Por Jim Aristopoulos, antropólogo social e historiador
Parece que la agresividad de Trump hacia la India, junto con la devastación causada por la guerra de Gaza —que llevó a la cancelación del proyecto IMEC— está empujando a la nación más poblada del mundo hacia Moscú, ya que el primer ministro indio, Narendra Modi, invitó a Vladimir Putin a visitarlo en agosto de 2025.
Trump había anunciado un arancel del 50% a las exportaciones indias, imponiendo sanciones al país por las importaciones de petróleo ruso. Tras el anuncio de los aranceles estadounidenses, India firmó acuerdos con Rusia para profundizar la cooperación en ciencia y tecnología aeroespacial, así como en minerales de tierras raras, aluminio, fertilizantes, transporte ferroviario y otros sectores.
Antes de la iniciativa IMEC, China ya exploraba formas de acceder a los mercados occidentales evitando el congestionado y estratégicamente vulnerable estrecho de Malaca, donde el comercio marítimo sufre retrasos y posibles aranceles occidentales. En 2023, como parte de su iniciativa de la Franja y la Ruta, Pekín buscó fortalecer su influencia en Oriente Medio mediante un proceso de pacificación entre Arabia Saudí e Irán, con el objetivo de crear un corredor estable para el comercio y el flujo energético. Aprovechando estas mejores relaciones regionales, China planeaba canalizar bienes y recursos naturales a través del Golfo Pérsico y, en última instancia, hacia Egipto, reduciendo así su dependencia del Canal de Suez y mitigando su exposición a los impuestos y las trabas occidentales. Esto formaba parte de la ambición a largo plazo de China de asegurar rutas alternativas para sus exportaciones a Europa, al tiempo que reforzaba su posición geopolítica en regiones de tránsito clave.
Estados Unidos no logra utilizar a la India como contrapeso a China.
Estados Unidos veía a la India como un socio estratégico para contrarrestar la creciente influencia de China en Asia y la manufactura global. Mediante el proyecto IMEC (Corredor Económico India-Mediterráneo), el plan consistía en integrar a la India en una red de rutas comerciales y logísticas que conectaran Asia con Europa, ofreciendo así una alternativa a la iniciativa china de la Franja y la Ruta. El proyecto buscaba permitir a las empresas estadounidenses aprovechar las capacidades manufactureras de la India para mantener su competitividad frente a las cadenas de suministro chinas. Al colaborar con la India, Estados Unidos pretendía diversificar la producción global y reducir la dependencia de la manufactura china, posicionando a la India como un centro neurálgico para la producción industrial de alto valor.
India, al igual que China, es una de las economías emergentes más prometedoras, con un rápido crecimiento y un enorme mercado interno. Además, ocupa el quinto lugar en influencia global sobre los mercados manufactureros, lo que la convierte en un actor clave en la reconfiguración de las cadenas de suministro. El corredor IMEC, que conecta India con Europa por rutas terrestres a través de Oriente Medio, Grecia e Israel, ofreció una oportunidad sin precedentes para acelerar el comercio, reducir costos e incrementar la integración económica entre Asia y Europa.
El éxito del proyecto IMEC dependía en gran medida de la estabilidad regional y la seguridad energética. Se esperaba que el gas natural, un recurso fundamental para el crecimiento industrial y la manufactura de alto consumo energético, fluyera a través del corredor, incentivando aún más la inversión en infraestructura. Sin embargo, la guerra de Gaza alteró el panorama geopolítico, retrasando la cooperación entre Israel, Grecia e India e impidiendo la puesta en marcha del corredor. El conflicto puso de manifiesto la fragilidad de este tipo de iniciativas comerciales ambiciosas, demostrando que incluso las estrategias económicas más prometedoras son altamente vulnerables a la inestabilidad regional, lo que dejó en una posición precaria el plan estadounidense de utilizar a India como contrapeso a China.
En consecuencia, a la India no le queda más remedio que recurrir a Rusia como vía alternativa de acceso a los mercados europeos. Además de los beneficios financieros o militares directos que podría obtener de dicha cooperación, esta ofrece la oportunidad de reactivar el corredor persa.
Historia del corredor persa
El Corredor Persa se estableció originalmente durante la Segunda Guerra Mundial (1941-1945) como una ruta de suministro vital para la Unión Soviética. Las fuerzas aliadas, principalmente británicas y estadounidenses, transportaron armas, alimentos y otros suministros esenciales a través del Golfo Pérsico, atravesando el sur de Irán, hasta la Unión Soviética para apoyar la lucha contra la Alemania nazi.
Su importancia estratégica radicaba en eludir las rutas atlánticas controladas por Alemania y proporcionar una línea de suministro terrestre segura al Frente Oriental. El corredor implicó un importante desarrollo de infraestructura, incluyendo ferrocarriles, carreteras e instalaciones portuarias, lo que sentó las bases para el posterior papel de Irán como centro de tránsito clave entre el sur de Asia, Oriente Medio y Eurasia. En su apogeo, entre 1942 y 1943, el corredor transportó millones de toneladas de suministros del programa de Préstamo y Arriendo a la URSS.
Tras la guerra, el Corredor Persa original perdió su función militar, pero dejó un legado de infraestructura de transporte. A lo largo de las décadas, especialmente a partir de los años noventa, la idea de conectar India, Irán y Rusia mediante una versión modernizada de este corredor cobró fuerza, a medida que evolucionaban los patrones del comercio mundial. Este «Corredor Persa 2.0» plantea una red multimodal que combina puertos, ferrocarriles y carreteras para facilitar el transporte de mercancías desde India a través de Irán, cruzando el mar Caspio, hasta Rusia, ofreciendo una alternativa estratégica a las rutas marítimas tradicionales como el canal de Suez.
INSTC y el renacimiento del corredor persa
El Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC) representa la materialización contemporánea de este concepto. India, Irán y Rusia firmaron el acuerdo INSTC el 12 de septiembre de 2000, el cual entró en vigor el 16 de mayo de 2002. El INSTC es una red multimodal de rutas marítimas, ferroviarias y terrestres diseñada para conectar India con Rusia y el norte de Europa a través de Irán y el mar Caspio. Al vincular los puertos indios con los centros de tránsito iraníes y los puertos del mar Caspio, el INSTC se basa en la infraestructura logística del Corredor Persa, ampliando su alcance al comercio, en lugar de centrarse exclusivamente en el suministro para tiempos de guerra. Ofrece tiempos de tránsito reducidos, menores costos de envío y mayor flexibilidad geopolítica, lo que permite a India, Rusia y las demás naciones participantes fortalecer la cooperación económica.
El corredor se concibió como una alternativa comercial estratégica que permitiría a la India exportar productos a Rusia y Europa evitando los puntos críticos marítimos y los aranceles occidentales. Con el tiempo, otros países, como Azerbaiyán, Turkmenistán y Kazajistán, se sumaron a las conversaciones, convirtiéndolo en un proyecto potencialmente transformador para el comercio euroasiático.
A pesar de su potencial, el INSTC enfrentó varios obstáculos que retrasaron su implementación. Las tensiones geopolíticas en Oriente Medio, los conflictos regionales y las demoras burocráticas entre los países participantes ralentizaron el progreso. Los problemas de financiación y los desacuerdos sobre aduanas, logística e infraestructura portuaria complicaron aún más la situación. A finales de la década de 2010, el entusiasmo por el corredor había disminuido y el impulso hacia su plena operatividad prácticamente desapareció. La combinación de inestabilidad política y prioridades internacionales cambiantes impidió que, si bien el INSTC era técnicamente viable, alcanzara su máximo potencial durante este período.
Ahora, una renovada convergencia de intereses entre India y Rusia, facilitada por la cooperación con Irán, tiene el potencial de revitalizar el Corredor Comercial Internacional de Asia Meridional (INSTC). Los esfuerzos de India por estrechar lazos con Rusia, especialmente en respuesta a presiones externas como los aranceles estadounidenses y los cambios geopolíticos, hacen que el corredor vuelva a ser estratégicamente atractivo. El papel de Irán como centro de tránsito clave en esta ruta le otorga aún mayor importancia, permitiendo que las mercancías se muevan eficientemente desde India a través del Golfo Pérsico hasta el Mar Caspio y, posteriormente, a Rusia y Europa. Con una mayor voluntad política, inversión en infraestructura y estabilidad regional, el INSTC podría finalmente concretar su visión original de un corredor comercial más rápido, rentable y geopolíticamente seguro que conecte el sur de Asia con el norte de Europa.
La oportunidad de Rusia para controlar la economía global
La creciente conexión entre India y Rusia a través del Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC), junto con las redes ferroviarias Transiberiana y Euroasiática que unen Rusia con China, representa una oportunidad geopolítica y económica sin precedentes para Moscú. Por primera vez desde el fin de la Guerra Fría, Rusia se sitúa en la encrucijada de las dos economías de mayor crecimiento del mundo: India y China, ambas fundamentales para la demanda global de energía y producción manufacturera. Al servir como principal puente terrestre entre el sur y el este de Asia y Europa, Rusia obtiene no solo ingresos por tránsito, sino también una ventaja estratégica sobre rutas comerciales históricamente dominadas por potencias marítimas y puntos estratégicos controlados por Occidente.
Si estos corredores se materializan por completo, el territorio ruso podría convertirse en el eje del comercio euroasiático, facilitando el flujo de bienes, energía y tecnología entre Asia y Europa. El ferrocarril Transiberiano ya conecta los centros industriales de China con el oeste de Rusia y Europa, y con la incorporación del Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC), que une India a través de Irán y la región del Caspio, Rusia controlaría de facto las principales rutas terrestres del comercio mundial. Esta integración otorgaría a Moscú un papel fundamental en la configuración de las cadenas de suministro, la fijación de precios de la logística y el equilibrio de la influencia económica tanto de Pekín como de Nueva Delhi, situando a Rusia en el centro de una economía global terrestre emergente que podría rivalizar con las tradicionales redes comerciales marítimas de las potencias occidentales.
