Por Pascual Uceda Piqueras.- Si yo les hablara de Cernunnos, seguramente, no sabrían a qué demonios me estoy refiriendo.
Les daré una pista ¿Recuerdan el aquelarre televisivo al que asistimos el pasado verano con ocasión de la ceremonia de clausura de los JJOO, donde esa inocua y amable criaturita voladora cubierta de oro se posaba sobre un mundo en decadencia y devastado? A todos nos dejó atónitos, cuando no terriblemente indignados en nuestro yo más profundo, aquel ingrávido animalejo; sin embargo, fueron muy pocas las voces que se alzaron contra los responsables del esperpento “deportivo” con visos, por su difusión universal, de acontecimiento profético o apocalíptica revelación. Todos hechizados a los pies de la “caja tonta”, aceptamos de manera voluntaria la celebración satánica que tal acto representaba, como si se tratara de un fabuloso montaje escénico sin ninguna trascendencia ni costo para nuestra conciencia o, peor aún, como si el hechizo perpetrado no fuese con nosotros ¿Cómo olvidar ese momentazo televisivo – disculpen la ironía- de la llegada de ese inquietante bichito con figura humana, luciérnaga de los últimos tiempos o Señor de las moscas, anunciando su reinado sobre las sombras?
Seguro que ya habrán adivinado el tipo de ejercicio que les estoy proponiendo. Sí, en efecto, se trata de una asimilación. Dicho a la manera castiza: “el mismo perro con diferente collar”. Porque las siglas CERN conforman la raíz léxica de la palabra de origen protocelta “Karno/Karwo” (asta o cuerno), latinizada en CERNUNNOS (“el que tiene cuernos”), que es el nombre que recibía una antigua divinidad antropomorfa, adorada en diferentes regiones de Europa, caracterizada por la cornamenta de ciervo, cabra o de otro animal astado que brotaba de su cráneo ¿Les suena? No me cabe la menor duda, pues, la famosa cabeza cornuda de los adoradores del mal, de Baphomet, de Satán, se ha colado en nuestras vidas a través de las campañas de propaganda de las marcas más conocidas, tanto en forma de logo institucional como en las celebraciones de todo tipo y jaez. Un ejemplo de ello lo encontramos en la actual industria (de embobamiento) musical, donde las lilim de nuestro tiempo, Madonnas, Taylorswiftes y Beyonceses, ofician de sacerdotisas en rituales satánicos reconvertidos en coreografías musicoides.
Creado en 1954, la Organización Europea para la Investigación Nuclear, más conocido por las siglas del CERN, es una especie de gigantesco laboratorio de Física dependiente de la ONU. Ubicado en un largo corredor subterráneo de 27 km. de perímetro y rodeado en superficie por gigantescas moles rocosas, constituye un paraje de especial significación para las huestes de lo oscuro, que no dudan en aprovechar sus excepcionales condiciones geológicas para celebrar allí sus aquelarres a la vista de todos.
Esta especie de guarida del Minotauro, convertida, por los adoradores del becerro que militan bajo las siglas del NOM, en laboratorio donde operar sobre la materia a escala infinitesimal, consiste en un inmenso acelerador de partículas conocido con el nombre de Gran Colisionador de Hadrones. Su función, de cara a la galería, se pierde entre universos paralelos, mecánica cuántica y un sin fin de abracadabras tecnológicos de ultimísima generación. Destaca, de entre toda esta jerga de alquimista contemporáneo, el famoso descubrimiento del bosón de Higgs, más conocido como la “partícula de Dios”; que no solo hará las delicias del respetable -casi siempre neófito en la materia, aunque fácilmente impresionable-, sino que, además, servirá al propósito de justificar la validez de un macroproyecto tecnológico de un costo sin igual en el mundo.
Y, “Et voilà!”, el nigromante acaba de sacar de su “bo(l)són”, cual chistera de prestidigitador, el preceptivo conejito que a todos embelesa.
Porque, al margen de tanta palabrería y conceptos tecnológicos imposibles, y haciendo uso exclusivo de la inteligencia que Dios nos ha dado, todo apuntaría a que aquí hay gato – o conejo- encerrado. No de otro modo, ¿cómo no ver el engaño al que pretenden inducirnos de manera subliminal y que podríamos resumir del siguiente modo?: si quieres ver a Dios (el bosón) lo encontrarás en las profundidades de la tierra (¿tradicionalmente, el infierno?). En este sentido, la todopoderosa ciencia en manos del gran cornúpeta quiere convencernos, a este mundo infantilizado y a través de su asombroso juguetito o scalextric de partículas, de que el misterio de la divinidad se resuelve con la aplicación cartesiana de la experimentación racional, pues, como en el caso del bosón, puede ser tangible y mensurable ¿No es este un modo sibilino y engañoso de pretender afirmar la supremacía de Satán por encima de la de Dios?
Llegados a este punto, deberíamos plantearnos las siguientes preguntas: ¿qué es realmente el CERN?, ¿qué se esconde, pues, en el interior de esta cloaca inmensa que apesta a azufre y no a santidad, y cuyo tufo asomó ya por otro túnel, el de su vecino en San Gotardo?, ¿a qué se debe el gasto astronómico de millones de euros empleados en buscar un imposible científico que, en principio, no parece que vaya a arrojar sustanciosos dividendos sobre la mesa de ningún banquero de esos que se suelen sentarse en el Foro de Davos? ¿Todo por la ciencia? ¿La tecnología al servicio de la especie humana? ¡Qué quieren que les diga! Desconfíen, sin más, de cualquiera de estos pseudopróceres que enarbolan la bandera del buenismo, la fraternidad, el altruismo y la filantropía.
El Tártaro suizo, donde se está ejecutando el satánico plan, resulta ser un Averno muy especial. Y sobre ello disertaron dos valientes a los que les cabe el honor de haber sido considerados, por sus celebradas revelaciones acerca del inhumano y cruel engaño al que está siendo sometida la humanidad desde la plandemia del año 2020, como los “dos testigos del Apocalipsis” (según consta en la Biblia sobre la llegada de los últimos tiempos). Nos referimos al fundador de La quinta columna, el bioestadístico Francisco Delgado, y al doctor José Luis Sevillano, que, para esta ocasión, contaron con la presencia de la doctora Astrid Stükelberg, residente en Ginebra y buena conocedora de lo que allí pudiera estar ocurriendo.
Para ellos no hay duda acerca de la función del CERN. Se trataría no de un buscador de partículas subatómicas en el límite de lo físico, sino de hacer realidad un oscuro plan en el que las élites en la sombra, esos mismos que nos informan de sus aviesos planes a través de conmemoraciones y celebraciones populosas de todo tipo y lugar, llevarían ocupados mucho tiempo e invirtiendo una cantidad ingente de recursos y capital ¿De qué estamos hablando? Ni más ni menos que de energía electromagnética: generar un campo inmenso de energía con alguna oscura finalidad. ¿Cómo lo hacen?: utilizando la energía producida por esas increíbles colisiones de partículas que viajan a velocidades próximas a la luz ¿Cómo han conseguido esa tecnología?: aprovechando las inmensas reservas de oro de Suiza (dada la especial conductividad del oro por encima de cualquier otro elemento) para construir esa inmensa bobina eléctrica que es el Gran Colisionador de Hadrones ¿Solo esta maquinaría es suficiente para generar la energía que necesitan estas élites para conseguir sus aviesos planes?: No, a ello habrá de sumarse la energía propia del terreno en donde se asienta el CERN, pues su especial orografía e infinidad de túneles excavados constituye en sí misma una inmensa planta de geoenergía; y, como otro factor a tener en cuenta, resulta imprescindible contar con el aporte necesario de bioenergía o energía producida por los seres humanos ¿Cómo se consigue esta energía humana?: a través de las ceremonias satánicas que, de manera habitual, suelen celebrarse en sus instalaciones, según está documentado. Un acelerador de partículas, energía telúrica y bioenergía, ¿este abigarrado muestrario energético es posible y, de ser así, qué finalidad tendría la generación de un campo energético de tan altísima potencia?: No solo es posible, sino que es una realidad (“la energía ni se crea ni se destruye, se transforma”). En cuanto a la finalidad de un proyecto de esta envergadura, estamos convencidos de que debería situarse a la altura de los medios que se están empleando. Por lo demás, sabiendo que nos hallamos no ya en los límites de la física, sino ante una verdadera metafísica, en donde el elemento energético humano juega un factor decisivo, resulta coherente y aceptable la solución propuesta desde los responsables de La quinta columna: generar un inmenso campo de energía electromagnética donde sea tal la densidad que, determinadas entidades energéticas – y no precisamente las garantes del género humano- puedan, a voluntad, manifestarse físicamente en nuestro mundo tridimensional.
Pasen y vean. La carpa del CERN está abierta. Sobre la pista principal, el Gran Colisionador de L(H)adrones nos presenta un número de prestidigitación único en el mundo. Por arte de birlibirloque, verán aparecer a Dios del bo(l)són del mago. Perdón, queríamos decir al demonio.
En palabras de la doctora Astrid Stükelberg, la confederación helvética, que es el nombre oficial de Suiza, leído al revés se traduciría como: ¡Vete al infierno¡
*Doctor en Filología, especialista en Cervantes y escritor