Los amantes del fin del mundo, de Francisco José Fernández-Cruz Sequera (editorial Eas), es la historia desapasionada de lo que a algunos les parece una simple molestia pero que se ha convertido en una amenaza geopolítica. El judeocristianismo acabó con la civilización
antigua y el sionismo cristiano, aliado con el evangelismo angloamericano, ha urdido una
trama global de dominio universal en la que van cayendo, uno tras otro, los diversos actores del liberal-conservadurismo mundialista, incluido el partido republicano del defenestrado Donald Trump. El mesianismo hebreo no culminó con el establecimiento de Israel en 1948, sino que su objetivo final es el cumplimiento de la profecía bíblica. El escritor José Vicente Pascual nos lo explica en esta reseña.
Hay civilizaciones utopistas (expectantes) y las hay apocalípticas (esperanzadas). Las
primeras avanzan bajo el convencimiento de cierta posibilidad de dicha y prosperidad en este mundo. Las apocalípticas, paradójicamente, vinculan su certeza en un irremediable “final de los tiempos” con su obsesión por alcanzar la hegemonía en esta dimensión transitoria, mundana, efímera por relación a la eternidad, del devenir humano. Las religiones de lamentación, fundamentalmente el judaísmo y el cristianismo (aunque también el islam tiene lo suyo), son muy dadas a esta disociación de horizontes: quieren ser los primeros en este mundo y en el otro, organizar la espera del último día conforme a sus principios y entrar antes que nadie en el reino de los justos.
Francisco J. Fernández-Cruz Sequera expone en “Los amantes del fin del mundo” su
conclusión tras largo, minucioso y desapasionado estudio del tránsito histórico, doctrina y
actualidad del judaísmo/sionismo. Interesante aporte de un experto que por su experiencia
personal y profesional ha vivido muy de cerca los conflictos ideológicos (y de los otros) más
relevantes desde el último cuarto del siglo XX. Según su tesis, apuntalada con abundante
documentación y medido análisis, el judaísmo original, primigenio, “puro”, es un mito. La fe
hebraica contemporánea, con todas sus variaciones, es un conglomerado de aportes
religiosos y culturales que han ido imponiéndose sobre otros y a cualquier precio (como en
todas las confrontaciones religiosas), tramando alianzas con distintas tendencias de otras
iglesias, como el protestantismo y el anglicanismo, hasta confluir en el enunciado superior,
de nuevo válido para este mundo y el venidero, que se condensa en el sionismo.
Interpretaciones sectarias y políticamente interesadas aparte, el sionismo es una ideología
(ideología) tan totalitaria como cualquier otra: un solo pueblo, una sola fe y un solo territorio nacional que se posee por designio divino. “El pueblo elegido” tiene derecho a la nación y el Estado israelí porque así lo establecen los textos sagrados de la Biblia; aquellos que, para nosotros cristianos (quien lo sea), se denominan Antiguo Testamento.
Esa es la teoría. La práctica, o sea, la verdad: el conglomerado civilizacional de pueblos y
culturas que confluyeron y cristalizaron en el ámbito de “lo judío”, gestionaron sus intereses de manera eficiente hasta alcanzar el beneficio de un país propio, arrebatado a quienes poblaron sus actuales territorios durante muchos siglos. Y lo hicieron porque pudieron y porque les convenía. Sobre todo: porque pudieron La alianza entre el cristianismo protestante, anglicano e incluso católico con los sectores
judíos más activos y pudientes fue operativa y eficaz en aquel tiempo (1948) para la
proclamación definitiva del Estado de Israel; y lo sigue siendo para mantener en la zona los
intereses de ese mismo Estado y del cristianismo protestante, anglicano e incluso católico; y también los de algún país islámico, porque el islam no es precisamente un bloque sin fisuras, más bien son muchas fisuras incrustadas de mala manera en una piedra que se venera en La Meca. En definitiva: la geopolítica es la única ciencia que explica el auge, desarrollo y, en muchos casos, imposición de dogmas ideológicos, religiosos y culturales.
Ya lo dijo el filósofo: el arte y la política son la superficie de la historia. El trasfondo de la historia, lo que mueve el mundo de verdad y nos lleva a concebir y erigir poderosas teorías sobre el fin del mundo (al parecer, con el propósito de que el mundo nunca se acabe), es el poder y es el dinero. Lo demás, poesías. © Fuente: Posmodernia.com
Título: Los amantes del fin del mundo
Autor: Francisco J Fernandez-Cruz Sequera
Editorial: Editorial EAS, 2020. 192 págs
Jose Vicente Pascual