Un Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (European Council on Foreign Relations – ECFR), equivalente al CFR estadounidense, será presentado con bombo y platillo el 9 de noviembre de 2007, en ocasión del 18 aniversario de la caída del muro de Berlín.

Según nuestras informaciones, las reuniones preparatorias fueron organizadas por George Soros, en Nueva York. El ECFR contrató inmediatamente veinte empleados y abrió oficinas en siete capitales europeas (Berlín, Londres, Madrid, París, Roma, Sofía y Varsovia) pero no en Bruselas. El financiamiento del ECFR proviene principalmente de la Fundación George Soros, la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (vinculada al diario español El Pais), y la Comunitas Foundation (o sea, el banco búlgaro BRIB).

La admisión es por cooptación y por un período de 5 años. Los 50 primeros miembros son:
Urban Ahlin – Martti Ahtisaari – Giuliano Amato – Hannes Androsch – Marek Belka – Svetoslav Bojilov – Emma Bonino – Robert Cooper – Marta Dassu – Gijs de Vries – Jean-Luc Dehaene – Gianfranco Dell’Alba – Andrew Duff – Sarmite Elerte – Brian Eno – Joschka Fischer – Timothy Garton Ash – Bronislaw Geremek – Diego Hidalgo – Mary Kaldor – Gerald Knaus – Caio Koch-Weser – Rem Koolhaas – Ivan Krastev – Mart Laar – Mark Leonard – Adam Lury – Alain Minc – Christine Ockrent – Leoluca Orlando – Cem Özdemir – Simon Panek – Teresa Patricio Gouveia – Chris Patten – Diana Pinto – Andrew Puddephatt – Sigrid Rausing – Albert Rohan – Pierre Schori – Narcís Serra – Elif Shafak – Aleksander Smolar – George Soros – Dominique Strauss-Kahn – Helle Thorning Schmidt – Michiel Van Hulten – Mabel Van Oranje – Antonio Vitorino – Stephen Wall – Andre Wilkens.

Tres copresidentes han sido designados: Martti Ahtisaari, Joschka Fischer y Mabel van Oranje (representante de George Soros).

Sus objetivos de trabajo inmediatos son: la independencia de Kosovo y la incorporación de los Balcanes –incluyendo Turquía– a la Unión Europea. A mediano plazo, el Consejo tendrá que resolver el rechazo del proyecto de Tratado Constitucional por parte de los pueblos de Francia y Holanda favoreciendo, de una u otra manera, la fusión de las funciones del Alto Representante y del Comisario a cargo de las Relaciones Exteriores. Finalmente, a largo plazo, el Consejo favorecerá la integración total de las políticas exteriores de los Estados miembros de la Unión Europea «para que esta hable con una sola voz».

La creación del ECFR reproduce el proyecto del embajador George Kennan, en 1947, pero va más allá con el fin de garantizar la perennidad del sistema americanista. En momentos en que Estados Unidos muestra signos de debilidad, el objetivo es crear una Europa unida que le haga el juego a Estados Unidos y conforme, junto a ese país, un gran conjunto transatlántico.

ARISTOCRACIA DEL DÓLAR

Cómo el Consejo de Relaciones Exteriores determina la diplomacia estadounidense

por Thierry Meyssan

Desde hace 60 años, el Council on Foreign Relations (CFR) asesora al Departamento de Estado. En cada conflicto, determina los objetivos bélicos en interés de sus miembros y fuera de todo control democrático. También participa en la redacción de una historia oficial cada vez que es necesario condenar los errores del pasado y rehacerse una imagen. Financiado por 200 multinacionales, cuenta con 4 200 miembros cooptados entre los cuales se escogen la mayoría de los dirigentes gubernamentales. La élite del business elabora la política exterior de los Estados Unidos por consenso y a puerta cerrada.

 

En un programa televisivo sobre un tema de la realidad, NBC solicitó el concurso de los ministros en ejercicio y de ex ministros para simular su reacción en caso de un nuevo ataque terrorista. Para reconstituir las condiciones reales, las autoridades son asistidas por dirigentes del CFR quienes los asesoran en directo.

 

 

En un programa televisivo sobre un tema de la realidad, NBC solicitó el concurso de los ministros en ejercicio y de ex ministros para simular su reacción en caso de un nuevo ataque terrorista. Para reconstituir las condiciones reales, las autoridades son asistidas por dirigentes del CFR quienes los asesoran en directo.

Durante la Primera Guerra Mundial, el presidente Woodrow Wilson nombra al periodista progresista Walter Lippmann subsecretario de Guerra, y le encarga que constituya un grupo secreto de 125 universitarios de alto nivel, «L’Enquête», para estudiar las oportunidades de extender el liberalismo en el mundo mediante la Primera Guerra Mundial [1].

 

Lippman trabaja en estrecha colaboración con el consejero especial del presidente, el coronel Edward Mandell House. El informe final «Los objetivos de la guerra y las cláusulas de paz que requieren» [2], servirá de base a los célebres Catorce puntos de Wilson. Con frecuencia el enfoque de «hacer el bien de la humanidad sin ella» se califica de idealista en oposición al realismo de «defender sus propios intereses sin preocuparse por los grandes principios». En realidad Wilson realiza los dos a la vez: piensa extender la democracia, pero se reserva el derecho a invadir México o anexarse Haití. En la actualidad, los neoconservadores invocan esa tradición: querer democratizar el Gran Medio Oriente y comenzar bombardeando Afganistán e Irak.

 

Durante el Armisticio, Wilson viaja a Europa para participar personalmente en la Conferencia de Paz de Versalles. Va acompañado de cinco colaboradores directos, entre ellos el coronel House, que lleva con él 23 miembros de «L’Enquête». La delegación norteamericana impone su método de trabajo a sus socios: no se trata de discutir tratados de paz, Estado por Estado, antes de que se haya definido lo que será la paz. Intenta que se comparta su visión de lo que se llamará más tarde la globalización: un mundo abierto al comercio, sin aduanas ni reglas, y una Sociedad de Naciones (SDN) que prevenga las guerras. Ese proyecto será ampliamente enmendado por los europeos, después finalmente rechazado por el Congreso de los Estados Unidos que desaprueba a Wilson.

Al margen de la Conferencia de Paz, las delegaciones británica y norteamericana deciden crear una suerte de Academia Binacional que continuará y actualizará los trabajos de «L’Enquête» para ayudar a los dos gobiernos a definir conjuntamente su política exterior a largo plazo. Se acordó que ese Instituto anglonorteamericano para las Relaciones Internacionales se organizaría en dos secciones autónomas, una en Londres, la otra en Nueva York. Pero, por su parte, Elihu Root (secretario de Estado que había organizado las intervenciones en Cuba, Santo Domingo y Honduras, y, sin embargo, obtuviera el Premio Nobel de la Paz) ya había creado un Consejo para las Relaciones Exteriores (Council on Foreign Relations – CFR). Esta asociación reunía a un centenar de personalidades, pero en realidad no funcionaba. Por consiguiente, «L’Enquête» se fusionó con el CFR para formar la rama norteamericana del dispositivo, mientras que los británicos creaban el Instituto Real de Relaciones Internacionales (Royal Institute for International Affairs – RIIA) en Chatham House.

Las reglas de funcionamiento del CFR y de Chatham House son las clásicas de las sociedades de pensamiento: se invita a los participantes a que citen en el exterior los trabajos realizados, pero jamás deben revelar la identidad de sus autores. Además, en esa época, los dos clubes están reservados a los ciudadanos nacionales y exclusivamente masculinos. Sin embargo el tono de los debates evoluciona de forma diferente en el Reino Unido (dirigido a su Imperio) y a los Estados Unidos (preso del aislacionismo). Esta divergencia aparecía en los títulos de sus respectivas publicaciones: Foreign Affairs (Relaciones Exteriores) para el CFR, International Affairs (Relaciones Internacionales) para el RIIA.

Durante la etapa entre las dos guerras, el CFR pasa de 300 a 663 personalidades en Nueva York, escogidas por cooptación, que representan a todas las tendencias políticas, salvo claro está, los aislacionistas. El CFR es financiado generosamente por donaciones privadas, sobre todo las de la Fundación Carnegie, y no por el Estado Federal al cual asesora. Otros clubes idénticos se crean en ocho grandes ciudades norteamericanas.

Al final de los años treinta, el Consejo se divide sobre la actitud a adoptar frente al militarismo nipón y a la Alemania nazi. En definitiva el club toma partido: el director a la sazón, Hamilton F. Armstrong, y el secretario, Allen W. Dulles, publican un sonado opúsculo ¿Se puede ser neutral? Desde la invasión de Polonia, en 1939, es decir dos años antes de que la Casa Blanca decidiera entrar en la guerra, el CFR comienza a trabajar fuertemente sobre los objetivos bélicos y continuará el trabajo de sus expertos hasta el fin de las hostilidades. Un centenar de universitarios redacta los War and Peace Studies [3], en 682 memorias, dirigidas al Departamento de Estado. Las investigaciones son financiadas por la Fundación Rockfeller con 350 000 dólares y servirán de base para convocar las Conferencias de Dumbarton Oaks y de San Francisco (creación de la ONU).

 

Al final de las hostilidades, Allan W. Dulles, quien sirvió durante la Guerra Mundial en la OSS [4], es electo presidente del CFR. La primera iniciativa del Consejo es imputar el balance de la guerra a la cuenta de la administración Truman. Esta vez, es demasiado. Eminentes historiadores protestan contra la monopolización de la investigación histórica por un club de intereses privados vinculado al Estado Federal. En la práctica, el CFR es el único que tiene acceso a los archivos del gobierno y puede escribir una historia oficial sin temor a que lo contradigan. El número de miembros continúa aumentando rápidamente y muy pronto alcanza el millar. Los administradores del CFR, para cubrir todos les sectores de la sociedad, deciden abrir el club a personalidades menos adineradas: los dirigentes sindicales de la AFL-CIO [5].

 

También es el Consejo quien elabora la doctrina de la Guerra Fría. Foreign Affairs publica anónimamente un artículo memorable: «The Sources of Soviet Conduct» [6]. En realidad se trata de un análisis del embajador George F. Kennan de regreso de Moscú. En él, describe el comunismo como intrínsecamente expansionista, y asegura que no tardará en representar una amenaza más grave aún que el III Reich. Una suerte de paranoia se apodera del Consejo, donde muchos interpretan equivocadamente este artículo como el anuncio de un ataque militar inminente de los Soviets. De todas maneras, el presidente Harry S. Truman encarga a Kennan que elabore el National Security Act que establece el aparato de Estado secreto (Estado Mayor Interarmas, permanente en tiempos de paz, la CIA y el Consejo Nacional de Seguridad). De forma espontánea, los hombres del CFR llegan a los puestos de responsabilidad de esas instituciones secretas del Estado Federal, sobre todo, Dean Acheson, Charles Bohlen, Averell Harriman, Robert Lovett y John McCloy. En cambio, dichas instituciones utilizan el CFR para prevenir cualquier retorno del aislacionismo en las élites y para movilizar las que están al servicio del Plan Marshall [7].

 

No obstante, el giro efectuado por la administración Truman, cuando Kammam es licenciado en beneficio de su adjunto Paul H. Nitze [8] y cuando la Guerra Fría evoluciona del simple containment al enfrentamiento indirecto, es una reacción al primer ensayo atómico soviético y se decide fuera del CFR.

 

Durante los años cincuenta, el Consejo estudia la doctrina nuclear. Se crean grupos de trabajo ad hoc en 1954 y 1955. Las minutas de las reuniones las redacta un joven universitario cercano al complejo militar-industrial, Henry A. Kissinger [9]. Luego del primer ensayo atómico chino, en 1964, el CFR realiza un trabajo sobre China y predica una política de apertura que es adoptada por Richard Nixon, quien la anuncia en Foreign Affaire; luego, progresivamente la pone en práctica Kissinger ahora convertido en secretario de Estado de Nixon. En este período la Fundación [10] se une a los donantes. Se contratan a brillantes universitarios como Zbigniew Brzezinski o Stanley Hoffman. Siguiendo la misma técnica, el CFR redacta estudios históricos al final de la guerra de Vietnam. Veintidós personalidades de altísimo nivel publican una historia oficial. Como en 1945, las élites estadounidenses deciden por sí mismas los delitos que deben de ser reconocidos y absueltos, y los que pueden ser ocultados y, por lo tanto, deben caer en el olvido. Se desmiente a Nixon y se finge sacar lecciones del pasado para poder virar la página y aspirar una vez más a situarse del lado de la buena voluntad.

 

David Rockfeller, del Chase Manhattan Bank (convertido en el JP Morgan Chase), asume la presidencia del CFR en 1970. Abre tímidamente el club a las mujeres y recluta a jóvenes. Crea el cargo de director ejecutivo que confía al ex secretario de Estado de Carter, Cyrus R. Vance, y luego un Consejo Consultivo Internacional (Francia está representada por Michel Rocard y Canadá por Brian Muroney). Tras el derrumbe de la URSS, el CFR establece la nueva línea política del país y publica en Foreign Relations un artículo de Samuel Huntington: «El choque de las civilizaciones» [11].

 

Sesión de trabajo en el Council on Foreign Relations.

 

Sesión de trabajo en el Council on Foreign Relations. En la actualidad el Council on Foreign relations está presidido por Richard N. Haass, un ex consejero diplomático del presidente Bush padre convertido en adjunto de Colin L. Powell en la administración Bush hijo. Está considerado uno de los mentores de Condoleezza Rice. El presidente es Peter G. Peterson, un banquero cercano a los Bush. Más de 200 multinacionales financian el club en más de siete millones dólares anuales. Cuenta con 4 200 miembros y emplea a 50 investigadores. Foreign Affairs tiene una venta en el mundo de 125 000 ejemplares. A lo largo de los últimos sesenta años, el CFR ha elaborado las estrategias a largo plazo del Departamento de Estado al establecer un consenso en el interior de las élites estadounidenses (excluidos los aislacionistas) fuera de todo control democrático. Ha establecido los objetivos de guerra de todos los conflictos en los cuales los Estados Unidos se han involucrado en función de los intereses de sus miembros. En ese sistema, la guerra no es «la continuación de la política por otros medios», según la fórmula de Clausewitz, sino la continuación del libre mercado. Paralelamente, la definición de las estrategias de guerra corresponde a la Rand Corporation como consejera del Departamento de Defensa. El Council on Foreign Relations también ha elaborado una historia nacional consensuada que acredita el mito del intervencionismo desinteresado y niega los sufrimientos infligidos por Washington al resto del mundo. Por último, el CFR ha contribuido a exportar el modelo político estadounidense cooptando a dirigentes extranjeros.

[1] Algunos años más tarde, Walter Lippmann se convertirá en uno de los teóricos del liberalismo en oposición a la planificación iniciada por Franklin Roosevelt durante el New Deal. Cf. «Friedrich von Hayek, el padre del neoliberalismo», por Denis Bonneau, Voltaire, 30 de enero de 2005

[2] The War Aims and Peace Terms its Suggests.

[3] War and Peace Studies.

[4] La OSS da lugar a la CIA, cuyo director será Dulles.

[5] Ver la investigación de Paul Labarique «¿AFL-CIO o AFL-CIA?» y «1962-1979: La AFL-CIO y la contrainsurgencia sindical», Voltaire del 19 de enero de 2005 . Entre los responsables de la AFL-CIO que entran al CFR, señalemos a David Dubinski, Robert J. Watt, Lane Kirkland, Thomas R. Donahue y Glenn Watts

[6] «The Sources of Soviet Conduct» por Mr. X, Foreign Affairs, julio de 1947

[7] The CIA and the Marshall Plan par Sallie Pisani, University Press of Kansas, 1991.

[8] Paul Nitze estaba casado con Phyllis Pratt, una heredera de la Standard Oil. En esa casa de la familia de los Pratt, amablemente ofrecida, se instala el CFR a partir de 1944.

[9] «Le retour d’Henry Kissinger», por Thierry Meyssan, Voltaire, 28 de noviembre de 2002.

[10] «La Fundación Ford, fachada filantrópica de la CIA» y «Por qué la Fundación Ford subvenciona la oposición», Voltaire, 31 de enero de 2005.

[11] «La guerra de civilizaciones», por Thierry Meyssan, Voltaire, 7 de diciembre de 2004.

 

El mundo en 2015, visto por el CFR

 

El Centro de Acción Preventiva del Council on Foreign Relations acaba de publicar su resumen de las prioridades de acción para el año 2015. Para ello, 2 200 personalidades de Washington respondieron un cuestionario que no perfila una predicción para el año que viene sino una jerarquía en materia de temas de preocupación.

Según ese documento, las inquietudes en Washington son, fundamentalmente:

  1. Una intensificación de la guerra en Irak debido al Emirato Islámico y las tensiones entre chiitas y sunnitas.
  2. Un mortífero ataque masivo contra Estados Unidos o contra uno de sus aliados.
  3. Un ataque informático capaz de provocar un verdadero caos en Estados Unidos.
  4. Una severa crisis con Corea del Norte como resultado de una provocación militar, de una situación de inestabilidad interna o de una amenaza atómica.
  5. Una nueva amenaza israelí de bombardeo contra Irán como consecuencia del fracaso de las negociaciones entre Teherán y Washington.
  6. Una confrontación armada entre China y uno de sus vecinos sobre los territorios disputados en el Mar de China.
  7. Una intensificación de la guerra civil en Siria como resultado de las intervenciones extranjeras.
  8. Un recrudecimiento de la violencia y la inestabilidad en Afganistán después de la retirada de la OTAN y el fortalecimiento de los talibanes.

Según los autores del informe, esta lista no enumera los conflictos del futuro sino sólo aquellos en los que Estados Unidos sería susceptible de intervenir, tanto en el plano diplomático como en el plano militar.

El FBI otorga licencias para «tirar a matar»

por Matthew Rothschild

La seguridad pública o seguridad nacional se transforma poco a poco en los Estados Unidos en un negocio más, donde las fuerzas del orden estatales trabajan y obedecen a una lógica de empresa comercial, reclutando informadodores a sueldo provenientes de la industria privada de seguridad.

Más de 23.000 representantes de la industria privada trabajan silenciosamente con el FBI y el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, en inglés) para recolectar y proporcionar información sobre sus compatriotas estadounidenses.

 

 

A su vez, los miembros de este grupo que crece con rapidez, llamado InfraGard1, reciben advertencias secretas de amenazas terroristas antes que el público y, a veces, antes que ciertos funcionarios. «Hay pruebas de que InfraGard puede estar más cerca de un ‘Programa Corporativo de Concienciación Total de la Información’ (TIPS, en inglés) que convertiría a las corporaciones del sector privado -algunas de las cuales pueden observar las actividades de millones de clientes individuales- en ojos y oídos sustitutos del FBI», según un informe de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, en inglés) titulado “«Complejo industrial de vigilancia: Cómo el gobierno estadounidense recluta negocios e individuos en la construcción de una sociedad de vigilancia».

InfraGard, con miembros de 350 compañías de Fortune 5002, comenzó en Cleveland en 1996, cuando el sector privado local cooperó con el FBI para investigar las ciber-amenazas. «Entonces, el FBI lo reprodujo», señala Phyllis Schneck, presidente de la junta directiva de la Alianza Nacional de Miembros de InfraGard, y principal motor del crecimiento de InfraGard durante los últimos años.

El director del FBI, Roberto Mueller, pronunció un discurso en una convención de InfraGard el 9 de agosto de 2005. «Hasta la fecha, hay más de 11.000 miembros de InfraGard»…desde nuestra perspectiva, suman 11.000 contactos,…11.000 socios en nuestra misión de proteger a EEUU”. Luego agregó: « los que se encuentran en el sector privado constituyen la primera línea de defensa».

El 9 de mayo de 2007, George Bush proclamó la Directiva Presidencial Nº 51 de Seguridad Nacional titulada «Política de Continuidad Nacional». En ella, instruyó al Secretario de Seguridad de la Patria para coordinar con los «dueños del sector privado y compañías de infraestructura de importancia fundamental, según corresponda, con el fin de asegurar la entrega de servicios esenciales durante una emergencia.»

«Ellos están muy ligados a nuestra capacidad de preparación», apunta Amy Kudwa, vocera del DHS. «Proporcionamos oradores, así como presentaciones conjuntas [con el FBI]. También entrenamos junto con ellos y han participado (a veces cientos cada vez) en ejercicios nacionales de preparación.»

Según varios miembros entrevistados, un beneficio adicional de ser de miembro de InfraGard es el permiso de tirar a matar en caso de ley marcial, sin miedo a acciones judiciales.

«Tenemos muy fácil acceso a información segura que sólo llega a los miembros de InfraGard», explica Schneck. «Si usted tuviera que llamar al 1-800- FBI, probablemente no se molestaría en hacerlo», dijo la dirigente. «Pero si usted conoció a Joe durante la reunión local que tuvo con él y se comieron una rosquilla, puede ser que usted llame, bien para darla o para obtenerla [información]. Queremos que todos tengan un pequeño libro negro.»

Jay Stanley, director de educación pública del programa de libertad y tecnología de ACLU, advirtió: «El FBI no debe crear una clase privilegiada de estadounidenses que reciben tratamiento especial. No existe una «clase comercial» en el cumplimiento de la ley. Si existe información que el FBI puede compartir con 22.000 peces gordos corporativos, ¿por qué razón no la comparte con el público?, que es justo con quién se supone que debe mantener una verdadera relación especial.

El secreto no es un regalo de fiesta para dárselo sólo a los amigos… Esto guarda un inquietante parecido con el reparto de “cosas ricas para comer” a las corporaciones por parte del FBI en pago por incorporarlos a su maquinaria nacional de vigilancia».

InfraGard no es de fácil acceso para el público en general. Sus comunicaciones con el FBI y el DHS están fuera del alcance de la Ley de Libertad de la Información bajo la exención de “secretos comerciales”, y cualquier conversación con el público o con los medios se debe ensayar cuidadosamente, según su sitio Web.

Actualización de Matt Rothschild

The Progressive emitió un comunicado de prensa sobre la historia de InfraGard y he sido entrevistado por Air America, Democracy Now! y muchos otros programas de radios alternativas. Pero los principales medios de información han ignorado esta historia, con excepción de un informe de un pequeño servicio por cable, aunque el FBI no lo ha ignorado.

El 15 de febrero, el FBI emitió un comunicado de prensa denunciando nuestro artículo. «Las afirmaciones del artículo son claramente falsas», dijo Shawn Henry, Director Adjunto de la División Cibernética del FBI.

«Los miembros de InfraGard no tienen ningún poder extraordinario, ni un mayor derecho de ‘disparar a matar’ comparados con otros civiles.»

« ¿Un mayor derecho ?» ¿Es ése el lenguaje apropiado? Me recordó una cita en mi artículo de Curt Haugen, Director Ejecutivo del S’Curo Group y miembro orgulloso de InfraGard.
Cuando le pregunté si los agentes del FBI o de Seguridad de la Patria le habían dicho a los miembros de InfraGard que podían utilizar a discreción la fuerza mortal en una emergencia, respondió: «No puedo comentar mucho sobre esto, pero como individuo, usted tiene derecho a utilizar la fuerza si se siente amenazado.»

Obsérvese que el FBI no negó si les dijo a los miembros de InfraGard que podían «tirar a matar.» Todo lo que dijo Henry fue que los miembros de InfraGard «no tienen un mayor derecho». Eso no exactamente hace un agujero en mi artículo.

El FBI parecía molesto porque no di bastante información acerca de la reunión en la que participó el denunciante. «Desafortunadamente, el autor del artículo de Progressive rehusó incluso identificar cuándo o dónde tuvo lugar la pretendida «pequeña reunión» en que se discutieron temas de la ley marcial», dijo el comunicado de prensa de Henry. «Si conseguimos esa información, el FBI con seguridad le dará seguimiento y aclarará cualquier malentendido posible.»

La razón por la que no identifiqué dónde o cuándo ocurrió la reunión es obvia: No quise revelar nada que pudiera exponer a mi fuente.

Casualmente, el comunicado de prensa omite mencionar que recibí confirmación sobre las discusiones acerca de la “fuerza letal” de otro miembro de InfraGard, a quien sí nombré. Mantengo cada una de las palabras de mi artículo, e invito al Congreso a investigar a InfraGard y a examinar los planes que el FBI pueda tener de reserva para épocas de emergencia, no sólo para InfraGard sino para todos nosotros.

Una nota final: Desde que apareció el artículo, he recibido varias pistas nuevas, incluyendo una que confirma que le han dado «poderes letales» a una compañía privada.

Notas:

  1. InfraGard es el fruto de una colaboración entre los sectores público y privado, en este caso, entre el FBI, una dependencia estatal de seguridad, y sectores comerciales privados que le brindan tecnología y programas informáticos.
  2. Fortune 500 es la lista de las 500 empresas comerciales más importantes en los EEUU y las que tienen los mayores ingresos o ganancias.

Fuente:

The Progressive, February 7, 2008.
Título: “Exclusive! The FBI Deputizes Business”.
Autor: Matthew Rothschild.
Estudiantes investigadores: Chris Armanino y Sarah Maddox.
Evaluador académico: Josh Meisel, Ph.D.

Matthew Rothsc

La Comisión de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense adopta un nuevo proyecto contra Siria

 

 

La proposición de los líderes demócrata y republicano, Robert Menéndez y Bob Corker, de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos, fue adoptada por la Comisión el 21 de mayo de 2013 con 15 votos a favor y 3 en contra [1].

La proposición será por lo tanto presentada al Senado y, posteriormente, a la Cámara de Representantes. El proyecto propone la entrega de armas a una facción rebelde «respetuosa de los derechos humanos y no vinculada al terrorismo». Su objetivo es consolidar la posición de Estados Unidos con vistas a la conferencia internacional sobre Siria ya denominada como Ginebra 2.

Austria anunció por su parte que retirará de inmediato el contingente austriaco que forma parte de la FNUOS si la Unión Europea decide finalmente entregar armas a los grupos armados que tratan de derrocar el actual gobierno sirio.

Conformada por militares de la India, Filipinas y Austria, la FNUOS (Fuerza de Naciones Unidas de Observación de la Separación) es la fuerza de paz de la ONU encargada de controlar la separación efectiva de las fuerzas militares israelíes y sirias en el Golán sirio actualmente ocupado por Israel.

Discurso de Hillary Clinton en el Consejo de Relaciones Exteriores

 

Muchas gracias, Richard. Estoy encantada de estar aquí en la nueva sede. He visitado a menudo la sede en la ciudad de Nueva York, pero es buena idea tener una oficina del Consejo aquí mismo, a una manzana del Departamento de Estado. El Consejo nos asesora mucho, con lo cual ahora no tengo que desplazarme tan lejos para que me digan lo que deberíamos de estar haciendo y cómo deberíamos pensar acerca del futuro.

Richard acaba de pronunciar lo que podría calificarse como una versión reducida de mis comentarios en lo que se refiere a los asuntos que enfrentamos. Pero viendo el público aquí presente, repleto no sólo de amigos y colegas, sino también de personas que han ejercido cargos en las anteriores administraciones, es evidente que no existe un momento en el que no haya tareas por hacer.

Poco después de comenzar a trabajar en el Departamento de Estado, un anterior secretario de Estado me llamó y me ofreció el siguiente consejo: no intentes abarcar demasiado. Me pareció una amonestación inteligente, si sólo fuera posible. Pero el panorama internacional hoy en día es implacable: dos guerras, el conflicto en Oriente Medio, las amenazas persistentes del extremismo violento y la proliferación nuclear, la recesión mundial, el cambio climático, las hambrunas y enfermedades, y la brecha cada vez mayor entre los ricos y los pobres. Todos estos desafíos afectan la seguridad y prosperidad de Estados Unidos, y amenazan también la estabilidad y el progreso mundiales.

Sin embargo no son motivo para desesperarse sobre el futuro. Las mismas fuerzas que complican nuestros problemas: la interdependencia económica, las fronteras abiertas y la rápida circulación de información, capitales, productos, servicios y personas; son también parte de la solución. Ahora que más estados afrontan desafíos comunes, tenemos la oportunidad y la profunda responsabilidad de ejercer el liderazgo estadounidense para resolver los problemas junto con los demás. Ése es el elemento vital de la misión de Estados Unidos en el mundo actual.

Ahora bien, algunos consideran que el auge de otros países y nuestras dificultades económicas internas son indicios de que el poder de Estados Unidos ha disminuido. Otros sencillamente no se fían de nosotros como líderes, porque consideran que Estados Unidos es una potencia que no rinde cuentas, que impone con demasiada rapidez su voluntad a expensas de los intereses de los demás y de nuestros principios. Pues bien, se equivocan.

La cuestión no es si nuestro país pueda o deba dirigir, sino cómo ejercerá su papel de líder en el siglo XXI. Las ideologías rígidas y viejas fórmulas ya no rigen. Necesitamos un nuevo modelo de cómo Estados Unidos empleará su poder para proteger nuestro país; ampliar la prosperidad compartida y ayudar a más personas en más lugares a mantenerse fiel al potencial que Dios les ha otorgado.

El presidente Obama nos ha obligado a pensar fuera de los esquemas habituales. Ha iniciado una nueva era de participación fundada en intereses comunes, valores compartidos y respeto mutuo. A partir de ahora, y aprovechando las virtudes singulares de Estados Unidos, debemos adelantar esos intereses a través de las alianzas, y promover los valores universales a través del poder de nuestro ejemplo y la potenciación de las personas. Así, podremos forjar el consenso mundial que se necesita para derrotar las amenazas, hacer frente a los peligros y aprovechar las oportunidades del siglo XXI. Estados Unidos siempre será un líder en el mundo con tal de que sigamos siendo fieles a nuestros ideales y adoptemos estrategias que se corresponden a los tiempos en que vivimos. Por tanto, ejerceremos el liderazgo estadounidense para crear alianzas y resolver los problemas que ningún país puede resolver por sí solo, y procuraremos implantar políticas que movilicen a más socios y produzcan resultados.

No obstante, primero debo decir que si bien las ideas que conforman nuestra política exterior son de importancia crítica, para mi esto no es sólo un ejercicio intelectual. Durante más de 16 años he tenido la oportunidad, en realidad el privilegio, de representar a nuestro país en el exterior en calidad de Primera Dama, como senadora y ahora como secretaria de Estado. He visto los vientres de niños hambrientos, niñas a las que se ha vendido en el mercado de la trata humana, hombres que se mueren de enfermedades que se pueden curar, mujeres a las que se les niega su derecho a tener propiedad o a votar, y jóvenes sin estudios ni trabajo asolados por una sensación de futilidad sobre sus futuros.

También he podido ver que la esperanza, el trabajo arduo y la inventiva pueden superar las peores dificultades. Durante casi 36 años me he desempeñado como defensora de niños, mujeres y familias aquí dentro del país. He viajado por todo el país para conocer las inquietudes cotidianas de nuestros ciudadanos. He conocido a padres que se esfuerzan por mantener sus empleos, pagar la hipoteca, pagar los gastos de universidad de sus hijos y costearse el seguro médico.

Lo que he hecho y visto me ha convencido de que nuestra política exterior tiene que producir resultados para el pueblo, tanto para el obrero de una fábrica de automóviles de Detroit cuyo futuro dependerá de la recuperación de la economía a nivel mundial; como para el agricultor o pequeño propietario de empresa en un país en desarrollo cuya falta de oportunidades impulsan la inestabilidad política y el estancamiento económico; así como para las familias cuyos seres queridos arriesgan la vida por defender a nuestro país en Iraq o Afganistán, y en otras partes; o para niños en todas partes que se merecen un futuro más prometedor. Estas son las personas

–cientos de millones aquí en Estados Unidos y miles de millones en el mundo– cuya vida y experiencia, esperanzas y sueños han de tenerse en cuenta en las decisiones que tomamos y las medidas que siguen a éstas. Estas son las personas que me inspiran a mí y a mis colegas en la labor que intentamos hacer todos los días.

Al abordar nuestras prioridades de la política exterior, tenemos que hacer frente al mismo tiempo a cuestiones urgentes, importantes y de largo plazo. Pero incluso cuando nos vemos obligados a realizar varias tareas a la vez –expresión estrechamente ligada al género (risas)– debemos tener prioridades, tema que el presidente Obama ha mencionado en discursos pronunciados en Praga, El Cairo, Moscú y Accra. Queremos hacer retroceder la propagación de las armas nucleares, impedir su uso y crear un mundo libre de la amenaza que plantean. Deseamos aislar y derrotar a los terroristas y oponernos a los extremistas violentos, y al mismo tiempo llegar a los musulmanes de todo el mundo. Queremos alentar y facilitar las gestiones dirigidas a buscar y alcanzar la paz global en Oriente Medio. Queremos lograr la recuperación económica mundial y el crecimiento mediante el fortalecimiento de nuestra propia economía, la promoción de un sólido programa de desarrollo, la ampliación del comercio libre y justo y el impulso de inversiones que creen puestos de trabajo decentes. Queremos luchar contra el cambio climático, aumentar la seguridad energética y sentar las bases de un futuro próspero con energía limpia. Deseamos apoyar y animar a los gobiernos democráticos que protegen los derechos y que producen resultados para sus pueblos. Tenemos la intención de defender los derechos humanos en todo el mundo.

La libertad, la democracia, la justicia y la oportunidad son la base de nuestras prioridades. Algunos nos acusan de utilizar estos ideales para justificar acciones que contradicen su significado mismo. Otros afirman que a menudo somos demasiado condescendientes e imperialistas, y que sólo pretendemos ampliar nuestro poder a expensas de los demás. Efectivamente, estas percepciones han alimentado el antiamericanismo, pero no reflejan lo que somos. Sin duda hemos perdido terreno en los últimos años, pero el daño es temporal. Es como mi codo, mejora cada día. (Risas).

Ya sea en América Latina o en el Líbano, en Irán o en Liberia, los que se inspiran en la democracia, los que entienden que la democracia es algo más que celebrar elecciones –que también deben proteger los derechos de las minorías y la libertad de prensa, desarrollar poderes judiciales, legislativos y ejecutivos que sean fuertes, competentes e independientes, y comprometerse a que la democracia logre resultados– éstas son las personas que encontrarán que los estadounidenses son amigos, no adversarios. Como el presidente Obama dejó claro la semana pasada en Ghana, este gobierno defenderá el gobierno responsable y transparente, y apoyará a quienes intenten crear instituciones democráticas dondequiera que vivan.

Nuestro enfoque de política exterior debe reflejar el mundo tal como es, no como era antes. No tiene sentido adaptar un concierto de poderes que data del siglo XIX o una estrategia de equilibrio de poderes del siglo XX. No podemos volver a la contención que caracterizaba la Guerra Fría o al unilateralismo.

Hoy tenemos que reconocer dos hechos ineludibles que definen nuestro mundo: en primer lugar, ningún país puede afrontar los retos del mundo solo. Los problemas son demasiado complejos. Demasiados jugadores compiten por la influencia, desde potencias emergentes hasta empresas y cárteles de criminales; desde organizaciones no gubernamentales hasta al Qaeda; desde los medios de comunicación controlados por el Estado hasta particulares que utilizan Twitter.

En segundo lugar, la mayoría de los países se preocupan de las mismas amenazas globales, desde la no proliferación hasta las luchas contra enfermedades y contra el terrorismo, pero también hacen frente a obstáculos muy reales, por razones de historia, geografía, ideología e inercia. Se enfrentan a estos obstáculos y se interponen en el camino de convertir intereses comunes en acciones comunes.

Por lo cual estos dos hechos exigen una estructura mundial distinta en la que los estados tengan claros incentivos para la colaboración y estén a la altura de sus responsabilidades, así como fuertes trabas para situarse en los márgenes o sembrar la discordia y la división.

Por tanto, ejerceremos el liderazgo de Estados Unidos para superar lo que los expertos de política exterior en lugares como el Consejo denominan “los problemas de la acción colectiva” y lo que yo denomino los obstáculos a la cooperación. Porque al igual que ningún país puede hacer frente a estos retos por sí solo, ningún problema puede resolverse sin contar con Estados Unidos.

Lo haremos de la siguiente manera: trabajaremos a través de instituciones existentes y las reformaremos. Pero haremos más. Emplearemos nuestro poder para convocar, nuestra capacidad para conectar a países de todo el mundo y estrategias de política exterior racionales para crear alianzas destinadas a resolver los problemas. Transcenderemos a los estados y crearemos oportunidades para que instituciones no estatales y particulares puedan contribuir a las soluciones.

Creemos que este enfoque hará avanzar nuestros intereses al unificar a diversos socios en torno a preocupaciones comunes. Esto hará más difícil que los demás ignoren sus responsabilidades o abusen del poder, y ofrecerá un lugar en la mesa a cualquier país, grupo o ciudadano dispuesto a asumir su parte correspondiente de la carga. En pocas palabras, dirigiremos al inducir una mayor cooperación entre mayor número de actores y al reducir la competencia, lo cual inclinará la balanza de un mundo con potencias que concentran el poder hacia un mundo con diversos socios que lo comparten.

Ahora bien, sabemos que este enfoque no es una panacea. Seguiremos siendo claros en cuanto a nuestro propósito. No todos en el mundo nos desean lo mejor ni comparten nuestros valores e intereses. Algunos tratarán de socavar nuestras acciones deliberadamente. En esos casos, nuestras alianzas se convertirán en coaliciones de poder que frenen o impidan esas acciones negativas.

A estos enemigos y enemigos en potencia, permítanme decirles que nuestro enfoque en la diplomacia y el desarrollo no es una alternativa a nuestro arsenal de seguridad nacional. Nuestra voluntad a establecer un diálogo no es un signo de debilidad que haya de explotarse. No dudaremos en defender decididamente a nuestros amigos, nuestros intereses y, sobre todo, a nuestro pueblo cuando sea necesario con el poder militar más fuerte del mundo. No buscamos esta opción, ni tampoco expreso una amenaza; es una promesa que hacemos a todos los estadounidenses.

La creación de una estructura de cooperación mundial nos obliga a diseñar políticas adecuadas y a utilizar herramientas adecuadas. Cito a menudo el poder inteligente porque es un elemento fundamental de nuestros planteamientos y nuestra toma de decisiones. Se refiere al uso inteligente de todos los medios disponibles, entre ellos nuestra capacidad para convocar y conectar. Se refiere también a nuestra fuerza económica y militar, nuestra capacidad de iniciativa empresarial e innovación, y la capacidad y credibilidad de nuestro nuevo presidente y de su equipo. También se refiere a la aplicación del sentido común de toda la vida en la formulación de políticas. Es una mezcla de principios y pragmatismo.

El poder inteligente se traduce en enfoques de política específicos en cinco aspectos. En primer lugar, tenemos la intención de actualizar y crear medios de cooperación con nuestros socios; en segundo lugar, intentaremos obtener la participación de quienes están en desacuerdo con nosotros; en tercer lugar, elevaremos el desarrollo como un pilar básico del poder estadounidense; en cuarto lugar, integraremos las acciones militar y civiles en las zonas de conflicto; y en quinto lugar, aprovecharemos las fuentes clave del poder estadounidense, entre estas nuestro poder económico y el poder de nuestro ejemplo.

Nuestro primer planteamiento es crear estos mecanismos de cooperación más sólidos con nuestros aliados históricos, con potencias emergentes y con instituciones multilaterales, y a continuación, como ya he dicho, emprender esa cooperación de manera pragmática y basada en los principios. No consideramos que estén en oposición, sino que se complementan.

Hemos comenzado por darle un nuevo impulso a nuestra base de alianzas que quedó raída en los últimos años. En Europa, esto significa mejorar las relaciones bilaterales, conseguir una colaboración más productiva con la Unión Europea y la revitalización de la OTAN. Creo que la OTAN es la alianza más grande de la historia, pero se creó para la Guerra Fría. La nueva OTAN es una comunidad democrática de casi mil millones de personas que se extiende desde el Báltico en el este, hasta Alaska en el oeste. Estamos intentando actualizar sus conceptos estratégicos para que sea igual de eficaz en este siglo que en el pasado.

Al mismo tiempo, colaboramos con nuestros principales aliados de tratados, como Japón y Corea, Australia, Tailandia, las Filipinas y otros socios para fortalecer nuestras relaciones bilaterales, así como las instituciones transpacíficas. Somos al mismo tiempo un país transatlántico y transpacífico.

También se hará especial hincapié en animar a las principales potencias mundiales y a las potencias emergentes: China, India, Rusia y Brasil, así como Turquía, Indonesia y Sudáfrica, a ser socios de pleno derecho para abordar la agenda mundial. Quiero recalcar la importancia de esta tarea y mi compromiso personal con ella. Estos estados son de vital importancia para el logro de soluciones a los problemas compartidos y para promover nuestras prioridades: la no proliferación, la lucha contra el terrorismo, el crecimiento económico, el cambio climático, entre otros. En colaboración con estos países nos mantendremos firmes en nuestros principios a la vez que buscamos terreno común.

Esta semana voy a viajar a la India, donde el ministro de Asuntos Exteriores Krishna y yo sentaremos las bases de un amplio programa que proponga un enfoque de gobierno en pleno para nuestra relación bilateral. A finales de este mes, el secretario Geithner y yo dirigiremos conjuntamente nuestro nuevo diálogo estratégico y económico con China. Éste abarcará no sólo las cuestiones económicas, sino también la gama de desafíos estratégicos que afrontamos juntos. En el otoño, viajaré a Rusia con el propósito de contribuir al avance de la comisión presidencial binacional que el ministro de Relaciones Exteriores Lavrov y yo copresidiremos.

Estas reuniones no garantizan resultados, pero ponen en marcha los procesos y relaciones que ampliarán nuestras posibilidades de cooperación y reducirán los ámbitos de discrepancia. Sabemos que seguramente el progreso no se logrará rápidamente, ni sin baches en el camino, pero estamos decididos a emprender este camino y a permanecer en él.

Ahora bien, nuestras instituciones de ámbito mundial y regional se crearon para un mundo que se ha transformado, por lo que también han de ser reformadas y transformadas. Como dijo el presidente tras la reciente reunión del G8 en Italia, deseamos instituciones que “combinen la eficiencia y capacidad de acción con la inclusión”. Desde la ONU hasta el Banco Mundial, desde el FMI hasta el G8 y el G20, desde la OEA y la Cumbre de las Américas hasta la ASEAN y APEC, todas estas instituciones y otras desempeñan una función, pero su vitalidad y relevancia dependen de su legitimidad y representatividad, así como de la capacidad de sus miembros para actuar rápida y responsablemente cuando surgen problemas.

También entablaremos contactos más allá de los gobiernos, porque creemos que las alianzas con personas desempeñan un papel fundamental en nuestra diplomacia del siglo XXI. El discurso del presidente Obama en El Cairo es un poderoso ejemplo de la comunicación directa con el pueblo. Realizamos el seguimiento con un amplio programa de intercambios educativos, programas de extensión e iniciativas empresariales. En todos los países que visito, busco oportunidades de fortalecer la sociedad civil y comunicarme con los ciudadanos, ya sea en una asamblea municipal en Bagdad, una primicia en ese país, o apareciendo en programas de televisión que alcancen una amplia audiencia y a los jóvenes, o asistiendo a una reunión con activistas democráticos, viudas de guerra o estudiantes.

He nombrado enviados especiales que se centrarán en varios problemas específicos, incluida la primera embajadora para Asuntos Mundiales de la Mujer y un embajador que elabore nuevas alianzas público-privadas y entable contacto con las comunidades de la diáspora en Estados Unidos para aumentar las oportunidades en sus países de origen. En el Departamento de Estado estamos intentando asegurar que nuestro gobierno utilice las tecnologías más innovadoras, no sólo para comunicarnos a través de las fronteras, no sólo para mantener estas tecnologías actuales, sino sobre todo para ampliar las oportunidades para aquellos que, con demasiada frecuencia, permanecen al margen. Estamos adoptando estas medidas porque al entablar un contacto directo con las personas se les anima a aceptar la cooperación con nosotros, haciendo que nuestras alianzas con sus gobiernos y con ellos sean más fuertes y más duraderas.

También hemos empezado a adoptar una postura más flexible y pragmática con nuestros socios. No estaremos de acuerdo en todas las cuestiones. El que nos mantengamos firmes en nuestros principios no nos impide que colaboremos cuando podamos. Por lo tanto, no vamos a decir a nuestros socios: o lo tomas o lo dejas, ni vamos a insistir en que están o con nosotros o contra nosotros. En el mundo actual eso es práctica deficiente global.

A modo de ejemplo cito nuestra diplomacia en relación con Corea del Norte. Hemos invertido una cantidad significativa de recursos diplomáticos para lograr el consenso del Consejo de Seguridad en respuesta a los actos de provocación de Corea del Norte. Hablé numerosas veces con mis homólogos de Japón, Corea del Sur, Rusia y China, preguntándoles acerca de sus inquietudes, estableciendo claramente nuestros principios y delimitaciones, y buscando un camino a seguir. Los resultados a corto plazo fueron dos resoluciones unánimes del Consejo de Seguridad con firmes medidas y consecuencias para Corea del Norte y, a continuación, el seguimiento con la participación activa de China, Rusia y la India y nosotros mismos para persuadir a otros de que cumplan con las resoluciones. Creemos que el resultado a largo plazo será un esfuerzo conjunto más duro hacia la desnuclearización completa y verificable de la península coreana.

Para cultivar a plenitud estas asociaciones hace falta tiempo y paciencia. También se requiere constancia. Eso no significa posponer los asuntos urgentes. Tampoco es una justificación para demorar esfuerzos que pueden tomar años para dar resultado. En una de mis observaciones predilectas, Max Weber dijo: “la política es el barrenar largo y lento de tablas duras. Requiere tanto pasión como perspectiva”. La perspectiva dicta pasión y paciencia. Y por supuesto, la pasión nos impide hallar excusas para no hacer nada.

Sé muy bien que el tiempo por sí solo no cura todas las heridas; consideren el conflicto palestino-israelí. Es por eso que no perdimos tiempo para comenzar un esfuerzo intensivo desde el primer día para hacer realidad los derechos de los palestinos e israelíes de vivir en paz y seguridad en dos estados, lo que va en favor de los intereses de Estados Unidos y del mundo. Hemos venido trabajando con los israelíes para tratar con el asunto de los asentamientos, aliviar las condiciones de vida de los palestinos y crear circunstancias que puedan llevar al establecimiento de un estado palestino viable. En las últimas décadas, las administraciones estadounidenses han mantenido posturas constantes en cuanto a la cuestión de los asentamientos. Y si bien esperamos acción por parte de Israel, reconocemos que estas decisiones son políticamente desafiantes.

Sabemos que el progreso hacia la paz no puede ser únicamente responsabilidad de Estados Unidos – ni de Israel. Para terminar con el conflicto se requiere acción de todas las partes. Los palestinos tienen la responsabilidad de mejorar y ampliar las medidas positivas que ya tomaron en cuanto a la seguridad; actuar enérgicamente contra la incitación; y abstenerse de cualquier acción que hiciera menos probables unas negociaciones significativas.

Los estados árabes tienen la responsabilidad de apoyar a la Autoridad palestina con palabras y con actos, tomar medidas para mejorar las relaciones con Israel, y preparar a sus públicos para que abracen la paz y acepten el lugar de Israel en la región. La propuesta de paz saudita, apoyada por más de veinte países, fue un paso positivo; pero creemos que se necesita más. Por eso pedimos a los que aceptan la propuesta que tomen medidas significativas ahora. Anwar Sadat y el rey Hussein cruzaron umbrales importantes y su valor y visión movilizaron a quienes apoyan la paz en Israel y prepararon el terreno para acuerdos duraderos. Al dar apoyo a los palestinos y ofrecer a los israelíes una apertura, aunque sea modesta, los estados árabes puedan tener el mismo impacto. Así que les digo a todas las partes: No es suficiente con enviar mensajes de paz. Deben actuar también contra las culturas de odio, intolerancia y falta de respeto que perpetúan el conflicto.

Nuestro segundo enfoque de política es liderar con diplomacia, aún en los casos de adversarios o países con quienes no estamos de acuerdo. Creemos que al hacerlo así se avanzan nuestros intereses y nos situamos en una mejor posición de liderazgo con nuestros otros socios. No podemos tener miedo ni no querer involucrarnos. Pero algunos sugieren que esto es una indicación de que somos ingenuos o de que aceptamos la represión de estos países contra sus propios pueblos. Creo que eso es incorrecto. Siempre que la participación haga avanzar nuestros intereses y nuestros valores, es imprudente descartarla. Las negociaciones pueden proporcionar información sobre los cálculos de los regímenes y las posibilidades – incluso si parecieran remotas – de que un régimen vaya a alterar finalmente su conducta a cambio de los beneficios de ser aceptado en la comunidad internacional. Libia es un ejemplo. Si se agota la opción del diálogo, es más probable también que haga que nuestros socios estén más dispuestos a ejercer presión si falla la persuasión.

Teniendo esto en cuenta, quisiera decir unas pocas palabras acerca de Irán. Vimos la energía de las elecciones de Irán con gran admiración, únicamente para horrorizarnos por la manera en que el gobierno utilizó la violencia para acallar las voces del pueblo iraní, y luego trató de ocultar sus acciones al detener a periodistas y ciudadanos extranjeros, y expulsarlos, y cortar el acceso a la tecnología. Como hemos dejado bien sentado junto con nuestros socios del G8, estas acciones son deplorables e inaceptables.

Sabemos muy bien lo que heredamos con respecto a Irán, porque tratamos con esa herencia todos los días. Sabemos que con negarse a tratar con la República Islámica no se ha conseguido alterar la marcha iraní hacia un arma nuclear, reducir el apoyo iraní al terrorismo, ni mejorar el trato de Irán a sus ciudadanos.

Ni el presidente ni yo nos hacemos la ilusión de que ese diálogo con la República Islámica garantice cualquier tipo de éxito, y las perspectivas ciertamente han cambiado en las semanas que siguieron a las elecciones. Pero comprendemos también la importancia de ofrecer una participación con Irán y darles a sus líderes una opción clara: unirse a la comunidad internacional como miembro responsable o continuar en el sendero hacia un mayor aislamiento.

Las conversaciones directas proporcionan el mejor vehículo para presentar y explicar esa opción. Es por eso que les ofrecimos a los líderes de Irán una oportunidad bien definida: Irán no tiene derecho a la capacidad militar nuclear, y estamos decididos a impedir eso; pero tiene derecho a la energía nuclear civil si restablece la confianza en la comunidad internacional de que utilizará sus programas exclusivamente para propósitos pacíficos.

Irán puede llegar a ser un actor constructivo en la región si deja de amenazar a sus vecinos y de apoyar el terrorismo. Puede asumir una posición responsable en la comunidad internacional si cumple con sus obligaciones en cuanto a los derechos humanos. La opción es clara. Seguimos dispuestos a participar con Irán, pero la oportunidad de actuar es ahora. La oportunidad no estará disponible indefinidamente.

Nuestro tercer enfoque de política, y una prioridad personal para mí como secretaria, es elevar e integrar el desarrollo como pilar principal del poder estadounidense. Al mejorar las condiciones materiales de las vidas de las personas en todo el mundo, impulsamos nuestra seguridad, nuestra prosperidad y nuestros valores. Estos esfuerzos sientan las base también para una cooperación mundial más grande, al crear la capacidad de nuevos socios y abordar desde sus raíces los problemas que compartimos.

Uno de los principales propósitos de la Revisión Cuatrienal de Diplomacia y Desarrollo que anuncié la semana pasada, es explorar cómo diseñar, financiar y aplicar efectivamente la ayuda exterior y de desarrollo como parte de una política exterior más amplia. Hay que ser realistas. Hemos dedicado al desarrollo un porcentaje más pequeño de nuestro presupuesto de gobierno que casi cualquier otro país avanzado. Y muy poco de lo que hemos gastado ha contribuido a un progreso verdadero y duradero. Gran parte del dinero nunca ha llegado a su objetivo, sino que se ha quedado aquí en Estados Unidos para pagar salarios o financiar gastos de operaciones de contratos. Estoy comprometida a lograr más asociaciones con las ONG, pero quiero que más de nuestros dólares de impuestos se usen efectivamente y produzcan resultados palpables.

Al intentar lograr asociaciones para el desarrollo más ágiles, efectivas y creativas, nos centraremos en soluciones dirigidas por los países, como las que estamos iniciando con Haití en recuperación y desarrollo sostenible, y con los estados africanos contra el hambre mundial. Estas iniciativas no deben ser diseñadas sólo para ayudar a los países a salir de aprietos – son un instrumento para ayudar a los países a ser independientes.

Nuestra agenda de desarrollo se centrará en las mujeres como impulsoras del crecimiento económico y la estabilidad social. Las mujeres por mucho tiempo han sido la mayoría que en el mundo carecía de salud, educación, y estaban desnutridas. Son también la mayoría del mundo pobre. La recesión mundial ha tenido un efecto desproporcionado en las mujeres y las niňas, lo que a su vez repercute en las familias, en las comunidades e incluso en las regiones. Hasta que a las mujeres del mundo se les reconozcan sus derechos – y se les de oportunidades de educación, asistencia médica y empleo con justa paga – el progreso y la prosperidad mundiales tendrán su propia barrera invisible.

Nuestro cuarto enfoque es asegurar que nuestros esfuerzos civiles y militares se realicen de una manera coordinada y se complementen allí donde estemos involucrados en conflictos. Esta es la parte central de nuestra estrategia en Afganistán e Iraq, donde integramos nuestros esfuerzos con los esfuerzos de los socios internacionales.

En Afganistán y Pakistán, nuestro objetivo es disturbar, desmantelar y finalmente derrotar a al Qaeda y a sus aliados extremistas, e impedir su retorno a cualquiera de los dos países. Pero los estadounidenses a menudo preguntan, ¿por qué les pedimos a nuestros jóvenes hombres y mujeres que arriesguen sus vidas en Afganistán cuando el liderazgo de al Qaeda está en el vecino Pakistán? Y esa pregunta merece una buena respuesta: Nosotros y nuestros aliados luchamos en Afganistán porque el talibán protege a al Qaeda y depende de ellos para recibir apoyo, a veces coordinando actividades. Es decir, para eliminar a al Qaeda, debemos luchar también contra el talibán.

Comprendemos que no todos los que luchan con el talibán apoyan a al Qaeda, ni creen en las políticas extremistas del talibán cuando estuvo en el poder. Nosotros y nuestros aliados afganos estamos dispuestos a acoger a cualquiera que apoye al talibán y renuncie a al Qaeda, deponga las armas y esté dispuesto a participar en la sociedad libre y abierta que la Constitución afgana garantiza.

Para lograr nuestras metas, el presidente Obama va a enviar ahora 17.000 soldados adicionales y 4.000 entrenadores militares a Afganistán. Igualmente importante, enviamos cientos de empleados civiles estadounidenses directamente contratados por nosotros para dirigir un nuevo esfuerzo de fortalecer al gobierno afgano, ayudar a reconstruir el sector agrícola que una vez fue vigoroso, crear empleos, impulsar el estado de derecho, ampliar las oportunidades para las mujeres y capacitar a la policía afgana. Nadie debería dudar de nuestro compromiso con Afganistán y con su pueblo. Pero es el pueblo afgano el que determinará su propio futuro.

Al seguir adelante, no debemos olvidar que el éxito en Afganistán requiere también la estrecha cooperación del vecino Pakistán, país que visitaré este otoño. Pakistán está sometido a intensa presión de grupos extremistas. La cooperación trilateral entre Afganistán, Pakistán y Estados Unidos ha creado confianza y ha producido progreso en varios frentes políticos. Nuestra seguridad nacional, así como el futuro de Afganistán, dependen de un Pakistán estable, democrático y económicamente viable. Aplaudimos la nueva determinación pakistaní de tomar medidas contra los militantes que amenazan su democracia y nuestra seguridad compartida.

En Iraq, venimos reforzando nuestros programas de diplomacia y desarrollo a la vez que procedemos con la salida responsable de nuestras tropas. El mes pasado, nuestras tropas de combate se replegaron con éxito fuera de pueblos y ciudades. Nuestro enfoque principal ahora es cambiar de las cuestiones de seguridad a los esfuerzos civiles que promuevan la capacidad iraquí; como apoyar el trabajo de los ministerios iraquíes y ayudar en sus esfuerzos de lograr unidad nacional. Desarrollamos una relación económica y política a largo plazo con Iraq tal como lo estipula el Acuerdo de Estructura Estratégica de Estados Unidos e Iraq. Este acuerdo es la base de nuestra futura cooperación con Iraq y el pueblo iraquí, y espero con interés discutir ese acuerdo y la manera de aplicarlo con el primer ministro Maliki cuando venga a Washington la semana próxima.

Nuestro quinto enfoque es apoyar los recursos tradicionales de nuestra influencia, incluyendo la fuerza económica y el poder de nuestro ejemplo. Renovamos nuestros valores al prohibir la tortura y comenzar el cierre de la instalación de detención de la Bahía de Guantánamo. Hemos sido sinceros acerca de la medida de responsabilidad que tenemos en cuanto a problemas como el tráfico de drogas en México y el cambio climático mundial. Cuándo reconocí lo obvio acerca de nuestro papel en el conflicto actual de México con los narcotraficantes, algunos nos criticaron. Pero nos malinterpretaron. Nuestra capacidad de aceptar responsabilidad y nuestra voluntad de cambiar, de hacer lo correcto, son características de nuestra grandeza como nación y son recursos estratégicos que pueden ayudarnos a forjar coaliciones que sirvan a nuestros intereses.

Ello es realmente cierto cuando se trata de prioridades como la no proliferación y el cambio climático. El presidente Obama está comprometido con la idea de un mundo sin armas nucleares y una serie de pasos concretos para reducir la amenaza y la propagación de esas armas, entre ellos trabajar con el Senado para ratificar el acuerdo START y el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos (Nucleares), tomar una responsabilidad mayor dentro de la Estructura del Tratado de no Proliferación y convocar a los líderes del mundo a reunirse aquí en Washington el año próximo para una cumbre nuclear. Ahora debemos instar a otros a tomar medidas prácticas para hacer avanzar nuestra agenda compartida de no proliferación.

Nuestra administración está comprometida también a efectuar fuertes reducciones de emisiones de gases de efecto invernadero, con un plan que cambiará drásticamente la manera en que producimos, consumimos y conservamos energía, y que en el proceso creará un aumento enorme de nueva inversión y millones de empleos. Debemos urgir a todas las naciones a que cumplan con sus obligaciones y aprovechen las oportunidades de un futuro de energía limpia.

Estamos restableciendo nuestra economía nacional para aumentar nuestra fuerza y capacidad en el extranjero, especialmente en estos momentos de confusión económica. Esto no es una prioridad tradicional para una secretaria de Estado, pero yo apoyo enérgicamente la recuperación y el crecimiento de Estados Unidos como pilar de nuestro liderazgo mundial. Estoy comprometida a restaurar un papel significativo para el Departamento de Estado dentro del enfoque de todo el gobierno para la elaboración de política económica internacional. Trabajaremos para asegurar que nuestro liderazgo económico: comercio e inversión, condonación de deuda, garantías de préstamo, ayuda técnica y prácticas laborales correctas; apoye nuestros objetivos de política exterior. Cuando está acompañado de un sólido esfuerzo de desarrollo, nuestro alcance económico puede darnos una forma mejor de globalización, reduciendo la amarga oposición de los últimos años y sacando de la pobreza a millones de personas más.

Por último, estoy decidida a asegurar que los hombres y mujeres de nuestro Servicio Exterior y nuestros funcionarios públicos tengan los recursos que necesitan para aplicar nuestras prioridades de manera efectiva y segura. Por eso designé por primera vez un vicesecretario de Administración de Recursos. Es por eso que trabajamos tan arduamente para asegurar fondos adicionales para el Departamento de Estado y USAID. Es por eso que nos hemos puesto en camino de duplicar la ayuda exterior en los próximos años. Y es por eso que venimos aplicando un plan para aumentar drásticamente el número de diplomáticos y expertos en desarrollo.

Así como nunca negaríamos municiones a las tropas estadounidenses que se dirigen a la batalla, tampoco podemos enviar a nuestro personal civil al terreno mal equipado. Si no invertimos en diplomacia y desarrollo, acabaremos por pagar mucho más por los conflictos y sus consecuencias. Como dijo el secretario Gates, la diplomacia es un instrumento imprescindible de seguridad nacional, como lo ha sido desde que Franklin, Jefferson y Adams lograron apoyo extranjero para el ejército de Washington.

Todo esto implica una agenda muy ambiciosa. Pero el mundo no nos da el lujo de escoger o de esperar. Como dije al principio, debemos hacernos cargo de lo urgente, lo importante y lo que es a largo plazo, todo a la vez.

Somos testigos y también protagonistas de un cambio significativo. No podemos y no debemos ser observadores pasivos. Estamos decididos a canalizar las corrientes del cambio hacia un mundo libre de extremismo violento, armas nucleares, calentamiento mundial, pobreza y abusos contra los derechos humanos, y sobre todo, un mundo en el que más personas en más lugares puedan vivir de acuerdo al potencial que Dios les ha otorgado.

La arquitectura de cooperación que deseamos construir impulsará todas estas metas, al utilizar nuestro poder no para dominar ni dividir sino para resolver problemas. Es la arquitectura de progreso para Estados Unidos y todos los países.

Hace más de 230 años, Thomas Paine dijo, “Dentro de nuestra capacidad está la posibilidad de comenzar el mundo otra vez”. Hoy, en una era nueva y muy diferente, tenemos que utilizar ese poder. Creo que tenemos la estrategia correcta, las prioridades correctas y las políticas correctas, tenemos al presidente adecuado y tenemos al pueblo estadounidense, diverso, dedicado y abierto al futuro.

Ahora todo lo que tenemos que hacer es cumplir. Muchas gracias a todos. (aplausos)

Hillary Clinton

« Foreign Affairs » (Latinoamérica)

por Álvaro Cepeda Neri

El Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) –escuela para licenciaturas, maestrías y doctorados en economía, a imagen y semejanza de la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago (donde se forman los Chicago Boys, como Pedro Aspe, que se enriquece con sus asesorías y operaciones de bursatilización; Gil Díaz, Carstens, José Ángel Gurría, etcétera)– publica revistas, libros y otros medios de difusión cultural y propagación de su ideología elitista que produce cuadros gerenciales para trasnacionales, empresas y actividades al servicio del neoliberalismo económico y del capitalismo salvaje.

Una de esas revistas es la versión en español de Foreign Affairs. A la que me referiré es, de los cuatro que aparecen al año, el número tres, correspondiente al trimestre julio-agosto-septiembre del año en curso. También publica su revista Estudios (sobre filosofía, historia y letras), y en su número 89 de este verano, contiene un extraordinario ensayo de Dulce María Granja, directora del Centro de Estudios Kantianos de la Universidad Autónoma Metropolitana, campus Iztapalapa, con el título “El principio de publicidad en Kant”, un trabajo, como todos los que investiga, de gran calidad. Empero, me detendré a informar sobre Foreign Affairs, que publicó el ensayo de Ian Bremmer: “El capitalismo de Estado alcanza la mayoría de edad”.

El estudio es una exploración sobre el renacimiento keynesiano de la intervención de los gobiernos en el mercado, que ha hecho “que la marea del libre mercado” retroceda. El autor ruega que Estados Unidos, centro del capitalismo actual que patrocina la intervención mencionada, dé marcha atrás para promover un regreso al máximo libre mercado.

Tiene una reseña-comentario sobre el libro de Martin Wolf, quien vislumbró la crisis del sistema financiero global, que nos induce a leerlo (todavía no traducido al español). El reseñista nos cuenta que es “una guía útil para conocer los orígenes del problema”.

El trabajo de la experta Shannon O’Neil, “La guerra real de México”, pone acento en el choque del narcotráfico contra las instituciones mexicanas. Advierte “sobre un posible colapso del Estado”, que se pude a detener si se continúa con la democratización del país.

Homero Campa Butrón analiza el cuestionamiento de Fidel Castro a las congeladas relaciones entre Cuba y México. Castro señala que Fox está reeditado en Calderón, lo cual implica que esa bilateralidad se encuentra en un impasse, pues Calderón no está interesado en reparar lo que echó a perder Fox y, como ambos cojean del mismo pie, las cosas seguirán como están.

Son más los ensayos, comentarios y reseñas que hacen necesaria la lectura de esta revista, a pesar de algunas de sus tendencias hacia la derecha cultural, como la brevísima reseña de Gómez Arciniega al libro de Carlos Arriola, El miedo de gobernar: la verdadera historia del PAN. Pero, insisto, la revista, en lo general, es de gran importancia.

Álvaro Cepeda Ner

¿Qué piensan realmente de Israel las élites de Estados Unidos?

 

Un sondeo del Pew Research Center realizado entre los miembros del Council on Foreign Relations [Consejo de Relaciones Exteriores] acaba de revelar el abismo que existe en Estados Unidos entre las opiniones de la élite y las del gran público en materia de política internacional. Los miembros del CFR no ven en Israel un aliado, como tampoco ven en Irán un enemigo, mientras que el gran público estadounidense acepta las teorías del lobby sionista divulgadas por los medios de comunicación masiva. ¿Significa esto que el CFR ha perdido poder o que los proisraelíes están perdiendo cualidades?

El Council on Foreign Relations (Consejo sobre Relaciones Exteriores o CFR, según sus siglas en inglés) [1] sigue presidiendo la lista, elaborada por la izquierda, en la que se enumeran los conspiradores que manejan la política exterior estadounidense, junto con el Grupo de Bilderberg y la Comisión Trilateral. ¿Noticia o simple patraña?

Nada de eso. Si así fuese, los que afirman que el apoyo de Estados Unidos a Israel se basa en que éste último país representa una «carta estratégica» no podrían explicar los resultados de una encuesta del Pew Research Center sobre el lugar de Estados Unidos en el mundo, realizada entre el 2 de octubre y el 16 de noviembre de 2009 y consistente en una serie de preguntas presentadas a 642 miembros del CFR. El sondeo del Pew Research Center no sólo reveló que la gran mayoría de los miembros del CFR, o sea 2 de cada 3 miembros de esa institución elitista en materia de política exterior, estiman que Estados Unidos ha hecho demasiado a favor de Israel sino que además no consideran que Israel tenga una importancia prioritaria para Estados Unidos [2].

Las respuestas sobre el conflicto israelo-palestino permiten llegar a la conclusión de que el público en general se forma su opinión a partir de lo que lee en los medios de difusión masiva, que son muy favorables a Israel, mientras que los miembros del CFR tienen acceso a fuentes de información más precisas y son menos sensibles a la propaganda israelí. Aparentemente a ningún diario estadounidense le ha parecido útil reportar sobre las opiniones de los miembros del CFR, lo cual no resulta sorprendente, dadas las circunstancias. Veamos:

(1) En una lista de los países que serán «los más importantes aliados y socios de Estados Unidos en el futuro», sólo un 4% de los interrogados durante el sondeo incluyen a Israel, lo cual sitúa a ese país al lado de Corea del Sur y muy por debajo de China (58%), la India (55%), Brasil (37%), la Unión Europea (19%), Rusia (17%), Japón (16%), el Reino Unido y Turquía (10%), Alemania (9%), México (8%), Canadá, Indonesia, Australia y Francia (5%). Los miembros del CFR interrogados durante el sondeo tenían la posibilidad de aportar 7 respuestas (Pregunta 19).

(2) Cuando se les preguntó qué países serían los menos importantes para Estados Unidos, Israel (9%) se vio por debajo de 22 Estados, entre los que estaban Canadá y México así como Turquía, Egipto y Arabia Saudita en el Medio Oriente (Pregunta 20).

(3) Lo que resultó especialmente revelador es que en lo tocante al «conflicto entre israelíes y palestinos» sólo el 26% de los miembros del CFR interrogados se pronunciaron a favor de Israel. Es importante la comparación entre ese resultado y el 51% de los interrogados del gran público (2000 personas interrogadas durante el mismo periodo).
El 16% de los miembros del CFR tomó posición a favor de los palestinos (12% de los encuestados del gran público). El 41% de los encuestados del CFR tomó «posición por igual» por ambos bandos (sólo un 4% del gran público). Un 12% de los miembros del CFR no apoyaban a ninguno de los dos bandos (un 14% del gran público. (Pregunta 33)

(4) El CFR no desempeña un papel importante en cuanto a trazar la política estadounidense sobre la cuestión israelo-palestina. Tampoco está en sintonía con quienes toman las decisiones sobre ese problema. Eso es lo que se expresa de forma contundente cuando se interroga a sus miembros sobre la visión que tienen de la política exterior de Estados Unidos sobre el Medio Oriente. Para el 67% de los miembros del CFR (un 30% si se interroga al gran público), el problema es que Estados Unidos favorece demasiado a los israelíes. Sólo el 2% de los miembros del CFR (el 15% del gran público) cree que la política estadounidense favorece demasiado a los palestinos. El 24% de los miembros del CFR interrogados cree que Washington «ha encontrado el equilibrio correcto» (el 29% del gran público). (Pregunta 34)

(5) Una aplastante mayoría de los miembros del CFR (69%) estima que el presidente Obama ha «encontrado el equilibrio correcto» entre israelíes y palestinos, comparado con una pequeña mayoría del gran público (51%). El 13% de los miembros del CFR piensa que Obama «favorece demasiado a Israel» (el 7% del gran público) mientras el 12% piensa que Obama se pone del lado de los palestinos, opinión que comparte el 16% del gran público (Pregunta 35).

En lo tocante a Irán se observa el mismo abismo entre las élites del CFR y el gran público estadounidense. El 64% de los miembros del CFR considera que Irán es una importante amenaza para los intereses estadounidenses, contra un 34% que no lo cree. Esos resultados son respectivamente del 72% y el 20% cuando se interroga al gran público. Más contrastante todavía: sólo el 33% de los miembros del CFR apoyaría un ataque preventivo contra Irán en caso de que ése país obtuviese el arma nuclear mientras que el 63% del gran público lo aprobaría (Pregunta 7).

En el caso de Pakistán esas cifras se invierten totalmente, con un 63% de los miembros del CFR que apoya una acción militar estadounidense si «extremistas … estuviesen a punto de hacerse del control de Pakistán» mientras que sólo el 51% del público aprobaría esa acción (Pregunta 24). Tales resultados son un indicio suplementario de la influencia israelí en los medios de comunicación masiva.

Dicha influencia ha convertido a Irán [país estable y carente de armas nucleares] en una amenaza mientras que minimiza el peligro que puede representar un Pakistán inestable dotado del arma atómica.

Jeffrey Blankfort

[1«Cómo el Consejo de Relaciones Exteriores determina la diplomacia norteamericana», Red Voltaire, 19 de agosto de 2005.

[2] Ver sobre este tema las intervenciones de John D. Antony en la conferencia Axis For Peace, organizada en 2005 por Thierry Meyssan.

Admiten a George Clooney en el CFR

 

 

El actor George Clooney, protagonista de la serie Urgence y de numerosos filmes hollywoodenses, ha sido admitido en el Council on Foreign Relations (CFR) [1] como miembro vitalicio.

Los dos padrinos del actor en el seno de ese club elitista son Nicolas Kristof, editorialista del New York Post, y Charlie Rose, periodista de PBS.

Durante los 3 últimos años, Clooney y los dos personajes antes mencionados han militado a favor de una intervención estadounidense en Darfur.

El propio Clooney realizó personalmente un documental de propaganda que muestra la miseria de los refugiados, pero con el objetivo de justificar la imagen que Washington quiere promover sobre ese conflicto.

La Casa Blanca está preparando activamenteuna proclamación de independencia en Darfur [2].

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[1] «Cómo el Consejo de Relaciones Exteriores determina la diplomacia norteamericana», Red Voltaire, 19 de afosto de 2005.

[2] «El vicepresidente US Joe Biden prepara la creación de un nuevo estado en África», Red Voltaire 14 de junio de 2010.

 

Cómo el Consejo de Relaciones Exteriores determina la diplomacia estadounidense

por Thierry Meyssan

Desde hace 60 años, el Council on Foreign Relations (CFR) asesora al Departamento de Estado. En cada conflicto, determina los objetivos bélicos en interés de sus miembros y fuera de todo control democrático. También participa en la redacción de una historia oficial cada vez que es necesario condenar los errores del pasado y rehacerse una imagen. Financiado por 200 multinacionales, cuenta con 4 200 miembros cooptados entre los cuales se escogen la mayoría de los dirigentes gubernamentales. La élite del business elabora la política exterior de los Estados Unidos por consenso y a puerta cerrada.

En un programa televisivo sobre un tema de la realidad, NBC solicitó el concurso de los ministros en ejercicio y de ex ministros para simular su reacción en caso de un nuevo ataque terrorista. Para reconstituir las condiciones reales, las autoridades son asistidas por dirigentes del CFR quienes los asesoran en directo.

Durante la Primera Guerra Mundial, el presidente Woodrow Wilson nombra al periodista progresista Walter Lippmann subsecretario de Guerra, y le encarga que constituya un grupo secreto de 125 universitarios de alto nivel, «L’Enquête», para estudiar las oportunidades de extender el liberalismo en el mundo mediante la Primera Guerra Mundial [1].

Lippman trabaja en estrecha colaboración con el consejero especial del presidente, el coronel Edward Mandell House. El informe final «Los objetivos de la guerra y las cláusulas de paz que requieren» [2], servirá de base a los célebres Catorce puntos de Wilson. Con frecuencia el enfoque de «hacer el bien de la humanidad sin ella» se califica de idealista en oposición al realismo de «defender sus propios intereses sin preocuparse por los grandes principios». En realidad Wilson realiza los dos a la vez: piensa extender la democracia, pero se reserva el derecho a invadir México o anexarse Haití. En la actualidad, los neoconservadores invocan esa tradición: querer democratizar el Gran Medio Oriente y comenzar bombardeando Afganistán e Irak.

Durante el Armisticio, Wilson viaja a Europa para participar personalmente en la Conferencia de Paz de Versalles. Va acompañado de cinco colaboradores directos, entre ellos el coronel House, que lleva con él 23 miembros de «L’Enquête». La delegación norteamericana impone su método de trabajo a sus socios: no se trata de discutir tratados de paz, Estado por Estado, antes de que se haya definido lo que será la paz. Intenta que se comparta su visión de lo que se llamará más tarde la globalización: un mundo abierto al comercio, sin aduanas ni reglas, y una Sociedad de Naciones (SDN) que prevenga las guerras. Ese proyecto será ampliamente enmendado por los europeos, después finalmente rechazado por el Congreso de los Estados Unidos que desaprueba a Wilson.

Al margen de la Conferencia de Paz, las delegaciones británica y norteamericana deciden crear una suerte de Academia Binacional que continuará y actualizará los trabajos de «L’Enquête» para ayudar a los dos gobiernos a definir conjuntamente su política exterior a largo plazo. Se acordó que ese Instituto anglonorteamericano para las Relaciones Internacionales se organizaría en dos secciones autónomas, una en Londres, la otra en Nueva York. Pero, por su parte, Elihu Root (secretario de Estado que había organizado las intervenciones en Cuba, Santo Domingo y Honduras, y, sin embargo, obtuviera el Premio Nobel de la Paz) ya había creado un Consejo para las Relaciones Exteriores (Council on Foreign Relations – CFR). Esta asociación reunía a un centenar de personalidades, pero en realidad no funcionaba. Por consiguiente, «L’Enquête» se fusionó con el CFR para formar la rama norteamericana del dispositivo, mientras que los británicos creaban el Instituto Real de Relaciones Internacionales (Royal Institute for International Affairs – RIIA) en Chatham House.

Las reglas de funcionamiento del CFR y de Chatham House son las clásicas de las sociedades de pensamiento: se invita a los participantes a que citen en el exterior los trabajos realizados, pero jamás deben revelar la identidad de sus autores. Además, en esa época, los dos clubes están reservados a los ciudadanos nacionales y exclusivamente masculinos. Sin embargo el tono de los debates evoluciona de forma diferente en el Reino Unido (dirigido a su Imperio) y a los Estados Unidos (preso del aislacionismo). Esta divergencia aparecía en los títulos de sus respectivas publicaciones: Foreign Affairs (Relaciones Exteriores) para el CFR, International Affairs (Relaciones Internacionales) para el RIIA.

Durante la etapa entre las dos guerras, el CFR pasa de 300 a 663 personalidades en Nueva York, escogidas por cooptación, que representan a todas las tendencias políticas, salvo claro está, los aislacionistas. El CFR es financiado generosamente por donaciones privadas, sobre todo las de la Fundación Carnegie, y no por el Estado Federal al cual asesora. Otros clubes idénticos se crean en ocho grandes ciudades norteamericanas.

Al final de los años treinta, el Consejo se divide sobre la actitud a adoptar frente al militarismo nipón y a la Alemania nazi. En definitiva el club toma partido: el director a la sazón, Hamilton F. Armstrong, y el secretario, Allen W. Dulles, publican un sonado opúsculo ¿Se puede ser neutral? Desde la invasión de Polonia, en 1939, es decir dos años antes de que la Casa Blanca decidiera entrar en la guerra, el CFR comienza a trabajar fuertemente sobre los objetivos bélicos y continuará el trabajo de sus expertos hasta el fin de las hostilidades. Un centenar de universitarios redacta los War and Peace Studies [3], en 682 memorias, dirigidas al Departamento de Estado. Las investigaciones son financiadas por la Fundación Rockfeller con 350 000 dólares y servirán de base para convocar las Conferencias de Dumbarton Oaks y de San Francisco (creación de la ONU).

Al final de las hostilidades, Allan W. Dulles, quien sirvió durante la Guerra Mundial en la OSS [4], es electo presidente del CFR. La primera iniciativa del Consejo es imputar el balance de la guerra a la cuenta de la administración Truman. Esta vez, es demasiado. Eminentes historiadores protestan contra la monopolización de la investigación histórica por un club de intereses privados vinculado al Estado Federal. En la práctica, el CFR es el único que tiene acceso a los archivos del gobierno y puede escribir una historia oficial sin temor a que lo contradigan. El número de miembros continúa aumentando rápidamente y muy pronto alcanza el millar. Los administradores del CFR, para cubrir todos les sectores de la sociedad, deciden abrir el club a personalidades menos adineradas: los dirigentes sindicales de la AFL-CIO [5].

También es el Consejo quien elabora la doctrina de la Guerra Fría. Foreign Affairs publica anónimamente un artículo memorable: «The Sources of Soviet Conduct» [6]. En realidad se trata de un análisis del embajador George F. Kennan de regreso de Moscú. En él, describe el comunismo como intrínsecamente expansionista, y asegura que no tardará en representar una amenaza más grave aún que el III Reich. Una suerte de paranoia se apodera del Consejo, donde muchos interpretan equivocadamente este artículo como el anuncio de un ataque militar inminente de los Soviets. De todas maneras, el presidente Harry S. Truman encarga a Kennan que elabore el National Security Act que establece el aparato de Estado secreto (Estado Mayor Interarmas, permanente en tiempos de paz, la CIA y el Consejo Nacional de Seguridad). De forma espontánea, los hombres del CFR llegan a los puestos de responsabilidad de esas instituciones secretas del Estado Federal, sobre todo, Dean Acheson, Charles Bohlen, Averell Harriman, Robert Lovett y John McCloy. En cambio, dichas instituciones utilizan el CFR para prevenir cualquier retorno del aislacionismo en las élites y para movilizar las que están al servicio del Plan Marshall [7].

No obstante, el giro efectuado por la administración Truman, cuando Kammam es licenciado en beneficio de su adjunto Paul H. Nitze [8] y cuando la Guerra Fría evoluciona del simple containment al enfrentamiento indirecto, es una reacción al primer ensayo atómico soviético y se decide fuera del CFR.

Durante los años cincuenta, el Consejo estudia la doctrina nuclear. Se crean grupos de trabajo ad hoc en 1954 y 1955. Las minutas de las reuniones las redacta un joven universitario cercano al complejo militar-industrial, Henry A. Kissinger [9]. Luego del primer ensayo atómico chino, en 1964, el CFR realiza un trabajo sobre China y predica una política de apertura que es adoptada por Richard Nixon, quien la anuncia en Foreign Affaire; luego, progresivamente la pone en práctica Kissinger ahora convertido en secretario de Estado de Nixon. En este período la Fundación [10] se une a los donantes. Se contratan a brillantes universitarios como Zbigniew Brzezinski o Stanley Hoffman. Siguiendo la misma técnica, el CFR redacta estudios históricos al final de la guerra de Vietnam. Veintidós personalidades de altísimo nivel publican una historia oficial. Como en 1945, las élites estadounidenses deciden por sí mismas los delitos que deben de ser reconocidos y absueltos, y los que pueden ser ocultados y, por lo tanto, deben caer en el olvido. Se desmiente a Nixon y se finge sacar lecciones del pasado para poder virar la página y aspirar una vez más a situarse del lado de la buena voluntad.

David Rockfeller, del Chase Manhattan Bank (convertido en el JP Morgan Chase), asume la presidencia del CFR en 1970. Abre tímidamente el club a las mujeres y recluta a jóvenes. Crea el cargo de director ejecutivo que confía al ex secretario de Estado de Carter, Cyrus R. Vance, y luego un Consejo Consultivo Internacional (Francia está representada por Michel Rocard y Canadá por Brian Muroney). Tras el derrumbe de la URSS, el CFR establece la nueva línea política del país y publica en Foreign Relations un artículo de Samuel Huntington: «El choque de las civilizaciones» [11].

Sesión de trabajo en el Council on Foreign Relations. En la actualidad el Council on Foreign relations está presidido por Richard N. Haass, un ex consejero diplomático del presidente Bush padre convertido en adjunto de Colin L. Powell en la administración Bush hijo. Está considerado uno de los mentores de Condoleezza Rice. El presidente es Peter G. Peterson, un banquero cercano a los Bush. Más de 200 multinacionales financian el club en más de siete millones dólares anuales. Cuenta con 4 200 miembros y emplea a 50 investigadores. Foreign Affairs tiene una venta en el mundo de 125 000 ejemplares. A lo largo de los últimos sesenta años, el CFR ha elaborado las estrategias a largo plazo del Departamento de Estado al establecer un consenso en el interior de las élites estadounidenses (excluidos los aislacionistas) fuera de todo control democrático. Ha establecido los objetivos de guerra de todos los conflictos en los cuales los Estados Unidos se han involucrado en función de los intereses de sus miembros. En ese sistema, la guerra no es «la continuación de la política por otros medios», según la fórmula de Clausewitz, sino la continuación del libre mercado. Paralelamente, la definición de las estrategias de guerra corresponde a la Rand Corporation como consejera del Departamento de Defensa. El Council on Foreign Relations también ha elaborado una historia nacional consensuada que acredita el mito del intervencionismo desinteresado y niega los sufrimientos infligidos por Washington al resto del mundo. Por último, el CFR ha contribuido a exportar el modelo político estadounidense cooptando a dirigentes extranjeros.

Thierry Meyssan

 

[1] Algunos años más tarde, Walter Lippmann se convertirá en uno de los teóricos del liberalismo en oposición a la planificación iniciada por Franklin Roosevelt durante el New Deal. Cf. «Friedrich von Hayek, el padre del neoliberalismo», por Denis Bonneau, Voltaire, 30 de enero de 2005

[2] The War Aims and Peace Terms its Suggests.

[3] War and Peace Studies.

[4] La OSS da lugar a la CIA, cuyo director será Dulles.

[5] Ver la investigación de Paul Labarique «¿AFL-CIO o AFL-CIA?» y «1962-1979: La AFL-CIO y la contrainsurgencia sindical», Voltaire del 19 de enero de 2005 . Entre los responsables de la AFL-CIO que entran al CFR, señalemos a David Dubinski, Robert J. Watt, Lane Kirkland, Thomas R. Donahue y Glenn Watts

[6] «The Sources of Soviet Conduct» por Mr. X, Foreign Affairs, julio de 1947

[7] The CIA and the Marshall Plan par Sallie Pisani, University Press of Kansas, 1991.

[8] Paul Nitze estaba casado con Phyllis Pratt, una heredera de la Standard Oil. En esa casa de la familia de los Pratt, amablemente ofrecida, se instala el CFR a partir de 1944.

[9] «Le retour d’Henry Kissinger», por Thierry Meyssan, Voltaire, 28 de noviembre de 2002.

[10] «La Fundación Ford, fachada filantrópica de la CIA» y «Por qué la Fundación Ford subvenciona la oposición», Voltaire, 31 de enero de 2005.

[11] «La guerra de civilizaciones», por Thierry Meyssan, Voltaire, 7 de diciembre de 2004.

 

La Fundación Ford, fachada filantrópica de la CIA

por Paul Labarique

Entre 1947 y 1966, la Fundación Ford desempeñó un papel clave en las redes de injerencia norteamericana en Europa mediante la subvención de revistas, programas científicos y organizaciones de izquierda no comunistas. La mayor organización filantrópica del mundo ofrecía en realidad una fachada respetable para las operaciones de financiamiento y contacto de la CIA. Este papel se facilitaba aún más por el hecho de que fueron las mismas personas las que conformaron y dirigieron ambas organizaciones. A continuación la primera parte de nuestra investigación sobre la rama cultural del intervencionismo atlántico.

La Fundación Ford fue creada en 1936 por Henry Ford. Antisemita militante, publicó La Juiverie internationale [1]. Figura legendaria de la industria automovilística, apoyó todos los proyectos totalitarios del siglo XX: financió el nacional-socialismo alemán antes de 1933, fue condecorado por el canciller Hitler con la Gran Cruz del Águila Alemana en 1938 y proveyó una buena parte del capital del químico IG Farben, fabricante del gas Zyklon B. Desde los años 30 construyó también las primeras fábricas de autos para Stalin, en Gorki, y durante los años 50 y 60 continuó fabricando en la URSS los vehículos destinados al ejército norvietnamita.

Sin embargo, no es hasta después de su muerte que su fundación adquiere su máximo esplendor cuando hereda 70 millones de dólares de las empresas Ford y se convierte en la mayor asociación filantrópica del mundo. Como lo afirma Henry Ford II, nuevo presidente del consejo de administración, los años 1949-1950 «marcan un viraje en la historia de la Fundación Ford».

 

El mismo se produce cuando los Estados Unidos acceden al estatus de potencia mundial de primer plano. En Washington, el ex embajador en la Unión Soviética, el general George F. Kennan, lleva adelante una campaña para persuadir a sus compatriotas de que el peligro rojo es mucho mayor que la amenaza nazi y lleva al presidente Truman a no desarmarse, sino a ocultar la maquinaria de guerra norteamericana y a prepararse para un nuevo enfrentamiento.

Logra convencer al secretario adjunto de Guerra, John J. McCloy, de no desmantelar los servicios secretos en funciones durante la Segunda Guerra Mundial, sino de adaptarlos a los nuevos tiempos. Es el teórico del «stay-behind», una red compuesta inicialmente por agentes nazis y fascistas que permanecieron detrás de la línea del frente al producirse la capitulación del Reich y que luego fueron aprovechados por los anglo-norteamericanos para continuar la lucha contra la influencia comunista en Europa.

Asimismo, un grupo de industriales reunidos alrededor del jurista H. Rowan Gaither Jr logra impedir el desmantelamiento del servicio de investigación y desarrollo de la Secretaría de Guerra, privatizándolo y bautizándolo como Rand Corporation (Rand es el acrónimo de Research And Developpment).

Llevando a término toda esta lógica, Kennan crea una estructura permanente y secreta del aparato de Estado a través del National Security Act, validado por el Congreso en 1947. Instituye la CIA, el Consejo de Seguridad Nacional y el Estado Mayor Inter.-ejércitos. Este dispositivo tiene además un plan de intervención pública, promovido por el general George C. Marshall, en forma de préstamo para la reconstrucción que es otorgado a los Estados europeos bajo la égida de Washington y cuya implementación es confiada a Paul G. Hoffman.

Los Estados Unidos y la URSS se enfrentan ahora en una guerra implacable, no directamente en el campo militar, que evitan, sino en los campos político, intelectual y social. Sus realizaciones en estos campos, así como la conquista espacial constituyen victorias simbólicas. Las fundaciones norteamericanas, al frente de las cuales se encuentra la Fundación Ford, serán «soldados» de Washington en esta «Guerra Fría».

La nueva dimensión financiera adquirida por la Fundación Ford en 1947 desarrolla sus ambiciones. Para redefinir sus objetivos, el consejo de administración decide, en el otoño de 1948, encargar «un estudio detallado (…) a personas competentes e independientes que sirva de guía sobre la forma (…) en que los fondos ampliados de la Fundación pudieran ser utilizados lo mejor posible en aras del interés general».

La comisión creada al efecto es presidida por H. Rowan Gaither Jr, quien acaba de crear la Rand Corporation gracias a las garantías bancarias de la Fundación Ford. Gaither había sido administrador del MIT durante la guerra y se había codeado con los físicos del Manhattan Project [2]. Aconsejado por esta comisión, el consejo de administración mueve al director del Plan Marshall, Paul G. Hoffman, hacia el puesto de presidente de la Fundación, función que asume el 1º de enero de 1951. Según el periodista Volker R. Berghahm, este encarna «el papel más amplio e internacional concebido por el informe Gaither para la Fundación» [3]. La pauta ha sido trazada: paralelamente a la red stay-behind en el campo político y al Plan Marshall en el económico, la Fundación Ford será el brazo cultural de las redes de injerencia norteamericana en Europa.

Sin embargo, a pesar de las apariencias, la Fundación no es solamente una herramienta complementaria en el dispositivo imaginado por Kennan en 1946-48, sino también una posición de repliegue. En la élite dirigente en los Estados Unidos a favor de la guerra de Corea, el padre de la Guerra Fría fue adelantado por la senda de la extrema derecha por un teórico temible, Paul H. Nitze. Al mismo tiempo, la vida política interna se sumerge en la «cacería de brujas» de la que el senador Joseph McCarthy se convierte en el líder.

La mayoría de las fundaciones que prosperan al final de la guerra gastan la mayor parte de su presupuesto en programas nacionales: así, la Fundación Ford gasta, de 1951 a 1960, 32,6 millones de dólares en programas educativos, 75 millones para la enseñanza de la economía y la gestión, y cerca de 300 millones para los hospitales y las escuelas de formación en medicina. Sin embargo, una parte de sus cuadros desea dirigir la actividad hacia la arena internacional.

Una primera tentativa se refiere al Free Russia Fund, cuya presidencia es confiada, naturalmente, al padre de la Guerra Fría, el general George F. Kennan, que encuentra en ello una vía para continuar su carrera. Su presupuesto es de 200,000 dólares. En julio de 1951 la Fundación ofrece igualmente 1,4 millones de dólares a la Free University, en Berlín Occidental. Esta fue fundada en 1948, entonces la más antigua universidad berlinense, y, situada en el sector soviético, había sido «estalinizada».

En el informe anual de 1951, Henry Ford menciona la «creación de condiciones para la paz». Este programa tendría como objetivo «tratar de reducir las tensiones exacerbadas por la ignorancia, la envidia y la incomprensión» y «aumentar la madurez del juicio y la estabilidad de la determinación en los Estados Unidos y en el extranjero». Hoffman organiza un equipo dedicado a promover esta idea de «condiciones para la paz».

Junto a él se encuentra Rowan Gaither, pero también Milton Katz, su ex asistente en la administración del Plan Marshall (ECA) y Robert M. Hutchins de la universidad de Chicago. A partir del 1º de enero de 1952 el equipo es reforzado por otro consultor de la ECA, Richard M. Bissell Jr. El 15 de julio de 1952, el presupuesto de los programas internacionales de la Fundación Ford se aproximaba a los 13,8 millones de dólares, es decir, la mitad de la suma destinada a los programas nacionales.

En marzo de 1952, Richard M. Bissell redacta un texto de dieciséis páginas titulado «Crear las Condiciones para la Paz», en el que fija los lineamientos del próximo programa. Según el documento, «el objetivo de la Fundación debe ser contribuir a la creación de un contexto en el cual sea posible para Occidente, gracias a la nueva posición de fuerza militar que está llevando a cabo, negociar una paz justa y honorable con el Este».

Esto pasaría por «una discusión sobre el desarme» que condujera a la negociación y todo suscitaría «una opinión pública favorable» al proceso. Bissell rechaza la idea de una confrontación directa, pero no cree en la posibilidad de un desarme ni de una verdadera paz. Piensa más bien «que se puede vivir en el mismo mundo que los rusos sin ir a la guerra contra ellos a pesar de las profundas y constantes diferencias de mentalidad e intereses». En cuanto a esto crea una doctrina cercana a la de la «coexistencia pacífica» preconizada por Kroutchov tras la muerte de Stalin en 1956.

El proceder moderado de Bissell se aplica de forma idéntica a nivel nacional: en su opinión, «el estado de opinión que prevalece en los Estados Unidos es demasiado tenso y emocional, demasiado cercano a una guerra religiosa». Por lo tanto se opone al maccartismo, pero aconseja prudencia. Considera que todo proceder ostensible en cuanto a la idea del desarme podría ser malinterpretado en el plano interno, pues la opinión pública no estaba preparada para pensar en un sistema en el que no hubiera «ni guerra ni paz».

Bissel propone que la fundación Ford no se enfrasque públicamente en un combate de esa índole, pero que trate de poner en marcha su idea reuniendo datos y contactando a especialistas en relaciones internacionales. En este contexto, Hoffman recurre al ex secretario adjunto de Guerra, John J. McCloy (quien ha pasado a ser presidente del Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo, antecesor del Banco Mundial) quien se une a la Fundación con uno de sus colaboradores: Shepard Stone.

Según Volker R. Berhahn, desde sus orígenes la iniciativa de la Fundación Ford iba más allá del simple desarrollo «de un contrapeso para el anticomunismo maccartista replegado en sí mismo o de un combate de Guerra Fría por medios más sutiles. Dado que los Estados Unidos se habían convertido en una potencia mundial y que la opinión pública mundial no estaba aún lista para los desafíos por venir, el objetivo era crear las bases populares de una política exterior democrática que sería llevada a cabo por las élites de la costa oriental y asegurar que las mismas no perdieran terreno frente al nuevo resurgimiento de las políticas populistas y de aislamiento».

Desde el verano de 1952 Hoffman se compromete junto a Dwight D. Eisenhower, candidato a la elección presidencial, esperando obtener el puesto de secretario de Estado en la nueva administración. Un equipo de la Fundación, bajo la dirección de Shepard Stone, redacta con diligencia el programa del candidato republicano, trabajando hábilmente las susceptibilidades de los demócratas.

Fracasa la tentativa de alianza y, desde su entrada en la Casa Blanca, Eisenhower nombra a John Foster Dulles en el puesto de secretario de Estado. Su hermano, Allen Dulles, es nombrado al frente de la CIA donde adopta una posición muy dura con respecto a la URSS, desarrollando la estrategia del «rollback» en Europa Central [4].

Estas nominaciones son un nuevo camuflaje para los proyectos de Hoffman, Kennan, Stone, McCloy y Milton Katz, que continúan multiplicando los contactos con intelectuales liberales y especialistas en cuestiones internacionales para conducir una estrategia más diplomática en relación con la URSS. Durante estos encuentros les surge la idea de que los países no alineados podrían constituir un buen terreno para proyectos pilotos elaborados por la Fundación.

Según los archivos de la correspondencia entre los diferentes dirigentes de la Fundación, John J. McCloy se preguntaba en aquel entonces si «el trabajo que hacían no era más difícil (…) que gobernar Alemania o tratar de establecer una comunidad europea».

Al final, los contactos realizados por el grupo permiten a los dirigentes de la Fundación considerarla un «elemento de dirección estimulante» par repensar la relación soviético-norteamericana según el informe final de McCloy y Stone.

Según este documento, Europa Occidental sería una región clave cuya base institucional debería ser fortalecida y donde la Fundación Ford «podría patrocinar de forma útil la creación de una institución o una serie de instituciones dedicadas al estudio de los problemas de la comunidad europea». Este proyecto se titula Programa Condiciones para la Paz. Se crea un comité consultivo presidido por McCloy, en el que Shepard Stone ocupa el puesto de director.

Uno de sus objetivos es elaborar un método que permita «obtener el apoyo de los socialistas de Europa para la paz internacional». Por lo tanto, la Fundación debe «considerar la idea de reunir a los pensadores socialistas avanzados de estos países, hombres con prestigio en el seno de sus propios partidos, estudiar el problema de la coexistencia y proponer soluciones».

El programa suscita las ambiciones personales. Al término de luchas de influencia, se pone bajo la jurisdicción del Council on Foreign Relations (CFR) [5] y Shepard Stone se convierte en un elemento clave en calidad de jefe de la División para los Asuntos Europeos e Internacionales de la Fundación Ford.

Sea como sea, la Fundación es una herramienta que desea utilizar cada departamento ministerial. Desde el 5 de mayo de 1951, Hans Speier, de la Rand Corporation, envía un memorando a Rowan Gaither en el que revela que el Departamento de Estado y el Alto Comisionado Civil en Alemania (HICOG) desean disimular su apoyo a organizaciones en Alemania Occidental para que dejen de aparecer como sometidas a Washington. Por lo tanto, junto con la CIA, tratan de encontrar los medios para hacerles llegar los fondos indirectamente.

El 20 de marzo de 1952, Milton Katz hace circular un memorando en el seno de la dirección de la Fundación en el que recuerda la especial importancia de Europa para la diplomacia norteamericana. Según él, Europa sólo puede ser considerada «de forma constructiva si es miembro de la comunidad atlántica». En este sentido, es importante contribuir a la liberación «de los grandes sindicatos franceses e italianos del puño del comunismo».

Katz enumera entonces una serie de proyectos de la Fundación Ford como «la instauración del equivalente del CDE (Comité para el Desarrollo Económico) para Europa Continental. Termina con una lista de personalidades que podrían difundir la acción de la Fundación: Jean Monnet, Oliver Franks, Hugh Gaitskell, Geoffrey Crowther, Robert Marjolin, Dirk Stikker y Dag Hammarskjöld.

En mayo de 1953 Rowan Gaither redacta un memorando en el que refiere un nuevo principio: la Fundación debe evitar «lo que sea una prolongación o repetición de acciones efectivas del gobierno u otras agencias». Después de todo, prosigue, «algunas de las más importantes oportunidades de la Fundación (…) pueden residir en el hecho de completar, estimular y hacer mejores las actividades de otros, especialmente las del gobierno». El vínculo Gobierno norteamericano/Fundación Ford encuentra aquí su modus operandi.

Con el final del maccartismo y el inicio de la coexistencia pacífica, se atenúan las querellas en Washington. La Ford no se presenta ya como una alternativa de la CIA, sino como su asociada. Richard Bissell Jr deja la Fundación para hacerse cargo de la dirección operativa del stay-behind, mientras que la Ford asiste a la CIA en varias grandes operaciones.
La sustituye en el financiamiento del Congreso para la Libertad de la Cultura y le confía un estudio sobre el fracaso del tratado de la Comunidad Europea de Defensa en Francia a David Lerner y a Raymond Aron, figura esencial del Congreso.
Financia la orquesta Hungarica Philarmonica, compuesta por músicos obligados a exilarse debido al estalinismo y que la CIA quiere erigir en símbolo del mundo libre.

Financia igualmente la American Committee on United Europe (ACUE), una fachada de la CIA encargada de favorecer la construcción de una Europa Federal conforme a los intereses de Washington. El ACUE es presidido por el ex director de los servicios secretos durante la Guerra Mundial y su vicepresidente es el fundador de la CIA.

La acción de la Ford junto al Congreso para la Libertad de la Cultura es posible, explica Grémion, por la proximidad entre los actores que forman parte de ambas entidades. Al igual que el Congreso, la Ford está compuesta por «liberales» (en el sentido norteamericano del término), es decir, por la izquierda no comunista. «Herramienta de una diplomacia no gubernamental, el objetivo de sus dirigentes [en el campo del arte] es dar una imagen diferente de la cultura norteamericana, alejada de la frecuente imagen de cultura popular de masas».

En ese sentido, «la Ford sitúa así su acción desde el inicio en el marco de una práctica de mecenazgo ilustrado». En el campo económico, la acción de la Fundación «se inscribe en la corriente reformista del New Deal», lo que le vale los favores de los intelectuales del Congreso que son en su mayoría partidarios de la planificación y del Welfare State.

Finalmente está orientada hacia el desarrollo de las ciencias sociales: Rowan Gaither estima que, algún día, estas permitirán obtener resultados tan brillantes en el campo de lo social como la ingeniería en el campo de la técnica. La Ford financia con mucha prioridad las ciencias sociales antes que las humanidades y la medicina. Multiplica igualmente los intercambios universitarios y académicos, así como las creaciones institucionales: financia el Centro de Sociología Europea de Raymon Aron y la red de planificadores Futuribles, de Bertrand de Jouvenel.

Su presencia es tan discreta que, según un memorando redactado por Shepard Stone después de un viaje a Europa en 1954, la Fundación tiene gran reconocimiento en Europa «incluso en los círculos de extrema izquierda del Partido Laborista británico, el SPD alemán y entre numerosos intelectuales izquierdistas en Francia». La admiración es recíproca: Shepard Stone siente gran atracción por la cultura europea, la que opone a la cultura popular norteamericana, y se siente próximo de los intelectuales do Congreso que, luego de haber criticado el comunismo, «valoran las virtudes de la libertad individual y de una sociedad libre». Así, financia revistas próximas al Congreso como Encounter, Preuves y Forum.

Luego de varios meses de conflictos internos, Shepard Stone obtiene la dirección de la totalidad del programa europeo de la Ford a mediados de 1956. La actividad de la Ford se amplifica. Stone reclama cinco millones de dólares suplementarios de presupuesto simplemente para el programa europeo. Las revoluciones húngara y polaca, reprimidas en 1956 por los soviéticos, convencen a todos los accionistas de acceder a sus demandas.

Este dinero permite ayudar a los refugiados procedentes de Hungría o Polonia e instalar estructuras para acogerlos. La Fundación Ford organiza igualmente programas de formación y estudio para científicos procedentes del Pacto de Varsovia, invitados para ello a Estados Unidos y a Europa Occidental. Hay en esto un juego perverso como es del agrado de los servicios especiales: la CIA espera reclutar agentes entre los economistas, los investigadores en ciencias sociales y los expertos invitados por la Ford, mientras que la KGB piensa en enviar a elementos confiables a adquirir el conocimiento norteamericano.

Al mismo tiempo, se lanzan en Japón programas de promoción de lengua inglesa, estudios norteamericanos y contactos entre Japón y Europa. La diplomacia filantrópica de la Ford se vuelve mundial. En todas partes del mundo se encarga de impulsar la cultura estadounidense y ganar para su causa a los No Alineados. En África, la amenaza de un alineamiento con Moscú de los países recientemente independientes motiva numerosos programas de ayuda en esa dirección, especialmente en Argelia. Se monta igualmente un programa agrícola en la India con la ayuda de inversionistas europeos a quienes Shepard Stone instó a crear fundaciones al estilo de la Ford.

A nivel universitario, la Fundación Ford financia el St Antony’s College de Oxford, especializado en Humanidades, en 1959. El Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN) también recibe subvenciones a partir de 1956, así como el instituto del físico nuclear danés Niels Bohr. Así, con la aprobación de la CIA, este puede llevar a Dinamarca a delegaciones de científicos polacos, soviéticos e incluso chinos, en virtud, oficialmente, del «diálogo científico». En ese mismo sentido, la propia universidad de Oxford recibe una subvención de un millón de dólares en 1958, al igual que el Churchill College de Cambridge.

En Francia, la Maison des sciences de l’homme (Casa de las Ciencias del Hombre), dirigida por Gaston Berger, recibe un millón de dólares en 1959 para la creación de un centro de investigación en ciencias sociales defendido por profesores universitarios como Fernand Braudel.

La revelación, en 1966 y 1967, del financiamiento del Congreso por la Libertad de la Cultura por parte de la CIA, tiene como consecuencia el descrédito de la Ford. Se extiende la idea de un vínculo entre la Ford y los servicios secretos norteamericanos. Más allá, es el conjunto de las actividades pretendidamente filantrópicas realizadas por la Fundación en Europa las que son vistas a través de una nueva mirada: ¿no se trata acaso de una formidable operación de injerencia cultural estadounidense?

Paul Labarique

 

La historia de la fundación Ford no se detiene con el escándalo de 1967. Sus actividades posteriores y que prosiguen hoy constituyen el objetivo de la segunda parte de este trabajo: «Por qué la Fundación Ford subvenciona la oposición».

[1The International Jew – The World’s Foremost Problem

[2] Pierre Grémion, Intelligence de l’anticommunisme (La inteligencia del anticomunismo),Ediciones Fayard, 1995, Francia.

[3] Volker R. Berhahn, America and the intellectual cold wars in Europe, Princeton University Press, 2001.

[4] La estrategia del «rollback» consiste en forzar un retroceso de las posiciones rusas en Europa Central. Se opone a la doctrina del «containment» cuyo objetivo es fijar el estado de las fuerzas presentes e impedir toda expansión soviética. El «rollback» sustituyó al «containment» tras la caída de la URSS.

[5] El 6 de mayo de 1953, el Council on Foreign Relations organiza un seminario, gracias al financiamiento de la Fundación Ford, dedicado a las relaciones entre los Estados Unidos y la URSS. Se encuentran presentes: John J. McCloy (presidente), Henry L. Roberts (secretario de Investigación), John Blumgart (relator), Henry L. Roberts (banquero inversionista), Robert Amory (CIA), Robert Bowie (Departamento de Estado), McGeorge Bundy (Harvard), Merle Fainsod (Harvard), George S. Franklin Jr. (CFR), Howard Johnson (Fondation Ford), Devereux C. Josephs, J. Robert Oppenheimer (Institute for Advanced Study, Princeton), Dean Rusk (presidente de la Fundación Rockefeller), Shepard Stone y Henry M. Wriston (presidente de la universidad de Brown).

 

 

 

 

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