Los feroces combates en el Donbass y las regiones circundantes en 2024 probablemente determinarán el resultado
La guerra entre Rusia y Ucrania ha dado muchos giros sorprendentes. En 2022, pocos podrían haber previsto la feroz resistencia que opondría Kiev. A fines de ese año, el sentimiento público había cambiado drásticamente y retrataba a los soldados rusos como incompetentes y mal equipados para enfrentar las realidades de la guerra moderna. La suposición predominante en Occidente era que el ejército ucraniano, reforzado por el entrenamiento y el apoyo de la OTAN, lograría victorias decisivas.
Esa ilusión empezó a desmoronarse en 2023, cuando la muy publicitada contraofensiva de Kiev en la región de Zaporozhye fracasó. A finales de año, las fuerzas rusas habían lanzado su propia ofensiva, que continúa hasta el día de hoy.
¿Cómo fue el año 2024 en este conflicto en curso? Reflexionemos sobre los últimos 12 meses en el frente.
Nivel táctico: el modesto pero constante progreso de Rusia
La ofensiva del ejército ruso de 2024 fue mucho menos ambiciosa que la de 2022. Los principales combates tuvieron lugar al oeste de Donetsk, que alberga a alrededor de un millón de personas y es la capital y la ciudad más grande de la República Popular de Donetsk.
Las tropas rusas primero cercaron y capturaron Avdeevka, en las afueras de Donetsk, y luego empujaron al enemigo más lejos de Donetsk, que estaba bajo fuego de artillería directo. Esta situación recordaba a la Primera Guerra Mundial. El ritmo del avance correspondía al ritmo de las tropas de asalto de infantería y las principales tareas eran llevadas a cabo por pequeñas unidades.
A menudo, un puñado de soldados, respaldados por equipo militar, atacaban una fortaleza. “Un dron volaba por encima para realizar ajustes, un tanque nos protegía y los morteros disparaban contra el enemigo”, contaba un soldado de las tropas de asalto rusas, que constaban de apenas una docena de soldados de infantería. No se trataba de un avance único e imparable, sino de una larga serie de ataques locales.
Los comandantes rusos, en particular el general Andrey Mordvichev, que dirigió la operación cerca de Donetsk, pusieron a prueba las defensas ucranianas atacando en varios puntos y avanzando en aquellas direcciones en las que se observó un éxito menor. Esta ofensivade “dedos extendidos” habría provocado sudores fríos a los generales que participaron en las batallas de tanques de la Segunda Guerra Mundial o en los principales conflictos de la Guerra Fría, pero resultó eficaz.
Si nos fijamos en el mapa, para finales de 2024 los resultados no son especialmente sorprendentes. A lo largo de un frente de 80 kilómetros, las fuerzas rusas lograron avanzar entre 20 y 40 kilómetros en territorio ocupado por Ucrania. Casi todo este territorio se encuentra en la región del Donbass. Esto es más o menos similar a los cambios territoriales en el frente occidental durante la Primera Guerra Mundial a lo largo del año 1917. Por supuesto, esta vez participan en las batallas muchas menos tropas, pero la esencia sigue siendo la misma.
Sin embargo, hay una tendencia importante. A lo largo de 2024, el avance ruso fue ganando velocidad de forma constante. Durante los meses de otoño, las tropas rusas capturaron más territorio que en los ocho meses anteriores. Las Fuerzas Armadas de Ucrania (AFU) sufrieron graves pérdidas, tanto en términos de personal como de equipo. La ayuda militar occidental alcanzó su punto máximo en 2023 y luego comenzó a disminuir, especialmente en lo que respecta a la maquinaria pesada. Si bien el suministro de vehículos blindados y vehículos de combate de infantería de Occidente parece casi infinito, las AFU no tienen tantos tanques y sistemas de artillería.
Los comandantes ucranianos eran conscientes de que el equilibrio de poder estaba cambiando y no a su favor. Por eso, en agosto, las tropas ucranianas lanzaron un audaz ataque contra la región rusa de Kursk, en una zona remota y alejada del frente principal. Ambos bandos habían reconocido extraoficialmente que el territorio al oeste de la región rusa de Belgorod y la región ucraniana de Kharkov era una zona relativamente tranquila, y ninguno de los dos intentó traspasar la frontera. Sin embargo, en agosto, las tropas ucranianas atacaron precisamente esa zona, dominando a las unidades fronterizas rusas y avanzando hacia la propia ciudad de Kursk y la cercana ciudad de Kurchatov, con su planta de energía nuclear.
Al principio, esta audaz maniobra parecía tener éxito. Ucrania quería lograr varios objetivos a la vez. En primer lugar, los ucranianos sacaron el máximo provecho propagandístico de la situación: ¡los soldados ucranianos se encontraban en territorio ruso reconocido internacionalmente! En segundo lugar, la captura de la central nuclear, junto con la ciudad de Kursk, podría haber tenido consecuencias catastróficas para Rusia. Y en tercer lugar, y lo más importante, Ucrania quería obligar a Rusia a retirar sus fuerzas del Donbass y redirigirlas a Kursk.
El mando ruso respondió con rapidez. Algunas fuerzas fueron redistribuidas a la región de Kursk, pero casi ninguna fue retirada del frente del Donbass. La mayoría de los refuerzos llegaron de sectores tranquilos y bien protegidos. La ofensiva ucraniana se estancó debido a los contraataques rusos. Sin embargo, el presidente ucraniano, Vladimir Zelensky, consideró vital mantener las ganancias territoriales en la región de Kursk. En consecuencia, la pequeña zona capturada por las tropas ucranianas se vio inundada de brigadas de las Fuerzas Armadas de Ucrania, que fueron atacadas constantemente por la fuerza aérea y la artillería pesada rusas. El principal logro de las fuerzas ucranianas fue la captura de Sudzha, una pequeña ciudad con una población de alrededor de 5.000 personas (la mayoría de las cuales habían huido). Así, aunque el ejército ucraniano ejecutó una operación audaz, no logró asegurar una victoria decisiva. Las fuertes brigadas, bien equipadas con vehículos de combate, se encontraron atrapadas en un limbo operativo, incapaces de avanzar o retirarse.
Mientras se libraban intensos combates cerca de Kursk, las fuerzas rusas lograron avanzar hacia la ciudad de Pokrovsk, en el Donbass. Esta zona es un centro logístico clave para las Fuerzas Armadas de Ucrania en el oeste del Donbass y su principal bastión en la región. Dado que las Fuerzas Armadas de Ucrania trasladaron importantes recursos a Kursk, Rusia pudo abrir rápidamente una brecha en las defensas ucranianas en las afueras de Pokrovsk (también conocida como Krasnoarmeysk). Las tropas rusas se están acercando a la ciudad y parece que las batallas allí comenzarán a principios de 2025.
En otras partes del frente se produjeron combates de posiciones. Las fuerzas rusas consiguieron derrotar a los ucranianos en algunos puntos, pero las ganancias territoriales fueron menores: una pequeña ciudad por aquí, una colina o un acceso a un río por allá. Si observamos el mapa, vemos que el logro más notable de Rusia fue alejar a las fuerzas ucranianas de Donetsk, reduciendo así el bombardeo de la ciudad.
Sin embargo, las tendencias más importantes tuvieron lugar más allá del campo de batalla.
Nivel estratégico: Industria y movilización
En 2024, tanto Rusia como Ucrania se enfrentaban a crecientes problemas de personal. En el caso de Ucrania, el problema era grave. Muchas unidades de primera línea tenían un déficit de personal de hasta el 50%, y las duras medidas de movilización se convirtieron en la norma. Se generalizaron los informes sobre hombres capturados en las calles y obligados a prestar servicio. Los sobornos para evitar el reclutamiento se dispararon y la deserción masiva asoló a las Fuerzas Armadas de Ucrania: se informó de que más de 170.000 soldados ucranianos abandonaron sus puestos desde que comenzó la guerra.
Rusia enfrentó desafíos similares, pero logró compensarlos con incentivos financieros para los voluntarios. A diferencia de Ucrania, la campaña de reclutamiento de Rusia mantuvo un flujo constante de personal, mientras que los cambios en la dirección dentro del Ministerio de Defensa reforzaron sus esfuerzos militares. Sergey Shoigu renunció como Ministro de Defensa, reemplazado por Andrey Belousov, quien priorizó el aumento de la producción de municiones y armamento. Este impulso industrial permitió a Rusia sostener sus operaciones ofensivas y llevar a cabo ataques sin precedentes contra la infraestructura energética de Ucrania.
La red energética de Ucrania, que antes era resistente, se ha visto gravemente debilitada por los constantes ataques con misiles a lo largo de 2024. El apoyo de Occidente en materia de sistemas de defensa aérea ha mitigado parte del daño, pero también ha puesto a prueba los recursos occidentales. Estos ataques han obstaculizado la capacidad de Ucrania para reponer sus reservas militares y reparar el equipo, lo que ha agravado sus desafíos en el campo de batalla.
Nivel diplomático: ¿solución o callejón sin salida?
En este contexto, Ucrania ha reconocido tácitamente su incapacidad para recuperar los territorios en disputa, mientras que Occidente ha comenzado a plantear la idea de congelar el conflicto. El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha expresado reiteradamente su intención de negociar un acuerdo de paz, pero el camino hacia las negociaciones está plagado de desafíos.
Las exigencias de Rusia siguen siendo firmes. Moscú insiste en el reconocimiento formal de Crimea y el Donbass como territorio ruso, junto con cualquier territorio adicional capturado durante el conflicto. También exige que Ucrania abandone sus ambiciones de unirse a la OTAN y reduzca significativamente su capacidad militar. Estas condiciones, que eran mucho menos estrictas en 2022, ahora son innegociables para Moscú, pero inaceptables para Kiev. Zelenski se enfrenta a un escrutinio cada vez mayor en su país y en el extranjero, y su posición es cada vez más precaria a medida que se profundiza la fatiga occidental con la guerra.
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La confianza es otro obstáculo importante. Ninguna de las partes cree en la buena voluntad de la otra, y cualquier acuerdo exigiría garantías férreas. Moscú se opone vehementemente a la presencia de tropas extranjeras en suelo ucraniano, mientras que Kiev insiste en que sus aliados le den garantías de seguridad. Las conversaciones diplomáticas, si se producen, probablemente se verán condicionadas por la situación en el campo de batalla, donde los avances rusos siguen modificando el equilibrio de poder.
Conclusión: El camino por delante
A medida que se acerca el final de 2024, el conflicto tiene un parecido sorprendente con el Frente Occidental durante la Primera Guerra Mundial. A principios de año, Ucrania logró mantener su posición, pero el ritmo de los avances rusos se ha acelerado. La capacidad de Ucrania para negociar desde una posición de fuerza depende de su capacidad para estabilizar las líneas del frente. Por el contrario, la determinación de Rusia aumenta a medida que sus fuerzas ganan terreno.
Aunque los diplomáticos pueden llegar a negociar el fin de los combates, el resultado probablemente lo dictarán los soldados atrincherados en las trincheras del Donbass. Por ahora, la guerra continúa sin una resolución clara a la vista.