Thierry Meyssan
Israel, país que mostraba una larga tradición contradictoria, a la vez democrática y criminal, se ha desplomado. Sus leyes fundamentales han sufrido una reforma y su primer ministro ha montado, con la complicidad de la Hermandad Musulmana, un sangriento pretexto para acabar con el pueblo palestino.
Desde ese momento, la clase dirigente israelí está mostrando una especie de locura supremacista. Sólo habla de erradicar el Hamas y del desplazamiento forzoso de la población de Gaza. Lo que estamos viendo es un genocidio, en vivo y en directo, a través de las redes sociales.
Todos sabemos que las ideologías supremacistas siempre conducen a inconcebibles masacres. En los últimos años hemos visto el genocidio desatado contra los tutsis por el Hutu Power o el genocidio del Emirato Islámico (Daesh) contra los yazidíes. En ambos casos no se trataba de eliminar opositores políticos sino de liquidar físicamente toda una población catalogada como no humana.
En los últimos meses, numerosas personalidades israelíes han atribuido los crímenes del Hamas a todos los palestinos y han expresado públicamente su desprecio por todo el conjunto del pueblo palestino. El ministro de Defensa de Israel, el general Yoav Gallant, los calificó como «animales humanos». Ciertas personalidades concluyen así que la guerra tiene que ser «total».
Por ejemplo:
El diputado Nissim Vaturi (Likud), vicepresidente del parlamento de Israel, escribió en X (antes Twitter): «Toda la preocupación en cuanto a saber si hay o no internet en Gaza muestra que no hemos aprendido nada. Somos demasiado humanos (…) ¡Quemen Gaza ahora, como mínimo! ¡No dejen entrar combustible! ¡No dejen entrar agua hasta que vuelvan los rehenes!»
El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, declaró: «Estamos muy felices por el regreso de los rehenes liberados, pero ahora se abre paso la idea de una tregua. Acordar parar [la guerra] por más tiempo sería un terrible error que no indica otra cosa que debilidad (…) Tenemos que romper todos los vínculos y negociaciones con el Hamas y mirar al enemigo sólo a través de la mira de un fusil.»
El ministro de Patrimonio, Amichai Eliyahu, declaró a Radio Kol Berama que Israel se planteaba utilizar el arma atómica en Gaza. «Es una solución… es una opción», aseguró. Seguidamente comparó a los pobladores de la franja de Gaza con los «nazis», asegurando que «no hay no combatientes en Gaza» y que su población no merece recibir ayuda humanitaria. «No hay gente no implicada en Gaza», insistió.
Sobre esa base ideológica, dirigentes israelíes y europeos han mencionado, primeramente, el «sueño» de los sionistas revisionistas –los discípulos del ucraniano Zeev Jabotinski (1880-1940)– que no es otro que la expulsión de todos los palestinos o su liquidación física.
Veamos cómo se viene preparando ese crimen:
El diputado Eliyahu Revivo (Likud) escribió a la Comisión de Denominaciones del parlamento israelí para proponer que la palabra «Gaza» no corresponda en el futuro a ningún lugar y que ni siquiera aparezca en lo adelante en los carteles de señalización. Según ese diputado israelí, «es indudable que el nombre “Gaza” se asocia inmediatamente a una connotación negativa y maléfica.»
La ministro de Inteligencia, Gila Gamliel, redactó el 13 de octubre una nota dirigida al gobierno de coalición, que en aquel momento no incluía miembros de la oposición. En esa nota, titulada Alternativas a una directiva política para la población civil de Gaza, la ministro de Inteligencia israelí aconseja expulsar a los 2,2 millones de habitantes de Gaza hacia el Sinaí egipcio [1]. Cuando se conoció el contenido de la nota, el 29 de octubre, a través de una “filtración”, la oficina del primer ministro Netanyahu aseguró a la prensa extranjera que Gila Gamliel es una ministro sin importancia que escribe cualquier cosa para que hablen de ella.
Un amigo personal del primer ministro Netanyahu, Amir Weitman, redactó para el Institute for National Security and Zionist Strategy un informe titulado Plan de reinstalación y de rehabilitación definitiva en Egipto del conjunto de la población de Gaza: aspectos económicos [2]. En ese informe se estima en 8 000 millones de dólares el costo de la relocalización forzosa de la población de Gaza en el Sinaí egipcio. También miembro del Likud, este amigo de Netanyahu considera además que el único responsable de la matanza en Gaza es… Rusia.
El general Giora Eiland, quien fue consejero de seguridad nacional de Ariel Sharon, declaró a finales de octubre: «Gaza debe convertirse en un lugar donde ningún ser humano pueda vivir, y lo digo como un medio más que como un fin. Lo digo porque no hay otra opción para garantizar la seguridad del Estado israelí. Estamos luchando contra una guerra que amenaza nuestra existencia.»
Dos diputados israelíes, Danny Danon (Likud) y Ram Ben-Barak (Yesh Atid), publicaron el 14 de noviembre una tribuna libre en el Wall Street Journal, donde escriben: «Europa tiene una larga historia de ayuda a los refugiados que huyen de los conflictos (…) La comunidad internacional puede colaborar en proporcionar un financiamiento dirigido a los programas de apoyo a los gazauitas interesados en mudarse. Puede ayudar en los gastos de traslado y en su integración. Necesitamos simplemente que un puñado de naciones compartan la responsabilidad acogiendo residentes de Gaza. Aunque esos países recibiesen sólo 10 000 cada uno, eso ayudaría a atenuar la crisis.» [3].
La presidente de la Unión Europea, Ursula von der Leyen, viajó al Cairo el 18 de noviembre. Primero trató de convencer al gobierno egipcio para que abriera su frontera y diera asilo a los 2,2 millones de pobladores de Gaza. Después, ante la negativa del presidente egipcio Abdelfatah Al-Sissi, la señora von der Leyen propuso instalar un gigantesco campamento para albergar “temporalmente” a los gazauitas en el Sinaí, antes de trasladarlos a otros países, como Alemania y Francia.
La ministro de Inteligencia de Israel, Gila Gamliel, volvió a la carga, el 19 de noviembre, publicando en el Jerusalem Post una tribuna libre donde escribe: «Algunos dirigentes del mundo ya hablan de un programa mundial de reinstalación de los refugiados y dicen que acogerían a los habitantes de Gaza en sus países. Numerosos países del mundo podrían apoyar eso, en particular los que se dicen amigos de los palestinos (…) Tenemos que ensayar algo nuevo y llamamos la comunidad internacional a que contribuya a hacerlo. Podría tratarse de una solución con la que todos saldrían ganando: una victoria para los civiles de Gaza, [sic] que buscan una vida mejor, y una victoria para el Estado hebreo después de esta tragedia devastadora.» [4].
Pero las imágenes de Gaza que circulan en las redes sociales han suscitado indignación en el 95% de los internautas. Ya han muerto al menos 20 000 palestinos, entre los fallecidos contabilizados y los desaparecidos cuyos cuerpos se hallan bajo los escombros de sus viviendas bombardeadas. La administración del presidente estadounidense Joe Biden, suministrador de las bombas, ha tenido que fingir que presiona al gobierno de Israel para que «dé muestras de contención», una retórica que no coincide con los actos ya que no hay suficientes bombas en los arsenales israelíes y es Washington quien sigue suministrando esos artefactos de muerte.
Sin embargo, ante la proximidad de la campaña electoral previa a la próxima elección presidencial estadounidense, en algún momento Joe Biden se verá obligado a interrumpir sus envíos de armas a Israel, perspectiva que obliga los dirigentes israelíes a plantearse que los palestinos finalmente seguirán en Gaza y que habrá que ponerles un gobierno, excluyendo al Hamas. Ante esa posibilidad, se plantean 2 opciones:
Instalar en Gaza una administración internacional provisional bajo mandato de la ONU
Pero ningún Estado parece dispuesto a desplegar sus tropas en Gaza bajo la bandera de la ONU, los llamados “cascos azules”, ni a asumir la gestión de los territorios palestinos.
Crear una administración palestina
  • El ex ministro de Estado para la Seguridad del gobierno palestino, Mohamed Dahlan, exilado en Emiratos Árabes Unidos, está apareciendo constantemente en las televisoras árabes y parece ser candidato a encabezar una «Autoridad palestina renovada» (sic). Además, ya envió su segundo en la dirección de un llamado «Bloque de la Reforma Democrática», Samir al-Mash’harawi, a reunirse con una delegación del Hamas en El Cairo. Ambas partes han llegado a un acuerdo.
  • El presidente de la Autoridad Nacional palestina, Mahmud Abbas, es también candidato a su propia sucesión. Pero su posición ambigua ante la matanza que se perpetra en Gaza le ha restado gran parte de la poca legitimidad que le quedaba antes de los bombardeos israelíes.

De paso, si finalmente se mantienen los territorios palestinos, son numerosos los dirigentes israelíes que quieren colonizarlos progresivamente.

  • Itamar Ben-Gvir, el ministro de Seguridad Nacional de Israel, dijo en una entrevista transmitida por la radio pública Kan Sunday: «El mundo ha cambiado desde la evacuación de las colonias de Gush Katif[en 2005], la realidad ha cambiado (…) Lo que necesitamos hoy aquí es una ocupación. Cada vez que nuestros enemigos han perdido territorios, han perdido la guerra. Deberíamos tener un control total. Eso disuadiría a nuestros enemigos, hacerles saber que hemos ganado y que permitimos a los residentes regresar a sus casas. No tengo miedo de que los israelíes se reinstalen en Gaza.»
  • El ministro de Educación, Yoav Kisch, declaró que no excluye un escenario en el que se reconstruyan las implantaciones israelíes en la franja de Gaza. El parlamento israelí ha recibido un proyecto de ley que reinstauraría la libre circulación de los israelíes en la franja de Gaza. El gobierno de unión ha venido tanteando a los Estados aliados de Israel sobre ese tema. Al parecer, algunos de esos Estados expresarían descontento… pero sin llegar a romper sus vínculos con el «Estado judío».
  • Bezalel Smotrich, el ministro israelí de Finanzas, a cargo de la administración civil de Cisjordania, ha llamado a crear “zonas de seguridad” alrededor de las colonias israelíes en Cisjordania. Con el tiempo, esa estrategia permitiría extender esas colonias.

Por supuesto, no todos los israelíes apoyan la ceguera y la rabia de sus dirigentes.

•El gabinete del primer ministro Netanyahu se niega a trabajar con el equipo militar encargado de la reparación de las infraestructuras. A la cabeza de ese equipo está el general Roni Numa, quien presentó a la Corte Suprema un recurso contra la reforma de las leyes fundamentales de Israel, “reforma” que Numa califica de «golpe de Estado».

• La ministro de Información, Atbaryan, dimitió, cansada de tener que tragarse la lengua ante la censura que el ejército impone a todo lo relativo a la guerra… y también a temas políticos no vinculados al conflicto.

  • El primer ministro Netanyahu hizo prohibir toda manifestación de apoyo a la población palestina de Gaza. Adalah, organización árabe israelí, y el partido Hadash han puesto el caso en manos del Alto Tribunal.
  • Los habitantes de Kafr Aqab, un barrio del este de Jerusalén donde el gobierno israelí planeaba arrinconar la capital de un eventual Estado palestino, están literalmente encerrados allí diariamente después de las 17 horas.
  • El ministro de Seguridad, Itamar Ben-Gvir, arremetió públicamente contra dos jueces que, según él, no castigaron con suficiente dureza a Maisa Abdel-Had, una actriz que expresó su solidaridad con los palestinos expulsados del este de Jerusalén; y a un anciano que denunció las condiciones de encarcelamiento de los presos palestinos. Ben-Gvir también criticó violentamente a un tercer juez, que se negó a divulgar el nombre de una persona acusada de ser favorable al Hamas.
  • Un profesor israelí de Instrucción Cívica e Historia, el pacifista Meir Baruchin, fue arrestado y encarcelado por el Shin Bet (el servicio de inteligencia y seguridad interna de Israel) por haber publicado un tweet donde daba las edades y los nombres de 6 jóvenes palestinos, de 14 a 24 años, muertos en Gaza. Su tweet precisaba: «Nacieron bajo la ocupación. Bajo ella vivieron toda su vida. No conocieron ni un solo día de libertad. Fueron ejecutados por nuestros maravillosos muchachos.»
  • Las diputadas israelíes Aida Tuma-Sliman (Hadash-Ta’al) e Iman Khatib-Yassin (Lista Árabe Unida) fueron suspendidas por el parlamento israelí, con retención de salario, por haber señalado que muertes atribuidas al Hamas el 7 de octubre en realidad fueron “daños colaterales” provocados por las propias fuerzas israelíes, que se llevaron por delante tanto a los atacantes palestinos como a los rehenes israelíes que estaban con ellos.
Para concretar su guerra, el gobierno israelí ha tenido que movilizar a casi todos los judíos –los israelíes árabes no han sido movilizados– aptos para portar las armas. Pero el primer ministro, Benyamin Netanyahu, tuvo miedo de que algunos se negaran a obedecer órdenes que los llevan a cometer crímenes. Previendo esa posibilidad, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) adoptaron un nuevo procedimiento para la designación de blancos. Antes, el estado mayor designaba diariamente un centenar de blancos, con cierta dificultad ya que los oficiales debían tratar de limitar los “daños colaterales”. Ahora, los blancos son seleccionados por un programa informático, dotado de “inteligencia artificial” (AI). Ya no hay “responsabilidad humana” ni nadie para oponerse a órdenes criminales. El algoritmo selecciona diariamente 500 blancos y ni siquiera ofrece estimaciones sobre los posibles daños colaterales. ¡Mientras menos se sabe, mejor funciona!
Por otro lado, en las redes sociales han aparecido imágenes de palestinos arrestados por las FDI. Quizás haya entre ellos algún miembro del Hamas, pero todo indica que se trata más bien de hombres que estaban en “mal lugar en el momento equivocado”. Las imágenes muestran como los soldados israelíes los obligan a quitarse toda la ropa, los mantienen de rodillas, en ropa interior y descalzos, y en esas condiciones se los llevan en camiones descubiertos con rumbo desconocido. ¿Los llevan a centros de interrogatorios?
La fiscal general israelí, Galia Baharav-Miara, dio su autorización para mantenerlos detenidos durante 60 días, sin atención médica y sin abogado. Después de 60 días hay pocas posibilidades de que puedan mostrar indicios de tortura.
NOTAS
[1] «Alternatives à une directive politique pour la population civile à Gaza» (documento en hebreo), Nota del ministerio de Inteligencia de Israel, 13 de octubre de 2023.
[2Plan de réinstallation et de réhabilitation définitive en Egypte de l’ensemble de la population de Gaza (documento en hebreo), Institute for National Security and Zionist Strategy, octubre de 2023.
[3] “The West Should Welcome Gaza Refugees”, Danny Danon, The Wall Street Journal, 14 de noviembre de 2023.
[4] “Victory is an opportunity for Israel in the midst of crisis”, Gila Gamliel, Jerusalem Post, 19 de noviembre de 2023.
El vínculo entre las potencias liberales y las guerras es eterno
Valdir da Silva Bezerra
Las naciones liberales más destacadas de Occidente, encabezadas por Estados Unidos y Europa occidental, se han implicado profundamente en las últimas décadas en intervenciones militares en todo el planeta para mantener su hegemonía en las relaciones internacionales.
En el pasado, al menos hasta la Primera Guerra Mundial, los liberales condenaban de hecho el uso de armas como forma de promover los intereses del Estado, prefiriendo en su lugar establecer lazos comerciales con otras naciones.
Sin embargo, los nuevos liberales que predominan hoy en Occidente han hecho un verdadero pacto con la guerra, apoyando la llamada exportación de la democracia y el libre mercado por medio de la fuerza a otras regiones del planeta.
Hoy ven con total tranquilidad cómo sus gobiernos invierten en enormes contratos con complejos industriales militares, de modo que el matrimonio entre finanzas y armas ya no puede ocultársele a nadie.
Este maridaje se traduce también en la supervivencia de alianzas militares como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que desde la década de 1990 interviene militarmente en los Balcanes, el Norte de África, Asia Central y Oriente Próximo, con resultados sencillamente catastróficos para estas poblaciones.
La internacional militarista se ha convertido así en la nueva cara del liberalismo político y económico de Occidente, que no tiene reparos en librar guerras contra otras civilizaciones para alcanzar sus egoístas objetivos políticos.
En consecuencia, asistimos al uso de la intervención armada para cambiar regímenes considerados indeseables, en el contexto no exactamente de una Guerra contra el Terror, sino de una Guerra contra el otro, utilizando el poder duro como instrumento para mantener un status quo favorable a las potencias occidentales.
En este escenario, las múltiples guerras que han tenido lugar en todo el mundo a lo largo de las últimas décadas, bajo la hegemonía del poder económico y militar estadounidense en particular, apenas han provocado ningún trastorno en la convicción liberal de que todo era por un bien mayor; a saber, la exportación de la democracia y los valores occidentales a civilizaciones insumisas.
Lo que quedó claro, de hecho, fueron los vínculos entre la proliferación de estas guerras y los exorbitantes beneficios de empresas militares y armamentísticas, como Lockheed Martin, RTX Corporation y Northrop Grumman (por nombrar solo algunas), que, al participar en conflictos en tierras lejanas, satisfacían cada vez más su codicia económica.
También estaba claro que el establishment político estadounidense se sostenía sobre todo por sus vínculos con este complejo militar-industrial, lo que explica el enorme gasto en defensa de Washington.
No es casualidad que Estados Unidos —la primera potencia liberal de Occidente— tenga más de 800 bases militares en todo el mundo. En definitiva, se trata de un liderazgo basado en el poder del ‘club’.
Lo más curioso de todo es que al mismo tiempo que Estados Unidos y sus aliados occidentales están armados hasta los dientes, son ellos los que —con la mayor de las pretensiones— pronuncian discursos sociales de contenido pacifista e inclusivo.
Sin embargo, son precisamente los gobiernos de estos Estados los más beligerantes y exclusivistas del mundo, y precisamente los más incapaces de comprender y respetar los valores de otros pueblos y otras civilizaciones.
Por eso, la internacional militarista se ha encargado de utilizar las guerras eternas como instrumento servil para alcanzar sus objetivos políticos de dominación sistémica. Al final, fueron estas guerras, defendidas por los liberales, las que se convirtieron en un elemento básico del llamado orden internacional, basado en las reglas del Occidente colectivo.
En la práctica, como han demostrado las diversas intervenciones militares en las que participaron países de la OTAN en los Balcanes, el norte de África, Oriente Próximo y Asia Central, todo no fue más que una grave injerencia externa de Occidente en los asuntos internos de otros Estados, que, como consecuencia, condujo a la quiebra política y económica de estas sociedades.
Por último, tenemos la infusión de agendas liberales en los organismos reguladores y en las instituciones mundiales de toma de decisiones, con el fin de defender supuestamente las violaciones de los derechos humanos.
En este punto, la internacional militarista se encargó de exigir que los Estados y sociedades no occidentales de todo el mundo se subordinaran a las cosmovisiones occidentales, basadas en la supremacía del individuo sobre el colectivo.
Derivadas de esto, las guerras alimentadas por las potencias liberales pretendían imponer sus valores e ideales pseudouniversales a países y pueblos enteros, ignorando las tradiciones históricas y las especificidades culturales, sociales, políticas y religiosas.
En resumen, los liberales veían cada vez más la guerra como una fragua para el nuevo internacionalismo misionero de Occidente. Después de todo, si las sociedades del resto del mundo no se parecían a la sociedad estadounidense o europea, había algo que no funcionaba, algo que debía corregirse inmediatamente.
Esta fue la carta blanca recibida por los mercaderes de la muerte que hoy se benefician de la prolongación de los conflictos en Europa del Este y Oriente Medio, por ejemplo.
Punto para la internacional militarista, que en última instancia demostró la naturaleza antidemocrática del orden occidental, así como la ausencia de cualquier sentido de inclusión o empatía hacia otros pueblos y civilizaciones.
Conviene recordar que, a principios del siglo XX, el periodista y liberal británico Alfred George Gardiner afirmaba que su país representaba el espíritu de la luz. ¿Hay alguna similitud con los liberales de hoy que dicen defender el lado correcto de la historia? ¿O con las declaraciones de Ronald Reagan a finales de la década de 1980 de que Estados Unidos es una ciudad brillante sobre una colina? Pues bien, los tiempos no parecen haber cambiado.
En el siglo XXI, seguimos expuestos a esta interpretación infantil del mundo. Y hay muchos que se la creen. Es realmente difícil convencer a estas personas de que vean lo que tienen delante de los ojos, a saber, el más que exitoso matrimonio entre el liberalismo occidental y el internacionalismo militarista.

By Saruman