- El Papa Francisco dice que la paz exige algo más que dejar de lado los instrumentos de guerra; “exige abordar las injusticias que son las causas profundas del conflicto”.
- La globalización tiene una dimensión fundamentalmente moral que debe hacerse sentir en los debates económicos, culturales, políticos y religiosos, afirma.
- El desarrollo auténtico debe ser global y abarcar todas las partes del mundo, de lo contrario retrocederá incluso en zonas hasta ahora caracterizadas por un progreso constante.
La reunión anual del Foro Económico Mundial de este año se lleva a cabo en un clima de inestabilidad internacional muy preocupante. Este Foro, cuyo objetivo es orientar y fortalecer la voluntad política y la cooperación mutua, ofrece una importante oportunidad para que las múltiples partes interesadas participen en la exploración de formas innovadoras y eficaces de construir un mundo mejor. Espero que sus debates tengan en cuenta la urgente necesidad de promover la cohesión social, la fraternidad y la reconciliación entre grupos, comunidades y Estados, a fin de hacer frente a los desafíos que tenemos ante nosotros.
Lamentablemente, cuando miramos a nuestro alrededor encontramos un mundo cada vez más desgarrado, en el que millones de personas – hombres, mujeres, padres, madres, niños – cuyos rostros en su mayoría nos son desconocidos, continúan sufriendo, también, las consecuencias de conflictos prolongados y de guerras reales. Estos sufrimientos se ven agravados por el hecho de que « las guerras modernas ya no se desarrollan sólo en campos de batalla claramente definidos, ni involucran sólo a los soldados. En un contexto en el que parece que ya no se respeta la distinción entre objetivos militares y civiles, no hay conflicto que no termine golpeando de algún modo indiscriminadamente a la población civil » (Discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede , 8 de enero de 2024).
La paz que anhelan los pueblos del mundo no puede ser otra cosa que fruto de la justicia (cf.Is 32,17). Por tanto, no se trata simplemente de abandonar los instrumentos de la guerra, sino de afrontar las injusticias que son la causa de los conflictos. Entre las más significativas está el hambre, que sigue asolando regiones enteras del mundo, mientras que otras se caracterizan por el despilfarro excesivo de alimentos. La explotación de los recursos naturales sigue enriqueciendo a unos pocos, mientras que poblaciones enteras, que son las beneficiarias naturales de esos recursos, quedan en la indigencia y la pobreza. No podemos ignorar tampoco la explotación generalizada de hombres, mujeres y niños, obligados a trabajar por salarios bajos y privados de perspectivas reales de desarrollo personal y profesional. ¿Cómo es posible que en el mundo de hoy todavía haya personas muriendo de hambre, explotadas, condenadas al analfabetismo, carentes de asistencia médica básica y sin techo?
El proceso de globalización, que ha demostrado ya claramente la interdependencia de las naciones y de los pueblos del mundo, tiene por tanto una dimensión fundamentalmente moral, que debe hacerse sentir en los debates económicos, culturales, políticos y religiosos que tienen por objeto dar forma al futuro de la comunidad internacional. En un mundo cada vez más amenazado por la violencia, la agresión y la fragmentación, es esencial que los Estados y las empresas se unan para promover modelos de globalización con visión de futuro y éticamente sólidos, que por su propia naturaleza deben implicar la subordinación de la búsqueda del poder y del beneficio individual, ya sea político o económico, al bien común de nuestra familia humana, dando prioridad a los pobres, a los necesitados y a quienes se encuentran en situaciones más vulnerables.
Por su parte, el mundo de los negocios y de las finanzas se mueve hoy en contextos económicos cada vez más amplios, en los que los Estados nacionales tienen una capacidad limitada para gestionar los rápidos cambios de las relaciones económicas y financieras internacionales. Esta situación exige que las propias empresas se guíen cada vez más no sólo por la búsqueda de un beneficio justo, sino también por elevados estándares éticos, especialmente en relación con los países menos desarrollados, que no deben estar a merced de sistemas financieros abusivos o usureros. Una aproximación a estas cuestiones con visión de futuro será decisiva para alcanzar el objetivo de un desarrollo integral y solidario de la humanidad. El auténtico desarrollo debe ser global, compartido por todas las naciones y en todas las partes del mundo, o de lo contrario se producirá un retroceso incluso en las zonas que hasta ahora se caracterizaban por un progreso constante.
Al mismo tiempo, es evidente la necesidad de una acción política internacional que, mediante la adopción de medidas coordinadas, pueda perseguir eficazmente los objetivos de la paz mundial y del auténtico desarrollo. En particular, es importante que las estructuras intergubernamentales puedan ejercer eficazmente sus funciones de control y guía en el sector económico, ya que la realización del bien común es un objetivo que está fuera del alcance de los Estados individuales, incluso de aquellos que son dominantes en términos de poder, riqueza y fuerza política. Las organizaciones internacionales también tienen el reto de garantizar la realización de esa igualdad que está en la base del derecho de todos a participar en el proceso de desarrollo pleno, con el debido respeto a las legítimas diferencias.
Deseo, pues, que los participantes en el Foro de este año tengan presente la responsabilidad moral que cada uno de nosotros tiene en la lucha contra la pobreza, en la consecución de un desarrollo integral para todos nuestros hermanos y hermanas, y en la búsqueda de una coexistencia pacífica entre los pueblos. Éste es el gran desafío que el tiempo presente nos plantea. Y si, en la consecución de estos objetivos, «nuestros días parecen dar señales de un cierto retroceso», es cierto que «cada nueva generación debe retomar los esfuerzos y las conquistas de las generaciones pasadas, pero apuntando a metas cada vez más altas… El bien, junto con el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez por todas, sino que deben realizarse cada día» (Exhortación apostólicaLaudate Deum , 34).
Con estos sentimientos, ofrezco mis mejores deseos para las deliberaciones del Foro, y sobre todos los participantes invoco de buen grado una abundancia de bendiciones divinas.
Desde el Vaticano, 15 de enero de 2024