Es un fenómeno histórico subterráneo de larguísima data -y, por tanto, difícil de percibir a primera vista- que comienza con la contraposición ontológica del “individuo” a la “comunidad”. El individuo no es un ente físico (los gatos no pueden ser calificados como individuos en este sentido), sino aquella construcción conceptual que el cristiano denomina “el alma” (inmortal, por supuesto) y que no existe, por ejemplo, entre los griegos, los romanos o los germanos. El individuo es, para el creyente, un ente anterior y más valioso que la propia comunidad nacional. Fue creado por dios, no por la madre (matria) natural que lo parió. Ésta se vincula al “pecado” (la madre de dios será virgen. sobrenatural). La vida del individuo está orientada a su propio provecho (el “negocio” de la salvación, personal e intransferible). Se dan procesos previos al que vamos a describir que avanzan en la misma dirección, como el paso del matriarcado al patriarcado, pero de ellos nos ocuparemos en otra ocasión.

CATOLICISMO

La iglesia es el “pueblo de Dios” y está formada por los “individuos” (en el sentido indicado) que Yahvé  graciosamente ha elegido a capricho para dicha “salvación”. Una salvación que es “aire”, verborrea, promesa huera, a cambio de la sumisión al dios judío, transacción que no cabe fiscalizar porque los estafados no pueden, en efecto, volver del más allá una vez muertos a reclamar su parte. Es la compensación contractual, por tanto, perfecta, porque quien se compromete por la parte judaica no arriesga nada y todos los tontos viven felices en la mentira pero llenos de “esperanza”. Hete aquí la fuerza del cristianismo, su capacidad de contagio entre los idiotas y los cobardes, que son mayoría entre la población, claro.

Surge a la sazón el catolicismo, que procede del término griego katholon, cuyo significado lo dice todo: “universal”. El “pueblo de Dios” diluye las distinciones nacionales, culturales, raciales… Sólo cuenta el individuo y su “ego” obsesionado con “la salvación eterna”.

La iglesia universal de los individuos (presuntamente) inmortales, los elegidos, establece la base sociológica y axiológica de las futuras redes globalizadoras transnacionales.

CALVINISMO

El siguiente paso se dará fuera de la iglesia y contra ella con la reforma protestante en su versión, sobre todo, calvinista. A partir de ese momento, los “salvados” por Yahvé son los ricos y el éxito económico representa para el creyente cristiano un signo divino de elección que fomenta el ahorro y la re-inversión perpetua del capital. Así, sobre el suelo de la primera red globalizadora católica se asienta la segunda, puritana y más individualista si cabe, porque, por su propia lógica, rechaza la autoridad eclesiástica y la intermediación del sacerdote entre el rebaño y su dios. Cada individuo lee directamente la escritura y procura por su beneficio espiritual-material: una cosa y la otra van juntas, no otra es la sempiterna astucia del judaísmo que en el catolicismo aún permanecía en estado embrionario porque la sociedad medieval es todavía una entidad holista, es decir, comunitaria, que opera como nido protector del huevo individualista y lo extiende por todo el planeta.

LIBERALISMO
La tercera fase es el liberalismo, rama secular del cristianismo reformadoque constituye el fundamento ideológico y político del capitalismo. Papel fundamental en esta fase de la enfermedad cristiana lo desempeña la masonería. Aquí ya no se presenta la ideología individualista como un fenómeno religioso, sino como una doctrina de derecho civil por encima de las religiones que define la libertad misma y, por tanto, justifica la “democracia”. La cual, a su vez, se nos vende como el criterio de legitimidad de la política y del Estado. Falsa democracia que nada tiene que ver con el concepto griego de la misma, sino inspirada en el modelo del sanedrín judío y de la sinagoga.

El modelo liberal de libertad religiosa y de laicidad instituye de hecho los valores cristianos como imperativos políticos del individualismo soteriológico. El “reino de Dios” deviene estadio último de la historia entendida como progreso y la palabra “felicidad” aparece en las constituciones como valor supremo de la sociedad liberal toda.

GLOBALIZACIÓN

Sólo en el último estadio aparece la oligarquía financiera judaica que actualmente controla el hemisferio occidental. Sus raíces judeo-cristianas, liberales y masónicas son obvias, pero los cristianos parecen incapaces de captarlas. Este dispositivo de dominación está formado por una élite (=elegidos) que se opone a la gente (=gentiles). Tales presuntas élites son aquel “pueblo de Dios” que Saulo de Tarso, el fundador histórico de cristianismo, buscó entre los gentiles para judaizarlos.

El cristianismo, he explicado este punto repetidas veces, es un proceso, no un estadio. Para captar el significado de la palabra “cristiano” o, mejor, judeo-cristiano, hay que recorrer el devenir histórico y observar las mutaciones del filosofema individualista, así como su conexión con el dogma del alma inmortal, del “yo” puro separado del cuerpo, es decir, la sustancia ontológica del individuo como un ente autónomo, plusválido y metafísicamente anterior a la comunidad nacional.

El círculo, pues, se ha cerrado con la fundación del Estado de Israel y el escándalo de la primera potencia mundial, los EEUU, laborando voluntariamente al servicio del “pueblo elegido”(una potencia extranjera correlato necesario pero postrero de la adoración a un dios extranjero). La “ideología del Holocausto” ocupa el lugar de la crucifixión de Cristocomo imaginario judeo-cristiano occidental. No se trata de una negación del cristianismo, sino de la consumación de su esencia. En Jesús adoraban los cristianos al hijo de dios, un judío, ahora adoran a “su pueblo” en cuanto tal: la oligarquía, elevada a la categoría de víctima, con la que estaremos eternamente en deuda. Deuda espiritual que, a su vez, tiene también un significado material, o sea, económico: la deuda soberana de las naciones con la oligarquía financiera judaica, siendo así que todos los gentiles somos “culpables” del Holocausto por no “haberlo impedido”.

PROGRESISMO

No obstante lo cual, los “patriotas” cristianos (extrema derecha) sólo tienen una obsesión en la cabeza: la “amenaza comunista”, los rojos, el feminismo, la masonería, el movimiento LGTB… A los que acusan de “judíos”. No se dan cuenta de que los movimientos de izquierda cosmopolita son también, como Nietzsche explicó de forma insuperable, secularizaciones del cristianismo. La ideología libertaria o anarquista resúmese, en efecto, en la siguiente fórmula: un liberalismo para pobres. La creencia de que yo soy mujer, aunque tenga pene, si yo me siento mujer, o a la inversa, hombre con vulva, representa una variante de la “fe” en virtud de la cual lo real se define en función de los deseos e intereses de los individuos (por ejemplo, la vida eterna o la resurrección de la carne, protoforma y modelo de esta estructura mental ego-hedonista), y no de la verdad racional, no del fundamento objetivo que está ahí “me guste o no” (idea griega, o sea, aria, del ser). La izquierda cosmopolita y anti-nacional, individualista apátrida pro-inmigración, tan odiada, resulta pues, también, la consumación del judeo-cristianismo secularizado, milenarismo utópico profético, pero proletario, barato, como las primeras “comunidades cristianas”, que no en vano fueron descritas como el “bolchevismo de la antigüedad”. En el cristianismo primitivo utopía y profecía, el inminente “reino de Dios” en la tierra, iban juntas. Las comunidades de dios cristianas se pretendían comunistas. Luego ambos segmentos ideológicos se separan porque el cristianismo erígese en religión de Estado que legitima el poder del patriciado romano. A las comidas en común cada uno asiste entonces con sus propias viandas y no las comparte ya con sus hermanos. ¿Un proceso muy similar al del comunismo que tanto le reprocha a la derecha a los rojos! Iglesia, eclesía, significa “asamblea”. No es difícil, por tanto, detectar a la izquierda cosmopolita y antinacional en el embrión del imaginario judeo-cristiano originario.

Los “patriotas” cristianos no pueden enfrentarse realmente a dicha izquierda porque eso supondría tener que cuestionarse a sí mismos de forma radical y, ¡ay!, para dichos energúmenos lo que cuenta, lo más importante en sus vidas, no es otra cosa que la propia supervivencia personal en el más allá, es decir, esa esperanza cobarde y anti-heroica que les permite ser felices en el más acá “aunque sea mentira”. Como el varón con vulva o la mujer con pene. Aquéllo que importa es la felicidad del individuo, valor supremo tanto para oligarca financiero como para el activista LGTB.La verdad, en definitiva, se sacrifica al bienestar y en esto consiste precisamente la fe: judaísmo puro.

No son pues patriotas, sino traidores, como dice Julio Anguita, quienes apelan  a la patria desde la derecha. La derecha cristiano-burguesa, también la más ferozmente anticomunista, puede condensarse en la siguiente metáfora: un banderín de enganche donde los grandes empresarios, inversores, políticos corruptos y saqueadores de la nación se incorporan a la oligarquía. De ahí su fijación patológica por el dinero, peaje simbólico de incorporación a la élite. Porque no es verdad que la oligarquía esté formada sólo por judíos, sino, antes bien, ocurre que los candidatos a oligarcas se convierten al judaísmo para devenir miembros del “pueblo elegido”. El judaísmo, en definitiva, no es una raza, ni una etnia, ni una religión, sino el máximo común denominadorde una ideología que recorre la historia y, en consecuencia, también tiene algunos otros nombres: cristianismo, catolicismo, calvinismo, capitalismo, comunismo…

Por Saruman