De las mil ciudades inteligentes que se están construyendo en todo el mundo, unas 500 están en China, pero el dinero asignado a ellas (74.000 millones de dólares en inversiones públicas y privadas) se ha gastado en mejorar la vigilancia gubernamental de los ciudadanos chinos. El aparato de seguridad utiliza una vasta red de cámaras, reconocimiento facial e incluso de la forma de andar, junto con inteligencia artificial y computación en la nube para identificar y rastrear a muchos de los 1.340 millones de habitantes de China. La mayoría de los ciudadanos deben descargar aplicaciones en sus teléfonos que permiten a las autoridades controlar lo que miran y rastrear sus movimientos, lo que puede llevar a alguien a uno de los gulags.
A principios de este año, un comité del Congreso de Estados Unidos encargó un informe sobre el desarrollo de “ciudades inteligentes” en China, con especial atención a si eran más inteligentes que sus contrapartes estadounidenses.
La solicitud de información de la Comisión de Revisión Económica y de Seguridad de Estados Unidos y China (USCC, por sus siglas en inglés) fue reveladora porque mostró que, a pesar de la publicidad, no se sabe mucho sobre los frutos de los esfuerzos de China para construir esas ciudades. Las ciudades inteligentes están altamente conectadas digitalmente y utilizan la última tecnología para gestionar los servicios.
Según los medios estatales chinos, las cifras del gobierno y las estimaciones de Deloitte, unas 500 de las aproximadamente 1.000 ciudades inteligentes que se están construyendo en todo el mundo se encuentran en China. En el marco de un plan quinquenal que finaliza en 2020, el gobierno chino espera una inversión pública y privada de 74.000 millones de dólares en estas ciudades.
Sin embargo, si bien se pueden encontrar ejemplos piloto futuristas dispersos (desde iluminación y redes eléctricas inteligentes hasta gestión inteligente del tráfico), hay poca evidencia de que esta gran visión esté mejorando drásticamente las vidas de las masas.
En cambio, parece que la mayor parte de los recursos destinados al desarrollo de ciudades inteligentes se han destinado a mejorar la vigilancia de los ciudadanos chinos por parte de los omnipresentes servicios de seguridad interna. Durante casi una década, China ha gastado más en seguridad interna que en su presupuesto de defensa. Dicho de otro modo: el Partido Comunista gasta más en vigilar a su propia población que en protegerse de amenazas extranjeras.
“Está muy claro que la vigilancia es un elemento importante en la concepción china de las ciudades inteligentes”, afirma Rogier Creemers, experto en derecho y tecnología chinos de la Universidad de Leiden, en los Países Bajos. “Se trata de una vigilancia generalizada que es en parte política y en parte tiene que ver con la mecanización de la vigilancia callejera ordinaria”.
El aparato de seguridad utiliza una vasta red de cámaras, reconocimiento facial e incluso de la marcha, junto con inteligencia artificial y computación en la nube para identificar y rastrear a muchos de los 1.340 millones de habitantes de China.