El académico de la UDP repasa las razones que llevaron al golpe, entre ellas un vacío de poder que fue llenado por los militares. “Allende se había quedado sin cartas, en medio de las arenas movedizas y nadie –tampoco en la izquierda— le iba a lanzar una cuerda”.
Qué observar. Alfredo Sepúlveda, autor de “La Unidad Popular, los mil días de Salvador Allende y la vía chilena al socialismo” y académico UDP, causó polémica la semana pasada cuando en una carta a El Mercurio dijo que la izquierda necesitaba hacer la misma reflexión que hizo la renovación socialista sobre la UP, respecto de su apoyo al estallido social. En el siguiente texto ahonda en la conmemoración de los 50 años del golpe y en los días finales de Allende, cuando se fue quedando sin salida posible a la crisis.
Una efeméride incómoda. “Finalmente, parece que la conmemoración del Golpe de Estado de 1973 no va a tener el necesario componente de mirar también a la Unidad Popular, a la descomposición del sistema político que se produjo bajo su guardia, al rol que jugaron los partidos políticos que le dieron vida, al presidente Allende de carne y hueso, el de las fotos con metralletas y el que le asegura a Patricio Aylwin que tenga confianza, que él arreglará todo, que no va a haber una dictadura del proletariado en Chile. Tampoco mirará a la “gallada”: la que se ilusionó, soñó y defendió; y la que vio en la vía chilena al socialismo una vía chilena a Cuba”.
- “Habrá, ciertamente, la necesaria mirada a las violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura. Se volverá a clamar, y con justa razón, por los cuerpos que aún no aparecen, arrebatados a sus familias, privados de un lugar donde se les reconozca y recuerde. En buena hora repetiremos en voz alta que el Estado jamás debe transformarse en un terrorista. Reivindicaremos el concepto de que nadie, puede gobernar sin ser electo, menos aún por diecisiete largos años. Hasta ahí, espero, vamos todos juntos”.
Visiones sobre el 11.“Si no podemos decir que el Golpe de Estado de 1973 fue la consecuencia de las acciones y omisiones de los actores políticos de entonces, si por argumentar que la izquierda “habitaba” el poder ejecutivo, y que aún con todo el poder que ello conlleva, pasó lo que pasó, entonces tenemos un problema: somos incapaces de mirar la historia como ocurrió, y la visión que primará será la del mito: el golpe de Estado fue un meteorito que simplemente cayó sobre nosotros”.
- “Para esto, es clave que el presidente Boric regrese a la idea original, que, si me permiten, nunca fue muy afortunada: ¿por qué el Estado debería tener una visión, una mirada sobre el golpe? ¿Por qué se quiso asumir como un factótum narrativo? Pero ya que se lanzaron a una misión así, no puedo sino estar de acuerdo con lo que Patricio Fernández expresó y le costó el cargo: respeto irrestricto a los derechos humanos como mínimo civilizatorio, condena a los golpes de Estado como método de adquirir poder, pero revisión y discusión respecto de aquello que nos llevó a un golpe de Estado”.
- “El golpe de Estado de 1973 fue, efectivamente, un método de adquirir poder, pero al mismo tiempo fue una forma, como todos los golpes de Estado, de llenar un vacío de poder. Este se había generado por lo menos desde octubre de 1972, cuando, tras el paro de los camioneros, de los profesionales o “patronal”, como también se le llama, el presidente Allende llamó a los militares a integrar el gabinete para dar garantías a la oposición. No había forma, después de esto, de que la vía chilena al socialismo pudiera ser llevada adelante por el gobierno”.
- “El presidente Allende tenía, además, la desventaja de que sus manos estaban atadas: su candidatura había sido aceptada por los partidos de la Unidad Popular sí y solo sí las grandes decisiones del gobierno se tomaban por la unanimidad de los partidos”.
A la buena y a la mala. “Acá se produjo una paradoja. Aunque es cierto que Allende fue de tumbo en tumbo, asediado, hay que decir, al máximo, por una oposición que hoy la ciencia política calificaría de desleal, una parte de ella definitivamente golpista, y desde el primer día; la Unidad Popular fue, a su modo, exitosa. Sus cuatro grandes objetivos eran la nacionalización del cobre, la estatización del sistema financiero, el fin del latifundio y la conformación del “área de la propiedad social”: que un grupo considerable de empresas estratégicas, hasta entonces privadas, pasaran a manos del Estado”.
- “Viéndolo fríamente, la UP cumplió las cuatro. Las dos primeras en forma legítima y legal; la tercera tanto por las buenas (aplicando la ley de reforma agraria) como por las malas (aceptando y validando las tomas de terreno); y la última “a la mala”: tolerando y permitiendo las tomas de industrias y luego aplicando los famosos “resquicios legales” que permitían al gobierno intervenir en la toma”.
- “Pero este éxito devino en fracaso. Allende no tenía una respuesta real para su oposición. En sus mensajes al Congreso del 21 de mayo, les argumentaba que la única salida a una revolución violenta de la izquierda era el camino que él proponía: la vía chilena al socialismo, llegar al socialismo a través de la modificación del sistema legal, pacífica. Esto podía ser considerado tanto como una proyección como una amenaza. La oposición lo leyó como lo último”.
a opción militar. “A mediados de agosto de 1973 Allende gira en círculos en una especie de trampa. Tiene tres cartuchos para salir de la crisis: los militares, la Democracia Cristiana, y el llamado a un plebiscito. Para entonces ha perdido dos. Tras la renuncia del Comandante en Jefe de la FACH César Ruiz Danyau al gabinete, ya los militares no estarán para acompañar al presidente en la misión de dar garantías a la oposición”.
- “Carlos Prats, que se mantiene fiel a esta idea hasta el final, sufre un golpe interno en el Ejército y debe renunciar (y sube a la Comandancia en Jefe nada menos que Pinochet). La reunión con Patricio Aylwin en la casa del cardenal Silva marca la despedida de la posibilidad de retomar algún tipo de relación con la Democracia Cristiana: Aylwin, presidente del partido, sale decepcionado porque Allende no elige entre el MIR y los militares, entre la DC y la facción de Carlos Altamirano en el PS”.
- “Hacia el ocho o nueve de septiembre, Allende musita una salida a sus colaboradores más cercanos: un plebiscito, y la incorporación de la DC y de los militares –a nivel de ministerios y subsecretarías—al gobierno. En la práctica, esto es el quiebre de la UP. Los comunistas están de acuerdo. Pero Allende opta por un imposible: les pregunta a los partidos de la UP si lo autorizan a este plan, que es, en la práctica, el fin de la UP. Por supuesto, le dicen que no”.
Y el famoso plebiscito… ¿sobre qué sería? “La oposición lo había venido presionando por meses para que convocara a uno, pero sobre la reforma constitucional moderada, diseñada por la DC, que creaba el área social de la economía, y que había sido aprobada en el Congreso. Allende vetó la parte que no le gustaba”.
- “La oposición argumentó que aquello era inconstitucional: lo que la carta magna decía era que, si el presidente no promulgaba la reforma completa, debía llamar a un plebiscito. Pero 72 horas antes del golpe… ¿qué preguntar? No lo sabemos. Especulamos que posiblemente sobre la continuidad del gobierno, pero la constitución no facultaba al presidente para ese tipo de preguntas. Posiblemente, Allende confiaba que el mero anuncio del plebiscito le conferiría tiempo, suerte o quién sabe qué”.
El desenlace.“Por mientras, las palabras “guerra civil” aparecían en la prensa, en la sociedad y en los dos lados del espectro político.
- ¿Qué otra cosa le quedaba por hacer a Allende?
- La verdad, ninguna. Se había quedado sin cartas, en medio de las arenas movedizas y nadie –tampoco en la izquierda— le iba a lanzar una cuerda.
- Otros iban a llenar el vacío de poder, y de la peor manera. Él lo sabía y por eso, ese último día de su vida, hizo lo que hizo”.