posguerra… Miles y miles de personas se acercan a recoger bolsas de comida; y no son vagabundos, ni mendigos; hay periodistas, universitarios, profesionales, madres de clase media con bebés en los carritos, donde meten las bolsas de comida. La Cruz Roja está repartiendo tres millones de toneladas de alimento en todo el país. Mientras eso ocurre, los periodistas seguimos contando los problemas de los palacios, de la Zarzuela, de La Moncloa, de San Jerónimo”, cuando eso ya a la gente le tiene sin cuidado.
Por eso caen en tentaciones dictatoriales y Pablo Iglesias aspira a cerrar las bocas de aquellos que dicen lo que a él no le gusta con la monserga del “odio”, pero no impedirá que ese odio, esa impotencia, ese asco hacia esa Casta que se sube el sueldo mientras la gente pasa hambre crezca hasta ser incontrolable.
Y como todo es empeorable, los de fuera de España también están asustados. “Alerta en la UE: España está sumida en el caos político“. Político, económico, social, administrativo. España ya no es un Estado. Esto es un derribo…
El objetivo de Sánchez: evitar la explosión y volver al bipartidismo
Según ha sabido Vozpópuli, el mensaje que durante las últimas semanas está trasladando Pedro Sánchez a empresarios, interlocutores de la oposición e incluso dirigentes del PSOE, preocupados todos por la situación política y económica de España y por la actitud de un Podemos es que “Es mejor que Podemos esté dentro del Gobierno”.
Sánchez no solo considera a Pablo Iglesias imprescindible por pura aritmética parlamentaria -sin el voto de los diputados morados los Presupuestos 2021 no saldrían adelante y la legislatura estaría prácticamente finiquitada-; también teme que, en caso de una ruptura abrupta de la coalición, Podemos se sume al verdadero incendio que se va a producir en la calle a partir de enero, cuando multitud de empresas vayan a la quiebra por la pandemia dejando a cientos de miles de trabajadores en el paro.
Su reflexión es que, mientras la oposición sea únicamente Vox, la coalición de izquierdas podrá aguantar la presión de la calle por muy grande que sea el deterioro económico en esta segunda oleada del virus. La alternativa, una salida de Podemos del gabinete, daría paso a una pinza derecha/izquierda contra el PSOE que acabaría más pronto que tarde en un adelanto de elecciones generales.
Por eso el presidente del Gobierno ha accedido a todo lo que le ha exigido Iglesias en la última semana, para lograr la foto presupuestaría en La Moncloa. Algunas de las fuentes consultadas admiten que a partir de la aprobación de los Presupuestos y celebradas las elecciones en Cataluña el 14 de febrero, la legislatura ya estará “garantizada” y Sánchez “tendrá las manos más libres” para girar hacia el centro hasta la convocatoria de las próximas elecciones, en busca de mayor cooperación con Ciudadanos y hasta con Pablo Casado. Una muestra de esto último se va a comprobar en las próximas semanas con ocasión del casi seguro pacto entre los dos grandes partidos para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
A partir de ese momento, entrado 2021, será cuando se compruebe la resistencia de la coalición y si Unidas Podemos lo acepta o rompe. Con una salvedad en este último supuesto: “En la retina de la gente quedará que quien rompe es Iglesias, no nosotros”. Eso operaría a su favor en las urnas.
El medio señala que en privado, el líder del PP comparte la teoría de Pedro Sánchez de que la colaboración entre los dos partidos llamados a gobernar debe circunscribirse a lo esencial, porque lo contrario sería entregar la alternativa a los extremismos: Podemos y Vox; es más, el presidente del Gobierno nunca ha llegado a sugerir siquiera a Casado en los numerosos encuentros que han mantenido ese apoyo presupuestario que, de cara a la galería uno demanda y el otro ofrece con la boca pequeña. O con Podemos o adelanto electoral y que Dios reparta suerte, viene a ser la máxima que ambos dirigentes políticos están apurando al máximo; uno para impedirlo a toda costa y el otro para forzarlo.
Cuentas que pueden no salir si, más pronto que tarde, la explosión social se apodera de las calles de España. Entonces… cualquier escenario quedará abierto. Pues eso, que Dios reparta suerte…
Juan Antonio Aguilar